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             El hábito
            de formar conceptos une a poetas y filósofos. El uso que
            dan a sus ideas, los separa. [...] El filósofo se propone
            que su integración conceptual sea decisiva; el poeta se
            propone que la suya sea eficaz. 
            Wallace
            Stevens, 'A Collect of Philosophy'
 
             
            1. Introducción 
             
                La discusión sobre lo metafórico en la Filosofía 
                y en la Teoría responde en las últimas décadas 
                a una forma madura, establecida. Esa forma es narrativa: se trata 
                de un relato, un cuento teórico verosímil, que va 
                organizando su mythos a lo largo de los siglos. En ese 
                relato, Aristóteles aparece habiendo acuñado el 
                término y el concepto, pero a la vez habiéndolo 
                lanzado en una ambigüedad esencial, entre ser un hecho de 
                la forma del lenguaje, y ser un recurso interno de traslado, esencial 
                a la vinculación racional de los significados(2). 
 
                En un segundo momento, esa distinción se muestra como asimilada 
                por una retórica que aumenta continuamente el espacio de 
                la lexis, entendida ésta como mera 'forma superficial' 
                de los discursos. Esto significa a la vez la expulsión 
                de la metáfora hacia fuera de 
                las fronteras de 
                la Filosofía y, con el tiempo, la conversión de 
                la metáfora en una figura de adorno, ya sin vinculación 
                genuina con el conocimiento. La fábula nos sigue contando 
                que en alguna parte alguna vez alguien defendió una teoría 
                'literalista' de la verdad, 
                aunque es difícil encontrar una formulación cabal 
                de la misma. En realidad, aquí se aducen normalmente los 
                ataques contra lo metafórico por parte del empirismo y 
                el racionalismo primero, seguidos dos y tres siglos más 
                tarde por las más explícitamente programáticas 
                y serias observaciones tendientes a limitar lo metafórico 
                dentro de los discursos de intención científica, 
                provenientes de las diversas formas del neopositivismo y la filosofía 
                analítica.  
 
            En todos esos casos, según la fábula, los enemigos
            de la metáfora la han encontrado indigna de ser parte
            de toda forma de lenguaje preciso en el mundo de la descripción,
            la discusión científica y el conocimiento riguroso. 
                La fábula filosófica que hemos venido siguiendo 
                tiene una raíz romántica 
                profunda, y como en toda historia romántica, su único 
                objetivo es rescatar a la doncella metáfora de la injusta 
                torre o calabozo 
                ornamental en la que los tiranos del pensamiento único 
                -en este caso, el 'racionalismo dogmático objetivista' 
                y su escudero, la 'ideología científista'- la tienen 
                aprisionada. En los últimos capítulos de la historia, los heroicos 
                filósofos contemporáneos finalmente descubren que 
                todo es metáfora, que incluso la verdad y los materiales 
                que construían la torre 
                y daban legitimidad al intento 'literalista' eran, después 
                de todo, metafóricos. 
 
                Lo descorazonador es que, si se acepta consecuentemente lo que 
                significa esta táctica de guerrillas 
                nietzscheanas hacia la omnimetaforización, habrá 
                que reconocer que una vez que la metáfora ha obtenido esta 
                victoria sobre el 'pensamiento único', que la ontología 
                ha debido resignar avergonzada sus armas, y que la Verdad se ha 
                disuelto en alguna forma de la sospecha metafórica, en 
                la resaca matinal de esa katharsis 
                romántica y libertaria, caeremos en la cuenta de que hemos 
                asistido a la victoria pírrica más rotunda que empresa 
                filosófica alguna haya logrado. La metaforización 
                de todo, si metáfora fuese lo que Jacques 
                Derrida tal vez(3) ha dicho que es hace treinta años, 
                en La Mythologie Blanche -y Nietzsche 
                hace 130-, significaría el fin de toda estabilidad discursiva, 
                y el cese, de paso, de toda lectura 
                y de todo diálogo; pues a cada afirmación se le 
                puede encontrar, aunque más no sea en algún detalle 
                léxico, o en algún fundamento etimológico, 
                un lunar metafórico. Una conclusión derridiana queda, 
                al menos, en pie: la metáfora es intratable para el discurso 
                filosófico, pues cuando hay metáfora ninguna formación 
                conceptual resulta fija, candidata a fundamento, o, como dice 
                Wallace Stevens, 'decisiva'. 
 
