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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



CARROLL, LEWIS - SOMBRA - VAMPIRO - ESCRITURA - YIN/YANG - ALICIA A TRAVÉS DEL ESPEJO - FOTOGRAFÍA - AJEDREZ - I CHING - MIEDO -

Victorianas (III): el misterio de la niña y el destripador (II)*

Amir Hamed
Después de haberse perdido, la niña debe encontrar el camino de regreso, y eso sólo es posible a través de una pesadilla. Es ese punto abisal por el cual se vuelve, luego del viaje y la perdición, ese vórtice excéntrico que permitió por ejemplo a Dante regresar de su jornada y terminar su Comedia.


Como los victorianos y los detectives, Charles Lutwidge Dogson era aficionado a las sombras, enigmas y laberintos. Algunos pensaron que los 12 capítulos de la obra maestra que escribió su sombra o seudónimo, Lewis Carroll, Alicia a través del espejo, con su gato negro, su gato blanco, su tablero de ajedrez y sus respectivos trebejos, era una inocentada.

Pero muchos, con el correr del tiempo, han caído en que el viaje de Alicia, una niña de siete años, hacia el revés del espejo, escondía un trasfondo sombrío. Pocos, tal vez, han caído en la cuenta de que era una obra agónica.

Richard Wallace, atento lector de Carroll, descubrió que quien pudiera escribir en el primer capítulo un poema tan siniestro como
YKCOWREBBAJ, también podía ser Jack el Destripador. Más productivo, de todos modos, parecería leer correctamente esos versos y entender que Dogson, como un frágil vampiro que era, estaba buscando un alma que lo redimiera de sus propios pavores.

Ducho hijo de los espejos, Dogson sabía que éstos nos devuelven el mundo a la inversa, y que sólo a su través es posible asomarse al vértigo de la realidad. Escribir en reverso, trazar anagramas, era su forma de especular con las cosas y consigo mismo, y así, trasvasando las letras de su nombre, Charles Lutwidge al latín, y pasando por Carolus Ludovicus, pudo llegar hacia ese lugar donde estaba proyectada su sombra.

A la casilla de su epifanía que todos recuerdan hoy como Lewis Carroll (aunque casi nadie recuerda que su primer poema se llamó 'Soledad'). Como era también fotógrafo no desconocía que hacia la cámara oscura, en lugar del frío que sobre nosotros lanza el espejo, proyectamos nuestra negatividad, lo que los chinos llamarían el Yin, y que es sólo luego de un complicado proceso que regresamos, blancos y evidentes, en un nuevo Yang o en una renovada positividad. Y por eso, en clave detectivesca, lanzó el cruento y redentor juego al que viajó Alicia a través de los escaques de un ajedrez. Como inicio, en la primera línea dio una pista: "Una cosa era segura, la gata blanca no tuvo nada que ver".

Como en el I Ching, el tablero de ajedrez consta de 64 figuras o casillas, que alternan el blanco con la sombra. Para un peón, como es Alicia, el viaje consiste en llegar a la octava casilla una vez que alguien ha comenzado a soñar. El enigma persiste, sin aclaración, hasta el final del libro, cuando consigue salir del tablero, para que sea leído en otro nivel: "¿Quién crees tú fue el que lo soñó?".

Ésa es una respuesta que hay que encontrar fuera del tablero, pero tomando en cuenta dos claves. En primer lugar que, dentro del mismo, el soñador es el rey negro, y en segundo término que, al inicio del viaje, es preciso descubrir a un vampiro.

Alicia debe aprender a leer en espejo y descubrir en el tenebroso poema que omnubiló a Wallace el nombre temible del nosferatu. Así aparece el JABBERWOCKY, que advierte: "Teme al Jabberwocky, mi niño/las mandíbulas que muerden/las garras que atrapan/... El Jabberwocky con los ojos en llamas". Se trata de otra proyección de Dogson, el pedófilo impotente o vampiro timorato que está encerrado en otra casilla, en otro nivel, atrapado en una especie de ataúd diurno, que es la hora en que sueñan los vampiros, en una casilla que se podría denominar '-1'.

Por los pormenores de su sueño, sabe que sólo a través de la pequeña Alicia le es posible ver y soñar. Y no desconoce que está encarcelado y que sólo la niña puede llegar a esa casi inaccesible casilla.

Dogson es el rey negro, que esta derribado y preso de su propia majestad y de su sombra vampírica. Y necesita que Alicia, superando sus pavores de infanta, su debilidad y lentitud de peón que debe avanzar hacia adelante hasta que alcance la octava casilla, se corone reina y así adquiera una nueva fuerza y movilidad que le permita dar luego el más terrible de los pasos. El que es propio de la literatura de verdad. Después de haberse perdido, la niña debe encontrar el camino de regreso, y eso sólo es posible a través de una pesadilla. Es ese punto abisal por el cual se vuelve, luego del viaje y la perdición, ese vórtice excéntrico que permitió por ejemplo a Dante regresar de su jornada y terminar su Comedia.

Sin ese regreso no hay autor, y Alicia tiene que escaparse del sueño, regresar coronada del trasfondo del espejo y matar al vampiro Jabberwocky que paraliza a Dogson. Y cuando se sale del sueño -cuando se encuentra el pasaje de regreso al lado primordial del cristal- es que estamos nuevamente en la casilla -1, ese no lugar desde el cual es posible comenzar a soñar la luz (una vez que el vampiro ha quedado atrás).

Por fortuna para Dogson la niña Alicia Liddle encontró la brecha en el laberinto del ajedrez, logró sacrificar al Jabberwocky y producir la magia de la escritura, esa justa medida de luz y de sombras. "¿La vida qué es sino un sueño?", cierra la última línea, que es un verso, del último libro de Alicia firmado por el liberado Lewis Carroll, un rey negro todavía endeble para confrontar lo luminoso pero protegido por su flamante reina.

Y qué es la escritura, cabe preguntarse, sino la medida exacta de activar lo cegador de la página en blanco (el equivalente al Yang celestial) y convertirlo en un Yin negativo y activo, el que da el negro atronador de las palabras.


* Publicado originalmente en Insomnia, Nº 11

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