I. ¿Habrá un material más sagrado que el
cuerpo humano?(1)
El vals y el foxtrot, clásico uno y mucho más
moderno el otro, son bailes de sociedad distinguidos. El boogie-woogie
y demás sucedáneos negroides, no lo serán
jamás(2)
.
Esta cita tomada de un libro de buenos modales, me hacen
pensar en todas esas políticas culturales que terminan
por domesticar y encarcelar al cuerpo.
Occidente
es un código cultural que ha concebido al cuerpo como un engranaje
del llamado progreso, sólo que como lo expresara Nazarín,
frente a la pregunta ¿Y qué piensa usted (...)
de los problemas pendientes, del estado actual de la sociedad?
El padre responde:
-Yo no sé
nada de eso (...). No sé más sino que a medida
que avanza lo que ustedes entienden por cultura, y cunde el llamado
progreso, y se aumenta la maquinaria, y se acumulan riquezas, es mayor el
número de pobres
y la pobreza
es más negra, más triste, más displicente(3).
Pensemos en alguien como la modelo alemana Claudia Schiffer,
quien gana, gracias a su cuerpo, diez millones
y medio de dólares al año. Pero, al mismo tiempo,
no perdamos de vista a aquellos hombres y mujeres que usan su
cuerpo-como-bombas
para realizar atentados terroristas. Hoy los programas
de televentas están invadidos de actrices que tienen la
fórmula efectiva para bajar de peso. En el telenoticiero,
he visto la imagen de un hombre desesperado que
se baña en gasolina y se prende fuego. Al cierre
de la emisión, cuerpos voluptuosos escriben el epílogo
perfecto, donde la silicona se solaza con la banalidad y la indiferencia.
Muchas
personas buscan paranoicamente uniformar su cuerpo al paradigma
de belleza que desde
lo massmediático se impone.
En las arenas apolíneas de la playa Belmont, es imposible
encontrar a un cuerpo que no esté
calcado de la fisonomía de la Barbie y de su apuesto compañero
Kent. El cuerpo es un territorio
político, y dentro de las múltiples políticas
que lo atraviesan, la de tener un abdomen plano se constituye
en un ideal de vida (en
estos tiempos de asepsia).
Hace
algún tiempo, cuando releía Secuestrada,
el diario de cautiverio
de Leszli Kalli, me sorprendió la angustia que esta mujer sentía
frente a su cuerpo. En uno de los apartes del mismo, escribe: 5:40 p.m.
El tiempo transcurre lento, muy despacio... cada minuto se hace
eterno. Jugué parqués, me bañé, comí
y vomité, pues Fer y Diego me dicen que estoy muy gorda(4).
En
las calles del centro y norte de Bogotá, no es extraño
recibir pequeñas tarjetas de invitación donde se
exhorta a ir al "colegio". Pero no a cualquier tipo
de colegio. Se trata de "centros educativos" que reúne
a colegialas uniformadas y carnetizadas, que aparte de
ser pícaras adolescentes, son Lolitas Sabelotodo. Sus cuerpos
están en promoción: 2 x $ 30.000. Se desterró
la poesía del cuerpo. Los negocios son la guerra(5).
II.
La cultura ha creado
cuerpos correccionales.
La
educación como institución
mediadora, reguladora, administradora de la cultura se ha erigido
en un aparato de captura; en este contexto, la figura
del profe se confunde y se afilia peligrosamente con la del guardián.
Pero, también el estudiante, necesita de esta figura de
poder, y si no la encuentra, la reclama. En este entramado, el
cuerpo (no importa si el del
profesor o del estudiante) inicia un lento aprendizaje de emparedamiento
donde las potencias de la carne se adormecen y con ellas las
posibilidades de más y mejor vida.
Para
parafrasear a Artaud, invocado
por Deleuze, podemos abrir
los siguientes interrogantes: ¿Cómo construir un
cuerpo sin órganos que lleve en sí mismo una
filosofía portátil?(6) ¿A
qué porvenir podemos aspirar y esperar teniendo en cuenta
la educación que soñamos
en y con el otro?(7) ¿Qué nexos se
deben establecer entre corporeidad y conocimiento que fundamenten
una transubstanciación de la cultura?(8)
Si vivir es escribir con todo el cuerpo, por qué
continuar aprisionando la escritura vital entre barrotes disciplinares
que conforman la lógica del vigilar y castigar.
Es indispensable abrir las puertas del escenario educativo para
que en él se posibilite la existencia de una comunidad
creadora
donde el ejercicio de la investigación sea inmanente a
la aventura del vivir, y desde allí, exaltar o proclamar
un cuerpo que sea un laboratorio de experimentación que
combata las fuerzas
nihilistas
de la negación y la muerte.