                Ahora bien. En aquel esquema mítico-teórico, la 
                metáfora pasó a resignificarse, en la economía 
                del genio individualista romántico y la 
                lucha por la liberación respecto de cierta idea 
                naturalista y normativa de mímesis 
                madurada tras el Renacimiento, como el elemento por excelencia, 
                en el campo estético, de la libertad creativa del lenguaje. La contracara de esa toma de conciencia 
                fue entonces la derogación de la visión 
                clásica de la metáfora, tal como la retórica 
                la entendió durante veinte siglos. Pero ese discurso de 
                ataque a la retórica clásica parece seguir buscando 
                una verdad última, esencial, y a la vez participa del dogma 
                principal del 'giro lingüístico', al filtrar en un 
                juego de precondiciones lingüisticas todo pensar. En su búsqueda, 
                por ello, ya no separa -como se separaba con Aristóteles 
                y con la Retórica clásica- la materialidad 
                del lenguaje, su presencia específica, sonora y rugosa, 
                su lexis, o elocutio, de la presencia y cualidad 
                del pensamiento, de la inventio.  
 
                En su búsqueda o cuestionamiento de la legitimidad conceptual 
                de la metáfora, las teorías contemporáneas 
                más importantes parecen haber estado demasiado ocupadas 
                con la necesidad de mostrar que tampoco la terminología 
                ontológica, teológica, o aún científica, 
                tenían una base no 'trópica'. Tal vez por ello, 
                se ha hecho muy escaso énfasis en dos dimensiones centrales 
                del problema: la presencia -la 'materialidad'- del lenguaje(4) 
                , y la inmanencia social del sentido -es decir, 
                el evento sensorial que hablar o leer 
                constituye, y sus efectos como algo esencialmente en relación 
                con el grupo de referencia en el que ese lenguaje se hace presente 
                y es usado e interpretado.  
 
                Ambos factores estaban en la concepción original, aristotélica, 
                del problema. Ambos factores merecerían un recuerdo, una 
                recentralización que, a su vez, descentrase el estado del 
                debate en el punto en el cual la fábula establecida lo 
                ha ubicado, y reconsiderase, releyendo aquella definición 
                de Aristóteles, a la metáfora como un resultado 
                combinado de la obstrucción de hábitos lingüístico 
                sensoriales por un lado -gracias a la desautomatización 
                que ocasiona la predicación inusual respecto a un contexto 
                de uso-, y de la natural y omnipresente capacidad 
                mimética humana(5) por otro, que responde a ese reclamo 
                de bautismo del mundo antes no dicho con un reencaminamiento inédito 
                -y tal vez no retomado nunca luego de esa ocasión metafórica-del 
                par sentido-referencia. A la metáfora, en suma, como un 
                hecho estético y como un hecho socio-lingüístico. 
                Como un hecho poético-retórico, 
                y no 'filosófico'. No de la theoría, sino 
                de la praxis humana. 
 
                Pero en este retomar la definición antigua (este verdadero rehabilitar los antiguos tratados 
                de límites entre Ontología, Poética y Retórica), 
                tiene que reconocerse de nuevo distancia entre el concepto, la 
                palabra, y el mundo, para 
                que la metáfora sea posible.(6) ¿Será por ello que 
                la metáfora sólo fue cabalmente posible en un esquema 
                ajeno al del giro lingüístico, y que apenas se consagró 
                éste, los días de la retórica clásica 
                -y de la metáfora como entidad pensable como distinta de 
                la predicación-llegaron a su fin? 
 
                La teoría que, luego de los avatares de la metáfora 
                en la filosofía continental y analítica en la década 
                del '70, aparece, como veremos enseguida, 'reencarnada' en la 
                visión lingüístico-cognitiva de G. Lakoff y 
                M. Johnson, y otros, vuelve a postular la centralidad de esa separacíón 
                entre palabra y concepto. 
                Mientras que ese intento le parece, a quien escribe, muy interesante 
                y consistente, la posterior aplicación de las consecuencias 
                de esa teoría como herramienta de análisis de textos 
                fundamentales de la tradición filosófica occidental 
                que proponen los autores parece, en cambio, fuertemente cuestionable. 
                 
 
                Este artículo presenta una visión crítica 
                de esa propuesta de lectura de 
                textos filosóficos del último segmento de la obra 
                de Lakoff y Johnson, con independencia del interés que 
                puede, no obstante, despertar la teoría misma del pensamiento 
                metafórico de esos autores en la perspectiva de una incentivación 
                del diálogo entre ciencia 
                y filosofía. 
             
