Best seller
Tom Clancy publicó su primera novela, La caza del Octubre
Rojo, en 1984. Algunas películas
protagonizadas por el inmaculado Harrison Ford basan sus guiones en libros de Clancy. Ha escrito
novelas en colaboración con un general veterano de la guerra
del Golfo, con un ex asesor de la Casa Blanca, y con escritores
profesionales.
Clancy es afecto a las siglas, cuya profusión es el rasgo
más original de su universo léxico. Uno sólo
de sus libros contiene las
siguientes: CIA, NFA, FBI,
NYPD, MRF1, FAMA, DEA, ONU, FPLNK, ENKD, DVD, CNN, SWAT, CMC,
C-130, CSIC, AMD, CMP, SEAL, CM, C-4, INTEL, GCI, OSE, TAC-SAT,
UN-I-QUE, 205A-1
y ComSisCueMar.
En sus intrigas, Poderosas Organizaciones Gubernamentales (POG)
se enfrentan a Poderosas Organizaciones Terroristas
(POT); las POG
son generalmente
inventos burocráticos destinados al fracaso, pero afortunadamente
están dirigidas por honestísimos patriotas dispuestos
a dar la vida por la Libertad. Las POT
son perfectas máquinas de asesinar, impecablemente
diseñadas, dirigidas por inteligentísimos y siniestros
líderes que tienen, en las dos últimas páginas,
muy mala suerte.
Generalmente el héroe debe luchar contra dos enemigos:
los POT y su propio gobierno; unos por malos y otros
por torpes intentan impedir que el héroe salve al mundo.
Al final, una suma de tecnología hipersofisticada, unos
nervios de acero y una decidida violación al estúpido
orden legal vigente, logra que, con una ayudita de una cáscara
de banana que pisa el malo,
gane el bueno.
El Presidente de los Estados Unidos (President
of the United States, PUS),
es un sujeto alto y atlético, que sabía cómo
estaban las cosas pero prefería no intervenir para que
el héroe pudiera hacer
su trabajo.
La estructura dramática puede resumirse así: POG + POT - PUS = PUM
Uruguayo asalta
la ONU
En uno de sus libros recientes, Estado de sitio, hay una
sigla conocida para los uruguayos: MLN-T,
que Clancy convierte en Movimiento Marxista de Liberación
Nacional - Tupamaros. También hay un personaje uruguayo,
llamado Bernardo Barone, terrorista
internacional.
Su hermano Eduardo, "[...] con la aprobación de
su padre[¿?] [...]se unió al MLN-T [
] Eduardo
terminó en prisión, donde murió por causas
«desconocidas»[...] Bernardo se alistó [en
el ejército] en 1979, con la esperanza de ser parte de
un nuevo orden en Uruguay.
[...] se sintió traicionado por una causa [...] pero nunca
abandonó las esperanzas de revivir el espíritu del
MLN-T." Esta secuencia de hechos explica a Bernardo,
que, lógicamente, termina tomando como rehenes, junto a
un grupo de terroristas, a los miembros del Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas,
a la sazón presidida por una india
estúpida que empecinadamente se interponía entre
la bala justiciera y los terroristas.
En el mismo libro se explica
por qué Estados
Unidos perdió la guerra
de Vietnam: "Más que cualquier otra guerra,
Vietnam les había robado a los soldados norteamericanos
la noción de que se podía confiar en cualquiera,
en cualquier lugar". Enemigos eran los de antes, claro,
en los que se podía confiar. Porque "[...] en pueblos
tranquilos, muchas veces las jóvenes salían a recibir
a los soldados norteamericanos [...] las niñas llevaban
muñecas armadas para estallar. A veces las niñas
volaban junto con ellas". Clancy explica que los norvietnamitas
usaban a enfermeras de Vietnam del sur para distribuir drogas
entre los soldados internados. Son malos los chinos, eh, eh.
En el final, el PUS soborna a la Secretaria General
de las Naciones Unidas:
si ella promete no embromar con el detalle de los comandos que
entraron a la sede de la ONU para liquidar a los terroristas,
Estados Unidos le va a pagar los no sé cuántos miles
de millones de dólares
que debe, y que no paga por algún buen motivo clancyano.
Antes de que empiecen los tiros, algunos personajes recorren parte
del edificio guiados por una joven funcionaria japonesa. Durante
el recorrido, ven una exposición de objetos traídos
de Hiroshima: botellas derretidas, uniformes escolares quemados,
etc. Uno de los personajes, estadounidense y patriota, piensa
que sería bueno que hubiera algo que mostrara restos de
Pearl Harbour, carajo, cerdos asiáticos, y luego hay una
chimpancenesca filosofada acerca de la responsabilidad y la hipocresía
del pueblo japonés; Clancy explica que no sólo Hiro
Ito fue responsable de la guerra,
sino cada uno de los simios japoneses, incluída la hipócrita
y estúpida guía de la ONU
y todos sus genes.
