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ISSN 1688-1672

 



MIEDO - GLOSOLALIA - ESCRITURA - LECTURA/ESCRITURA -

Miedo a la letra*

Carlos Rehermann
La estructura compleja atemoriza, porque impide darse cuenta del rumbo que se sigue al leer. Se trata estrictamente de una cuestión de dominio. La escritura se mete dentro de uno, al contrario de lo que ocurre con las imágenes visuales


Hay una enfermedad que afecta al lenguaje, que consiste en la invención de palabras adjudicándoles un significado. Esta dolencia, llamada glosolalia, tiene una gran importancia, puesto que su padecimiento favorece el desarrollo del periodismo, las humanidades y la ciencia del discurso político. El origen del término es religioso, y se refiere al "don de lenguas", estado de trance en el que se manifiesta una conexión directa con la divinidad a través de un lenguaje sólo inteligible por ella.

Es interesante notar que si bien existe una tendencia a la aceptación del blabloteo de un santón, no es menos cierto que la utilización de términos infrecuentes produce rechazo. Es definitivamente seguro que buena parte de los que han abandonado la lectura de esta nota lo hicieron estimulados por un asco visceral ante la exposición descarnada de la palabra glosolalia. Otra porción de lectores, más paciente, superó la alergia y llegó hasta aquí, aunque con una actitud probablemente exenta de simpatía.

Este asunto tiene cierta importancia si se piensa en la cantidad de lugares comunes que tienden a estimular la sencillez y la simplicidad. Olvidemos quién dijo que había que pintar una aldea para pintar el mundo; su sentencia pone de manifiesto una oculta soberbia: evidentemente nos está diciendo que él conoce tanto el mundo como para saber detalles acerca de cualquiera de sus aldeas. Semejante aserto implicaría que ya basta de pinturas: alcanza con aquella huella de una mano impresa hace cien mil años en la pared de una caverna. ¿O el mundo del adagio contempla sólo la geografía y deja fuera la historia?

Es conocida la crítica de Quevedo al estilo exuberante de Góngora:

"Tráeme dos globos de la mujer del gallo, quita las no ocultas y adereza el remanente pajizo".

Esta sería la forma en que, según Don Francisco, Don Luis pediría que le preparasen dos yemas. Pero la crítica se vuelve contra el crítico: la preparación de las yemas es una acción anodina y por completo carente de interés, salvo cuando hay hambre; pero decirlo de aquella forma lo convierte en un alimento hasta para los más ahítos.

El arquitecto Adolf Loos gritó, hace más de cien años, que el ornamento es abominable
(al parecer era un hombre con vocación por la obediencia, ya que lo calificó de "delito", es decir, acto contrario a las leyes; probablemente aspiraba a imponer su propio código penal en materia de arquitectura). Desde entonces, los arquitectos cultos han venido construyendo grandes obras públicas y corporativas según aquel principio general, en tanto el resto de la humanidad siguió admirando las florituras y gran cantidad de delitos conexos.

Pero por alguna razón se rechaza en el texto lo que se admira en la arquitectura o el diseño industrial. La percepción visual es un fenómeno acentuadamente espacial, exento de encadenamientos lógicos, basado en la extensión instantánea del universo percibido. La palabra, en cambio, funciona como un regulador de la ansiedad, ya que opera a través del descubrimiento controlado de los elementos de una cadena lógica. El llamado a la simplicidad y a la permanencia en la aldea parece no ser otra cosa que una manifestación de miedo ante el poder de la escritura.

Los términos oscuros son como puertas que el lector perezoso percibe con temor o con fastidio. La estructura compleja también atemoriza, porque impide darse cuenta del rumbo que se sigue al leer. Se trata estrictamente de una cuestión de dominio. La escritura se mete dentro de uno, al contrario de lo que ocurre con las imágenes visuales. El sentido de la vista genera unas sensaciones que producen la ilusión de que lo percibido no es un fenómeno mental sino una conciencia de lo exterior al cuerpo. La cadena escrita produce la conciencia de una elaboración lectora dentro de la mente. De alguna manera, si el lector sabe a dónde va, puede asumir que él tiene el control; si no lo sabe, tiene aguda conciencia de que un ente exterior lo controla.

Si se insiste en retratar la aldea, censurar palabras o aplanar la sintaxis, es, quizá, por una extrema falta de confianza en el escritor.

* Publicado originalmente en Insomnia Nº 111

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