            2. Teorías
            de la metáfora en el siglo XX: inflación, muerte,
            re-encarnación. 
             
              Como objeto teórico, 
                la metáfora, tal como se la conoció durante 2500 
                años, había muerto antes que la década de 
                los años '80 comenzase. Su muerte 
                coincide con su absolutización, con la ruptura de todas 
                sus membranas de separación conceptual respecto de fenómenos 
                que en la historia le habían sido íntimos, pero 
                distintos: el sentido, la verdad, o el pensamiento mismo. Se trata 
                entonces de una muerte por 
                crecimiento excesivo, o por traslado de significado, una muerte 
                apropiadamente metafórica. 
            Tres momentos de la discusión sobre el tema marcan sobre
            todo ese final: La Mythologie Blanche, de Jacques Derrida(7),
            en 1971; La Metáphore Vive, de Paul Ricoeur, en
            1975(8); y What Metaphors Mean,
            de Donald Davidson, en 1978. En el lapso que ocupan esos 7 años,
            dos tradiciones de pensamiento diferentes ajustan cuentas con
            lo metafórico, y dejan el problema cerrado, en el sentido
            de que los desarrollos posteriores dentro de esas tradiciones
            a lo sumo respondieron o comentaron a lo que estos autores habían
            establecido, sin llegar no obstante a plantear el problema sobre
            nuevas bases. 
 
            La posición de Ricoeur resulta la más matizada
            y explícitamente conservadora, tratando de rechazar todo
            abandono del pensar especulativo a manos del poder metafórico.
            De todos modos se puede defender que los autores citados, cada
            cual con sus propios matices y con las herramientas de su tradición,
            llegan a luchar en diferentes grados de aceptación con
            la idea de asimilar la metáfora con el pensar, o con el
            uso del lenguaje, sin poder resistir algún compromiso
            con esa conclusión. Luego, como se ha dicho hasta la fatiga,
            cuando todo es metáfora, nada lo es. 
              Ese es el primer capítulo 
                de la historia. Pero, como en todas las muertes 
                sólo teóricas, la metáfora no ha muerto, 
                sino trasmigrado. Y, en una sucesión cronológica 
                interesante, parece haber renacido casi inmediatamente, ésta 
                vez en el campo, antes balbuceante respecto de lo metafórico, 
                de la lingüística post-chomskiana en su unión 
                con la ciencia cognitiva de segunda generación. Se trata, 
                por el momento, de un territorio relativamente ajeno -al menos, 
                fronterizo- a las Humanidades, 
                en la medida en que éstas son entendidas como espacio que 
                'metafísicamente' rechaza las materialidades intervinientes 
                en la construcción del sentido(9).  
                Desde la década de los '80 hasta ahora, pues, sobre todo 
                a partir de los trabajos de Lakoff y Johnson -quienes retoman 
                y relanzan ideas esbozadas con anterioridad-, la metáfora 
                renace en la carne, renace re-encarnada; y ésto último 
                lo hace no en sentido metafórico, sino literal. Y ese es, 
                ahora, el problema. Pues este nuevo enfoque afirma que, dado que 
                todo lo que podemos pensar y significar tiene su génesis 
                en un puñado de metáforas de base, en un mecanismo 
                de 'traslado in-corporado' (embodied), desde un campo de experiencia 
                más básica, ligada al ser en el mundo del cuerpo, 
                hacia otro más abstracto y conceptual(10) 
                , entonces todo el pensar, apoyado en ese verdadero mecanismo 
                metafórico, resulta de alguna manera explicado, fundado, 
                o incluso, en la lecturas 
                más radicales, desenmascarado. El más reciente libro 
                de George Lakoff y Mark Johnson, Philosophy in the Flesh, 
                hace un largo y arriesgado avance en algunos de esos sentidos. 
                Nos concentraremos, en adelante, en ese 
                libro.  
             
            3. Una teoría
            metafórica para reescribir la filosofía 
             
            Los inicios del problema
            son conocidos. En 1980 fue editado por la universidad de Chicago
            un relativamente modesto volumen de 242 páginas, dividido
            en 30 capítulos. Ese libro, hoy ya un clásico del
            tema, estaba titulado Metaphors we Live By. En él,
            George Lakoff -profesor de Lingüística en la Universidad
            de Berkeley, y Mark Johnson -profesor de Filosofía en
            la Universidad de Oregon- iniciaban un trabajo en colaboración
            que marcaría un nuevo rumbo y una nueva etapa en la consideración
            teórica de la metáfora(11) . A 19 años de aquel
            su primer título en conjunto, George Lakoff y Mark Johnson
            publican en 1999 un vasto volumen, Philosophy in the Flesh,
            que dedica más de la mitad de su extensión a plantear,
            en nombre de la teoría cognitiva de la mente metafórica,
            un desafío masivo a toda la filosofía occidental.
 
