Estamos entrando a una nueva era
Y nada será igual en la tormenta
(escrito
mientras esa tormenta
soplaba)
(post
post moderno)
"Twenty-six fragments"
George Oppen
1.
Del Rehacinamiento al Pusmodernismo
La
primera estrategia para superar el posmodernismo es comprender
para qué fue instaurado. El posmodernismo fue instaurado
para que la hegemonía de Estados Unidos se hiciera
pasar como una cultura neutra, post-nacional. El posmodernismo
es un juego de praxis y teorías para justificar la fragmentación
de las culturas, su remix, "hibridación",
describir lo más apolíticamente un mundo caracterizado
por la pérdida de las totalidades. El posmodernismo es
el party de la re-partición.
El posmodernismo fue instaurado para sedimentar versiones operativas
que conformasen la solidez imposible del proyecto de una cultura
global,
una cultura imposible,
una post-cultura que en la
contradicción misma de su constitución -cultura adviene en
el contexto necesario de una territorialidad, de un concepto
portentoso de tierra- declarase superadas la identidad colectiva
y la coherencia eidética. El posmodernismo, como práctica
combinatoria y como discurso histórico, advino para justificar
y promocionar una pseudo-última ilusión. ¡El
Fin de la Identidad!
En Critique e clinique, Deleuze escribió que "América
une fragmentos". Esta es la lógica de su literatura, de Stein
a Burroughs, de Whitman a la Language Poetry, América
une fragmentos, América no puede operar si no es en una
situación de fragmentación. América des-todifica.
Rompe todo, a través de sus productos, sus apropiaciones,
sus guerras. (Estados
Unidos
destruye para ganarse el derecho exclusivo del Rebuilding). El posmodernismo
es la estrategia -traducida al discurso cultural- del "dominio"
mundial de Estados Unidos.
El posmodernismo aparece como una serie de nociones que giran
en torno a la fragmentación de las culturas. Por "fragmentación"
comprendo aquí la situación en que como resultado
del colonialismo occidental, las sociedades capitalistas y las
"colonias" mismas comenzaron a vivir en un sentido
cada vez más fragmentado o parcial de su identidad cultural,
al verse inundado el mercado o las prácticas culturales
(desde la
cocina hasta el arte) de los fragmentos culturales
importados o sobrevivientes en lo interno. Esta experiencia,
por supuesto, no es exclusiva de la modernidad. El proceso
mismo del origen de la civilización ya implica esta co-participación
y co-partición de culturas y su experiencia parcializada
y transacción. Desgranados de los sentidos centrípetas
de nuestras propias culturas, nuestros pueblos están siendo
obligados a ser replicantes, descontextualizadores y deconstructores,
pepenadores de los restos de nosotros mismos entre los escombros
tempranos del ocaso seguro del capitalismo canino.
Al edificio adviene pronto el colapso porque el edificio es viejo.
La
caída de las Torres Gemelas fue apenas el primer par de
balas. El edificio fue alzándose desde el otoño
de la Edad Media. El posmodernismo es tan sólo una de
las fases finales, quizá la penúltima, del sistema
hegemónico mundialmente implantado desde hace cinco siglos.
Encontronazos de culturas como la "Nueva España"
ya fueron situaciones claras de espacio-tiempos donde la experiencia
cultural es siempre un evento parcial, una praxis de existencia
a partir de la fragmentación de diversas culturas. La
colonia mexicana es probablemente la primera experiencia de globalización y posmodernizaje
vivido tan dramáticamente en el planeta.
El
esfuerzo que realizamos por reunir los fragmentos que nos llegan
sin interrupción de todos los rincones del globo se ha
convertido en un ejercicio planetario que, de hecho, intensifica
unas prácticas inauguradas en el México del Renacimiento.(1)
Habría
que comprender el "Renacimiento" como un auto-engaño
hacia la fabricación de la fantasía de un Occidente
unitario y grandioso gracias a sí mismo. Si el discurso
canónico sobre la existencia de un "Renacimiento"
predica una vuelta de Occidente a sus orígenes grecolatinos
como explicación de su esplendor cultural, se puede comprender
el discurso sobre un "Renacimiento" y entrada en la
modernidad como la mitificación del colonialismo europeo
y el saqueo y fragmentación cultural de Oriente y América
que hizo posible tal "esplendor". El "Renacimiento"
fue inventado para mitigar el miedo de la irrupción
(fragmentaria)
de
otras culturas (orientales
y americanas) en
el panorama europeo. Construir la ilusión de la certeza
de que su esplendor se debía a ellos mismos, a sus altos
valores espirituales y no a su rapaz imperialismo y a la sensación
de que ellos mismos también estaban fragmentándose.
Los 'más altos valores' europeos no son más que
una serie de mentiras cuya finalidad es ocultar el funcionamiento
real de sus Estados.
No solamente el "colonizado" tuvo terror. También
(como ahora
los norteamericanos) sufrieron
terror los "colonizadores".
Para mitigar este dolor, para negarlo, inventaron la tesis de
su redescubierta "grandeza" cultural -que sus apologetas
buscan probar a través de su filosofía (ahora caída) y su arte
(ahora percibido
como muerto, inservible)-. Una "grandeza" cultural
que sabemos que se debió mayoritariamente a su apropiación
de técnicas, materiales, mercancías y riqueza extraída
de las colonias.