Es
aquí donde el arte(9) en general, puede servir como
motor que agencie reflexiones, interrogantes, respuestas
que inventen un mejor porvenir. En este sentido, pensamos que
las disciplinas, las teorías, son importantes pero no
para quedarse en ellas y resguardar los postulados o conceptos
que de ellas se desprenden, sino casi al contrario, nos
parecen importantes en la medida en que prestan un fundamento
desde el cual nos lancemos hacía aquello que, hasta ese
momento no ofrecía
ningún piso.
Imaginemos,
los textos (todos
los textos) como
un trampolín desde el cual saltamos hacia el vacío para, en la
caída, experimentar con un saber emanado a partir del
riesgo y la incertidumbre. Esta sería una operación
que iría de lo conocido hacía lo desconocido, para
descubrir y/o inventar en lo desconocido aquello que abra una
fisura por donde se filtre un aire renovador.
Al
involucrar el cuerpo con sus pasiones, sus afectos, secreciones,
pulsiones, seguramente la educación instaurada en
el aula adquirirá una dimensión humana donde el
conocimiento sea un periplo en que estudiante y profesor se reconozcan
como intercesores(10) que rían (una condición
del superhombre), mientras atraviesan la
montaña de los signos. Se trataría, entonces
de caminar soñando desde una escuela, una universidad,
una educación, una pedagogía
que hospedara al mundo, haciendo detonar la cultura resguardada
en los museos(11).
Un
tiempo suficientemente largo...-repitió Wolf-. ¡Qué
calvario!- Dieciséis años con el culo pegado a un
banco duro... Dieciséis años de chanchullos y honestidad
alternados. Dieciséis años de aburrimiento: ¿Qué
queda de ellos?. Imágenes aisladas, ínfimas...
el olor de los libros nuevos el
primero de octubre, las hojas que dibujábamos, el vientre
asqueroso de la rana disecada en clase de prácticas, con
su peste a formol y los últimos días de curso,
cuando nos dábamos cuenta de que los profesores son personas
porque también ellos se van de vacaciones, y había
menos alumnos en clase. Y ese miedo atroz, del que ya no recuerdo
la causa, las vísperas de exámenes...
Costumbres regulares... Todo se reducía a esto... pero
¿sabe usted señor Brul, que es un crimen imponer a
los niños un horario
que dura dieciséis años? El tiempo es un engaño,
señor Brul. El tiempo real no es mecánico, no está
dividido en horas iguales..., el tiempo de verdad es subjetivo...
se lleva adentro... Levántese a las siete todas las mañanas...
Almuerce a medio día, acuéstese a las nueve y no
tendrá nunca una noche suya... No sabrá nunca que
hay un momento en que, al igual que la marea deja de bajar y
se queda un instante inmóvil antes de volver a subir,
el día y la noche se mezclan y se funden y forman una
barra de fiebre semejante a la que forman los ríos cuando
desaguan en el océano. Me robaron dieciséis años
de noche, señor Brul. Me hicieron creer, en primero de
Bachillerato, que mi único progreso debía consistir
en pasar a segundo... En sexto, tuve que hacer la reválida...
y luego, un título... Sí, pensé que tenía
un objetivo en la vida, Brul... y no tenía
nada... Avanzaba por un pasillo sin principio ni fin a remolque
de unos imbéciles, precediendo
a otros imbéciles. Envolvemos la vida con diplomas del
mismo modo como te envuelven los polvos amargos con cápsulas,
para que te los tragues sin darte cuenta... Pero ve usted, señor
Brul, ahora ya sé que me habría gustado el verdadero
sabor de la vida(12).
Una
pedagogía de la experimentación, al igual que una
caricia, debe arriesgarse a lo desconocido. Experimentar con el pensamiento implica ir
más allá de los límites de un corral epistemológico,
cualquiera que este sea, y adentrarse a ese bosque donde nada
esté dicho, donde se puede generar el acontecimiento.
Sin riesgo no hay caricia y sin ésta tampoco existe la
posibilidad de viajar con una piel senti-pensante.
Notas:
(1) Alejandro
Jodorowsky. La trampa sagrada. Conversaciones con Gilles
Farcet. Traducción de Luis Enrique Jara. Santiago, HACHETE.
Colección ARTE Y LITERATURA. Ediciones Pedagógicas
Chilenas S.A., 1991. p. 27. Título original: La tricherie
sacrée. © Dervy-Livres, 1989.
(2) G. Oheim. DISTRACCIONES PARA GRANDES Y CHICOS. El baile.
