II.
DOS FICCIONES ACERCA DEL CAMINO EN RELACIÓN CON CHAMBÚ
Ernesto decide alejarse de Gabriela, pero antes de hacerlo necesita
verla. Va con éste firme propósito a Huilquibamba,
pero una torsión en el juego de ajedrez del destino hace
que lo piense, hace proferir la promesa de volver. Las dos ficciones a las que quiero
referirme hacen alusión a las despedidas y al camino.
La primera, se trata de un cuento de Nathaniel
Hawthorne
titulado "Wakefield". Un hombre
de negocios necesita alejarse por unos días de la ciudad, su mujer le alista
la maleta y él se marcha, pero poco antes de atravesar
la puerta él la voltea a ver y esa mirada se constituye en
una especie de símbolo de algo que no sabemos exactamente
qué es o qué podría ser. El señor
"Wakefield" no regresa a su casa en mucho tiempo. Pero
un día, después de veinte años, vuelve a
meter su llave en la cerradura de la puerta de "su casa",
y la mujer que está en la sala tejiendo, lo observa y no
le dice nada. Hawthorne concluye su texto con un esbozo de
moraleja: aquel que se aleja de su destino se convierte en el
paria del universo. La segunda ficción, es la novela Fin
del camino, del norteamericano John Barth. Por supuesto que
es imposible resumir un texto tan complejo en su escritura en medio párrafo.
Sin embargo, condensaré una línea argumental de
esta novela a la cual voy a referirme en diálogo con Chambú
y "Wakefield".
Abusando
de la arbitrariedad de la memoria, la historia reducida a una
mínima expresión, quedaría así: un
matrimonio con hijos, conoce a un profesor que ha llegado de otra
ciudad. La mujer termina
involucrándose con el profesor. Su esposo lo sabe y en
un juego macabro y siniestro alienta esa relación sabiendo
que eso no puede terminar bien. Efectivamente, ella queda embarazada
del profesor, y estos dos hombres deciden hacerla abortar. El
profesor pasa a recogerla a su casa, y ella se despide de su esposo
con el que antes estaba sentada a la mesa cenando. En la sala
de operaciones, la mujer no aguanta la anestesia y muere.
Parafraseando a Hawthorne, podríamos escribir una coda
a este texto, y así afirmar que el que se aleja de su
destino se convierte en el paria del universo. En ambos textos
está implícita la traición, y en ambos de
manera ilegible vemos cómo se paga. No se trataría
de una infidelidad reducida hacia el cónyuge sino por
sobre todo, hacia eso tan evanescente e inexorable como el destino(3).
Ernesto pudo haber seguido la ruta de "Wakefield", condenándose
a sí mismo a ser el paria de su universo. Pudo haber matado
a Gabriela anteponiendo la distancia, su orgullo y sus miedos, es decir, pudo
haber repetido el mito de Psique y Eros o la leyenda de Melusina.
Su racionalidad, fingiéndose lúcida habría
matado el amor, si no se detiene
al borde del abismo.
En el
texto de Barth, estos dos hombres infectados por una racionalidad
demencial y absurda, asesinan a una mujer llevados por el orgullo.
Ernesto, siguiendo las huellas de "Wakefield" y Fin
del camino, llega a un punto de quiebra en esa ruta y es cuando
Gabriela decide bajarse de su territorialidad y sale a buscarlo
a media noche, espectral y convaleciente para hacerle saber lo
mucho que le importa. Gabriela lo seduce, lo atrae, le regala
el hilo que lo ata a la tierra y a la vida;
Gabriela es ese hilo con el cual Ernesto puede realizar un vuelo
atado, con el cual no se pierde, porque hay alguien esperándolo
en casa. Ese hilo de amor es el que le ayuda
a salir del laberinto del desierto y
es esa guasca afectiva que lo retiene para que no caiga a sus
precipicios.
