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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



AMOR - ESCRITURA -


A Brillar mi amor*

Alonso Miranda
Este amor es la voz del alma y de la vida encarnada -no del espíritu. Es la fiesta hormonal, la danza del apareamiento: el baile suburbano, el espacio microscópico del amasijo, del cara a cara, del cachete contra cachete

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Hace unos cuantos años (ignoro cómo funciona ahora la máquina) la microinteracción libidinal en cierta (cualquier ciudad del interior, calculo) había dispuesto la verificación de una vieja observación de sociólogos y antropólogos: para el varón céntrico y relativamente bien posicionado, las mujeres se agrupaban nítidamente en "pa' queré" y "pa' cogé", "en serio" y "en joda", deber y placer, espíritu y carne, Catherine Deneuve y la Coca Sarli. La muchacha con quien me casaré, la atorranta con la que me divierto, gozo y amasijo.

Sus territorios se diferenciaban. Por un lado, la familia, el zaguán, el living, el cine, el baile céntrico, las largas caminatas por lugares estilísticamente afines, la soledad de la pareja ante la asombrosa extensión del mundo. Por otro, gótico backstage, el baile de la escuela, los amigotes, el alcohol, el suburbio, el quilombo. Butterflies and moths, Alejandro Lerner y Los Linces.

Los registros culturales y socioestilísticos del amor se obstinan en cargar antiguos malentendidos tribales.

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"Como quisiera decirte
algo que llevo aquí dentro
clavado como una espina
"


El viejo hit suburbano de Los Linces
(o Los Cuatro Soles, o Los Angeles Negros, no recuerdo), dice más o menos lo mismo cuando canta:


"Hay algo que te quiero decir
y no me animo
"

Es el amor en el juego de la estratificación social y cultural. Lerner declara un amor concheto que, paradójicamente ha neutralizado su escritura, la ha vuelto coloquial, llana, desretorizada. Es la última figura del travesti: la naturalidad. Lo espontáneo indicado en una retórica de la neutralidad, una retórica del camuflaje.

En el mismo territorio en el que Lerner se esconde, Los Linces trasvisten la canción y muestran al mutante. Saturan el espacio con metáforas modernistas y románticas, con metáforas cultas, ya lexicalizadas, muertas, congeladas por un uso y una cultura ("eres mi luz, mi lucero"). Así, exhiben trágicamente el esfuerzo de la propia escritura y el gesto de escribir, de la misma manera que exhiben el gesto de la tragedia en la voz aguda y vacilante del cantante, como en una opereta: canto, recito, murmuro, me quejo. Oh, amor, mira lo que me haces hacer (Psychokiller). El cantante de Los Linces, recalentada la máquina del amor, desborda el hiperfuncionamiento afectivo en un torrente de escritura y gestualidad retórica. El órgano, en un continuo de acordes, parece encontrar una voz musical para la obsesión, para el clima incesante del amor injusto, insuficiente, irresuelto. Es una verdadera somatización del amor.

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Lerner, en cambio, se contiene. Administra profesionalmente una gestualidad que debe ponerse al servicio del buen juego social. Un amor urbano, céntrico, estudiantil, que ve en la elocutio un simple procedimiento ornamental, histérico y falso, de gusto dudoso. Libre de ornato, el amor debería ser capaz de aparecer en sus formas más puras y auténticas. La compañera de estudios, la compañera de trabajo, la vecinita de enfrente, esperan, posiblemente, esa autenticidad, ese milagro, ese verosímil que las enamore y las conquiste, de una vez y para siempre.

No creen sino en un amor que tiene la necesidad de arbitrar y minimizar el juego de su puesta en escena. No creen en la serenata con laud, en las amenazas de sucidio. No creen si comparo sus labios con rubí o rosa. No creen cuando el zíngaro, en una descriptio actuada por la voz, el timbre, la tonalidad y la melodía misma del Stum und Drang, ofrece todo el sentido trágico, falso e inútil en una escritura de la belleza.


"La noche se metió en tu pelo.
La luna se metió en tu piel.
y el mar se puso celoso,
y hurtó de tus ojos
su mejor color
"


Sandro sabe que no hay método más medido que el exceso, que no hay recurso más exacto que la mimesis
(mimetizarse con la técnica mimética de una escritura mimética, donde el pelo, la piel y los ojos de la amada, anteriores al mundo, solamente son simulables por la mampostería de la noche, la luna y el mar) para mostrar la forma sádica que tiene lo bello (lo amado) de no ser más que figura, metáfora y decorado. Especie de acción antihusserliana para escenificar la ausencia absoluta de un eidos, de una positividad, de the real thing. Todo es metáfora, pues nada lo es -zoom invertido donde el afiche de Pulydor muestra a personas que bailan alrededor del afiche de Pulydor que muestra a personas que bailan alrededor del afiche de Pulydor que muestra, etc.- imagen misma de lo real que huye y se pierde en la corriente perpetua de la escritura. Sandro, obrero de la desconstrucción, crítica la metafísica de la presencia.

