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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



 

VÁZQUEZ, TABARÉ - ARTIGAS, JOSÉ GERVASIO - IMAGINEMA DEL CAUDILLO -

De Artigas a Tabaré Vázquez, o de cómo se hace un imaginario (pos) nacional

Abril Trigo

En esta capacidad de establecer una comunicación personalizada, de crear una brecha íntima a través de un medio frío como la televisión, de maximizar el empleo del tiempo televisivo, estaría el éxito de Vázquez, éxito que desvela a todos sus adversarios y fascina a sus seguidores


Buenas noches tengan todos en este seminario,
soy una persona de buen gusto literario.
Hoy disertaré sobre un libro en especial
que leí cuando era chico y me hicieron recitar.
Ustedes pensarán que soy un resentido,
pero tenían que verme como un indio malvestido,
con lentes de contacto celestes y con plumas
y gritando abua buahh.
Tabaré sufrió de Edipo y tuvo un problemita,
amó a una española que era igual que su mamita.
Aparte era tarado pues la mina lo trillaba,
se le tiraba arriba y Tabaré se le escapaba.
Fue el precursor del racismo nacional,
con los de su misma raza estaba todo mal.
Tabaré, ye ye yehh,
el indio trolo ataca otra vez.
Tabaré, ye ye yehh,
si vos sos indio, yo soy Gardel.
Tabaré, that's right.

"Tabaré, that's right", de Roberto Musso, Cuarteto de Nos, Canciones del corazón (1991)

Obertura


En verdad, este texto debería titularse: "el capítulo que se le perdió a mi libro sobre el caudillo", aunque podría admitir muchos títulos más, tales como "si la patria se hizo a caballo, ¿qué hace la televisión?", o "dime con qué caudillo andas y te diré quién eres", u otros muchos que a ustedes les gusten. En verdad, en un principio había pensado revisar las hipótesis centrales que elaboro en Caudillo, estado, nación, un libro ya clásico sobre la materia aunque de existencia un tanto
borgiana, ya que no se encuentra ni en librerías ni en bibliotecas, ni en la cartera de la dama ni en el bolsillo del caballero, a tal punto que alguien me ha llegado a preguntar si verdaderamente fue escrito alguna vez.

Bueno, quizás para probar que sí fue escrito, mi propósito inicial era retomar las hipótesis centrales de entonces y proyectarlas - continuarlas, desarrollarlas, ampliarlas - en torno a la figura de Tabaré Vázquez, el líder del Encuentro Progresista, dado que Tabaré corrobora y lleva a un punto tal de culminación, en un modo que supera todas las expectativas que pudiera haber tenido al momento de escribir el libro, mis principales hipótesis de aquel momento. Decía entonces:

Primero: "Desde la fundación del estado moderno y su correspondiente legitimación ideológica, todos los discursos - tanto los confirmatorios como los subversivos del statu quo - han debido apelar, como último arbitrio, a algún imaginema. No empece su andamiaje racional, cada discurso se ata a la imagen (presente o ausente, convocada o negada) de algún caudillo." [255]

Dos: esto se debe a que el
estado uruguayo se organiza -manu militari- sobre la derrota militar de los caudillos y la eliminación o el exterminio de su base social gaucha y rural (antes se había procedido a la aniquilación del charrúa): el documento de barbarie detrás del documento de civilización, de que hablaba Benjamin, el crimen fundacional sobre el que se instituye la Ley del Estado.

Tres: "En la afirmación del
Estado uruguayo sobre los despojos del caudillo y sus huestes comienza nuestra búsqueda del mismo. Al principio, como legitimante ideológico de ese Estado, que requería basar, confirmar su existencia en el substrato fermental e inaprensible de una nación" [256]. Luego, como un recurrente retorno de lo reprimido.

