H enciclopedia 
es administrada por
Sandra López Desivo

© 1999 - 2012
Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



CUERPO - TEORÍA DE LA SIMULACIÓN - ABYECTO - REPRESENTACIÓN - OBSCENO - SLOCOMBE, ROMAIN -
CITY OF THE BROKEN DOLLS - CRASH - BALLARD, JAMES GRAHAM - ARTE - ARTE MÉDICO - CASTRACIÓN - EROTISMO - FOTOGRAFÍA - SEXO - PORNOGRAFÍA - MUTACIÓN - SERRANO, ANDRÉS - LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS - BAUDRILLARD, JEAN -

Signos sangrantes*

Fabián Giménez Gatto
Cuerpos obscenos que hacen del sexo un juego de niños, el erotismo de Crash y City of the Broken Dolls nos confronta con una sexualidad más allá de los límites de la pura genitalidad, descerebrada e ingenua, de lo pornográfico. Sexo hospitalario, obscenidad blanca. Bienvenidos al desierto de lo sexual

 

Este texto se orienta al análisis de ciertas prácticas artísticas vinculadas a lo que podríamos llamar la marcación del cuerpo a través de la inscripción de signos sangrantes, esto a partir de dos ejes: la teoría de la simulación por una parte y, por la otra, las reflexiones en torno al arte abyecto en el espacio definido por la "cultura de la herida" de los noventa. Abyección, obscenidad y trauma, estas categorías problematizan la corporalidad en el espacio de la representación, configurando un nuevo escenario de exhibiciones atroces donde el cuerpo desaparece traumáticamente en su obscena literalidad. En este sentido, intentaré vincular la noción baudrillardiana de obscenidad con el concepto lacaniano de trauma, a partir de este entrecruzamiento teórico sería posible aproximarse a las fotografías de Romain Slocombe desde un lugar cercano a la teoría de la simulación, incorporando, como categorías de análisis cultural, elaboraciones en torno a lo traumático, sugiriendo, de esta forma, algunas claves interpretativas al interior de la constelación conceptual y perceptual trazada por los signos sangrantes de City of the Broken Dolls.

Vamos por partes, literalmente. El
arte de Romain Slocombe es una suerte de manifestación fotográfica de las "imágenes del cuerpo fragmentado" de las que nos hablaba el psicoanálisis lacaniano a la hora de agrupar una serie de violentas transgresiones corporales vinculadas a la castración, la mutilación, el desmembramiento, la herida. Arte médico que cartografía los signos del accidente en cuerpos femeninos marcados por todo tipo de prótesis, collarines, yesos y vendajes. Muñecas rotas abandonando la perversión fetichista para entrar en un territorio mucho más radical, ya no la puesta en escena de la castración(1) (cosa que sucede en el fetichismo tradicional, victoriano, decimonónico, que se proyecta, como un fantasma, aún en nuestros días) sino la desaparición de la escena de la castración, una crisis del fetichismo en tanto estrategia representacional, en tanto exorcismo de la castración a partir de su puesta en escena, a partir de su conversión en signo.

La castración aquí no está significada, se presenta en su literalidad, nos enfrentamos a una amenaza que no se detiene en la pantalla-tamiz de la
imagen, que no ha sido exorcizada del todo por la representación estética.
Podemos rastrear en el
arte médico de Romain Slocombe una nueva figura de la transpolítica, sus imágenes inauguran una insólita modalidad de desaparición, no únicamente la desaparición de la escena del cuerpo en lo obsceno sino también la desaparición de la escena de la castración en la abyección. Primero desaparición del cuerpo, después desaparición del cuerpo como significante fálico, una afanisis (del griego: hacer desaparecer) de la perversión (fálica) del fetiche, una desaparición de la dimensión metafórica del fetichismo. Estos cuerpos marcados no se erigen como significantes fálicos sino que nos enfrentan a la abyección de la herida. Imágenes traumáticas, signos sangrantes. La escena perversa, metafórica, del fetichismo cede paso a la obscenidad abyecta de la herida. La marca ya no demarca la aparición del fetiche como objeto parcial, como término pleno, permanece indiferente a la metáfora, al juego de sustituciones, a la anamorfosis del significante fálico. La pantalla-tamiz se desgarra, horadada por estos signos sangrantes, literalidad del signo, crueldad de los significantes.

El
erotismo de las imágenes de Slocombe es el de un fetichismo de signo contrario, convierte a sus modelos en maniquíes, en muñecas, pero en muñecas rotas. Fetichismo barroco, los vendajes se transforman en una función operatoria sobre la superficie de los cuerpos, no dejan de trazar pliegues, pliegues sobre pliegues. La marca, la barra fetichista, se convierte en una inflexión, un punto-pliegue que no está ni dentro ni fuera, la herida funciona estructuralmente como una carencia que se hace presente en el cuerpo, subrayada una y otra vez por los vendajes que la enmarcan. Bandage/bondage donde la corporalidad se despliega como superficie erótica y como espacio de escritura, o mejor como espacio de múltiples escrituras eróticas (irreductibles, creo yo, al universo sádico o masoquista).

