Partiendo de algunas manifestaciones artísticas contemporáneas
(vinculadas
a la obra de Natacha
Merritt
y Annie Sprinkle)
y de algunos enfoques provenientes de la teoría posmoderna
(en particular,
la teoría de la simulación de Jean Baudrillard) me gustaría problematizar
la noción de pornografía en los performances
de Rocío Boliver, más conocida como la "Congelada
de Uva". En uno de sus célebres performances, que
le dio, en un juego de contigüidades, su nombre artístico,
Rocío Boliver se masturbó con una congelada de uva
(pornograma
con sabor local).
El gesto de optar por dicha bebida refrescante en sugerente envase
fálico en lugar de una pluma o un pincel y por su vagina
en lugar de una hoja de papel o una tela, ha convertido a Boliver
en una de las pornógrafas más interesantes y sugerentes
del arte actual mexicano.
La pornografía convertida en arte
o el arte convertido en pornografía, en este juego de reversibilidad
la pornografía se excede a sí
misma, quizás ahí radique parte de la enorme fascinación
que despierta nuestra entrañable "Congelada de Uva",
obscenidad a la mexicana: pornogramas que
Rocío Boliver escribe sobre su cuerpo, convirtiendo su
sexualidad en objeto de una experimentación estética
o, más bien, transestética. En un despliege de lo
privado en lo público, su cuerpo se transforma en una superficie
de inscripción, zonas erógenas cartografiadas, recorridas
y penetradas por una infinidad de objetos. La fusión de
la escritura y el cuerpo está atravesada
por una serie de signos más o menos fálicos, los
pornogramas de Boliver son, en buena medida, falogramas, fetiches
que sustituyen el pene, pareciera que la referencia, más
o menos espectral, a lo masculino no es más
que el suplemento para el despliegue de un erotismo femenino avasallante (la
vagina dentada exhibida al mejor estilo de los side show freaks).
En los performances de Boliver hay algo de freak, weird
o guarro (yo
preferiría el término bizarro), por ejemplo, Roberto Andrade,
ubica uno de los performances de la Congelada de Uva en el quinto
lugar de su lista de "Los 15 performances más guarros
de la historia":
5 Otra vez
la Congelada de Uva [ya había aparecido el doceavo y octavo
puesto]. En un evento de fuga.com realizado en el Museo de la
Ciudad de México, la Conge se amarró las piernas
tras la nuca y empezó a comer rollitos de sushi que traía
en el culo. Eso sí, sin abandonar
el ritual de los palitos chinos y la salsa de soya, la cual traía
en medio de las tetas.(1)
Como verán, es dificil trazar un límite entre la sexualidad
exacerbada y por momentos infantil, el exhibicionismo histérico
y las sofisticadas guarradas de la Conge y la esfera de lo que
podríamos llamar arte (performance, body art, abject art o algo parecido), la propia Boliver
hace gala de su exquisita ironía cuando comenta
lo siguiente: "En este momento histórico y en el
lugar en que me tocó nacer es mejor ser considerada artista que puta. Esto
ha dignificado mi consuetudinario gusto por enseñar mi
pepa, mis nalgas y mis chichis y gracias a ello,
mi familia, las mamás
de los amiguitos de mi hijo de 11 años, las empresas que me han dado
trabajo, y público en general me aceptan y hasta me felicitan."
Como Warhol, Boliver quiere convertirse en una máquina, aunque no una
machine célibataire, sino todo lo contrario, una
máquina hiper-sexual, algo
parecido a la "máquina de follar" de Bukowsky,
o al "supermacho" de Jarry
en su versión femenina (quizás
deba decir feminista),
¿será posible pensar en la Congelada de Uva como
la "superfeminista" del nuevo milenio (una heroína post-porno-modernista,
al estilo de Annie Sprinkle) o como la "superhembra" todavía
anclada en la imaginación pornográfica de nuestro
pasado porno-moderno?
