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Amir Hamed
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AMÉRICA LATINA - DEMOCRACIA - DEMOCRACIAS LATINOAMERICANAS - FUNCIÓN SOCIAL DE LA DEMOCRACIA - DESIGUALDAD/POBREZA/EXCLUSIÓN - ANOMIA SOCIAL - REPRESENTACIÓN/PARTICIPACIÓN -

Desigualdad, pobreza y exclusión: impotencia, fatiga y asedio en las democracias latinoamericanas (I)*

Fernando Filgueira y Cecilia Rossel

Si América Latina no logra en el futuro cercano acompasar la democracia con el crecimiento y la igualdad su destino no será, ciertamente, democrático, al menos no en ningún sentido que se aproxime a las ideas básicas de democracia que el sentido común puede imaginar


Introducción

Al finalizar el siglo XX casi la totalidad de los países latinoamericanos presentaban regímenes políticos competitivos que en principio nadie dudaría en considerar democracias. Sin embargo, ni el político, ni el ciudadano, ni el analista que observa la región está dispuesto a aceptar la premisa de que las democracias están "consolidadas"(1). Esta percepción de no consolidación combina dos evaluaciones bastante diferentes. Por un lado, existe la desconfianza acerca de la perdurabilidad de estas democracias en lo que hace a sus mínimos procedimentales. Por el otro, una sospecha de que las democracias de la región son un animal diferente a aquel que uno tiene en mente cuando habla de la democracia de los países centrales. Ambas evaluaciones contribuyen a esta noción de que en materia política no hemos llegado a un punto final en el desarrollo y madurez de nuestros regímenes democráticos.

Esta tendencia a no dar el tema por saldado no responde a la admisible premisa de que toda realidad es mejorable, ni a aquella que considera estos problemas como propios de un "estadio" de desarrollo democrático. No. La sospecha definitiva y clara es que si bien se ha avanzado y mucho en materia política en la región, algo no está del todo bien, algo no encaja. Hay razones suficientes para esta desconfianza. Si bien las democracias electorales han persistido, y si bien no estamos en presencia de regímenes abiertamente autoritarios, también es posible constatar al menos cuatro procesos que erosionan y con razón la confianza en los regímenes democráticos, en su estabilidad, en su calidad y en definitiva en su sustancia(2).

a. Muchos de los países de la región debieron enfrentar durante la década de los noventa crisis políticas de enorme magnitud, algunas de las cuales se reencauzaron sin mayores problemas por las sendas democráticas, en tanto otras transitaron los peligrosos caminos de las democracias plebicitarias o los autoritarismos "constitucionales". Este desafío puede ser denominado como el de la estabilidad liberal de la democracia. En la base de este desafío se encuentra no sólo la premisa Dahliana de reglas de juego acordadas para la disputa del poder por parte de las elites sino también un muy importante déficit de representación de los actuales sistemas partidarios en muchos de los países de la región. Este es precisamente el segundo desafío.

b. En efecto, en un conjunto nada menor de países se ha producido un proceso creciente de apatía, desinterés y desconfianza por parte de los ciudadanos en los mecanismos democráticos y en algunos casos una abierta elección por los canales no partidarios ni electorales de expresión ciudadana. Estas expresiones en muchos casos han seguido parámetros organizados y esencialmente positivos en materia de incorporación ciudadana, en tanto en otros casos se han manifestado en forma anómica y violenta, afectando la estabilidad de los gobiernos electos, cuando no de los propios regímenes. Este desafío se sintetiza en la idea de déficit de representación y participación y el problema de la anomia social y política de las masas. Este déficit de
representación también posee raíces claras en otro problema que se discute a continuación, y es el marcado proceso de deflacción ideológica que dominó el final de los ochenta y buena parte de los noventa, generando un pérdida de sentido sustantivo en la alternancia político-electoral.