Escritura de inscripción (heridas, magulladuras, hematomas) y escritura de de-scripción (vendas, vendajes), trazar en el interior y acariciar la superficie, dos momentos que se interceptan en los pornogramas de Slocombe, en la fusión de cuerpo y escritura que atraviesa la retórica pornogramática de City of the Broken Dolls, la herida convertida en el signo por excelencia de lo que podríamos llamar una erótica clínica -y no solo un arte médico- de la inflexión traumática del cuerpo. Un erotismo de la transgresión, donde el cuerpo se convierte en un espacio atravesado por intensidades, por el shock benjaminiano, el trauma lacaniano, el punctum barthesiano, lo interesante es que estas tres célebres nociones tienen un parecido de familia, comparten una inquietante familiaridad con la imagen de una herida abierta, quizás la última metáfora de un universo sin metáforas. Escuchemos a Roland Barthes referirse al punctum, ese elemento que enfrentándose al despliegue de la subjetividad investida en el studium nos acerca a la objetualidad de la foto, a aquello que "sale de escena" y "viene a punzarme":

En latín existe una
palabra para designar esta herida, este pinchazo, esta marca hecha por un instrumento puntiagudo; esta palabra me iría tanto mejor cuanto que remite también a la idea de puntuación y que las fotos de que hablo están en efecto como puntuadas, a veces incluso moteadas por estos puntos sensibles; precisamente esas marcas, esas heridas, son puntos. Ese segundo elemento que viene a perturbar el studium lo llamaré punctum; pues punctum es también: pinchazo, agujerito, pequeña mancha, pequeño corte y también casualidad. El punctum de una foto es ese azar que en ella me despunta (pero que también me lastima, me punza).(2)

Metamorfosis en la representación del cuerpo erótico, del pin-up al punctum, esta imagen erótica (capaz de ser colgada en una pared, si hemos de creer, como Barthes, en la etimología) se transforma de un objeto inmóvil -detenido y objetivado en un muro- en una flecha que me punza, es decir, cuando nos enfrentamos a una fotografía de Slocombe somos nosotros los que terminamos "contra la pared". Acostumbrados a lo que Baudrillard llama "una estética del desvestimiento"(3), las fotografías de Romain Slocombe nos resultan desconcertantes, sus modelos están cubiertas, recubiertas por la versión médica del velo: el vendaje. Más que desnudas, ostentan una segunda piel, constituida por los vendajes y las prótesis que las envuelven, algo así como el arte del embalaje llevado del land-art al body-art. Slocombe arropa a sus modelos con los signos de la tecnología médica, las sumerge en las ascépticas sábanas de una cama de hospital. Las vendas funcionan como un velo, un ocultamiento de la desnudez y, sobretodo, un velamiento de esa forma extrema de la desnudez, la herida.

Estas heridas, ocultas por los vendajes que las envuelven son algo así como la representación fotográfica del trauma, entendido como un encuentro fallido con lo real. La realidad de la herida, oculta tras los velos-vendajes, está condenada a repetirse traumáticamente una y otra vez, repeticiones convertidas en pliegues y repliegues que surcan los cuerpos, convirtiéndose en el contrapunto de la desnudez, recuperando cierta cualidad erótica del velo, convertido ahora en prótesis médica. Esta erótica clínica, que surge al interior del discurso fotográfico de Slocombe, retoma elementos presentes en la patafísica escritura de J. G. Ballard, pareciera que las obsesiones que recorren las páginas de Crash ("la primera novela pornográfica basada en la tecnología"(4), al decir de su autor) prefiguran el universo traumático del arte médico.

Baudrillard afirmó alguna vez que Crash es la "primera gran novela del universo de la simulación"(5), me pregunto si no podríamos afirmar algo similar del trabajo fotográfico de Romain Slocombe (estoy pensando, particularmente, en Broken Dolls y City of the Broken Dolls), sus fotografías parecen haber sido tomadas por Vaughan, el profeta del accidente erótico surgido al interior del universo literario de Ballard. Una forma sutil de encadenamiento, una serie de imágenes simulacrales que atraviesan el discurso literario de Ballard y el discurso fotográfico de Slocombe constituyendo una nueva textualidad, la textualidad del universo de la simulación. Ambos producen una mutación al interior de la representación pornográfica, a partir de una mezcla explosiva de sexo, muerte y tecnología.

