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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



ESCRITURA - RETROESCRITURA - AMÉRICA LATINA - HAMED, AMIR - ARTIGAS BLUES BAND - ARTIGAS, JOSÉ GERVASIO - HÉROE - HÉROE MUTANTE - LEYENDA NEGRA - ÉXODO ORIENTAL - MUERTE DEL PADRE - ARTE DE BORRAR - VAMPIRO - DICTADURA URUGUAYA - AÑO DE LA ORIENTALIDAD - BORDABERRY, JUAN MARÍA - VACÍO -


Papeles de Montevideo. Mixed emotions, a propósito de la escritura de Amir Hamed(1)(II)*

Teeresa Basile

Artigas Blues Band incluye también los usos de la escritura por parte del poder y sus diversas instituciones, la conmemoración, los valores de la escritura para la academia, los usos escolares de la historia, la erección del Mausoleo por la dictadura, y el empleo de la escritura como prótesis que oculta la vacancia del Padre: así la carpa que tapa el inusitado suceso del despertar de Artigas; o Artola dedicado a recubrir los vacíos, a tapar la ausencia del busto de Artigas en el banco y a tapar su impericia de padre fracasado con su hija María Pía

El arte de borrar o la retroescritura de Artigas

En
Artigas Blues Band, Hamed aborda la figura de uno de los héroes nacionales de mayor presencia en la historia uruguaya -reapropiado continuamente por los gobiernos de turno, por las ideologías más diversas, por los partidos políticos- para correrlo de ese lugar, para desmentir su lugar como padre fundante de la nacionalidad, para devenir principio corrosivo, virus, peste que desarma los saberes de la historia y las fechas patrias.

El héroe se yergue así contra los usos que el gobierno dictatorial hizo de su figura. La dictadura uruguaya (1973-1984) procuró legitimarse a través de la manipulación de los símbolos patrios y de sus héroes fundadores, una política de saturación de la memoria colectiva, cuyo año clave fue 1975 cuando Bordaberry(2) decretó el "Año de la Orientalidad" y, entre otras cosas, envió a construir el mausoleo de Artigas. Contra esta cristalización de la memoria Hamed hace de Artigas un héroe mutante, inapropiable no sólo por un sistema dictatorial sino por cualquier instancia de poder que imponga una práctica de clausura.

Si el gesto de la dictadura consistió en "petrificar" -mausoleo de por medio- la imagen de Artigas, Hamed regresa al pasado -mejor trae a su héroe al presente, lo resucita en el hoy- para convertirlo en principio de dispersión, en paradigma de posibles metamorfosis. Tal es quizás uno de los mayores quiebres que esta novela histórica ejerce en el interior del género, una torsión mayor: resucitar en el presente a Artigas, quien se pasea atónito por las calles montevideanas atestadas de autos. Invierte la lógica usual de la novela histórica consistente en retratar el pasado y las principales coyunturas históricas; tampoco se elige interferir el pasado con anacronismos, la apuesta es más raigal. Sus vínculos con su propia historia ingresan en el ámbito de lo fantástico: este Artigas resurrecto, casi como si no fuera él mismo, interfiere su propia historicidad, se niega a repetir su pasado.

El trabajo de
Amir Hamed con los discursos de la historia se particulariza por articular una importante reflexión sobre la escritura a medida que se desenvuelve la trama histórica en su novela. Cada personaje pone en escena una teoría sobre la escritura. Artigas mismo, a medida que transita por su propia historicidad, desgrana una teoría propia, es más, su intervención en la historia es un modo de escritura más que su símbolo, metáfora o alegoría. De este modo Artigas Blues Band explora -sin distraerse y hasta la exasperación- las posibilidades de la escritura: me propongo, entonces, -y en la medida que pueda- perseguir su gramática, marcar sus reglas.

Hamed elige de la historia artiguista el "éxodo", la "derrota" y la Leyenda Negra para dotar a su
héroe de una dimensión subversiva, en tanto nuevos principios que corroen el perfil del "padrenuestro artigas". El éxodo, la derrota y la leyenda negra instauran la gramática de la escritura, su lógica, límites, condiciones y posibilidades. Poseen una estructura dual, hecha de ausencia y presencia, de vacío y posibilidad, -son un fármacon- y van a regir una serie de oposiciones (principio de realidad/ sueño; vacío/ invención; derrota/ victoria; idea/ cuerpo; muerte/resurrección; principios/ virus; Historia/ pesadillas; escribir/ borrar; trascendencia/ juego; monumento/ fiesta y muchas más).

