Con alarmante falta
de humor, Henri Bergson intentó explicar la risa. Como
esos científicos que para explicar el orgasmo hablan del
color de la piel, la temperatura de las vísceras y la
dilatación de las pupilas, Bergson describe unos mecanismos
generales que resultan difíciles de reconocer para el
que ríe y son inoperantes para el que no sabe reír.
Para Bergson, la risa surge de considerar inhumano lo humano,
o viceversa. Por eso el payaso, torpe y con tendencia a perder
la verticalidad, provoca risa: pierde la dignidad y la esbeltez
propia de esta especie superior. O un animal que se comporta
como un ser humano, que da risa a causa de su vano intento de
parecerse a esta especie superior.
Uno de los problemas del humor es su masculinidad obsesiva. Parece
que las mujeres tuvieran prohibido provocar la risa. Difícilmente
se encuentre una mujer atractiva ejerciendo el humor; cuando
una actriz hace chistes, generalmente adopta una autocaricatura,
una disposición payasesca, una negación de su atractivo
sexual.
¿Alguien puede sentirse atraído por Whoopi Goldberg?
Los grandes cómicos del cine fueron varones, y hasta Los
Simpson dejan a las mujeres en un rol de racionalidad, sentido
común y falta de humor.
Muchas mujeres adoptan una curiosa actitud corporal cuando se
ríen: se tapan la boca con la mano, gesto absolutamente
ausente en los varones. En las plateas de los teatros y los cines,
las voces dominantes en las carcajadas generales suelen ser las
masculinas. Siempre hay un vozarrón que se desprende de
la masa sonora para hacer un solo carcajeante. ¿Por qué
no hay carcajadas sopranos?
La risa se expresa corporalmente con mayor energía que
el llanto: el cuerpo se sacude, la boca se abre, el vientre se
contrae en espasmos involuntarios, a veces con una violencia
que puede provocar una micción. "Me cagué
de la risa" es una declaración tremenda, imposible
de asociar con sentimientos de tristeza. Semejante liberación
de un esfínter, por más que sea metafórica,
está adjudicando una corporeidad a la risa que no tienen
otras expresiones de las emociones.
Lo masculino, tradicionalmente,
arquetípicamente, es vertical: no habla del falo, como
superficialmente puede interpretarse, sino de conexión
con lo divino, con lo supraterrenal, con las potencias del espíritu.
Lo femenino se representa
horizontal, pero sin hacer alusión a posturas del cuerpo,
sino a la tierra, madre de la vida, lecho nutricio para la simiente.
Madre y materia son palabras de un mismo origen. Lo femenino material,
entonces, se opone a lo masculino espiritual. La filosofía,
mayoritariamente fabricada por varones, dio siempre mayor importancia
a lo espiritual que a lo material.
La risa, con su carácter fuertemente corporal, es típicamente
una expresión de la materia en acción. De ahí
su ausencia en los discursos filosóficos, dedicados sobre
todo a la verticalidad espiritual varonil. Y justamente a las
mujeres se les ha impuesto, desde esa mirada superior, la prohibición
de ejercer lo que correspondería, siempre según
esa mirada que separa la materia del espíritu, a su naturaleza
horizontal.
Así, la historia
les ha impedido hacer reír desde su sexualidad plena;
cuando ríen, les impone la censura de no mostrar la boca,
apertura metafórica; las silencia, porque una expresión
directa de la corporeidad liberada sólo puede dar vergüenza.
De acuerdo con Bergson, en realidad lo que se está produciendo
es un terror masculino a la pérdida de la vertical que
lo simboliza, un miedo a la risa.
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* Publicado
originalmente en Insomnia Nº 92
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