Quizás el abordaje a este devenir del discurso pornográfico tenga que ver, principalmente, con la noción baudrillardiana de obscenidad. "Nuestro
porno tiene aún una definición restringida. La obscenidad tiene un porvenir ilimitado."(6) Este porvenir ilimitado de la obscenidad se anuncia en la erótica clínica de Slocombe, un paso más en la vertiginosa representación de nuestros cuerpos, placeres y deseos. Pareciera que la pornografía es, al decir de Ballard, todavía demasiado ingenua, demasiado inocente, "el sueño casto y no erótico que tiene el cuerpo de sí mismo."(7) En ese sentido, el gesto transestético de Romain Slocombe, las bodas contra-natura del discurso médico y del discurso erótico, nos conduce a las últimas fronteras (hasta el momento) de la corporalidad. Cuerpos obscenos que hacen del sexo un juego de niños, el erotismo de Crash y City of the Broken Dolls nos confronta con una sexualidad más allá de los límites de la pura genitalidad, descerebrada e ingenua, de lo pornográfico. Sexo hospitalario, obscenidad blanca. Bienvenidos al desierto de lo sexual.

Esta obscenidad, que convierte al
sexo en un deporte extremo, respondería al principio de crueldad de Clément Rosset: "Cruor, de donde deriva crudelis (cruel), así como crudus (crudo, no digerido, indigesto), designa la carne despellejada y sangrienta: o sea, la cosa misma desprovista de sus atavíos o aderezos habituales, en este caso, la piel, y reducida de ese modo a su única realidad, tan sangrante como indigesta."(8)

La
carne sin metáforas, marcada por signos sangrantes, sería algo así como la carne sin piel: despellejada, sangrante, condenada a la obscenidad de la abyección. El arte abyecto es un buen ejemplo de esta fascinación por la carne despellejada y sangrienta, por este exceso de realidad que coloca al cuerpo en estado de desaparición. Pura literalidad, fluidos, excrementos, secreciones de todo tipo, parecen ser la mejor comprobación de la realidad de nuestro cuerpo, sin embargo, este encuentro con lo real siempre resulta fallido, traumático. Realismo traumático, tal como lo llama Hal Foster, apropiándose de la definición lacaniana de trauma(9) y aplicándola al arte abyecto como "retorno de lo real"(10).

Lo que deja fuera el análisis de Foster y he intentado rescatar, aquí y en otras intervenciones, es esa otra mitad de la teoría de la simulación que tiene que ver con la obscenidad, la transparencia y el crimen perfecto como "asesinato de lo real"
(aunque el crimen, lo sabemos, nunca es perfecto). Es decir, la simulación problematiza lo real desde su sustitución y precesión simulacral así como también a partir de las estrategias propias de la transpolítica, principalmente en términos de obscenidad, de clausura de la escena de la representación.

"La obscenidad tiende siempre a superarse: presentar un cuerpo desnudo ya puede ser brutalmente obsceno, presentarlo descarnado, desollado, esquelético todavía lo es más."
(11) Lo obsceno sería este "devenir real" que culmina en lo traumático, una realidad ausente condenada a repetirse hasta el infinito. "Puede que la definición de la obscenidad sea el devenir real, absolutamente real, de algo que, hasta entonces, estaba metaforizado o tenia una dimensión metafórica."(12) Un ejemplo, la Vagina Dentada de la serie La interpretación de los sueños de Andrés Serrano, esta figura abandona su naturaleza metafórica, vinculada al saber psicoanalítico, e ingresa al discurso fotográfico, entrando, en un vértigo de lo real, a la escena dislocada, alocada, del zoom, del medical-shot. Lo literal siempre resulta cómico (Deleuze dixit) quizás podríamos intentar releer la literalidad clínica de la abyección, lo obsceno y lo traumático desde su comicidad, la mayoría de las veces involuntaria. La ironía como complot del arte, o bien, como complot de la teoría. El accidente (de lo real) como una ironía objetiva, un crimen perfecto inscrito, en la imagen y en nuestra mirada, con signos sangrantes.

Uno podría preguntarse acerca de la "realidad" de estos signos, su "lugar" en el espacio de la representación, lo interesante es que, dada su naturaleza traumática, están más allá de lo real y la
ficción, son, sencillamente, hiper-reales, forman parte de un universo de simulación pura; fascinantes, obscenos, se sostienen en los límites de la pantalla-tamiz, "el efecto es seguro, pero ilocalizable, no encuentra su signo, su nombre (...) Curiosa contradicción: es un fogonazo que flota."(13) Más reales que lo real, desgarran la pantalla-tamiz de la imagen, trazan en el espacio imagístico lo que podríamos llamar un hipercriticismo fotográfico, imágenes metalépticas, donde, metonímicamente, las causas son sustituidas por los efectos y los efectos por las causas, reversibilidad que hace del trauma el punto de inflexión donde toda forma de interioridad desaparece, un arte de las superficies, una erótica de la banalidad.