 
                Su teoría de la mente metafórica se emplea como 
                fundamento para la recusación de algunas de las nociones 
                centrales de la tradición filosófica occidental 
                acerca de la razón: 
            más de dos
            milenios de especulación filosófica a priori acerca
            de estos aspectos de la razón quedaron atrás. [...] (pues) los
            hallazgos de la ciencia cognitiva [...] son inconsistentes con partes
            centrales de la filosofía Occidental.(12) (13) 
 
 
            La afirmación
            es extremadamente fuerte. ¿Cuáles son esos hallazgos?(14) 
              a) la razón no es algo que 
                está libre de cuerpo, como la tradición habría 
                mantenido, sino que emerge de nuestra experiencia corporal y nuestro 
                cerebro. La razón surge de los detalles de cómo 
                somos y qué podemos hacer, en términos estrictamente 
                corporales. En este punto, los autores declaran plegarse ahora 
                claramente a la estrategia conexionista(15) dentro de la Ciencia 
                Cognitiva: el conocimiento y la razón no son propiedad 
                de una facultad especial del hombre, sino que emergen de las propias 
                actividades motrices y sensoriales, y se logran con los mismos 
                recursos con que logramos percibir y mover nuestro cuerpo en el mundo. Luego, es 
                el propio percibir y moverse la fuente del lenguaje y el pensar. 
                La razón no es una cualidad trascendente en el universo, 
                o en una mente inmaterial. 
 
                b) Por lo anterior, la razón tiene un carácter 
                evolucionario. Los animales 'inferiores' al hombre tienen 
                los mismos mecanismos, sólo que han evolucionado de otra 
                forma. Entre animales y hombres hay un continuum, no una 
                separación fundamental de otra clase. 
 
                c) La razón no es universal en el sentido trascendente; 
                no es parte de la estructura del universo. Es universal en la 
                medida en que es propia de todos los seres humanos, y lo que le 
                permite serlo es que emerge en todos de una base similar: el cuerpo, 
                y las posibilidades del cuerpo en el mundo. 
 
            d) La razón es mayormente inconsciente. 
 
            e) La razón no es literal, sino ampliamente inconsciente
            e imaginativa. 
 
            f) La razón no es desapasionada, sino comprometida emocionalmente. 
             
              Según afirman los 
                autores, estos 'descubrimientos de la ciencia cognitiva' llevan 
                a conclusiones filosóficas muy importantes, como "eliminar 
                el dualismo cartesiano, eliminar la idea de razón trascendental 
                kantiana, así 
                como su noción de persona radicalmente libre en lo moral", 
                afirmar que "la persona fenomenológica, que puede 
                descubrir la verdad acerca de la mente y la naturaleza por pura 
                observación es una ficción", 
                "no existe significado literal, ni verdad como correspondencia", 
                ni existe "mente computacional" que opere por 
                manejo de símbolos abstractos, ni la variante cartesiana 
                de ésto que es "la mente chomskiana".(16) 
            Aunque se compartan
            prácticamente en su totalidad esas conclusiones, es difícil
            evitar observar, ya al inicio, que prácticamente ninguno
            de esos 'descubrimientos' no fue señalado ya antes por
            alguna forma de filosofía no cognitiva. En todos los casos,
            se trata de argumentos que tienen una u otra forma de expresión
            en la filosofía como tal(17), y es la filosofía
            la que ha fijado -incluso al oponerse a esas conclusiones- desde
            épocas a veces muy antiguas esta agenda temática.
            En el mejor de los casos, entonces, se trataría de una
            convergencia actual de la ciencia cognitiva hacia algunas intuiciones
            previas de los filósofos. Una convergencia interesante,
            de todos modos, y que proveería de una nueva posibilidad
            de diálogo entre la ciencia de la mente y el pensamiento
            filosófico. 
             
            4. El inconsciente
            cognitivo, una nueva teoría de la 'mano oculta' 
             
            ¿Dónde
            pretende obtener la metáfora cognitiva este poder de juicio
            sobre la filosofía? Creo que el punto fundamental en toda
            esa estrategia es la noción, integradora de lo biológico
            y lo filosófico, pero convenientemente ubicada fuera de
            la discusión filosófica(18) y dentro del ámbito
            empírico, de 'inconsciente cognitivo'. 
                La estrategia es conocida, y tiene antecedentes ilustres, rastreables 
                en el pensamiento de Nietzsche, 
                Marx o Freud. 
                Participa así, algo anacrónicamente, del talante 
                filosófico de lo que Paul Ricoeur había denominado 
                hermenéutica de la 
                sospecha(19).  
 
            ¿Cómo se presenta ésta nueva versión?
            'Vivir es una empresa filosófica', dicen los autores,
            en el sentido de que para vivir empleamos una ingente cantidad
            de presupuestos y categorías que aceptamos sin más,
            y que ni siquiera conocemos conscientemente. Estos presupuestos
            y categorizaciones son una verdadera 'metafísica subyacente',
            y en ese sentido 'todos somos metafísicos'. Esa metafísica
            nos dice quiénes somos, como actuar, qué existe
            y qué no, etc.  
 