c. La paradoja de la democracia en la segunda mitad del siglo es que en tanto esta significó alternativas distributivas y de poder reales la misma fue profundamente inestable. Luego de los años ochenta con un fuerte proceso de deflacción ideológica y una creciente aceptación de los límites de la transformación por parte de todos los actores partidarios relevantes, la democracia se ha tornado indudablemente más estable. Este problema central puede ser definido como el de ausencia de "alternancia significativa". Si bien esta pérdida de "alternancia significativa" también se encuentra presente en los países centrales, la misma se apoya sobre niveles de incorporación básica a las formas de ciudadanía civil y social con que
América Latina no cuenta. La apatía o la anomia de la población de América Latina respecto a la política democrática, no es aquella que se manifiesta en las democracias afluentes. Su naturaleza es radicalmente distinta y responde en buena medida a esta ausencia de sustancia en la alternancia, en tanto otra parte de la explicación descansa en los extremadamente altos niveles de pobreza y desigualdad que signan a estas sociedades.

d. La mayor parte de los países latinoamericanos presenta niveles de desigualdad y pobreza que una década de democracia no ha logrado abatir en forma significativa (en muchos casos ha aumentado la pobreza -o se ha mantenido en niveles inaceptablemente altos- y en casi todos ellos ha aumentado la desigualdad). Esto coloca un doble desafío al futuro democrático de la región: el de fortalecer o más aún, construir las bases sociales de la democracia y el de lograr demostrar a la ciudadanía una cierta función social de la democracia. Este último desafío no implica el logro de igualdad socioeconómica entre los ciudadanos, pero sí la demostración de que en el largo plazo la democracia busca proteger a las mayorías en contextos de crisis, e intenta lograr que las mismas se beneficien de períodos de expansión.

En este documento se argumentará que estos últimos dos desafíos sintetizados en el punto (d) constituyen una clave fundamental en el futuro de las democracias latinoamericanas. Lo que es más, los problemas de "estabilidad liberal de la democracia", "déficits de participación y anomia" y de "alternancia significativa" aparecen fuertemente afectados por el deterioro de las bases sociales de la democracia y son a su vez causa y efecto de "la invisibilidad de la función social de la democracia".

Eventualmente la estabilidad de los regímenes democráticos puede volver a verse severamente afectada y no deben descartarse soluciones autoritarias, que no por diferenciarse de las pasadas dejen de ser soluciones autoritarias. El otro riesgo real aparece como el vaciamiento definitivo de las democracias, en donde el título honorario poco tiene que ver con la realidad. Aquí es importante hacer un fuerte argumento conceptual y doctrinario. El que los regímenes políticos de la región no devengan en autoritarismos no quiere decir que sean democráticos. Es absurdo y empobrecedor considerar que existen solamente dos tipos de régimen político. Aún el que los regímenes que eventualmente se erijan en la región sean mejores que un sistema autoritario no quiere decir -nuevamente- que sean democráticos.

Si América Latina no logra en el futuro cercano acompasar la democracia con el crecimiento y la igualdad su destino no será, ciertamente, democrático, al menos no en ningún sentido que se aproxime a las ideas básicas de democracia que el sentido común puede imaginar.

1. La modernidad esquiva: democracia y desarrollo en el siglo veinte en América Latina

a. El experimento fallido

América Latina ha constituido por mucho tiempo un laboratorio único para el estudio del desarrollo social y político(3). Ninguna región del mundo ha abrazado y al mismo tiempo fracasado tantas veces en su intento por emular al occidente rico. Si por un lado las colonias de asentamiento blanco y raíz anglosajona son ejemplo de logro en esta materia, Asia y África lo son de rutas alternativas al modelo occidental. Sólo América Latina puede mostrar tantos intentos como fallas para ser "occidental" durante el siglo veinte. Intentos republicanos transformados en oligarquías, esfuerzos democráticos reducidos a formas dictatoriales, búsqueda de orden para caer en crónica inestabilidad y anarquía. También la región quiso ser socialmente moderna, buscando la industrialización y urbanización de sus sociedades, para llegar a megaciudades caracterizadas por la exclusión social de sus ciudadanos. Forjó también la utopía de clases medias sólidas que rara vez se completó. Y abrazó la ilusión educativa, que luego de los años cincuenta se desvaneció, siendo la región testigo impotente de los logros educativos superiores primero de la Europa mediterránea, luego del impulso asiático, y actualmente de la recientemente transformada Europa del este. Mientras tanto, la región se alejaba más y más de su norte occidental de poblaciones crecientemente educadas.