El éxodo artiguista pone en juego la fuga del significado trascendental, la muerte del Padre que da lugar a la diseminación de los significantes, a las posibilidades de la invención, a las pluralidades del sentido que toda escritura entraña; instaura en el origen el vacío: "yo inventé este país cuando me los llevé a todos al éxodo, lo vacié". Disemina la figura de Artigas a través de la exasperación en el uso de epígrafes con textos sobre Artigas, provenientes de las más diversas fuentes; la inclusión de otras ficciones sobre el héroe (la obra teatral que escriben Susana y Leda, la novela sobre Artigas que Ariel comienza, el himno que Pedro ensaya). El éxodo desborda los límites de lo real; es también una fuga del principio de realidad hacia el sueño, la literatura, la irrealidad.
Pero el éxodo no es sólo
vacío -o porque es vacío-, destila una sustancia corrosiva para los pretendidos Principios, contiene un virus que ataca a la letra, desparrama la peste que contamina la integridad de los significados. La escritura como virus, borradura, peste y violencia subversiva de la letra es el legado de Artigas: "y cuando decidí morirme, la peste llegó a mis descendientes".

La
escritura, entonces, expone la lógica del vacío original que sólo tolera la reescritura incesante, el arte de borrar el padrenuestro artigas para volver a comenzar en el éxodo continuo de los principios, la mutación que vuelve al pasado para dispersarlo. Dos imágenes de la letra: como sangre, semen, flujo menstrual, tinta, en definitiva, el flujo del deseo, o como coagulación, cristalización. Apuntan a dos modos de entender la temporalidad: la historia como monumento reitera el pasado en la contigüidad sin distancias de la memoria cincelada en el mármol -con-memora-, es conservacionista o, en el mejor de los casos, tolera un nuevo perfil sólo para reinscribirlo nuevamente en letras de molde.

La historia como retroescritura estropea la temporalidad progresiva, despierta al héroe y lo pone a andar, coloca la historia en la apertura indefinible del futuro y en la ficción, el sueño, lo posible, contra el principio de realidad -"Sí, mi general, todavía hay historia por hacer". Ariel se debate en la misma tensión entre lo real -la academia norteamericana- y los espacios alternativos del arte, el sueño, las pesadillas, el erotismo. El virus búlgaro -como una nueva peste- desarma su trabajo académico. La derrota despliega una legalidad similar a la del éxodo, como principio corrosivo barre, borra, tacha creando una superficie inapropiable, incomprensible para el conquistador o para toda escritura que procure ceñir y clausurar su propia polisemia; pero asimismo conserva "la voz infiel del indio", su sed aún no saciada, como una huella a surcar. La derrota es, entonces, como otro fármacon, derrota y victoria.

La
escritura, atrapada entre el éxodo del significado trascendental y la derrota ante cualquier política de apropiación, da lugar a la teoría que el mismo Artigas denomina el "arte de borrar" (el primer paso de toda escritura consiste en borrar): tachadura de la univocidad del signo y de los grafos cristalizados para dar lugar a la apertura de lo indefinido. Este arte de borrar tiene vastas consecuencias, en tanto principio deconstructivo, desarma las identidades, las coordenadas de espacio y tiempo, las territorializaciones nacionales, en fin, interfiere cualquier teleología en el proceso de significación. En esta línea, Artigas procura borrarse a sí mismo no sólo como principio de la nacionalidad oriental, también como nombre, como identidad para poder renacer continuamente. No obstante, Artigas reconoce en el arte de borrar el lugar imposible y es en la tensión con el surco de la letra, es en la pelea que sostiene con Ariel y su intento de fijarlo en una novela donde se completa el trayecto. Así Hamed estipula la gramática del acto creador -que reiterará en textos posteriores: a la borradura parece seguir la tensión entre ceguera (mancha, desvío) y surco.

Leyenda Negra, la célula terrorista creada por Pedro, en nombre de Artigas, constituye la praxis política fundada en aquellos principios deconstructivos de la
escritura que ya expusimos. Previamente desarma el fundamento y trascendencia de la lengua: Pedro emprende un recorrido por las creencias, religiones e idolatrías de los uruguayos para leer la vacancia detrás de la fe, para elegir el juego gratuito del casino donde gana el dinero con el que enfrentará la incapacidad de sus congéneres para "no esperar realmente nada". Sustituye, entonces, la trascendencia del significado por el juego intrascendente del significante, sustituye a Cristo por Brahma. Se decide, entonces, a refundar en la tradición de los Tres Chiflados y de Brahma, en la irresponsabilidad del juego.

