Nada más distante en el mundo de Hamed, en su pulso,
que el registro minimalista, no es un escritor de la levedad:
sus textos suceden entre Apocalipsis y Resurrecciones, son desaforados
(fuera del
foro, de la ley),
hijos de un barroco latinoamericano.
Dueño de una pluma vampírica -que todo
lo succiona y desorbita-, prefiere probar los platos fuertes,
las obras macizas, de peso, que va colocando en su propia fragua
para desarmarlos y desplazarlos, mezclarlos y confundirlos: así
la épica homérica,
La Divina Comedia, el Quijote; y más cerca en América
Latina,
las volutas barroquizantes de un Lezama, el lirismo
pop de un Sarduy, los juegos carcajeantes del Bustrófedon
de Cabrera Infante, la escritura en el cuerpo de Salvador
Elizondo, fragor del trópico que viene a sombrearse, a
recibir la opacidad del sur, en especial la melancolía
de Onetti. Pero también
ingresan en sus obras las jergas cotidianas, la pasión
por el fútbol, el humor
de los Tres Chiflados, la música de toda laya.
Esta babel, sin embargo, se ordena bajo su oído que opera
como un tímpano reacomodando los tonos, instaurando armonías,
contemplando disonancias para dar lugar a una prosa sensible
al fraseo musical.
"Lo quiero todo y ahora" musitó un personaje
en Para una tumba sin nombre de Onetti. La narrativa
de Hamed se ancla en
el presente, a pesar de las extensas novelas históricas
cuyo mayor intento parece, más que volver al pasado, engordar
el presente, darle mayor densidad acoplándole pasados
cercanos e inmemoriales. Desde el "ahora" fagocitar
el "todo", tal podría ser la ecuación
de sus narrativas históricas. Pero este presente que le
-nos- toca vivir se opaca con un eclipse prefigurado en las metáforas
del fin de siglo y milenio, y vuelto realidad con el atentado
a las Torres
Gemelas.
Clausura de los ideales sesentistas, fin de la épica,
de la euforia, "fin del parricidio", dirá Hamed; América
Latina
aparece como un gran resumidero con trastos, restos, escombros
y hasta souvenirs de lo que quiso ser. La inscripción
personal, biográfica en este gran
relato de pérdidas y nuevas violencias se inicia en Amir
Hamed
a los once años con el comienzo de la dictadura, fecha clave
en su narrativa que marca sus relatos y tiñe de nostalgia
a la bohemia de amigos que miran la camiseta desleída
de los Stones; o irrumpe
en escenas de violencia (desde torturas a experiencias
sadomasoquistas). También
esta era, oscurecida por el gran apagón y sacudida por
las dictaduras, se abre expectante ante lo nuevo: el surco de
la letra de Hamed.
Reescritura/retroescritura
Hamed sostiene junto
a su producción narrativa, una prolífica escritura de ensayos.
En este sentido Retroescritura (1998) junto con los ensayos colgados
en H enciclopedia (www.henciclopedia.org.uy) constituyen
una línea reflexiva en torno a la escritura que dialoga
con su narrativa. No obstante, no se trata de ensayos producidos
desde una escritura crítica
o cercana a las discursividades de las ciencias humanas; por
el contrario sus ensayos pueden colocarse en la herencia de,
por ejemplo, un Lezama Lima o un Sarduy,
quienes desenvuelven su pensamiento crítico desde una
prosa de timbre poético y desde un tejido de imágenes que configuran
la imago. Sólo que en Hamed abordan otro mundo y de otra
manera.