Cuatro:
Artigas (y por detrás, siempre empujando, don Frutos, Lavalleja, Oribe); luego Saravia, y los inventores del caudillo moderno, Herrera y el viejo Batlle; finalmente, y sin considerar una lista importante de caudillitos de club y ley de lemas, los nunca bien cuajados imaginemas de Raúl Sendic y Liber Seregni.

Y culminaba: "Por lo mismo que todo discurso cuyo fin sea el fortalecimiento del Estado debe apelar, en un sentido u otro, al pathos nacional, todo intento por subvertir el statu quo ha de montarse sobre sus propios imaginemas, pues no hay manera de minar la fortaleza del Estado, sino a través del pathos nacional. En cada encrucijada de la historia el país se cuestiona, y al hacerlo, florece un nuevo imaginema… Esta lucha constante entre el pathos nacional y el logos estatal, entre el ansia de la nación y el ordenamiento del Estado, es el eje de nuestra historia. Todos los discursos, aun cuando despliegan una estrategia estatal, son coartadas del
deseo amarradas a un único núcleo imaginario compartido. Ese elemento de anclaje a la nación es el imaginema caudillo, nuestro ethos, nuestro pathos, nuestro logos, lo único que puede definir nuestra nación, si hay algo que definirla pueda" [259].


Entrada: Un afiche provocador

Allá por octubre del '98 vi un afiche del POR, Partido Obrero Revolucionario, trotskista que, sobre una foto de Tabaré Vázquez en mangas de camisa, enfocado en ángulo ascendente, fálico micrófono en mano izquierda, mano derecha levantada hacia adelante ¿dando la palabra a un interlocutor, señalando el camino, apuntando al futuro?, lucía unas leyendas que decían:

"A Tabaré lo caracteriza su olfato social…"
"
… en eso se siente interpretado por la gente, y ésta a su vez en él…"
"
… un compañero que siente que puede acceder al gobierno mas no al poder [¿por qué lucha, entonces?], que hará un programa de gobierno para construir las bases de un programa de poder…"
"… ¿cuántos pueblos quisieran haber podido lograr construir un Tabaré Vázquez…?" Firma: Joel Horacio.

Lo interesante no es el tratamiento de Tabaré como caudillo, sino que este afiche, proveniente de un sector minoritario de la izquierda ilustrada, de un marxismo fuertemente moderno, digamos, asuma en forma tan explícita y transparente la tradición del imaginario nacional. Cosa fácil, hasta cierto punto, puesto que, como ha dicho Fernando Andacht, Tabaré es "un afiche viviente". ["Signos electorales mudos y no excluídos"]. Este afiche construye una nueva versión del imaginema del caudillo. Lo nuevo y lo viejo, lo revolucionario y lo tradicional aparecen confusamente mezclados, como ese miedo casi visceral al poder, que no obstante se desea. En lo que sigue intentaré trazar algunas líneas de reflexión posibles.


Postulado 1: Tabaré ha partido las aguas de la política uruguaya.

Tabaré, por sí solo, ha definido posiciones, ha definido campos ideológicos y ha determinado resultados electorales, como cuando el referendum de reforma constitucional. Como dice Daniel Esquibel, en un libro por demás superficial, "Tabaré Vázquez marca la cancha y establece las reglas del juego", no sólo estableciendo los temas a discutir, sino monopolizando la atención pública, metastasiando el discurso de los políticos adversarios y convirtiéndose en un "caballo de Troya" [62], procedimiento que resulta imperdonable.

En tal sentido, se podría hablar del "fenómeno Tabaré", que tanto fascina a los científicos sociales (politólogos, sociólogos, semiólogos) como a partidarios y adversarios, dentro del Frente Amplio y fuera del Frente. Su popularidad entre sectores sociales populares y entre grupos políticos populistas explica la animosidad que despierta entre los sectores lúcidos, ilustrados, racionalistas, modernos y/o modernizadores dentro y fuera del Frente.