El Renacimiento no se debió a que Occidente volvió
a su origen grecolatino. Eso es una fabulación hegemónica
sustentada por las fantasías de Michelet, Burckhardt y
otros discursos pusilánimes, las idioteces de la mente
europea engreída. "Europa" como autoconciencia
de unidad nace, en buena medida, como protección psicopolítica
a la influencia oriental y la inquietante presencia de los fantasmas de otras culturas
sirviendo de modelo, contrapeso o ruina dentro de las culturas
occidentales "modernas".
Europa
empezó a definirse comprando y emulando la opulencia y
la sofisticación cultural de las ciudades, comerciantes,
eruditos e imperios de los otomanos, los persas y los mamelucos
egipcios
No es casualidad que el período que presenció
la invención del término ["Renacimiento"] fuera también
el momento en que Europa afirmaba su dominio imperial sobre el
mundo con mayor agresividad
los intercambios en los mercados
y bazares orientales fueron responsables en gran medida del surgimiento
de un mundo móvil y global que va más allá
de los límites intelectuales y geográficos del
mito del Renacimiento europeo.(2)
El
"Renacimiento" como fenómeno de enriquecimiento
y florecimiento cultural tuvo como una de sus verdaderas causas
históricas el saqueo y la influencia mercantil de Oriente.
La Modernidad se inventa cuando la experiencia de la cultura
"baja" y "alta" en la actual Europa se disgrega
aún más y la amenaza de su autonomía se
vuelve el sueño delirante de su Unidad y su destino redescubierto,
llamando a posteriori "Renacimiento" lo que, en la
realidad histórica, fue la prosecución de la fragmentación
de las culturas, la globalización de sus pedazos
cada vez más alejados de sus referentes.
La modernidad está basada en un engaño, un periodo
fantasma. Y termina con otro: el posmodernismo, una ironía
contra lo moderno, una ironía, sin embargo, incapaz de
abandonar las premisas modernas. Definamos pues a la "Modernidad"
-navegando en el mito estomacal de su unidad- como el proyecto
contradictorio de construir un repertorio variopinto de macrorrelatos
a la vez que como la experiencia de creciente fragmentación
de las culturas. Modernidad: construcción de totalidades
discursivas (teleologías) y desmembramiento
de las culturas de los otros (discontextualización).
Lo que históricamente se denomina posmodernismo corresponde
a:
1)
el 'final' de los proyectos estéticos de revolución,
las llamadas "vanguardias", el
supuesto alcance de una fase de decadencia de su espíritu
y significado inicial;
2)
la inauguración de la sociedad de consumo -cuyo modelo
general es el estadounidense- a partir de los años cincuenta;
3)
la caída de la hegemonía europea sobre "Occidente"
y el paso del liderazgo hacia Estados Unidos de América;
4)
la 'caída' de los macrorrelatos de liberación y/o
las filosofías de la Historia;
5)
la caída del comunismo y, por ende, la distensión
de la Guerra Fría, otrora ridículamente denominado
Fin de la Historia según el reaganómico karaoke
de don Fukuyama.
Entre/desde/a
partir de estas caracteriologías que se superponen o incluso
se contradicen, una serie (en
sí también contradictoria) de discursos y prácticas
comenzaron a hablar en la segunda mitad del siglo XX de la entrada
del mundo en una "época", "edad",
"periodo" o "fase" post-moderna.
La aparición de la(s) ideología(s) posmodernistas
albergan, sin embargo, los rasgos centrales de la Modernidad
que dicen sustituir. La idea de un estado "post", digamos,
sigue formando parte de la confianza (moderna) en un tiempo lineal.
De una periodización de la historia que se fortalece,
precisamente, en relación con el "Renacimiento":
el nacimiento de la modernidad como una superación (hegeliana) de la obscuridad
medieval, de la misma manera que el posmodernismo se asume como
una superación (post-hegeliana)
de
la modernidad.
El
tiempo lineal, evolutivo, de la modernidad es la misma premisa
sobre la que se funda la posibilidad teorética y el ánimo
discursivo del postmodernismo (casi
siempre un pastiche del lenguaje vanguardista). El posmodernismo no es más
que una máscara que la Modernidad porta para esconderse
de sí misma. La era moderna se ha metido debajo de las
sábanas porque sabe que viene algo terrible. A veces,
sonámbula, se levanta
y, ensabanada, deambula por el mundo, topándose con espejos que apenas
avizora, confundida, la era moderna, se asusta de su propio reflejo,
no queriendo reconocer en su letargo que ella misma es el fantasma.
Notas:
(1) El pensamiento mestizo
(1999), Serge Gruzinski, Paidós, Barcelon/Buenos Aires/México,
2000, p. 90.
(2) Jerry Brotton, El bazaar
del Renacimiento. Sobre la influencia de Oriente en la cultura
occidental (2002), Paidós, Barcelona, 2003, pp. 17,
45 y 208.
* Publicado
originalmente en la revista Replicante, Nª 3, Mayo
2005.
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