La actual ola democrática iniciada en los años ochenta y la hegemonía de la ideología de mercado de la últimas dos décadas y media representaron, a juicio de muchos, una nueva promesa de crecimiento, bienestar y estabilidad política y democrática. El inicio del siglo ha hecho añicos otra vez esta ilusión. Con la excepción de Chile, que efectivamente parece encaminarse a un modelo socio-político relativamente moderno y estable, apoyado en una economía que parece haber superado el clásico síndrome de ciclos de "stop and go", el resto de la región muestra enormes problemas económicos, sociales y políticos. Argentina enfrenta la peor crisis económica y social de su historia, en tanto el sistema político intenta sobrevivir a sus propias disfuncionalidades y a la ira de unos y desafección de otros ciudadanos. Venezuela se debate entre el autoritarismo "constitucional" y la incertidumbre activa de la oposición. La mayor parte de los restantes países de la región presentan escenarios confusos, en donde si bien la democracia no parece estar en cuestión, in totum, si lo están su calidad, gobernabilidad, así como la honestidad y aptitud de sus elencos gobernantes. Aún Chile y México, que presentan en la actualidad realidades notoriamente mejores en estos aspectos, enfrentan los desafíos de disminuir sus niveles de pobreza y abatir ominosos grados de desigualdad.

Quienes comparten la idea de que la riqueza nacional es la clave para la persistencia y perfeccionamiento de la democracia, se afilian a una tesis de tipo "locomotora". En tanto la región siga abriendo sus economías y apueste a la responsabilidad fiscal, las economías crecerán y la democracia se fortalecerá. Este argumento no es cierto al menos por dos razones y es inútil por una razón adicional. La primera se esgrime en el punto que sigue, e indica que desde 1970 a la fecha la región no presenta relación alguna entre riqueza y democracia. Esta relación, constatable entre 1950 y 1970, desaparece en fechas posteriores. La segunda razón es más compleja, y para su discusión se requiere explorar los vínculos de ida y vuelta entre desarrollo social y desarrollo político de la democracia. A ello se aboca la segunda parte de este trabajo.

Finalmente la inutilidad del argumento se da por la simple razón de que los países no eligen sus tasas de crecimiento. Tampoco lo hacen los economistas. Lamentablemente y a la luz de la evidencia de los últimos 20 años, lo único que tenemos como guía de ruta de las razones del crecimiento económico en la región son explicaciones a posteriori de los fracasos, y un caso ejemplar, Chile, hoy disputado como ejemplo de políticas neoliberales y neodesarrollistas.

Notas:

(1) El término consolidación ha caído en desuso precisamente por la paradojal situación de encontrarnos ante democracias persistentes pero fallidas. El uso del término aquí se utiliza simplemente como una forma sintética de señalar si existe o no la percepción de que estamos ante democracias sin problemas estructurales (sean estos de calidad y/o estabilidad). O´Donnell fue el primero en relativizar la utilidad de la idea misma de consolidación. Para una discusiín sobre la idea de las fallas de la democracia ver Felipe Aguero, 1998.

(2) Ya en 1994 estas percepciones de incompletitud democrática abundaban en los analistas políticos. Collier y Levitsky (1994) compilando los trabajos sobre democracia identificaban 300 adjetivos disminutivos de la noción de democracia.

(3) Para un discusión más amplia sobre este punto ver Filgueira, F. "Latin America: Society and Comparative Studies", 2002.

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Held, David (): Hay que buscar esta cita. Más de un texto de el hace referencia al punto en cuestión

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* Documento preparado para el libro Desafíos de la Democracia en América Latina Madrid Mayo, 2003.

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