En, TU VIDA SOCIAL. Traducción y adaptación de
Carlos M. Barbeito y Ernesto Mascaró. Madrid-Barcelona,
Ediciones DAIMON, Biblioteca Práctica del Hogar. Tercera
edición: mayo 1960 [PRIMERA EDICIÓN: NOVIEMBRE
1956]. pp. 271-286. Página citada 273. Título original
de la obra: EINMALEINS DES GUTEN TONS. C. Bertelsmann, Gütersloh
(Alemania).
(3) Benito Pérez Galdós. Nazarín.
Bogotá, Editorial La Oveja Negra Ltda. 1982. p. 26.
(4) Leszli Kalli. Secuestrada. Bogotá, Planeta
Colombiana Editorial, S.A. 2000. p 74.
(5) Nuevo proverbio
japonés. Citado por: Bart Kosko. Pensamiento borroso.
La nueva ciencia de la lógica borrosa. Traducción
castellana de Juan Pedro Campos. Barcelona, Grijalbo Mondadori,
1995. P. 155.
(6) Gilles Deleuze y Félix Guattari. 28 de noviembre
1947 ¿cómo hacerse un cuerpo sin órganos?.
En, Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Traducción
de José Vázquez Pérez con la colaboración
de Umbelina Larraceleta. Valencia , Pre-Textos, 1997. Pp. 155-171.
(7) Jacques Derrida. ¿Qué hacer de la pregunta
"¿qué hacer?"?. Traducción
de Bruno
Mazzoldi.
En, El tiempo de una tesis. Deconstrucción e implicaciones
conceptuales. Barcelona, Anthropos. Segunda edición: 1997.
Pp. 29-38. Texto publicado en: Le Nouveau Monde (París),
92 (1994), pp. 91-110.
(8) Edgar Garavito. Serres y Nietzsche: la transubstanciación
de la cultura.
En, Escritos Escogidos. Medellín, Universidad Nacional
de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas y Económicas,
199. Pp. 245-267.
(9) Creo en este sentido con Deleuze que, el problema del
arte, el problema relativo
a la creación, es el de la percepción y no el de la
memoria (...). Una percepción ampliada, tal es la finalidad
del arte (o de la filosofía, según Bergson).
Ahora bien, tal manera no puede ser alcanzada más que
si la percepción rompe con la identidad en la que la memoria
la fija.
Gilles Deleuze. Boulez, Proust y el tiempo: ocupar sin contar.
En, Archipiélago. Cuadernos de Crítica de la
Cultura. Nº 32. Madrid, Editorial Archipiélago.
1998. Pp. 18-23. Página citada 21. El arte es aquello que resiste:
resiste a la muerte, a la servidumbre, a
la infamia, a la vergüenza. Gilles Deleuze entrevistado por Toni
Negri. Control y devenir. Traducción de Edgar Garavito.
En, Magazín Dominical de El Espectador Nº 511- 7
de febrero de 1993. Pp. 14-18. Página citada 17.
(10) Gilles Deleuze. LOS INTERCESORES. Capítulo IV "Filosofía".
En, Conversaciones. 1972-1990. Versión castellana de José
Luis Pardo Torío. Valencia, Pre-Textos, 1995. Pp. 193-214.
Láutre Journal, Nº 8, octubre de 1985, entrevista
con Antoine Dulaure y Claire Parnet.
(11) (...) Como la vida, ella cambia si no cambiara estaría
muerta, y, desde luego, para algunos de nosotros, a veces está
muerta, pero en cualquier momento cambia y está viva de
nuevo. Hablamos un instante de la leche contemporánea:
a temperatura ambiental está cambiando, se pica, etc.,
y entonces una nueva botella, etc., a no ser que, separándola
de su mutación convirtiéndola
en polvo o refrigerándola (una manera de retardar su vitalidad)
(es decir, que los museos y las academias son formas de conservar)
temporalmente separamos las cosas de la vida (del cambio) pero
en cualquier momento la destrucción puede venir repentinamente y entonces lo que ocurre
es más fresco. John Cage. Ese momento está cambiando
siempre. Traducción de Wade Matthews. En, Revista
de Occidente. La música en nuestros días. Diciembre de 1993.
N° 151. Madrid, Edita Fundación José Ortega
y Gasset. Pp. 9-11. Páginas citadas 9, 10, 11. De Composition
as Process. Aparecido originalmente en Silence, Wesleyan
Uiniversity Press of New England. © 1961.
(12) Boris Vian. La hierba roja. Traducción de
Giordi Marti. Barcelona, Editorial Bruguera, S.A, 1980, P. 121-122.
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