            Para desarrollar hasta la más sencilla tarea cognitiva
            -se entiende por cognitivo todo lo que llamamos 'mental' en el
            sentido más amplio, incluyendo operaciones cognitivas
            de toda clase: lingüísticas, perceptuales, motrices,
            conceptuales o racionales- existe una gran cantidad de operaciones
            automáticas involucradas, así como una gran cantidad
            de conocimientos implícitos. Esos dos factores, involucrados
            en el conocer y el pensar, son inaccesibles a la conciencia.
            No inaccesibles en el sentido freudiano de reprimidos, esto es,
            de accesibles en base a alguna terapéutica adecuada, sino
            de directamente inaccesibles bajo ninguna forma directa a la
            conciencia. 
            ¿Cómo
            orientarse, entonces, para conocer esa estructura 'inconsciente'?
            La estrategia de los autores es sustancialmente lingüística:
 
 
            Primariamente sobre la base de evidencia lingüística,
            nosotros hemos encontrado(20) que la mayor parte de nuestro
            sistema conceptual ordinario es metafórico en su naturaleza.
            Y hemos encontrado un modo de comenzar a identificar en detalle
            cuáles son exactamente las metáforas que estructuran
            cómo percibimos, cómo pensamos, y lo que somos.(21) 
            Este dato acerca del
            poder estructurador del sentido que es atribuido a las
            metáforas no es poco importante a la hora de orientarse
            en cuanto a las posteriores críticas a la filosofía
            que brotan de esta concepción, pues la orientación
            de Lakoff y Johnson al encarar los problemas filosóficos
            mantiene un punto de vista que plantea una problemática
            relación de causalidad entre los campos tradicionales
            de la semántica lingüística y la interpretación
            filosófica. Volvamos al examen de lo propuesto por nuestros
            autores. Todo lo anterior, acerca de una economía inconsciente
            en el pensar, no parece muy sorprendente, ni tapoco muy nuevo(22). Pero el rol que es asignado a esta
            dimensión no consciente de la actividad mental es importantísmo
            en esta teoría. Sin ese rol, la teoría misma caería
            en sus pretensiones de dar cuenta de todos los aspectos filosóficos
            e interpretativos de los que pretende dar cuenta. 
 
            Es a partir del examen de esa dimensión inconsciente que
            esta teoría reclamará el derecho de criticar el
            pensamiento filosófico, y de asignar a éste un
            valor diferente del que se le asignaría en un diálogo
            entre personas informadas sobre filosofía, y no sobre
            los supuestos sustentos ocultos de la mente y el cerebro. En
            todo caso, no cabe duda que el inconsciente cognitivo es la llave
            propuesta para leer filosofía como nunca antes se ha hecho,
            al proponer que hay una especie de clave oculta en cada texto: 
 