Una de las primeras acciones del grupo subversivo consiste en -al mejor estilo de los tres chiflados que apuntan sus brazos hacia tres direcciones diferentes- cambiar el sentido de las calles y confundir sus nombres. No se trata de una célula terrorista sostenida en un ideario político, se separa de la guerrilla de izquierda de las décadas anteriores proponiendo no un proyecto político marxista sino una vasta confusión, una subversión más raigal, la del significado como totalidad. Leyenda Negra se ocupa, en nombre de Artigas, de pintar con graffitis las paredes de Montevideo y pintarrajear los rostros marmóreos del prócer, travestirlos. Es la horda salvaje, bárbara, que irrumpe el espacio estriado de la ciudad para volverlo liso, es la banda de Artigas (Artigas Blues Band) que desterritorializa los iconos fundantes de la patria para retroescribir el pasado. El juego, la fiesta, el baile van a configurar el primer instrumento que Pedro utiliza para socavar la conmemoración de la batalla de las Piedras, el perfil escolar del héroe.

Miguel Barreiro, el amanuense y sobrino de Artigas, quien transcribe sus cartas, pone en escena la figura del escritor como traidor, ya que traiciona la fidelidad del dictado, desobedece la voz de Artigas, del Padre, se niega -como Pedro- a copiar, a repetir (así la traición a Artigas cuando Barreiro pacta con los porteños deviene un modo de escritura). Quien copia no sabe leer, desconoce la índole plural del signo, desconoce, en fin, el arte de escribir, por ello termina Barreiro cambiando la letra que Artigas le dicta.

Artigas Blues Band incluye también los usos de la
escritura por parte del poder y sus diversas instituciones, la conmemoración, los valores de la escritura para la academia, los usos escolares de la historia, la erección del Mausoleo por la dictadura, y el empleo de la escritura como prótesis que oculta la vacancia del Padre: así la carpa que tapa el inusitado suceso del despertar de Artigas; o Artola dedicado a recubrir los vacíos, a tapar la ausencia del busto de Artigas en el banco y a tapar su impericia de padre fracasado con su hija María Pía.

Luego de trocar los nombres de las calles y pintarrajear paredes y bustos, Leyenda Negra asume hasta sus últimas consecuencias la rebeldía
satánica, la violenta transgresión de las normas para llevar lo conocido a la conflagración final, a la subversión total que espera el fin del milenio, el fin de los tiempos y dar nacimiento así a la bestia que Pedro incuba en el vientre de Ana, para que, definitivamente lo monstruoso advenga como una letra indómita, la letra del vampiro. En esta tónica, Leyenda Negra profundiza sus estrategias. Desde la "leyenda negra", Artigas deviene monstruo, "ogro", vampiro, la alteridad irreductible -sin principio ni fin, sin genealogía- que demanda toda retroescritura.

Se trata, también, de concitar "relaciones peligrosas" entre los términos, entre las citas, entre los textos, entre los personajes, entre los valores, tarea predilecta del vampiro, de
Satán que todo lo confunde. El vampiro se convierte en la imagen del escritor latinoamericano que succiona del entero archivo de textos, no para copiarlos sino para regenerarlos o degenerarlos, para estropearlos en el teatro que Pedro edifica a la medida de un infierno dantesco en cocoliche y digitado por la sabiduría milenaria de su portero, Klaus Kinski-Nosferatu-Lope de Aguirre. Allí arriba Artigas, acompañado de su fiel escudero para, en una experiencia de anagnórisis, reconocerse en la estirpe infernal del quiróptero americano. Como una puesta en abismo -con ribetes grotescos- se nos muestran los poderes barroquizantes del vampiro americano, acostumbrado a beber, insaciable, de la vasta literatura y a confundir sus textualidades, a infectar géneros, lenguas y tonos (el injerto en "mes liaisons dangereuses" de Choderlos de Laclos de un texto ajeno escrito por el mismo portero de múltiples nombres). La rebeldía de Satán -y su serie de acólitos- es la que guiará la insurrección de los signos contra lo legible, afán que esta novela persigue y cuya condensación puede leerse en la abigarrada mixtura de la sátira demoníaca de Pedro. En términos de Pedro "la más frugal de las novelas" debe asumir "el demonio" ya que "repito, no se escriben novelas sobre el padre".

