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CHAMBÚ - CHAVEZ, GUILLERMO EDMUNDO - AMOR - AUTISMO - DESTINO - HAWTHORNE, NATANIEL - BARTH, JOHN - MUERTE - "WAKWFIELD" - FIN DEL CAMINO - PALABRA - ESCRITURA -

Chambú rasgadura de la esclerosis retínica(1) (II)

Andrés Torres Guerrero
Pareciera ser que una de las tantas crisis del hombre contemporáneo es la de estar en la ruta de "Wakefield" al final del camino. Un mundo habitado por parias del universo, por hombres que se alejan unos de otros, viviendo cada quien en su autopista de autismo. Tengamos en cuenta que estas ficciones han sido escritas a finales del siglo XIX y a mediados del siglo XX, y sin embargo estos textos se han transformado en contundentes profecías


II. DOS FICCIONES ACERCA DEL CAMINO EN RELACIÓN CON CHAMBÚ

Ernesto decide alejarse de Gabriela, pero antes de hacerlo necesita verla. Va con éste firme propósito a Huilquibamba, pero una torsión en el juego de ajedrez del destino hace que lo piense, hace proferir la promesa de volver. Las dos
ficciones a las que quiero referirme hacen alusión a las despedidas y al camino.

La primera, se trata de un
cuento de Nathaniel Hawthorne titulado "Wakefield". Un hombre de negocios necesita alejarse por unos días de la ciudad, su mujer le alista la maleta y él se marcha, pero poco antes de atravesar la puerta él la voltea a ver y esa mirada se constituye en una especie de símbolo de algo que no sabemos exactamente qué es o qué podría ser. El señor "Wakefield" no regresa a su casa en mucho tiempo. Pero un día, después de veinte años, vuelve a meter su llave en la cerradura de la puerta de "su casa", y la mujer que está en la sala tejiendo, lo observa y no le dice nada. Hawthorne concluye su texto con un esbozo de moraleja: aquel que se aleja de su destino se convierte en el paria del universo. La segunda ficción, es la novela Fin del camino, del norteamericano John Barth. Por supuesto que es imposible resumir un texto tan complejo en su escritura en medio párrafo. Sin embargo, condensaré una línea argumental de esta novela a la cual voy a referirme en diálogo con Chambú y "Wakefield".

Abusando de la arbitrariedad de la memoria, la historia reducida a una mínima expresión, quedaría así: un matrimonio con hijos, conoce a un profesor que ha llegado de otra ciudad. La mujer termina involucrándose con el profesor. Su esposo lo sabe y en un juego macabro y siniestro alienta esa relación sabiendo que eso no puede terminar bien. Efectivamente, ella queda embarazada del profesor, y estos dos hombres deciden hacerla abortar. El profesor pasa a recogerla a su casa, y ella se despide de su esposo con el que antes estaba sentada a la mesa cenando. En la sala de operaciones, la mujer no aguanta la anestesia y muere.

Parafraseando a Hawthorne, podríamos escribir una coda a este texto, y así afirmar que el que se aleja de su destino se convierte en el paria del universo. En ambos textos está implícita la traición, y en ambos de manera ilegible vemos cómo se paga. No se trataría de una infidelidad reducida hacia el cónyuge sino por sobre todo, hacia eso tan evanescente e inexorable como el destino
(3).

Ernesto pudo haber seguido la ruta de "Wakefield", condenándose a sí mismo a ser el paria de su universo. Pudo haber matado a Gabriela anteponiendo la distancia, su orgullo y sus
miedos, es decir, pudo haber repetido el mito de Psique y Eros o la leyenda de Melusina. Su racionalidad, fingiéndose lúcida habría matado el amor, si no se detiene al borde del abismo.

En el texto de Barth, estos dos hombres infectados por una racionalidad demencial y absurda, asesinan a una mujer llevados por el orgullo. Ernesto, siguiendo las huellas de "Wakefield" y Fin del camino, llega a un punto de quiebra en esa ruta y es cuando Gabriela decide bajarse de su territorialidad y sale a buscarlo a media noche, espectral y convaleciente para hacerle saber lo mucho que le importa. Gabriela lo seduce, lo atrae, le regala el hilo que lo ata a la tierra y a la vida; Gabriela es ese hilo con el cual Ernesto puede realizar un vuelo atado, con el cual no se pierde, porque hay alguien esperándolo en casa. Ese hilo de amor es el que le ayuda a salir del laberinto del desierto y es esa guasca afectiva que lo retiene para que no caiga a sus precipicios.