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La economía adulta y urbana del amor pasó (y pasa) por una verdadera administración de los recursos y la energía. Una especie de gimnasia invaginada donde la ausencia de discurso puede funcionar, negativamente, para indicar vida interior rica, compleja, contenida. Es el orden religioso de psico. La economía del amor es, literalmente, aquello que no puedo decir, que no me animo. Aquello que guardo y contengo y termino por convertir en mi santuario privado, en mi adentro. Aquello que estan hermoso e importante que cualquier intento de decirlo (escribirlo) de hacerlo materia, comporta un falseo, una trivialización.

El amor apolíneo es menos un mensaje del alma que del espíritu. Su vida es un vacío (de cuerpo, de lenguaje, de pose), una nada. Solamente en esa nada se puede prosperar. Su escritura lo acompaña, con un vacío estilístico. Antes nuestra cultura creía que las grandes cosas requerían grandes estilos, inolvidables palabras. Hoy tiende a hacer creer que las grandes cosas necesitan más bien escrituras neutras, traslúcidas, invisibles.

"(...) tu manera de mirar,
que me lo dice todo sin hablar
"

"Sin" (sin hablar, sin posar, sin tocar), es la abolición del azar, la circunstancia más allá de toda circunstancia, la condición incondiconal que el amor espiritual exige para abrazar (para decir) "todo". El amor es el Todo que conquisto a través de una técinica del vaciamiento -de lo que no hago, de lo que no escribo, de lo que no puedo, de lo que no debo, de lo que no me animo. Es el amor cristiano, la renuncia, la escritura en el vacío.

Luego, también el amor moderno (modern love) agrega una inteligibilidad, una legibilidad en voz baja, introspectiva, un abismarse en una interioridad, en una psicología. La condena para la gestualidad corporal obscena del discurso amoroso, es un descenso en la escala zoológica ("Los Linces", una etología del amor, las cámaras de la National Geographics en la puerta del canyengue; chuponear, manosear, quedar embarazada, tener hijos: un asunto de mamíferos superiores).

El niño Raphael juega paradójicamente con la inversión de esa técnica: cuando el enunciado Te amo, más frases adverbiales de circunstancia (en el silencio, en la guerra, en la paz, en la distancia, en la cercanía, etc) se repite al infinito, encuentra una manera fatigosa, retóricamente saturada, de ficcionalizar la nada donde el amor moderno confiesa su imposibilidad y calla: mi amor está más allá del lenguaje, del mundo, de la historia, de la circunstancia. Exactamente al revés que Lerner, que no dice nada para sugerir todo, el niño dice todo, para indicar la nada.

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En Los Linces, en Raphael o en Sandro hay una confianza basal en el discurso y en el cuerpo. No puedo decirlo, pero puedo simularlo, puedo somatizarlo con una retórica, con una gestualidad, con una escritura. Aquello que el cantante de Los Linces no dice, o no puede decir, reaparece implacablemente en lo que nuestro buen juego cultural denomina síntoma histérico, en el pathos de una melodía, en el espesor trágico de una voz, en la tristeza convencional de los arreglos instrumentales, en el barroco terraja de una escritura que abraza literalmente el todo, no a través del vaciamiento, sino de la sobresaturación.

Este amor es la voz del alma y de la vida encarnada -no del espíritu. Es la fiesta hormonal, la danza del apareamiento: el baile suburbano, el espacio microscópico del amasijo, del cara a cara, del cachete contra cachete -complicada arquitectura maquínica de la proximidad y la saturación que no deja espacio para ejercer un amor apolíneo, un amor moderno.

Pesa una condena sobre el loveresse, el lenguaje del amor. Lerner y el amor urbano lo convierten en Usprache, una forma universal, anterior a toda forma histórica del lenguaje. Los Linces sostienen que es una forma hipertrofiada y barroca, intracultural, de las máquinas discursivas, un melaceo que juguetea sobre las culturas y los estilos, para componer la figura final de una glosolalia que endulza los oídos, no por ser anterior, primordial e innombrable, sino por ser posterior a las culturas, su depósito, su residuo.


* Publicado originalmente en la República de Platón Nº 21

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