Ariel, quien procura escribir la novela sobre Artigas, adviene un
vampiro como término final de las metamorfosis de la figura del escritor latinoamericano, inmortal y a la vez mutante, animal voraz y desorbitado que desparrama su tinta volátil. Gustavo, acatando órdenes de Pedro, emprende una suerte de peregrinaje religioso por aquellas sedes de monstruos -las iglesias góticas, la ciudad gótica de Barcelona, el museo de cera, el golem de Praga- para arribar al punto de origen y sostén último, el desierto como el espacio natural de la horda salvaje. Pero allí también advino la letra como Ley del Padre divino. Desde luego que la intención de Gustavo es subversiva, destruir la letra en tanto Ley. Su tendencia de piromaníaco lo lleva a quemar el busto de cera de Artigas en el museo de Madrid. Poco antes de llegar a su destino final mata al camello que lo había conducido (la escritura nómade) y recibe el último mensaje de Pedro, cifrado en el billete de dólar, poco después de que Mariana le ha robado su tarjeta de crédito. Entonces, Gustavo se queda a la intemperie sin su tarjeta Gold Card, sin crédito, sin creencias y con el dólar que -"con el archisabido In God we trust"- hace de la fe una reliquia de museo, esperando el fin del mundo para el renacimiento de otro ("un Fiat nuevo" que se sortea en la pantalla del televisor) cuya escritura invertirá la hoja, ecribirá -como Gustavo- en el revés de los textos: "Buenas Noticias".

Si la retroescritura comienza con el vacío inicial del éxodo, arriba finalmente al surco en tanto
barroquización de la lengua literaria, exasperación de la plurisemia y la diseminación, saturación con diversas textualidades, frotación de citas, y de ese éxodo, el archivo se convierte en hipertexto. Artigas Blues Band ofrece sus ventanas cuyos vínculos se anudan en la escritura del lector a través de los epígrafes, relatos que siguen la trama, documentos oficiales, mitologías, teatro, música, literatura dentro de la literatura, escritura dentro de la escritura. Es que el principio es una letra, la primera letra, la A y su capacidad diseminativa que expande el (A)rte: Artigas, Aguirre, Ansina, Artola, Artie, Ariel, Adela, Ana, América, Amir (H)Amed..., porque la A es alfa y es el Aleph, me refiero al borgeano, "un Aleph es uno de los puntos del espacio que contiene todos los puntos (...) el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos".

La estabilidad del significado capaz de dar
identidad se cuestiona también en el orden paradigmático como una sustitución del nombre propio, así, por ejemplo, Gustavo que recibe desde el comienzo los apodos de Vishnu y Moe, ingresa en una acelerada carrera que desorbita su identidad en múltiples nombres. Las mutaciones parecen debilitar los límites de las palabras que pierden su integridad en un devenir constante del juego: María Pía/ Ana/ Mariana; Camel/ camello; Castor/ Coster... La estructura de la novela instaura el recorrido del revés al comenzar por el capítulo 6 descontando hasta el 1 que es, a su vez, punto de arranque del 11, su reiteración al infinito, el principio de las metamorfosis. Además la novela se abisma en una estructura de cajas chinas: Artigas Blues Band tiene su propio dispositivo de autocorrosión: allí se inserta la obra de Pedro, parodia de la novela que Ariel escribe sobre Artigas, lo que significa una puesta en abismo de la reescritura. No sólo una puesta en abismo, sino un abismo al infinito ya que si la obra de Pedro es un injerto dentro de la totalidad de la novela, además contiene en sí misma otro injerto, una carta de Lope de Aguirre-Klaus Kinski-Nosferatu en el interior de la obra de Choderlos de Laclos.

La textualidad de Artigas Blues Band es un continuum de la
escritura que fluye y en su fluencia mezcla las voces narradoras de sus personajes, transita por la contigüidad de los espacios, se desplaza cómodamente por los tiempos diversos, abre pasajes entre la vigilia, el sueño, la literatura, desarma las matrices genéricas. Y es el humor el que muchas veces diluye las fronteras entre diversos tonos del discurso, relee la tragedia en clave cómica, la épica como chifladura.