Quizás antes de responder esta pregunta sea necesario dar
algunos rodeos que nos conducirán a otras prácticas
artísticas que también han producido cierto "emborronamiento"
de la línea que demarca la escena y la separa de lo obsceno, estas prácticas
problematizan la propia noción de marco (parergon) entendido como el margen que podría
separar el espacio del arte de su afuera, de
su exterioridad(2). Desde hace unos
cuantos años algunos artistas han intentado ubicarse en este
espacio del límite revirtiendo las oposición estructural
arte/no arte, escenificando la obscenidad, han intentado
representar la exterioridad de lo irrepresentable, un gesto transestético
donde la noción de obscenidad parece acercarse a la de
lo sublime, ambas nociones aluden al intento de representar lo
irrepresentable, escenificar lo que está fuera de escena
(lo obsceno), disolver el límite,
como dirá Linda Kauffman, entre el onstage y el
offstage(3).
Desde esta escenificación de lo obsceno, podríamos
trazar líneas de continuidad con las reflexiones vertidas
en "En cueros me verás", un texto bastante reciente
de Rocío Boliver, publicado en la revista Generación
en el 2001, que puede leerse como un Manifiesto del encueramiento,
una especie de apuesta por una estética del desocultamiento,
de una desnudez que no tiene nada
que ver con el desnudo clásico, sino más bien, con
cierta debilidad de la carne (en el mejor sentido de la palabra), más allá de cualquier
coartada teórica:
"No tengo ni puta idea
qué es eso de pudor, recato o inhibición.
A mí me requetencanta estar encuerada y ¡qué
coños!
Y para coños el mío, que le encanta aparecer en
primer plano a la mínima provocación o sin provocación,
pues ni falta que hace.
Enseño mi cola a quiénes quieran y a los que no,
se chingan porque también ven, si ya los caché.
Si sí quieren varios. Las varias, pocas, se apenan o más
seguro, se emputan.
Yo feliz vivo ensartada en mi lema: "DEJA TE ENSEÑO"(4)
"Ensartada
en mi lema", un buen pornograma, Barthes estaría conmovido.
En los performances de la Conge el sexo se transforma en
espectáculo, pero un espectáculo que no se articula
en la separación y la lejanía sino, en cambio, en
la inmediatez y la contigüidad de la mirada con lo mirado.
Esta estrategia modificará el régimen de visibilidad
de lo espectacular articulado en función de la distancia
escénica, la "proximidad" experimentada en los
performances de Boliver sugiere la entrada a un universo post-espectacular,
donde la "separación perfecta" que, según
Debord, funda lo espectacular, se convierte en cosa del pasado.
Parafraseando a McLuhan, podríamos decir que el sexo es
el mensaje y, también, el masaje, es decir, lo sexual aparece
ante nuestra vista transgrediendo el espacio de la puesta en escena,
de lo escópicamente correcto en términos de lugar
y de distancia, un coño "que le encanta aparecer
en primer plano" está demasiado cerca para convertirse
en un objeto de contemplación estética. De alguna
forma, el lema "DEJA
TE ENSEÑO"
instaura un nuevo régimen de visibilidad, un nuevo capítulo,
en el performance mexicano, de la historia de la mirada.
El lema de Boliver tiene un parecido de familia con el estilo
de Natacha
Merritt,
sus imágenes
fotográficas, que conforman los Digital Diaries,
son enmarcadas por Eric Kroll con el siguiente pornograma: "INMYFACE", es decir,
"ENMICARA", de nuevo,
el topos de la proximidad vuelve a aparecer y, por cierto, escrito
en mayúsculas, como "DEJA TE ENSEÑO", en una divertida coincidencia,
las mayúsculas parecen acercanos pornogramáticamente
al cuerpo
de la letra
(o a la letra en el cuerpo).
"Mis
necesidades fotográficas y mis necesidades sexuales son
la misma cosa"(5) , nos confesará
Merritt en sus diarios digitales, indistinción entre la
vida (sexual) y el arte, entre
el mundo y sus imágenes, entre lo privado
y lo público, reversibilidad, devenir de uno en el otro.