            La existencia misma del inconsciente cognitivo, un hecho fundamental
            para todas las concepciones de ciencia cognitiva, tiene importantes
            aplicaciones para la práctica de la filosofía.
            Significa que no podemos tener comprensión consciente
            de la mayoría de lo que ocurre en nuestras mentes. La
            idea de que la pura reflexión filosófica puede
            medir las profundidades de la comprensión humana es una
            ilusión. Los métodos tradicionales del análisis
            filosófico, incluso la instrospección fenomenológica,
            no pueden ni siquiera acercarse a permitirnos conocer nuestras
            mentes.(23) 
              Los autores reclaman para 
                este conocimiento cognitivo de la mente la legitimidad de contrastar 
                los resultados obtenidos, en su campo y con sus herramientas, 
                con los propios del lenguaje y actividad filosófica, y 
                subordinar los segundos a los primeros. El método es empírico. 
                Ese reino inconsciente es el objeto de estudio de la ciencia cognitiva, 
                y las investigaciones en él son las que proveen el conocimiento 
                de lo que 'realmente' significa la filosofía tradicional: 
                un "intento de refinar, extender, clarificar, y hacer 
                consistentes algunas metáforas comunes y teorías 
                populares (folk) compartidas dentro de una cultura"(24): 
            Nuestro sistema
            conceptual inconsciente funciona como una 'mano oculta' que da
            forma a cómo conceptualizamos todos los aspectos de nuestra
            experiencia. Esta mano oculta da forma a la metafísica
            que está construida en nuestro sistema conceptual ordinario.
            Ella crea las entidades que habitan el inconsciente cognitivo
            -entidades abstractas como amistades, regateos, errores, y mentiras-
            que empleamos en nuestro razonamiento inconsciente ordinario.
            Ellas formatean así cómo automática e inconscientemente
            comprendemos lo que experimentamos. Ellas constituyen nuestro
            sentido común irreflexivo.(25) 
              El inconsciente cognitivo 
                es la clave final de esta teoría porque todo lo que termina 
                resonando o 'haciendo sentido' en cualquier filosofía, 
                lo consigue debido a que la 'mano oculta' de la mente inconsciente 
                emplea metáforas para dar forma a nuestra metafísica 
                inconsciente. Luego, las metafísicas conscientes -la filosofía- 
                basadas sin saberlo en esa metafísica inconsciente, no 
                pueden sino hacer sentido por esa causa, sin que ello dé 
                ninguna garantía sobre su dimensión de 'verdad'. 
              Creo, para resumir, que 
                existen aquí dos dimensiones diferentes en la apelación 
                al mecanismo de 'inconsciente cognitivo'. Mientras que por un 
                lado, apoyados en los resultados empíricos, los autores 
                alegan que existe una actividad de vinculaciones entre dominios 
                que escapa al control de la mente consciente -lo cual es enunciado 
                en términos generales, y apoyado por documentada investigación 
                cognitiva, por el otro, se apoyan en esta evidencia cognitiva 
                para sacar conclusiones lingüístico-filosóficas 
                de los textos que consideran. Este segundo movimiento, el empleo 
                de estas tesis para justificar un poder sobre el texto -sobre 
                el sentido y las interpretaciones conflictivas de cualquier texto- resulta un reclamo hoy ya clásicamente 
                controversial. Es hoy vastamente aceptado que el sentido de cualquier 
                texto se juega en la historia de sus interpretaciones. Sin embargo, 
                este segundo movimiento implicaría asignar a la individual 
                interioridad 'psicológica' del autor una posición 
                causal sobre el destino de su texto, destino que cabría 
                descifrar como algo independiente de esa historicidad abierta 
                del sentido. El reclamo a apelar al 'verdadero sentido del autor, 
                aún a pesar de él' es un reclamo conocido. Sus orígenes 
                pueden rastrearse hacia los incios de la hermenéutica 
                moderna: 
              Fue el primer objetivo 
                de Schleiermacher "entender 
                al autor mejor de lo que éste se entendió a sí 
                mismo". Privilegiar al autor, sin embargo, no significa 
                acercar la personalidad sino, en cambio, focalizarse en el autor 
                como el originador del individual, y por tanto no inmediatamente 
                comprensible sentido de un discurso ajeno o extraño. "En 
                la medida en que no tenemos conocimiento directo", sostiene 
                Schleiermacher "de lo que había en la mente del 
                autor, debemos tratar de darnos cuenta de muchas cosas de las 
                que él puede haber estado inconsciente, excepto en la medida 
                en que reflexiona sobre su propio trabajo y se vuelve su propio 
                lector". Por lo 
                tanto, luchar por una mejor comprensión no implica que 
                el intérprete revelará el contenido objetivo del 
                discurso ajeno o extraño; en cambio, una mejor comprensión 
                implica traer a luz el uso de los signos por parte del autor, 
                un uso del que él no es nunca totalmente consciente cuando 
                produce sus textos. 
                En este respecto, la fórmula inicial de Schleiermacher 
                marca el punto de partida de la posterior hermenéutica 
                de la sospecha que ha guiado al psicoanálisis.(26) 
            Si bien Lakoff y Johnson
            no consideran nunca el problema del autor como tal, sino, por
            así decirlo, el de su cerebro -y el de las categorías
            metafóricas universales o al menos culturales que operan
            en él-, estos problemas de la vieja hermenéutica
            romántica vuelven a asomar. Más adelante los consideraremos
            en mayor profundidad. 
 
             
            Notas: 
            (1) El presente
            artículo es, con algunas modificaciones, el quinto capítulo
            de un libro en preparación acerca de algunos avatares
            de la teoría de la metáfora en el pensamiento occidental.
            Ese libro es fruto de una investigación en curso, cuya
            primera etapa se cumplió entre los meses de Marzo y Junio
            de 2002 gracias a una invitación del French and Italian
            Department de la Universidad de Stanford, California, y que contó
            con el apoyo financiero del Centro Regional de Profesores del
            Sur. El autor agradece a Lisa Block de Behar en Montevideo, y
            a Hans Ulrich Gumbrecht, en Stanford, por su consejo y orientación
            en relación con ese trabajo -librándolos, por cierto,
            de cualquier responsabilidad respecto a los errores e insuficiencias
            que lo que aquí se publica con seguridad presenta-. 
 