La novela parece expresar cierta visión desencantada del presente democrático. Se marca claramente el pasaje del contexto de la dictadura al de la democracia: los tres amigos han transitado de una época a la otra y señalan la pérdida de ideales, creencias, motivaciones, "vivimos en una negra paz telurista", dice Pedro, emblematizada por el filme La Caída de los dioses. Cierta tensión y hasta oposición ente el
rock y el blues marca de otro modo este tránsito: el rock aparece fundamentalmente vinculado con la adolescencia de los tres amigos, como una matriz cultural que expresaba los ideales sesentistas y que en el presente se la recupera con cierta nostalgia. Pedro le dedica a su futuro hijo una canción de los Stones, donde se cruza el sentido de futuridad que su hijo despierta junto al recuerdo nostálgico de "épocas de sicodelia, inconformidad y de innegable optimismo" proveniente de pasados "inevitablemente más gloriosos como el de los Stones". En cambio el "blues interminable" que canta Ansina condensa el sentimiento de pérdida de aquellos ideales, de apagón del fervor a través de la imagen del tren -icono de la modernidad- detenido, abandonado: "soy un blues que está en el final". ¿Será posible leer Artigas Blues Band como un intento de quebrar este presente anodino, como un gesto parricida?

También resulta indispensable anotar la carga autobiográfica de la novela, uno de cuyos aspectos más significativos, quizás, resulte el intento de Amir Hamed por explicar su decisión de abandonar el trabajo académico en la universidad norteamericana para regresar a
Uruguay y dedicarse a escribir.

La novela permite sospechar la presencia de dos matrices, de dos herencias
(que primero Hamed hace suyas, con elecciones, descartes, reacomodaciones): una filosófica -el postestructuralismo- y otra estética -el neobarroco; así pone a funcionar al postestructuralismo en el interior de una tradición estética latinoamericana, para luego recolocar ambas matrices en el contexto uruguayo, y así leer con esas herramientas la trama uruguaya. Con estas armas teje una textualidad que exaspera la plurisemia y la diseminación propias del neobarroco para arremeter contra el autoritarismo de la dictadura uruguaya y sus sucedáneos, los sedentarismos de la letra en democracia.

(sigue)



Notas:

(1) Amir Hamed nació en Montevideo en 1962; cursó estudios en Letras en la Universidad de la República. Luego viajó a Estados Unidos donde se doctoró en la Universidad de Northwestern. Illinois. Su obra abarca ya una serie de novelas: Artigas Blues Band (1994); Troya Blanda (1996); Semidiós (2001); relatos breves como El probable acoso de la mandrágora (1982); La sombra de la paloma (1985); ¿Qué nos ponemos esta noche? (1991); Buenas Noches, América (2003), y ensayos: Orientales, Uruguay a través de su poesía. Siglo XX (1996); Retroescritura (1998).

(2) Juan María Bordaberry (Montevideo, 17 de junio de 1928), político uruguayo. Presidente constitucional entre 1972 y 1973, dictador entre 1973 y 1976. Se afilió al Partido Nacional, de tendencia conservadora, por el que fue elegido senador, cargo que ocupo entre 1963 y 1965. En 1964 aglutinó a sus seguidores en la Liga Federal de Acción Ruralista, integrándose en 1969 en el Partido Colorado. Fue ministro de ganadería y agricultura entre 1969 y 1971. En 1971 con el triunfo del Partido Colorado en las elecciones de ese año se convierte en Presidente de la República, en un momento de especial intensidad de las actividades de la guerrilla y en medio de una crisis económica. Hizo frente a la situación aliándose con los sectores más conservadores militares y civiles, que ocuparon los puestos más relevantes del Estado. Una vez derrotada la guerrilla tupamara, presionado e impulsado por las Fuerzas Armadas y los sectores civiles de extrema derecha cercanos al gobierno, Bordaberry presidió el golpe de estado del 27 de junio de 1973. Disolvió el Parlamento, las organizaciones sociales, los partidos políticos y suprimió las libertades civiles. En 1976 las Fuerzas Armadas lo reemplazan por el entonces presidente del Consejo de Estado, Alberto Demicheli. Actualmente (noviembre de 2006) está siendo juzgado por la justicia uruguaya por crímenes relacionados al golpe de estado, siendo acusado de violar la Constitución y coparticipar en secuestros y desapariciones de opositores políticos al régimen.


* Publicado originalmente en la Revista Katatay Año 1- Nºs 1/2- Junio 2005.

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