Pareciera ser que una de las tantas
crisis del hombre contemporáneo es la de estar en la ruta de "Wakefield" al final del camino. Un mundo habitado por parias del universo, por hombres que se alejan unos de otros, viviendo cada quien en su autopista de autismo. Tengamos en cuenta que estas ficciones han sido escritas a finales del siglo XIX y a mediados del siglo XX, y sin embargo estos textos se han transformado en contundentes profecías de lo que ahora se registra. Me pregunto cuántos Wakefields caminan por rutas sin retorno por abismos de asfalto, por horas abortadas hacia la nada.

Ernesto es rescatado por aquel hilo que le lanza Gabriela como respuesta a ese doble lazo que tendió Ernesto en esa distancia de El Estrecho. Gracias a ese vínculo la ruta de Ernesto no es el final del camino, es el principio de una nueva vida. En este sentido encuentro cierto parentesco entre Santacoloma y Bastián Baltasar Bux, que al final de su periplo por El Reino de Fantasía, y después de enfrentar el infierno de los antiguos emperadores, logra salir de aquel reino llevando consigo agua de vida a este mundo tan parecido al de los antiguos emperadores, que cegados de poder se olvidaron de sí mismos y de vivir.

"
¡Nosotras, Aguas de Vida!
Fuente que a sí misma se debe
Y fluye con más abundancia
Cuanto más de sus aguas se bebe.
"(406)

Esa agua viva es la que invoca Horacio Oliveira cuando lejos de La Maga implora al cielo que llueva, que por fin caiga esa agua que le devuelva un aire de vida:

"
Dejate caer, golondrina, con esas filosas tijeras que recortan el cielo de Saint Germain- des- Près, arrancá estos ojos que miran sin ver, estoy condenado sin apelación, pronto a ese cadalso azul al que me izan las manos de la mujer cuidando a su hijo, pronto la pena, pronto el orden mentido de estar solo y recobrar la suficiencia, la egociencia, la conciencia. Y con tanta ciencia una inútil ansia de tener lástima de algo, de que llueva aquí dentro, de que por fin empiece a llover, a oler a tierra, a cosas vivas, sí, por fin a cosas vivas".(95)

Esa agua que carga Bastián es aquella que escribe en un esfuerzo de invocación Clarice Lispector en un texto tan desgarrador y bello como Agua viva:

"
Entonces, escribir es el modo de quien tiene la palabra como anzuelo: la palabra pescando lo que no es palabra. Cuando esa no-palabra (la entrelínea) muerde el anzuelo, algo se escribió. Una vez que se pescó la entrelínea, con alivio se podrá arrojar la palabra afuera. Pero cesa la analogía: la no-palabra, al morder el anzuelo, la incorporó. Lo que entonces salva es escribir distraídamente"(32)

Lispector hace devenir la palabra en anzuelo para pescar con ella algo que está más allá de las palabras, algo que busca Oliveira en las noches de París y que lo invoca al final del capítulo XXI.

Es posible que esa palabra anzuelo sea la que escribe Ernesto en una nota que le manda a Gabriela. Una palabra que lleva consigo agua viva.

Estos viajeros, desde Burroughs hasta Bux, han pasado por las soledades de la cruda proscripción...(de la Rosa, 1972: 59) han proclamado la vida enfrentando las potencias de la muerte, y han surgido renovados al encuentro con el alba. Sus pasos han vitalizado al mundo. Ellos, ante la pregunta qué hacer frente al porvenir, reescribieron el texto de sus vidas con la atención suficiente para no desviarse del destino, para no abandonar, traicionar o matar al otro. Si se hubiesen abandonado a las potencias de la muerte, Bastián no hubiera salido nunca del Reino de Fantasía (Historia sin fin), ni Clarice nos habría regalado esa agua, aquella que bebe esa otra mujer maravillosa llamada Hélène Cixous, que a su vez escribe La risa de la Medusa, y Burroughs posiblemente hubiese muerto (a pesar de sí mismo) a lo Kurt Cobain(4).