¿Qué otro político uruguayo cuenta con un sitio especial en Internet, donde se traza su "carrera meteórica" y se incluye abundancia de citas, construido no por sus simpatizantes, sino por sus enemigos? Este sitio de Comentario Nacional es un claro intento de desconstrucción del Tabaré-caudillo que, como ocurre muchas veces en estos casos, puede contribuir aún más a la legitimación del imaginema. De ahí la insistencia de Comentario Nacional en el carácter demagógico del discurso y accionar de Vázquez, en su facilidad para hacer promesas, muchas veces exorbitantes y muchas veces de subido tono rosa (que lo convierten en un político tradicional, por otra parte, y superlativo, como aquel "Vamos a hacer un Montevideo feliz"), en los incidentes de corrupción durante su administración de la Intendencia.

Pero otros aspectos irritan sobremanera a sus opositores, como su "permanente intención de trazar un paralelismo entre su persona y Artigas", no ya mediante referencias históricas y literarias, sino mediante la intencional y medida incorporación a su propio discurso de constantes alusiones a la memoria artiguista. Ejemplos: "Comienzan los tiempos en que los más necesitados serán los más privilegiados", declaró al ganar la Intendencia de Montevideo (26-11-89).

Otro: "Si el precio que tenemos que pagar (por no reprimir el ambulantismo) es que se nos acuse de no cumplir con la Constitución… estamos dispuestos a pagarlo. Y si alguna vez Artigas se fue con su pueblo en un éxodo, y el tener que adoptar una actitud de este tipo nos obliga a irnos, nos vamos" (3-1-91).

Pero sobre todo les molesta su popularidad, que lo emparienta a ambiguas estrellas de la televisión porteña, como Tinelli, Gasalla y Susana Giménez, ya que hasta las dirigentas de la Asociación de Meretrices del Uruguay, a la salida de una reunión con él, declararon que "se mostró amoroso"
(14-5-92).

¿Dónde reside la popularidad de Tabaré? ¿Cómo explicarla? Quizás el intento más interesante lo constituya el pésimo Esquibel, Tabaré Vázquez: seductor de multitudes, quien elabora un sinuoso ataque político amparado en su supuesto enfoque científico. El autor nos ofrece un perfil psicológico de un Tabaré impredecible, errático y misterioso.

Su variabilidad e impredecibilidad, que en lenguaje político se traduciría como demagogia y oportunismo, para Esquibel constituye uno de sus mayores ganchos de psicología de masas: el misterio, que Vázquez mismo explota hábilmente, en la construcción de la persona Tabaré, que desde el nombre mismos
(significa "el que vive solo, lejos o retirado del pueblo", aludiendo a soledad e individualismo, como las del gaucho) evoca la literatura nacional, la oratoria escolar, los deber de la escuela, el café con leche al lado de las hojas "Tabaré", la resistencia charrúa, el exterminio charrúa, la garra charrúa, la memoria de un pueblo indivualista, altivo, resistente, "deslumbrado por su pasado y con una gran resistencia al cambio" [74].

Tabaré, según Esquibel, es un constructo mediático, sobre todo televisivo, debido a su talentoso uso del
cuerpo, de la gestualidad, de su fotogenia, de su inteligente uso de la mirada y de un lenguaje coloquial, cotidiano, doméstico para crear un espacio íntimo de comunicación entre un yo y un tú, entre vecinos, a diferencia del político uruguayo tradicional, que se sigue amparando (aunque ahora no tanto) en un nosotros impersonal, envolvente, falaz.