Así los ensayos de Retroescritura articulan una
serie de imagos en torno a la escritura que vehiculizan
su percepción del mundo teñida de las múltiples
caídas acaecidas hacia el fin de milenio. Más que
un hilo narrativo, estamos frente a una secuencia de figuras
que ven entrelazando series de imágenes en torno a
la escritura, cuyo punto
de inicio lo constituye la muerte del Padre, del logos, del centro,
del Espíritu
hegeliano
que ahora da lugar a un deambular por los bordes del Universo
por parte de un Alien -la alteridad más radical- que acecha
en el umbral de lo nuevo. La vacancia del Padre es ocupada por
el hermano mayor o el duende, figura diabólica, que desobedece
a los mayores e instaura una escritura mutante, un relato
de la errancia y del desvío -que ha extraviado el hilo
del discurso-, una escritura nómade que sitia la
República de las letras,
provoca el devenir de la lengua extranjera en la lengua materna
confundiendo y mezclando sus códigos, géneros y
saberes a través de sus prácticas caníbales.
Estamos frente a una escritura que, perdida la garantía
del logos, sólo encuentra en el cuerpo una validación
y reconoce su propia ceguera: "Nadie" es quien escribe.
Retroescritura, a la vez que reflexión sobre la
lengua, resulta una puesta en práctica de la misma. La
textualidad de las imagos está hecha de la confluencia
de los más disímiles registros de la cultura, desde citas
de Homero, Platón, San Agustín, el Quijote hasta
una serie de filmes como Terminator, El silencio de los inocentes,
Alien, Delicatessen, combinando prosa, verso, letras
de tango, rock. La lengua de Amir Hamed es la inscripción de
múltiples lenguas y jergas en el español americano:
desde giros sintácticos griegos y latinos, el uso de epítetos,
el arcaísmo de un castellano barroco, las citas en inglés,
francés, alemán, italiano, griego y latín,
y hasta la inclusión del lenguaje de la informática.
El espacio de la hoja está en continuo movimiento intercalando
párrafos con estrofas, versos, notas a pie de página
que abarcan toda la página, tachaduras, zonas que transcriben
el espacio de la pantalla de una PC. La frotación de estas
textualidades implican una fuga del recto sentido y la configuración
de un reagrupamiento desviante, bizarro.
Retroescritura diseña una nueva versión
de la práctica de la "reescritura" -dominante
en las últimas décadas, signo del agotamiento de
lo nuevo vanguardista- que además
incluye el trabajo con la historia desde el desvío. La
"retroescritura" como máquina de guerra contra la
cristalización de los saberes pone en juego dos mecanismos:
el "RE" es "volver a presentarse", revisitar
el pasado para activarlo desde el "TRO". El "TRO"
es la práctica mutante frente a ese pasado, el efecto
de dispersión y desviación inscripto en el juego
del cuántico. Esta práctica desvía el sentido
del logos del padre, lo pone a vagabundear en sus derivaciones
dispersantes y en sus reagrupamientos advenedizos, desarma las
distinciones genéricas para confundir sus gramáticas,
mezcla los materiales nobles e innobles, cultos, populares; y
captura al pasado para instalarlo en el presente, lo despreteriza
en el juego citatorio.
Artigas
Blues Band
(1994) y Troya
blanda
(1996)
constituyen
la narrativización de esas propuestas en tanto se vuelven
hacia el pasado de la historia uruguaya para capturarlo desde
las demandas del presente. El concepto de "retroescritura"
sirve, entonces, para indagar el trabajo que Hamed hace en estas
dos novelas con la historia uruguaya.
(sigue)
Notas:
(1) Amir Hamed
nació en Montevideo en 1962; cursó estudios en
Letras en la Universidad de la República. Luego viajó
a Estados Unidos donde se doctoró en la Universidad de
Northwestern. Illinois. Su obra abarca ya una serie de novelas:
Artigas Blues Band (1994); Troya Blanda (1996);
Semidiós (2001); relatos breves como El probable
acoso de la mandrágora (1982); La sombra de la
paloma (1985); ¿Qué nos ponemos esta noche?
(1991); Buenas Noches, América (2003), y ensayos:
Orientales, Uruguay a través de su poesía. Siglo
XX (1996); Retroescritura (1998).
* Publicado
originalmente en la Revista Katatay Año 1- Nºs
1/2- Junio 2005.
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