Ernesto no huyó, sino que inscribió su vida en el fuego de la tierra, y nos regaló con su nueva mirada el empuje de la esperanza por todos los caminos de América.
(253)
 

(sigue)

Notas:

(1) El sitio era frío. Pero ahora hacía sed. Cuando se pierde la confianza es mala la soledad; cuando se tiene fiebre es grave acercarse a un abismo. En el espíritu de Ernesto surgían en negra turbulencia todos los detritus de sus horas fatales. Su dolor se cambiaba en protesta; su actitud vital cobraba un turbio vaivén de interrogante. Insensiblemente iba llegando a ese límite fatal en que el hombre principia a dudar de todo, a no creer en nada.
No era sólo dolor ante el fracaso de su esfuerzo, y ante la necesidad de abandonar lo que amaba. Su gesta interior era más honda. Tener o no tener una posición no importa. Tener o no tener un amor tampoco importa. Lo que importa es la fe con que se vive; el ideal sobrenatural para aceptar la vida, para beneficiarla; el ideal humano para confiar en el futuro. Era el conflicto intelectual, no la queja romántica. Era la gran angustia humana que se debate entre el ser y el no ser. El cansancio que da el peso torturante del espíritu; el alma que principia a rodar en la noche del caos. Ya en ese estado, el hombre suma a su propio reclamo el eco universal de toda angustia. Todos los gritos de destrucción. Todo el derrumbe de las filosofías. Odios, guerras, agonías, miseria. Y las manos sin pan; y los corazones sin piedad; y todo el pavor humano en un mundo enloquecido (Chaves, 1985: 243-244).

(3) En la aparente confusión de nuestro mundo misterioso los individuos se ajustan con tanta perfección a un sistema, y los sistemas unos a otros y a un todo, que con sólo dar un paso a un lado cualquier hombre se expone al pavoroso riesgo de perder para siempre su lugar. Como Wakefield, se puede convertir, por así decirlo, en el Paria del Universo (Hawthorne, 1990:50).

(4) Recientemente grabó un disco con Kurt Cobain, el cantante de Nirvana que se suicidó hace poco. ¿Cómo fue ese proceso y cuál es su impresión de Cobain?
"-Bueno, me gustaba su música y creo que era una persona con talento y también problemática. Pero se metía demasiada heroína y me sorprendió su suicidio... Yo nunca, nunca, he contemplado la posibilidad de suicidarme"
Martínez de Pison, Javier. "William S. Burroughs. El corrosivo virus de la escritura, a los 80 años", Magazín Dominical. Nº 614 . (19 de febrero de 1995): 7 / 10.

Bibliografía:

Barth, John (1958). El fin del camino. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.
Borges, Jorge Luis (1989). Obras Completas 1923-1972. Buenos Aires: Emecé Editores.
Burroughs, William (1971). Cartas del yagé. Buenos Aires: Ediciones Signos.
Castaneda, Carlos (1980). Relatos de poder. México: F.C.E.
Cortázar, Julio. Rayuela. Bogotá: La oveja negra.
Rosa, Luis Felipe de la (1972). Poemas. Bogotá: Tercer Mundo.
Ende, Michel (1986). La historia Interminable de la A a la Z. Madrid: Ediciones Alfaguara.
Hawthorne, Nathaniel (1989). Cuentos Norteamericanos. La Habana: Editorial Arte y Literatura.
___________________ (1990). El Holocausto del mundo. Bogotá: Editorial Norma.
Hegel, Georg Wilhelm Friederich . "El Nuevo Mundo", IDEAS Nº 1 (junio de 1951): 53 / 62.
Icaza, Jorge. El Chulla Romero y Flores. Bogotá: La Oveja Negra.
Jabés, Edmond (1990). El libro de las preguntas. Madrid: Ediciones Siruela.
Lispector, Clarice (1973). Agua viva. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.
Martínez de Pison, Javier. "William S. Burroughs. El corrosivo virus de la escritura, a los 80 años", Magazín Dominical. Nº 614 (19 de febrero de 1995): 7 / 10.
Ordóñez, Montserrat (1987). "La Vorágine: La voz de Arturo Cova" en, Manual de Literatura Colombiana. Tomo 1. Bogotá: Procultura/ Planeta Colombiana Editorial, 431/ 518.pp.
Pabón, Consuelo. "Estética de la crueldad - América cruel", Texto y Contexto. Nº 22, (octubre/diciembre 1993): 74 / 97.

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