Cuerpos suspendidos en un estado de gracia, ni sujetos ni objetos, abyectos. Para Kristeva el cadáver es "el colmo de la abyección"
(14) y no es casual que Baudrillard considere al cadáver como "el límite ideal del cuerpo en su relación con el sistema de la medicina".(15) La abyección, vinculada al arte médico de Slocombe, se convierte en un coqueteo del cuerpo erótico con la muerte, maridaje de la mirada clínica y la pornográfica, tal como sucede también en las imágenes de Phoebe Gloeckner que acompañan la nueva edición revisada de The Atrocity exhibition de Ballard o en la serie de litografías Crash Babies de Trevor Brown, metalepsis de lo erótico y lo clínico, pornografía hipertélica que radicaliza la mirada pornográfica conduciéndola al interior de los cuerpos, más allá de los límites de la piel, en una suerte de pornografía de la herida, de afanisis del cuerpo erótico. Una estética de la informe, erotismo de un cuerpo sin secretos. Un nuevo escenario de exhibiciones atroces donde atisbamos, fugazmente, a la corporalidad momentos antes de su desaparición. Los signos sangrantes no son más que eso, las huellas de algo que ha desaparecido.

 

Notas

(1) Véase, Baudrillard, Jean, "El cuerpo o el osario de signos", en El intercambio simbólico y la muerte, Caracas, Monte Avila, 1993.

(2) Barthes, Roland, La cámara lúcida, Barcelona, Paidós, 1997, pp. 64-65.

(3) Baudrillard, Jean, Cool Memories, Barcelona, Anagrama, 1989, p. 192.

(4) J. G. Ballard, citado por Kauffman, Linda S., Malas y perversos, Madrid, Cátedra, 2000, p. 234.

(5) Baudrillard, Jean, Simulacra and Simulation, USA, University of Michigan, 1994, p. 119.

(6) Baudrillard, Jean, De la seducción, Barcelona, Planeta-Agostini, 1993, p. 36.

(7) J. G. Ballard, citado por Kauffman, Linda S., Malas y perversos, Madrid, Cátedra, 2000, p. 233.

(8) Rosset, Clément, El principio de crueldad, Valencia, Pre-Textos, 1994, p. 22.

(9) Véase, Lacan, Jaques, El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 2001.

(10) Véase, Foster, Hal, The Return of the Real, Cambridge, MIT Press, 2001.

(11) Baudrillard, Jean, Contraseñas, Barcelona, Anagrama, 2002, p. 37.

(12) Baudrillard, Jean, Ibíd., p. 35.

(13) Barthes, Rolad, op. cit., pp. 100-103.

(14) Kristeva, Julia, Poderes de la perversión, México, Siglo Veintiuno Editores, 1989, p. 11.

(15) Baudrillard, Jean, El intercambio simbólico y la muerte, Caracas, Monte Avila, 1993, p. 133.

Bibliografía


Ballard, J. G., The Atrocity Exhibition, Hong Kong, RE/Search Publications, 1990.
---------------, Crash, New York, The Noonday Press, 1994.
Barthes, Roland, La cámara lúcida, Barcelona, Paidós, 1997.
-------------------, Variaciones sobre la escritura, Barcelona, Paidós, 2002.
Baudrillard, Jean, Cool Memories, Barcelona, Anagrama, 1989.
--------------------, Las estrategias fatales, Barcelona, Anagrama, 1991.
--------------------, De la seducción, Barcelona, Planeta-Agostini, 1993.
--------------------, El intercambio simbólico y la muerte, Caracas, Monte Avila, 1993.
--------------------, Simulacra and Simulation, USA, University of Michigan, 1994.
--------------------, Cool Memories II, Durham, Duke University Press, 1996.
--------------------, Contraseñas, Barcelona, Anagrama, 2002.
Deleuze, Gilles, El pliegue, Barcelona, Paidós, 1989.
Foster, Hal, The Return of the Real, Cambridge, MIT Press, 2001.
Kauffman, Linda S., Malas y perversos, Madrid, Cátedra, 2000.
Kristeva, Julia, Poderes de la perversión, México, Siglo Veintiuno Editores, 1989.
Lacan, Jaques, El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 2001.
Rosset, Clément, El principio de crueldad, Valencia, Pre-Textos, 1994, p. 22.
Slocombe, Romain, City of the Broken Dolls, London, Velvet Publications, 1997.
-----------------------, Tokyo Sex Underground, London, Creation Books, 2001.

 

* Ponencia presentada en el II Congreso Internacional de Ciencias, Artes y Humanidades "El cuerpo descifrado", México, D.F., octubre de 2005.

VOLVER AL AUTOR

             

Google


web

H enciclopedia