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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 





DINERO - GARANTÍA GENÉTICA -

Usted es su dinero*

Guía del Mundo
Existen diseños de cajeros electrónicos, que se irán imponiendo en las primeras décadas de este siglo XXI, por los cuales ya ni siquiera las rúbricas o códigos personales serán necesarias. Estos modelos, gracias a una cámara, reconocen al individuo por el iris de su ojo

En tiempos de la guerra de Troya, casi no existía la moneda y los bueyes eran la medida de valor: un trípode podía valer entre diez y doce bueyes, el conjunto de armas y armadura entre nueve y cien, un esclavo entre diez y veinte. Posteriormente, las monedas se impusieron, imponiendo la brillantez de los metales preciosos, consistiendo la riqueza en amontonar metales en vasijas y sacos.

Durante la Edad Media, el temor a los bandidos, impuso una nueva forma de cambio. Los comerciantes y otros viajeros entregaban sus joyas y monedas a un cambista, que les extendía un papel
(un billete) certificando que con él dejaba el viajante tales o cuales riquezas. Éste fue el nacimiento del cheque y el origen de los bancos que hemos conocido hasta hoy.

Para finales del siglo XVIII, el planeta, alcanzado por los distintos imperios europeos, terminó aceptando el papel moneda y las notas bancarias. Esto implicó un cambio radical en las transacciones, ya que el monto de dinero en uso ya no consistió en cantidades de oro y plata sino en dinero fiduciario -promesas de pago por cantidades especificadas de plata y oro. Estos compromisos de pago fueron en inicio librados por individuos y compañías como notas bancarias o como entradas de libro transferibles que habrían de ser llamadas depósitos. Del papel moneda fiduciario, que prometía pagar oro y plata sólo hubo un mínimo paso para llegar al papel moneda (respaldado por el soberano y luego por el estado) especificando un valor determinado de francos, reales, dólares, yens o pesos, que tenían valor por sí mismos y no como "promesas". Si bien fue en China que, siglos antes se librara por primera vez papel moneda, lo cierto es que la imposición del mismo, en la forma en que lo conocemos, tuvo lugar a partir de una impresión masiva realizada en la Francia posrevolucionaria, entre 1789 y 1796.


La riqueza en el iris del ojo

Siguiendo este itinerario, y conjugándolo con lo que ocurriera durante las últimas décadas del siglo XX se puede observar una progresiva pérdida de la "materialidad" de la moneda. De bueyes o monedas contantes y sonantes, que hacían sentir su peso, brillo, espesor, dureza, etc. se ha ido pasando a una relación cada vez más mediada. Más aún, se puede afirmar que, desde que a fines de los años 1950 se libraran las primeras tarjetas de crédito -un pedacito de plástico que permitía al viajero pagar sus cuentas de hotel o restorán-, pasando por los cajeros automáticos y los bancos electrónicos que reciben depósitos y libran reembolsos a través de Internet se ha experimentando una imparable desmaterialización del dinero.

Ya existen diseños de cajeros electrónicos, que se irán imponiendo en las primeras décadas de este siglo XXI, por los cuales ya ni siquiera las rúbricas o códigos personales serán necesarias. Estos modelos, gracias a una cámara, reconocen al individuo por el iris de su ojo.


Cada uno es su dinero

Por supuesto, si bien los expertos en abrir cajas fuertes y en falsificar firmas han visto desaparecer en gran medida sus fuentes de ingresos, esta volatilización de los capitales, ha facilitado aún más el fraude fiscal y el blanqueo de riquezas proveniente de tráficos ilícitos. Por otra parte, se puede apreciar cómo el cambio económico global está cada vez más imbricado en las nuevas tecnologías, ya que el modelo de riqueza basado en la producción (es decir, necesitado de un respaldo material) ha dejado lugar al basado en la mera especulación. Son flujos electrónicos de capital que se desplazan a la velocidad del sonido, irrumpiendo en las bolsas de todo el mundo, acarreando guarismos virtuales que han olvidado en el trayecto su respaldo material.

Al mismo tiempo, es dable observar que, cuanto más impalpable es el respaldo del dinero, más corporal se vuelve la garantía. En efecto, si hasta el siglo XX se requería del usuario una operación, como la de generar y establecer una firma, o luego generar y memorizar un código que se adecuara a sus necesidades personales, este nuevo siglo impondrá una garantía básicamente genética. La impronta del individuo, y por lo tanto del propietario del dinero, está, como las huellas digitales, marcada de nacimiento. Y en este sentido, se puede afirmar que estos sistemas monetarios afianzarán cada vez más el concepto de que cada persona es su dinero.
 

*Publicado en la Guía del Mundo.

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