            (2) En la medida en que Aristóteles, a la vez, ubica a
            la metáfora entre un conjunto de recursos de innovación
            o cambio lingüístico (Poética, 1457b, 1-10;
            Retórica, 1404b, 7 ss. etc.); e insiste al mismo tiempo
            en la capacidad de lo metafórico para servir de instrumento
            a una potencialidad estrictamente interna e intransferible del
            pensamiento: percibir --y manifestar-- la analogia y la semejanza
            (Poética 1459ª, 5-8; Retórica 1405ª,
            9) 
 
            (3) Existen diversas lecturas -y, probablemente, diversos cursos
            de pensamiento con posible desarrollo-- dentro mismo de La Mythologie
            Blanche. Ricoeur ha leido -y discutido-ese texto como un ejemplo
            de deconstrucción de la filosofía (al menos, de
            la ontología) como tal, por la vía de la sospecha
            metafórica. Derrida, en su respuesta a Ricoeur (Derrida,
            1978), dice, sin embargo, coincidir explícitamente con
            algunas de las posturas de Ricoeur, reclama para si el haberlas
            expuesto antes, y alega -no sin cierto humor-- que no se le puede
            acusar a él de querer demoler el corpus de la metafísica
            occidental, cuando él jamás ha creido que tal cosa
            existiese. En todo caso, será difícil que vuelva
            a escribirse un texto sobre todos los aspectos decisivos de la
            metáfora filosófica tan abarcador y brillante --aún
            si se le reconoce ambigüedad--, como La Mythologie Blanche. 
            (4) La inserción
            de estas nociones de 'materialidad' y de 'presencia' aquí
            deben mucho a Hans Ulrich Gumbrecht. Ver nota IX. 
            (5) Entiendo
            aquí mímesis como la capacidad humana, natural
            e innata, de crear de modo análogo al modo de crear de
            la naturaleza (cf. Halliwell, 1986), y no como la capacidad técnica
            de copiar con más o menos exactitud determinados productos
            de la naturaleza. De asociarse la metáfora con la primera
            acepción se contribuiria mucho a desdramatizar la cuestión
            metafórica, incluyéndola como variante de mímesis,
            y considerandola, desde el arranque mismo, como una capacidad
            humana tan natural como respirar. 
            (6) Ese es el
            tema general del libro al cual este capítulo pertenece.
            Creo que si se reconoce esa distancia, esto es, la diferencia
            específica entre "experiencia vivida" o "vivencia"
            (la Erlebnis de la tradición hermenéutica) --que
            tiene una forma interna no estrictamente lingüística-,
            y lenguaje, se apreciará el espacio en el cual la metáfora
            puede legítimamente (más aún: necesariamente)
            constituirse, y ser un recurso insustituible en la comunicación
            y pensamiento de todo tipo. En la distancia entre los contenidos
            'privados' de la Erlebnis y los significados públicos
            intercambiables de los términos establecidos en una lengua,
            en un hábito lingüístico, es donde tiene lugar
            el traslado que la metáfora, en nuestra lectura del problema,
            es. Esa distancia, el valor y los significados que lo metafórico
            abre, y el hecho mismo de considerar metafórico o no a
            un enunciado, dependen, todos ellos, de las formas, hábitos
            y expectativas 'propias' (usuales) del mundo/lenguaje en el cual
            esa distancia se abre. 
            (7) Derrida,
            J. (1971). Puede agregarse también el artículo
            'Le retrait de la metáphore', en que Derrida contesta
            a Ricoeur, de 1978. 
            (8) Aunque los
            8 estudios de La métaphore vive fueron publicados completos
            por vez primera en 1975, el trabajo tiene su origen en una serie
            de conferencias dictadas por Ricoeur en la Universidad de Toronto
            en el otoño de 1971, por lo que el planteamiento fundamental
            del problema en la tradición continental aparece precisamente
            en ese año, y las visiones enfrentadas de Ricoeur y Derrida
            lo hacen con simultaneidad. La métaphore vive no es pues
            propiamente una 'respuesta' a Derrida, sino un planteamiento
            a veces simétrico, a veces coincidente, y contemporáneo,
            que también se ocupa de los problemas de límites
            entre el espacio metafórico y el espacio filosófico. 
 
