H enciclopedia 
es administrada por
Sandra López Desivo

© 1999 - 2013
Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



ESCRITURA - ASESINOS -

Aprendices y criminales*

Amir Hamed
Afirmaciones como aquella que consigna que se escribe para "exorcizar demonios" implica, por sobre todo, que los demonios no son más que esa cosa informe que da la ignorancia


Del hecho de que la meta -secreta o evidente- del creador sea agregar lo que le gustaría leer y todavía es un blanco en los ficheros del mundo, deberíamos extraer una conclusión: escribir
(pintar, esculpir, componer) es, por sobre todo, una empresa de conocimiento. No sólo porque en cada letra nos dirigimos hacia algo que todavía ignoramos; también porque leemos para conocer. En este sentido, se debería entender que afirmaciones como aquella que consigna que se escribe para "exorcizar demonios" implica, por sobre todo, que los demonios no son más que esa cosa informe que da la ignorancia. Esto incluye esas pulsiones elementales, cualquier inconfesado deseo que necesita ser activado, sencillamente, porque es por sobre todo algo desconocido. El exorcista, como se recuerda, suele pedir al demonio que se "manifieste", que se dé a conocer. Ésa es su forma de controlarlo y volverlo inocuo.

Por supuesto, habría que derivar de aquí conclusiones con lo suyo de antipáticas. Por ejemplo, que aquellos que en sus prácticas sexuales flagelan o se hacen castigar y de su cuerpo hacen bacías o fontanas, que el craso torturador, el sicópata o el genocida no son más que eso: buscadores de conocimiento. Y otra, señalada más de una vez, no menos incómoda: quien escribe a un asesino debe, al menos en ese momento, convertirse en asesino (mon semblable, mon frère).

De todos modos, ese asesino virtual, homicida del cuerpo de la letra, se ahorra las minuciosas verificaciones que realiza el sicópata, una tras otra, en cuerpos que se van entibiando primero, azulean después, se ponen rígidos, se apelmazan, son abono. Entre ambos, acaso, exista una distancia económica: en la escritura es dable revisitar (releer) el homicidio; el sicópata, que lee en algo que se hace aire, que se hace ciego bajo tierra, sólo calma su ansia de leer (de conocer) en la producción industrial de cadáveres.

Este ahorro, en ocasiones, convierte al primero en ciudadano notorio, al otro en presidiario; tal vez por eso se da el caso de que, cuando el segundo es gobernante, el procedimiento se invierte. Uno es Stalin, por ejemplo, conocido por tantos como conductor de pueblos y revelado genocida inmejorable; el otro, el ahorrativo, en ese caso, va a Siberia, por escribir en reiteración real.


* Publicado originalmente en Insomnia

VOLVER AL AUTOR

             

Google


web

H enciclopedia