Pareciera ser que una de las tantas crisis del hombre contemporáneo
es la de estar en la ruta de "Wakefield" al final del
camino. Un mundo habitado por parias del universo, por hombres
que se alejan unos de otros, viviendo cada quien en su autopista
de autismo. Tengamos en cuenta que estas ficciones han sido escritas
a finales del siglo XIX y a mediados del siglo XX, y sin embargo
estos textos se han transformado en contundentes profecías
de lo que ahora se registra. Me pregunto cuántos Wakefields
caminan por rutas sin retorno por abismos de asfalto, por horas
abortadas hacia la nada.
Ernesto
es rescatado por aquel hilo que le lanza Gabriela como respuesta
a ese doble lazo que tendió Ernesto en esa distancia de
El Estrecho. Gracias a ese vínculo la ruta de Ernesto
no es el final del camino, es el principio de una nueva vida.
En este sentido encuentro cierto parentesco entre Santacoloma
y Bastián Baltasar Bux, que al final de su periplo por
El Reino de Fantasía, y después de enfrentar
el infierno de los antiguos emperadores, logra salir de aquel
reino llevando consigo agua de vida a este mundo tan parecido
al de los antiguos emperadores, que cegados de poder se olvidaron
de sí mismos y de vivir.
"¡Nosotras,
Aguas de Vida!
Fuente que a sí misma se debe
Y fluye con más abundancia
Cuanto más de sus aguas se bebe."(406)
Esa agua
viva es la que invoca Horacio Oliveira cuando lejos de La
Maga
implora al cielo que llueva, que por fin caiga esa agua que le
devuelva un aire de vida:
"Dejate
caer, golondrina, con esas filosas tijeras que recortan el cielo
de Saint Germain- des- Près, arrancá estos ojos que miran sin ver, estoy
condenado sin apelación, pronto a ese cadalso azul al que
me izan las manos de la mujer cuidando a su hijo, pronto la pena,
pronto el orden mentido de estar solo y recobrar la suficiencia,
la egociencia, la conciencia. Y con tanta ciencia una inútil
ansia de tener lástima de algo, de que llueva aquí
dentro, de que por fin empiece a llover, a oler a tierra, a cosas
vivas, sí, por fin a cosas vivas".(95)
Esa agua
que carga Bastián es aquella que escribe en un esfuerzo
de invocación Clarice Lispector en un texto tan desgarrador
y bello como Agua viva:
"Entonces,
escribir es el modo de quien tiene
la palabra como anzuelo: la palabra pescando lo que no es palabra. Cuando esa no-palabra (la
entrelínea) muerde el anzuelo, algo se escribió.
Una vez que se pescó la entrelínea, con alivio se
podrá arrojar la palabra afuera. Pero cesa la analogía:
la no-palabra, al morder el anzuelo, la incorporó. Lo que
entonces salva es escribir distraídamente"(32)
Lispector
hace devenir la palabra en anzuelo para pescar con ella
algo que está más allá de las palabras, algo
que busca Oliveira en las noches de París y que lo invoca
al final del capítulo XXI.
Es posible que esa palabra anzuelo sea la que escribe Ernesto
en una nota que le manda a Gabriela. Una palabra que lleva consigo
agua viva.
Estos
viajeros, desde Burroughs hasta Bux, han pasado por las soledades
de la cruda proscripción...(de la Rosa, 1972: 59) han proclamado la vida enfrentando
las potencias de la muerte, y han surgido renovados al encuentro
con el alba. Sus pasos han vitalizado al mundo. Ellos, ante la
pregunta qué hacer frente al porvenir, reescribieron el
texto de sus vidas con la atención suficiente para no desviarse
del destino, para no abandonar, traicionar o matar al otro. Si se hubiesen
abandonado a las potencias de la muerte, Bastián no hubiera salido
nunca del Reino de Fantasía (Historia sin fin), ni Clarice nos
habría regalado esa agua, aquella que bebe esa otra mujer
maravillosa llamada Hélène Cixous, que a su vez
escribe La risa de la Medusa, y Burroughs posiblemente
hubiese muerto (a
pesar de sí mismo) a lo Kurt Cobain(4).