En esta capacidad de establecer una comunicación personalizada, de crear una brecha íntima a través de un medio frío como la televisión, de maximizar el empleo del tiempo televisivo, estaría el éxito de Vázquez, éxito que desvela a todos sus adversarios y fascina a sus seguidores. Ambos, adversarios y fans, responderían a un mismo común denominador: la seducción, pues como dice Esquibel, "Esto es lo que hace Vázquez con multitudes. Ilusiona, atrae, cautiva, sujeta con su atractivo, ejerce una influencia irresistible y persuade potentemente"
[27]. Habría que agregar que también seduce, con más fuerza quizás, porque atormenta, a sus rivales. Cito de Comentario Nacional:

Acosado por la investigación administrativa en el MSP [Ministerio de Salud Pública] por supuesto tráfico de influencias, y por la revelación de sus negocios con la dictadura, TV organizó el 26-02-96 un acto en Plaza Lafone para defender su "conducta" ante el "tribunal del pueblo". En un discurso de apenas 24 minutos, utilizó 26 veces las palabras "pueblo" y "popular". El evento contó con murgas, parodistas y TV subió al escenario con los sones de la "Oda a la Alegría" de Beethoven, recibiendo ramos de flores y una cantidad de papeletas con firmas de apoyo, entregados por una niña, una joven y una mujer paciente suya con quien se abrazó prolongadamente.

El acto fue organizado por miembros de la Sociedad de Caza y Pesca "El Gacelo Renovado" y por dirigentes del Club Social y Deportivo "El Arbolito". Durante su discurso, TV recurrió también a expresiones de tono espiritual y religioso, comentando que es atacado con "odio" pero su "respuesta" es el "amor por el prójimo". Parafraseó al Papa Juan XXIII y, al cerrar el acto, a María Elena Walsh: "Cuántas veces me mataron, cuántas. Cuántas veces me morí, cuántas veces. ¡Sin embargo estoy aquí, resucitando!", expresó.

Postulado 2: Tabaré ha catalizado las fuerzas y las energías de cambio y conservación, no tanto en torno a un programa, cuanto en torno a una imagen, la de caudillo.

Resulta claro que Tabaré, caudillo, es un fenómeno popular y populista. ¿Qué lo hace caudillo? ¿Qué tipo de caudillo? ¿Qué similitudes y diferencias guarda con la larga tradición de caudillos que registra la historia uruguaya? Las respuestas no están, a mi entender, en establecer qué es un caudillo, como si se tratara de una categoría discreta, universal, atemporal; tampoco en recurrir a interpretaciones psico-sociales y teorías del carisma. Una anécdota quizá nos permita aprehender el fenómeno un su doble dimensión, como la irrupción de un dato duro de lo real, y como constructo simbólico de la realidad.

Un acto en la ciudad de Treinta y Tres el 7 de octubre de 1999. Bajo una lluvia pertinaz, Vázquez saluda a sus partidarios, que lo abrazan, lo acosan, lo tocan. De pronto, se escucha una voz vieja, cascada: "quisiera decir cuatro palabras". Escuchamos a Vázquez decir "que diga cuatro, que diga más", "y aparece una cara inolvidable como el tiempo, que parece ir queriendo volver al origen, se adentra en el cuerpo […] todo el hombre parece una señal inequívoca de alguna batalla perdida contra el tiempo inexorable". Le quedan los ojos y la férrea determinación…

Se diría que Benito Villanueva, que así se llama, vivió sus 94 años para subir a ese estrado y confundirse en un abrazo increíble con Tabaré. "Respeto a los partidos tradicionales", dice con la mano en alto, como arengando, "pero no a los corruptos del momento. En el 68, acompañando a aquel glorioso Luis Alberto de Herrera, en una tarde como esta, estaba lloviendo y sus compatriotas le arrimaban los paraguas y Herrera les contestó: 'No, compatriotas, no llueve, estas son las lágrimas del batllismo'. En este momento… en esta tarde en que parece llover no llueve, sino que son las lágrimas de los corruptos blancos y colorados"
[Andacht, "Cuerpos del delito y cuerpos conmovidos: la campaña más indicial del siglo"].

Lo que estoy narrando es un acontecimiento real, captado en cámara de video y luego utilizado como anuncio televisivo del Frente Amplio-Encuentro Progresista. ¿Para un estudio del género testimonial, verdad? El anuncio publicitario tiene poco que agregar, recortar, o editar a este trozo de lo real que emerge y se apodera de la construcción simbólica de la realidad. ¿O es a la inversa? ¿De dónde sale este don Benito Villanueva y sus 94 años, agolpando un siglo de memorias en treinta segundos televisivos? ¿Cómo empalma la memoria viva de don Benito con la memoria de aquel malogrado caudillo, Luis Alberto de Herrera, blanco domesticador de blancos y abuelo de Luis Alberto Lacalle?

