Según Roger Shattuck (Conocimiento
prohibido),
habría que clasificar los libros del Marqués
de Sade con la siguiente etiqueta: "(...) veneno
potencial, contaminante para nuestro entorno moral e intelectual."
Shattuck emplea la imagen ecológica
porque antes había explicado que el Divino marqués
fue un producto de su época, que tuvo determinadas bondades
cuyos subproductos no fueron tan beneficiosos; del mismo modo,
la industria moderna nos provee de ciertas ventajas pero con
los conocidos efectos secundarios de deterioro del ambiente.
No es casual que este retorno a la defensa de la censura aparezca
al mismo tiempo que Internet,
el nuevo medio de comunicación que favorece la escritura
y la lectura.
Jamás tanta gente escribió y leyó tanto
como en esta época; y buena proporción de esa escritura
y esa lectura ocurre a través
de Internet.
Por otra parte, la libertad de esta red mundial es un tema de
discusión permanente. En primer lugar, están quienes
niegan que exista tal libertad. La paranoia característica
de esta época hace creer a muchos que ojos siniestros
observan cada movimiento de cada uno de los usuarios de Internet
para obtener información; también hay quienes aducen
que si Alguien no está de acuerdo con los contenidos de
una página web, la puede hacer desaparecer.
Luego hay una buena cantidad de personas que creen que sí
hay libertad en Internet,
y que eso es justamente lo que está mal. De inmediato
comienzan a hablar de la pornografía
y de los nazis, de los terroristas que enseñan a fabricar
bombas y del comercio de drogas, todo ello por Internet.
Una suma de males a los que hay que sumar los problemas de salud
provocados por el exceso de tiempo pasado frente a la pantalla,
la adicción a los chats, a los juegos y a la realidad
virtual.
Roger Shattuck saca a relucir los viejos temores de una forma
ambigua, amparado por un discurso
académico. Los libros del Marqués de Sade,
antes que cualquier otra cosa, son aburridos; pero si no lo fueran,
es decir, si las prístinas mentes jóvenes se sintieran
irresistiblemente atraídas hacia ellos, otorgarles el
poder de "contaminar el entorno moral e intelectual",
como dice Shattuck, es una concesión temeraria.
Porque entonces, o bien estamos ante un genio excepcional (el Divino Marqués) capaz de influir en la mente
de las personas en una medida extrema, o bien esa capacidad la
tienen muchos otros autores. Si es este el caso, proponer un
demonio no hace otra
cosa que mantener implícita la idea de un dios bueno.
¿Cuál es el texto que Shattuck opondría
a la obra de Sade, su libro bueno?
A juzgar por la evolución de la humanidad, desde los tiempos
en los que las personas se mataban a pedradas, hasta ahora, cuando
las personas se matan con misiles dirigidos por redes de satélites,
las ideas que han trasmitido los libros buenos no tuvieron demasiada
influencia.
Decretar que la escritura
es potencialmente peligrosa para la moral y el intelecto, y sobre
todo hacerlo desde la autoridad (un
poco decaída, es cierto)
académica, favorece los discursos más toscos pero
decisivos de los censores. El acceso irrestricto de grandes masas
al conocimiento, a los bienes culturales, al intercambio entre
las personas sin importar las distancias, es la promesa de Internet.
Esto significa educación, formal y no formal, aumento
de la información, mayor conciencia de la realidad del
mundo en que vivimos, posibilidades de expresión jamás
antes imaginadas. Pocas veces en la historia los intelectuales
han defendido la censura, como tiende a hacerlo Shattuck. Se
trata de la expresión un miedo
natural: la difusión del conocimiento a través
de Internet significa deslocalización, y por lo tanto,
pérdida de poder, que, como se sabe, requiere centralización.
Y la deslocalización es el terror de los académicos
(salvo cuando se trata de
congresos).
* Publicado
originalmente en Insomnia
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