            (9) Esta línea de desarrollo de una crítica a la
            hegemonía 'espiritualizante' propia de ciertas orientaciones
            contemporáneas de la hermenéutica en el campo de
            las Humanidades está siendo propuesta, desde hace años,
            por Hans Ulrich Gumbrecht. Sobre los últimos desarrollos
            de esta crítica, cf. por ejemplo Gumbrecht, 2002. Cap
            II: "Pues tanto nuestros lenguajes cotidianos como lo que
            llamamos, a veces pretenciosamente, los 'métodos' de las
            Humanidades, implican que es algo incondicionalmente bueno ir
            "más allá" de lo que es puramente "material."
            También se puede consultar Gumbrecht (1992; 1994; 2001,
            en este caso especialmente Il campo non-ermeneutico, pp. 123
            137) 
            (10) Afirmación
            que tiene siglos de haber sido efectuada por vez primera. Más
            adelante nos detendremos en algunos de los reclamos de originalidad
            de la teoría de la metáfora de la lingüística
            cognitiva. 
            (11) A lo largo
            de este trabajo empleo el término 'metáfora' en
            sentido general, para designar con él a un conjunto de
            fenómenos de traslado, entre los cuales el más
            importante entre los no nombrados es la metonimia. Se continua
            así una antigua tradición 'sinecdóquica'
            que nombra a todos los tropos por uno de ellos, inaugurada por
            el mismo Aristóteles en su definición de la metáfora,
            para la cual pone algunos ejemplos que son, justamente, sinécdoques
            -o metonimias-. En el campo de la teoría cognitiva de
            la metáfora existe un capítulo en importante desarrollo
            que se ocupa específicamente de la metonimia. Para una
            visión actualizada de este conjunto, véanse Barcelona
            (ed.) (2000); Panther y Radden (eds.) (1999) y Goossens [et al.]
            (1995). Como ejemplo de trabajos de aplicación de lo metonimico
            al análisis literario, en una perspectiva no cognitiva
            son interesantes: Nalbantian (1950); Dâevâenyi (1963),
            y Hedley (1988). 
            (12) Lakoff y
            Johnson, 1999: 3. 
            (13) Salvo indicación
            en contrario, todas las traducciones son responsabilidad del
            autor. 
            (14) Sigo aquí,
            libremente, el resumen que los propios autores hacen en el primer
            capítulo del libro citado. He omitido las referencias
            específicas para facilitar la lectura. 
            (15) El llamado
            paradigma 'conexionista' aparece con fuerza dentro del campo
            de las ciencias de la mente alrededor de fines de la década
            de los '70, en confrontación con la anterior orientación,
            que consideraba al cerebro como un dispositivo cibernético
            capaz de manipular símbolos formales. Cf. sobre esto Varela
            (1992); Varela, Thompson y Rosch (1991). 
            (16) Lakoff y
            Johnson, 1999: 4. 
            (17) Cf. la afirmación
            de Sowa (1999): "El rasgo más irritante de este libro
            es el repetido reclamo de estar presentando una novedad, ya sea
            para los autores mismos o para sus colegas". (The most irritating
            feature of the book is the authors' repeated claims of novelty,
            either for themselves or for their colleagues) En la reseña
            de John F. Sowa sobre Philosophy in the Flesh, publicada en http://users.bestweb.net/~sowa/direct/lakoff.htm) 
            (18) John Searle
            advierte este punto al poner como objetivo de ataque filosófico
            la interpretación que de este 'inconsciente cognitivo'
            hacen los cognitivistas como Lakoff. Ver Searle (1995). 
            (19) Ricoeur,
            1970. 
            (20) En este
            punto, una vez más, resulta preciso poner entre grandes
            paréntesis cualquier lectura de 'encontrado' que implique
            un reclamo de descubrimiento original por parte de estos autores.
            En 1744, en la tercera edición de sus Principi di Scienza
            Nuova, Libro Secondo, apartado dedicado a los COROLLARI D'INTORNO
            A' TROPI, MOSTRI E TRASFORMAZIONI POETICHE, Giambattista Vico
            dice: Quello è degno d'osservazione: che 'n tutte le lingue
            la maggior parte dell'espressioni d'intorno a cose inanimate
            sono fatte con trasporti del corpo umano e delle sue parti e
            degli umani sensi e dell'umane passioni. Come «capo»,
            per cima o principio; «fronte», «spalle»,
            avanti e dietro; «occhi» delle viti e quelli che
            si dicono «lumi» ingredienti delle case; «bocca»,
            ogni apertura; «labro», orlo di vaso o d'altro; «dente»
            d'aratro, di rastello, di serra, di pettine; «barbe»,
            le radici; «lingua» di mare; «fauce»
            o foce di fiumi o monti; «collo» di terra; «braccio»
            di fiume; (...) etc. Después de multiplicar ejemplos de
            metáforas en el lenguaje cotidiano, Vico concluye que
            la mayor parte de cualquier lenguaje está hecho de metáforas,
            y que estas resultan por ello naturales a la génesis de
            todo pensar. Esto se convertirá en un tópico en
            la posterior concepción romántica del lenguaje. 
            (21) Lakoff y
            Johnson, 1999: 4. 
            (22) Además
            de lo ya mencionado en Vico (ver nota anterior), el siempre citado
            texto del joven Nietzsche Sobre Verdad y Mentira en Sentido extramoral,
            de 1873, organiza con elocuencia el rol de lo metafórico
            en la estructuración del pensar y saca conclusiones relativistas
            que a menudo se han repetido. Este antecedente genealógico
            de Nietzsche no es elaborado o integrado explícitamente
            por Lakoff y Johnson. 
            (23) Lakoff y
            Johnson, 1999: 12. Énfasis agregado. 
            (24) Op. Cit.,
            341. 
            (25) Op. cit.,
            13. 
            (26) Iser, 2000:
            46. 
             
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            * Publicado originalmente en Hermes Criollo
          
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