Don Benito Villanueva y su irrupción desde el fondo de lo real en la textura simbólica de la realidad tiene que ver con la persistencia del imaginema caudillo en la memoria cultural, que Tabaré, constructo imaginario de Vázquez, no podría convocar con la contundencia que lo hace don Benito y su momento de epifanía. ¿Pero esa persistencia del imaginema en la memoria cultural no nos habla también de una cristalización de las estructuras imaginarias partidistas? ¿No nos habla de una cristalización, inmadurez quizás, de la sociedad civil? ¿Qué significado tiene que el primer dirigente de la izquierda uruguaya con capacidad de convocatoria a nivel nacional sea un dirigente con conciencia y talento de caudillo? ¿Qué significado tiene que la izquierda uruguaya sea capaz de convertirse en la primer fuerza política nacional únicamente al disponer de un caudillo?


Postulado 3: Tabaré realiza y culmina la uruguayización de la izquierda uruguaya.

La nacionalización de la izquierda uruguaya se produce en varias etapas. Sin remontarnos a tiempos más distantes, la fundación del Frente Amplio significó un paso importante, no tanto en el plano organizativo, sino en el ideológico: hacia 1971 se concreta un contraimaginario de izquierda en base a la aceptación y la asimilación del imaginema de Artigas. El Frente Amplio reinscribe a Artigas y lo proyecta en términos de un contraimaginario nacional, democrático y socialista.

La creación de este contraimaginario coincidió con la crisis de la hegemonía política blanqui-colorada, y la conjunción de ambos factores -crisis de hegemonía política y disputa del imaginario nacional- provocó la intervención neofascista que, entre otras cosas, buscó restablecer, mediante una brutal dominación, la hegemonía perdida. Seregni, que quería arroparse con el aura de Artigas, y que contaba con todos los atributos para hacerlo, no cuajó como caudillo, vaya a saber por qué.

A partir del 85 comienza una nueva etapa en la cual el Frente Amplio no es capaz de hegemonizar, pero se convierte en el árbitro de la situación. Pronto, Tabaré se pintará solo: el ascenso de Tabaré coincide con la inversión de la vieja hegemonía política, hasta la final ruptura del bipartidismo tradicional. Hoy presenciamos un nuevo tipo de bipartidismo, en el cual el FA-Encuentro Progresista es uno de los polos.

La construcción del caudillo Tabaré coincide con la final desaparición de los últimos caudillos blanqui-colorados
(Ferreira Aldunate, y antes Michelini). Coincide también con la fractura de los modos modernos de hacer política y la influencia incontestada de lo mediático. Tabaré es, en tal sentido, un caudillo mediático, y materializa, hasta cierto punto, los atributos de la posmodernidad más cuestionados desde la izquierda misma.

Lo curioso, además, es que este caudillo mediático de izquierda es posible únicamente cuando la izquierda es abatida por esos mismos atributos de la posmodernidad: la crisis de los macrorrelatos, la debacle del socialismo real, la hegemonía negativa del pragmatismo y el cinismo neoliberal, la primacía de las imágenes sobre el contenidismo discursivo, etc. Tabaré representa, en tal sentido, un paso adelante y dos pasos atrás de la izquierda uruguaya: un paso adelante, al adoptar las estrategias discursivas posmodernas y aggiornar su programa político-social; dos pasos atrás, al buscar entroncar con la memoria cultural uruguaya, caudillo mediante.

