1
La sociedad
contemporánea es atravesada por infinidad de relatos que
entretejen el sentido de la experiencia tardomoderna en imágenes, efectos de sentido,
mitos desechables, en fin, cultura masiva. La intención
de este artículo es rastrear, a partir de una serie de
ejemplos extraídos del inabarcable mundo del cómic, una serie de rupturas
que se han producido recientemente en el imaginario en torno a la identidad. Los cómics no nos remiten
a estereotipos sino a una aglomeración de significados
en continuo movimiento, dejando traslucir las mutaciones producidas en nuestra
forma de concebir la identidad y la diferencia, una subjetividad
proteica y polimorfa que se refracta en una multiplicidad de imágenes
ubicuas como las viñetas de una historieta.
Es decir, los fenómenos de autoreferencialidad y complejidad
intertextual del cómic contemporáneo
nos llevan a desconfiar de lecturas simplistas o ingenuas a la hora
de enfrentarnos a estos "pequeños relatos" de
la cultura
massmediática. Es más, me parece que muchas teorizaciones,
de moda en los ochenta, a propósito
de una identidad moderna que no
resistiría por mucho tiempo los embates del tiempo, toman
cuerpo en estas formas de discursividad masiva, en fin, en los
ochenta posmodernidad, en los noventa popmodernidad.
Las historietas en general, y no
solamente los cómics para adultos, los comix underground o las novelas gráficas,
nos introducen a algunos profundos
problemas filosóficos que le han quitado el sueño
a cientos de intelectuales durante varias
décadas. No resultaría del todo descabellado pensar
la dispersión, la fragmentación o el debilitamiento
de la subjetividad moderna a partir del análisis de una
serie de historietas dirigidas a un público adolescente supuestamente ajeno
a los serios problemas de la filosofía postmetafísica.
En este trabajo, abordaré algunos aspectos de ciertos personajes
de DC Comics, Marvel Comics e Image Comics,
centrando el análisis en las problematizaciones que se
articulan en torno a la noción de identidad, la cual se desdibuja
a través de una serie de historias que se apartan de los
clásicos carriles de la mitología heroica popular,
arribando a una concepción de la subjetividad mucho más
cercana a nuestro campo de experiencia, otorgándole a estos
cómics un grado de verosimilitud y densidad filosófica
difícilmente visible en los textos académicos que abordan esta
problemática.
2
Más allá de los coloridos disfraces, las máscaras,
los archienemigos, las armas supersofisticadas y las invasiones
alienígenas, los héroes de la cultura popular parecen sufrir
con las mismas ansiedades e incertidumbres que aquejan a sus lectores de carne
y hueso,
a su vez, las historias reflejan un cierto estado de ánimo
que caracterizó a este fin de milenio; superando el mero
entretenimiento, estas ficciones se convierten en un síntoma
de una peculiar transformación en la forma de concebir
la subjetividad, que permea desde el discurso filosófico
deconstructivo hasta los soliloquios de un fáustico Al
Simmon convertido en un engendro del demonio, luego de un postmortem pacto diabólico
que lo regresó a la tierra como un soldado de las fuerzas
del mal.
Uno podría pensar que la desafortunada odisea de Spawn
dista mucho de las andanzas heroicas de Kal-El en el planeta tierra,
sin embargo, Superman, uno de los pocos
extraterrestres aceptados y queridos por la cultura
masiva
junto a E.T. y otras contadas excepciones, ha debido morir y resucitar,
enfrentarse a toda una serie de simulacros que intentaron
ocupar su lugar en su ausencia como, asimismo, sufrir una pasmosa
metamorfosis que convirtió
al antiguo hombre de acero en un inmaterial ser de energía
pura y a Clark Kent en un simple mortal indefenso.
Veamos más detenidamente esta serie de transformaciones que ha sufrido
uno de los superhéroes más populares
de todos los tiempos desde su trágica batalla con Doomsday
a principios de 1993. En una época de cambios acelerados
el Superman clásico parecía un tanto pasado de moda,
la muerte de Kal-El parecía inminente, luego de la muerte
de Dios, la muerte del superhombre.
La pelea final se desarrolla frente al Daily Planet, culminando
con la "muerte" de Superman y de su temible antagonista.
El comienzo de una nueva era se perfilaba entre las ruinas de
la batalla. Superman, símbolo no solo de indestructibilidad
sino también de inmortalidad, moría dignamente defendiendo
a Lois, a Jimmy, a Metrópolis y al mundo. La mitología
heroica comenzaba a resquebrajarse, los héroes también
estaban sujetos al tiempo, la enfermedad y la muerte,
Batman seguiría
el ejemplo, convirtiéndose en un paralítico luego
de una cruenta batalla con Bane.