Ernesto no huyó, sino que inscribió su vida en
el fuego de la tierra, y nos regaló con su nueva mirada
el empuje de la esperanza por todos los caminos de América.(253)
Notas:
(1) El sitio
era frío. Pero ahora hacía sed. Cuando se pierde
la confianza es mala la soledad; cuando se tiene fiebre es grave
acercarse a un abismo. En el espíritu de Ernesto surgían
en negra turbulencia todos los detritus de sus horas fatales.
Su dolor se cambiaba en protesta; su actitud vital cobraba un
turbio vaivén de interrogante. Insensiblemente iba llegando
a ese límite fatal en que el hombre principia a dudar
de todo, a no creer en nada.
No era sólo dolor ante el fracaso de su esfuerzo, y ante
la necesidad de abandonar lo que amaba. Su gesta interior era
más honda. Tener o no tener una posición no importa.
Tener o no tener un amor tampoco importa. Lo que importa es la
fe con que se vive; el ideal sobrenatural para aceptar la vida,
para beneficiarla; el ideal humano para confiar en el futuro.
Era el conflicto intelectual, no la queja romántica. Era
la gran angustia humana que se debate entre el ser y el no ser.
El cansancio que da el peso torturante del espíritu; el
alma que principia a rodar en la noche del caos. Ya en ese estado,
el hombre suma a su propio reclamo el eco universal de toda angustia.
Todos los gritos de destrucción. Todo el derrumbe de las
filosofías. Odios, guerras, agonías, miseria. Y
las manos sin pan; y los corazones sin piedad; y todo el pavor
humano en un mundo enloquecido (Chaves, 1985: 243-244).
(3) En la aparente
confusión de nuestro mundo misterioso los individuos se
ajustan con tanta perfección a un sistema, y los sistemas
unos a otros y a un todo, que con sólo dar un paso a un
lado cualquier hombre se expone al pavoroso riesgo de perder
para siempre su lugar. Como Wakefield, se puede convertir, por
así decirlo, en el Paria del Universo (Hawthorne, 1990:50).
(4) Recientemente
grabó un disco con Kurt Cobain, el cantante de Nirvana
que se suicidó hace poco. ¿Cómo fue ese
proceso y cuál es su impresión de Cobain?
"-Bueno, me gustaba su música y creo que era una
persona con talento y también problemática. Pero
se metía demasiada heroína y me sorprendió
su suicidio... Yo nunca, nunca, he contemplado la posibilidad
de suicidarme"
Martínez de Pison, Javier. "William S. Burroughs.
El corrosivo virus de la escritura, a los 80 años",
Magazín Dominical. Nº 614 . (19 de febrero de 1995):
7 / 10.
Bibliografía:
Barth, John (1958).
El fin del camino. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.
Borges, Jorge Luis (1989). Obras Completas 1923-1972. Buenos
Aires: Emecé Editores.
Burroughs, William (1971). Cartas del yagé. Buenos Aires:
Ediciones Signos.
Castaneda, Carlos (1980). Relatos de poder. México: F.C.E.
Cortázar, Julio. Rayuela. Bogotá: La oveja negra.
Rosa, Luis Felipe de la (1972). Poemas. Bogotá: Tercer
Mundo.
Ende, Michel (1986). La historia Interminable de la A a la Z.
Madrid: Ediciones Alfaguara.
Hawthorne, Nathaniel (1989). Cuentos Norteamericanos. La Habana:
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___________________ (1990). El Holocausto del mundo. Bogotá:
Editorial Norma.
Hegel, Georg Wilhelm Friederich . "El Nuevo Mundo",
IDEAS Nº 1 (junio de 1951): 53 / 62.
Icaza, Jorge. El Chulla Romero y Flores. Bogotá: La Oveja
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Jabés, Edmond (1990). El libro de las preguntas. Madrid:
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Lispector, Clarice (1973). Agua viva. Buenos Aires: Editorial
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Ordóñez, Montserrat (1987). "La Vorágine:
La voz de Arturo Cova" en, Manual de Literatura Colombiana.
Tomo 1. Bogotá: Procultura/ Planeta Colombiana Editorial,
431/ 518.pp.
Pabón, Consuelo. "Estética de la crueldad
- América cruel", Texto y Contexto. Nº 22, (octubre/diciembre
1993): 74 / 97.
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