En épocas de
globalización, de profundas crisis de lo nacional, cuando no abiertamente posnacional, Tabaré realiza la más profunda nacionalización de la izquierda uruguaya, no a través del programa del FA-EP, sino en tanto reactualización del imaginema del caudillo. Y esto es posible porque los partidos tradicionales dejaron de serlo (ahora son simplemente partidos conservadores, o de derecha ilustrada en el mejor de los casos), y carecen de caudillos, pero también porque lo nuevo, el cambio, es homologado con el neoliberalismo, abrazado indistintamente, aunque con variados matices, por blancos y colorados.

Cuando el cambio modernizador es simplistamente identificado con el neoliberalismo, conservar se vuelve progresista. Y a diferencia del neoliberalismo, que propugna cambios para que todo siga como está, el FA-EP, Tabaré mediante, ofrece la posibilidad de cambiar permaneciendo. Este es el sentido último de la consigna de la campaña electoral: "Cambiemos a la uruguaya. Tabaré presidente".


Postulado 4: Tabaré representa el deseo de cambios y la resistencia al cambio, o la índole batllista de la memoria cultural.

¿Hay algo más uruguayo que esta ambivalencia? ¿Qué significa un cambio a la uruguaya?¿Cómo cambian los uruguayos? Tabaré mismo lo dice: "con nuestros propios ritmos, con nuestra sensibilidad y con nuestra historia?" [en Andacht, "El bipartidismo ha muerto; ¡viva el bipartidismo!"]. (Dice un liberal como Carlos Pareja: "¿qué otra cosa es el famoso 'cambio a la uruguaya' a no ser la renuncia suicida a cotejarse y medirse en circuitos exigentes, sin cautiverios, complacencias ni complicidades?" [30]. La pregunta no va a nada ontológico, por cierto, sino a las trazas históricas de la sociedad y la cultura uruguayas, que aun cuando en el plano de las ideologías flirtée con los cambios, en un plano profundo, a nivel de la memoria cultural, es fundamentalmente renuente a los cambios.

Durante décadas, desde fines del siglo pasado, en rigor, o desde los 1920, cuando la izquierda uruguaya se va formalizando en partidos y corrientes
(socialistas, comunistas, anarquistas), la izquierda ha estado proponiendo el cambio siempre, siempre infructuosamente. Quienes más radicalmente promovieron cambios fueron los Tupamaros, y quizá porque representaron la más oriental, más que uruguaya, de todas las opciones de izquierda. Los Tupamaros arrancaron por el lado de Aparicio y terminaron con Batlle. Hoy, son batllistas radicales. Algo similar ocurrió con el resto de la izquierda, según distintos derroteros.

La misma campaña de Tabaré comenzó con aquella declaración de "Queremos cambios profundos, cambios radicales, que hagan temblar hasta las raíces de los árboles", cuando el 25 aniversario del FA, el 23-3-96, que dio tanto que hablar, para terminar este anuncio durante la campaña de balotage:

El Uruguay es un país lleno de posibilidades, con la mayor proporción de tierra fértil por habitante del mundo, una sólida vocación industrial basada sobre todo en nuestra gente, con cientos de kilómetros de hermosas costas, una naturaleza exuberante e incontaminada y muy bellas ciudades. Y además los uruguayos defendemos nuestra identidad cultural y artística y tenemos una hermosa tradición de educación democrática. Aquí se han integrado con tolerancia razas, pueblos y culturas. La libertad ha sido siempre nuestra unión y nuestra bandera. Por ello tenemos un profundo amor por nuestra historia y una gran esperanza en nuestro futuro. Somos un pequeño gran país. ¿Qué les parece si lo gobernamos bien? [en Andacht, "Los signos reales dan la cara"]

Una égloga, con pastores, pastoras, flautas de pan y en el fondo, la epifanía de un buen asado con cuero… Todo el imaginario nacional en clave de rosa: la bandera, las playas, las túnicas escolares y la sombra del sobretodo de Batlle: somos un pequeño gran país (recuerda al Batlle que inventó el Uruguay moderno diciendo que "Seremos una pequeña republiquita, pero tendremos leyecitas adelantaditas").