Ahora bien, más allá de lo anecdótico de
estas muertes y parálisis transitorias, lo interesante
es el cuestionamiento de la imagen del héroe, abierta ahora
a los peligros de la vida y a la angustia de la muerte. Los
cambios
comenzaban a afectar la identidad sólidamente construida durante
décadas del hombre de acero. Luego de la muerte de su hijo
adoptivo, Jonathan Kent sufre un paro cardíaco que lo conduce
al umbral que separa la vida de la muerte. Allí encuentra
a un Superman fantasmal y logra convencerlo de la naturaleza humana,
y no necesariamente kriptoniana, de la muerte, por lo que padre
e hijo retornan sanos y salvos a la vida. Dejando de lado esta
triquiñuela que regresaba al reino de los vivos a un héroe que había
demostrado a lo largo del tiempo su longevidad como verdadero
mito popular, la historia apunta a una serie de problemas ligados
a la identidad, humana o no, de
Superman. Finalmente, Superman no es un terrícola, su extranjería,
es decir, su otredad extraterrestre, le permitirá escapar,
por lo menos en esta ocasión, de la humana experiencia
de la muerte.
Sin embargo, la problemática de la identidad no termina allí
para nuestro entrañable superhéroe, en su ausencia,
cuatro simulacros entablan una lucha con el fin de ocupar el trono
vacante. Cyborg, un simulacro metálico, Superboy, un clon
adolescente, el Hombre de Kripton, un fanático religioso
de dudoso origen kriptoniano y Steel, un imitador afroamericano
de buenas intenciones enfundado en una armadura de acero, se embarcan
en una verdadera "lucha por el reconocimiento". Con
la desaparición del original, se instaura el primado de
la copia, el reino de los simulacros se erige reciclando las clásicas
contiendas entre Superman y Superman Bizarro, un villano que continuamente
escapaba a su dimensión de caos para enfrentarse
a su apolínea antítesis de la tercera dimensión.
En la colección La saga de los superhombres apreciamos
una especie de épica de la autenticidad y del reconocimiento
que recorre, como elemento dramático, la totalidad de la
historia. Luego de recuperar su lugar en el olimpo de los superhéroes,
Superman tendrá que sobrellevar una serie de metamorfosis
que lo conducirán a un estado inmaterial, lumínico
y energético que volverá a cuestionar su identidad. "Todo lo
que es sólido se desvanece en el aire", el hombre
de acero no detendrá más proyectiles con su musculoso
pecho sino que quedará reducido a una criatura energética,
las balas pasarán a través de su cuerpo como si
se tratara de un fantasma, en lugar de destruir
muros los atravesará dejándolos intactos y en lugar
de volar se proyectará en el espacio como un haz de luz.
A su vez, la doble identidad del hombre de acero, que en el pasado
solamente planteaba el problema de ser descubierta por Lois Lane
o por algún supervillano vengativo, se vuelve algo mucho
más difícil de manejar, cuando Superman adopta
su apariencia humana pierde todos sus superpoderes convirtiéndose,
efectivamente, en el enclenque e indefenso periodista que durante
toda su vida de superhéroe simuló ser tras sus
gafas, su corbata y su libreta de notas. Es decir, la doble identidad,
una de las características por excelencia del superhéroe
clásico, deja de ser simplemente una argucia más
o menos imaginativa para convertirse en un fenómeno que
verdaderamente disloca la identidad del protector de Metrópolis,
fragmentándolo en dos seres de naturaleza opuesta, una
criatura energética, poderosa e inmortal y en un ser material,
débil y mortal.
Dos personajes de Marvel Comics compartieron esta naturaleza
fragmentaria desde sus orígenes, me refiero a Hulk y a
Thor. En la portada del primer número de Hulk nos enfrentamos
a esta interrogante: "Is he man or monster or... is he both?".
Todos conocemos la historia de Bruce Banner, un científico
nuclear que gracias a una desafortunada exposición a los
rayos Gamma se transformará durante las noches en el monstruo
verde conocido como Hulk, una versión pop de la novela
El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. A medida
que el personaje evoluciona a través del tiempo, sus cambios
no estarán regidos por la alternancia de la luz y la oscuridad
sino por la lucha entre la razón y las pasiones.
Un destino diferente esperaba al Dr. Blake, un frágil
lisiado que descubre, durante sus vacaciones en las costas de
Noruega, un bastón que lo convierte, al ser golpeado contra
el suelo, en el poderoso Thor, dios del rayo y del trueno. El
héroe de la mitología escandinava se encarna, luego
de miles de años de silencio, en un simple mortal sin
ninguna habilidad especial, salvo la de ser digno de blandir
el martillo de Thor para defender a la humanidad de la invasión
de los hombres de piedra de Saturno.
En conclusión,
la doble identidad y la relación que el personaje establece
con esta escisión marcan de forma contundente la naturaleza
del héroe, desde un Bruce Banner atormentado por el monstruo que encierra en su interior hasta
la alianza que el Dr. Blake establece entre su condición
humana y la naturaleza divina del señor de las tormentas.
* Publicado originalmente en El Huevo (Revista cultural
de México)
|
|