Básicamente, cada funcionario, sea miembro de la CIA,
del ejército, de la policía, de la Casa Blanca o
de cualquier lugar, que haga algo de acuerdo con el reglamento,
genera un desastre, y el héroe
tiene éxito sólo porque infringe la ley.
"-Un gesto -bufó-. Paul salvó el maldito
lugar. Lo que hizo requiere más coraje del que ví
en toda mi vida. Mike y Brett también estuvieron increíbles.
pero Paul
cuando me enteré de que fuiste el que
liquidó al último tipo
nunca estuve tan orgulloso
de nadie. Nunca.
-Lamentablemente -dijo Coffey-, la ley internacional no contempla
el "orgullo" como defensa.
-Y yo te digo, Lowell: si mandan a Paul a Nueva
York o a la podrida Haya y la Corte Internacional de Supuesta
Justicia -dijo Herbert-, o a algún otro lugar improvisado
donde sirven chivo expiatorio a las brasas, yo voy a tomar rehenes."
O suizo o patriota
El libro termina con una cita que dice así, en un cuerpo
de letra distinto al del libro:
"En Italia, durante
treinta años bajo los Borgia, hubo guerrilla,
terror, asesinatos, derramamiento de
sangre
de allí surgieron Miguel
Ángel, Leonardo Da Vinci
y el Renacimiento. En Suiza reinó el amor fraternal durante
quinientos años de paz y democracia; ¿y qué
produjeron? ¡El reloj cucú! ORSON
WELLES"
Efectivamente eso lo dijo
el actor Orson Welles,
mientras encarnaba al asesino
Harry Lime en El tercer hombre, película dirigida
por Carol Reed, con guión
de Graham Greene. Greene explica, en el prólogo a la versión
novelada, que fue el propio Welles quien escribió esas
líneas sobre los relojes cucú. Por más que
Clancy sigue las normas de la Modern Language Association con
relación a las citas, muchos lectores
de sus libros probablemente supongan que eso es lo que creía
Welles, y no Harry Lime y Tom Clancy.
El bruto que quiere ser irónico no pasa de cínico,
pero quizá entre otros mamíferos admiradores del
rifle pase por ocurrente, que, ya se sabe, es lo mismo que sabio,
especialmente si es dueño de un arma.
Asimetría de la épica
Difícilmente admiremos unos hechos si no hay poesía
que los cante. Sólo podemos pensar en héroes
si forman parte de una epopeya.
Epopeya es, según el diccionario, un poema narrativo extenso,
de elevado estilo, acción
grande y pública, personajes heroicos o de suma importancia,
y en el cual interviene lo sobrenatural o maravilloso.
Las aventuras de Clancy hacen intervenir casi todo eso: son novelas
(poema narrativo extenso); tienen acción internacional,
con peligro de guerra
mundial (acción grande
y pública);
hay presidentes, agentes infalibles, diplomáticos y millonarios
(personajes heroicos o de
suma importancia);
se viola el orden humano, es decir la ley (interviene
lo sobrenatural o maravilloso).
Clancy produce una épica de los Estados Unidos, y Hollywood
y Harrison Ford le dan un rostro cuáquero y sexy.
Una noticia difícilmente conmueve; tiende a producir emociones
más llanas, como miedo, horror o asco. Una epopeya
nos obliga a tomar partido por el héroe.
Cuando veamos (en forma de
noticia) el holocausto
de Irak y el reguero de desastres que se extenderá por
el planeta, tendremos listo el marco épico de héroes
y villanos preparado por Clancy.
Una epopeya sólo puede ser neutralizada por otra. Contra
la idenficación forzosa con el aura honrada de un Harrison
Ford sólo es posible oponer una identificación
contraria.
Pero no puede haber una épica de la paz.
La paz no permite héroes.
Los héroes de la paz adquieren ese título sólo
cuando se convierten en víctimas de un acto violento. Los
héroes de la paz sólo pueden ser mártires.
No hay posibilidad de oponer una épica de la paz a la épica
de la guerra.
¿Valdrá de algo la denuncia de los manifestantes
por la paz en todo el mundo? Ellos ya estaban previstos por Clancy:
son todos esos cobardes burócratas y probablemente traidores
y agentes dobles que impiden que reine la justicia y el orden.
Y quizá Clancy no piense de modo tan diferente al de muchos
opositores a la guerra, que sueñan con borrar del mapa,
épicamente, a los promotores de la guerra.
* Publicado
originalmente en el Semanario Brecha
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