Un juego transestético donde las imágenes pornográficas
exceden su finalidad, en lugar de despersonalizar u objetivar
a Merritt se convierten, en cambio, en algo parecido a las entradas
de un diario
íntimo,
conforman una especie de tecnología del yo, de hermenéutica de la subjetividad
de la artista o, como diría Kroll, las fotografías de Merritt (en
su mayoría pornoautoretratos),
tienen como objetivo la auto-exploración, vinculada a la
sensibilidad digital del nuevo milenio. "Mi vida se ha
convertido en un montón de fotos digitales en oposición
a un montón de pensamientos escritos."(6) Quizás se
esté prefigurando una nueva hermenéutica de la subjetividad,
una tecnología del yo digital,
una tecnología posletrada, más allá
de la galaxia Guttenberg.
Otra faceta de la pornografía hipertélica: una porno-tecnología
del yo. No es de extrañarse que
en un mundo convertido en unos y ceros, se de un conacimiento
de la imagen y del sexo. Todavía un paso más allá,
precesión de la imagen sobre el sexo, el sexo está
en todos lados excepto en el sexo, en el caso de Merrit, el sexo
se convierte en montón de imágenes digitales. "Mi
obra precede mi vida amorosa. Mi obra documenta mi vida
sexual. Entonces trabajo sobre mi vida sexual como un medio para
crear las imágenes que quiero."(7)
Esta indistinticón transestética entre vida sexual
y obra artística parece ser otro tema recurrente en la
obra de Boliver. Un
ejemplo, en marzo de este año, en el Museo José
Luis Cuevas, con motivo de la presentación del número
48 de la revista Generación... y de la celebración
de su decimoquinto aniversario, Rocío Boliver leyó
uno de los relatos que aparece en su libro Saber es coger. Obviamente,
como nos tiene acostumbrados la Congelada de Uva, su presentación
se convirtió en todo un performance. Antes de dar inicio
a la lectura de "Más vale plátano en mano que
siento bonito", la Conge procedió a desnudarse de
la cintura para abajo, sentarse sobre la mesa e introducir un
plátano tabasco, enfundado en un condón, en su vagina.
Luego de leer el relato erótico, cuya trama gira
en torno a un plátano, una masturbación y el destino
gastronómico del comestible dildo improvisado, la congelada
retiró el plátano de su vagina, lo despojó
de su condón y de su cáscara, le dio una mordida
e invitó al público a probarlo. En fin, creo que
resulta bastante claro que el sentido de todo esto fue producir
una suerte de indistinción, de solapamiento, entre el sexo
y la escritura, una especie de
pornograma donde la escritura se fusiona con el cuerpo (esta fusión no nos
remite únicamente al orden de lo narrativo sino también
al espacio de lo corporal), la Conge leyendo una historia y realizándola,
al mismo tiempo, frente a nuestros ojos.
Lo erótico del relato, su
carácter alusivo, desaparece en la literalidad de su puesta
en escena, si es que todavía podemos hablar de una "puesta
en escena", recordemos a Kaufman, parece que nos enfrentamos
al offstage convertido en onstage, del gesto pornográfico
ligado a lo reprimido y a su transgresión llegamos a una
suerte de porno-histeria/porno-historia, una representación
de lo hiper-sexual, más allá del juego de transgresiones
en el universo de la represión.
Universidad del Claustro de Sor Juana
Notas:
(1) Andrade,
Roberto, "Los 15 performances más gurarros de la
historia", Generación, Año XIV, Tercera Época,
Nº 45, 2001.
(2) Para una conceptualización del marco vinculado al
desnudo femenino, véase Nead, Lynda, El desnudo femenino,
Madrid, Tecnos, 1998.
(3) Este juego de palabras, vinculado a escena y obsceno, aparece
en Kauffman, Linda S., Malas y perversos, Madrid, Cátedra,
2000.
(4) La Congelada de Uva, "En cueros me verás",
Generación, Año XII, Tercera Época, Nº
32, 2001, p. 40.
(5) "My
photo needs and my sexual needs are one and the same", en
Merritt, Natacha, Digital Diaries, Germany, Taschen, 2000, p.
052.
(6) "My life has become a bunch of digital photos as opposed
to a bunch of written thoughts", en Merritt, Natacha, op.
cit, p. 021.
(7) "My work takes precedent over my lofe live. Work is
documenting my sex life. I'm therefore working on my sex life
as a means to create the images I want.", en Merritt, Natacha,
op. cit, p. 019.
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