En tiempos de desasosiego posnacional, sigue más vigente que nunca el imaginario de la República Modelo, república modelo a la que sólo le faltaría un buen gobierno. Es sintomática, en tal sentido, la expectativa generada por los gestos populistas de Jorge Batlle, interpretados como sedimento de una tradición política liberal que podría, a lo mejor, superseder su ideología económica neoliberal, y que estaría aflorando en la emocionada invocación con que cierra su discurso de asunción de mando:

Para finalizar, señores, permítaseme una referencia personal: al igual que todos los uruguayos llegamos a estas tierras en búsqueda de libertad, trabajo, familia y destino. Vinimos desde las costas catalanas, del pequeño puerto de Sitges, este año hace 200 años. Durante todo este tiempo, hemos tratado de servir a la Patria. En los campos de batalla, en la revolución del Quebracho, en el gobierno de la República, en el destierro, en la vida política, en el periodismo, siempre hemos luchado por la libertad y por la justicia social. Ese ha sido, por generaciones, nuestro estilo de vida. Hoy lo comprometo ante ustedes.

Cuando el Partido Colorado, el batllismo y el último Batlle dejan de ser batllistas (abrazando el neoliberalismo y flirteando con el espiritualismo), la izquierda uruguaya -primero con Seregni, finalmente, con Tabaré y Danilo Astori- se nacionaliza asumiendo su batllismo visceral. "Se trataría ya no de la vieja revolución de la izquierda, fase aparentemente superada, sino de una renovación, de una transformación de la sociedad por otra vía que la de las armas, por la de los signos" [Andacht, "Signos electorales mudos y no excluídos"]. La izquierda uruguaya finalmente es opción de gobierno: seria y responsable, moderada y gradualista, reformista y conservadora. Como dice Tabaré: "En el cambio a la uruguaya hay espacio para todos", así como el Pepe Batlle sostenía que todos los que llegaran a estas costas serían uruguayos.


Coda

En tanto la emergencia de Tabaré hace posible, o agudiza, o dramatiza la ruptura de la hegemonía política blanqui-colorada, paralelamente al canto del cisne del último Batlle (don Pepe inauguró el siglo para inventar un país; Jorgito cierra ese ciclo en una despedida que es la suya propia), la irresistible ascensión de Tabaré representa la confirmación, la legitimación y la profundización de la hegemonía cultural del imaginema del caudillo. Si el FA-EP desbarata la hegemonía política blanqui-colorada y el viejo modelo bipartidista, es gracias a su adscripción y reforzamiento de la hegemonía de la memoria cultural y al reemplazo del viejo modelo bipartidista por uno nuevo, entre un partido conservador y un partido de centro-izquierda. Tabaré y la remozada izquierda uruguaya rescatan, uruguayizándose, el imaginario en crisis.

Bibliografía

Andacht, Fernando. "Signos electorales mudos y no excluídos" (10.09.99, www.espectador.com/text/sem09171.htm)

---. "Cuerpos del delito y cuerpos conmovidos: la campaña más indicial del siglo". (15.10.99, www.espectador.com/text/sem09171.htm)

---. "Los signos reales dan la cara". (22.10.99, www.espectador.com/text/sem09171.htm)

---. "El bipartidismo ha muerto; ¡viva el bipartidismo!" (5.11.99, www.espectador.com/text/sem09171.htm)
Jorge Batlle. Discurso ante la Asamblea General Legislativa, 1.3.00. Ultimas Noticias, 2/3/00, 6]

Comentario Nacional. www.comentarionacional.org/tabare_vazquez/cro.htm

Pareja, Carlos. "Los desenlaces de las instancias electorales. Todos perdemos" Cuadernos de Marcha 157 (Diciembre 1999): 27-36.

Esquibel, Daniel. Tabaré Vázquez. Seductor de multitudes. Montevideo: Editorial Fin de Siglo, 1997.

 


  

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