| "Yo ese otro siempre me ha parecido una 
                patraña.
 Una patraña brillante, de acuerdo"
 Colette
            Audry, Rien au-delà
 "Mi 
                identidad es la que hace que yo no sea idéntico a 
                ninguna otra persona"Amin
            Maalouf
 "Es
            todopoderosa la idea de un sujeto único"Jorge 
                Luis Borges
 
 1.
            Introducción
 "Las 
                obras sucesivas de un 
                escritor son como las ciudades que se construyen 
                sobre las ruinas de las anteriores: aunque nuevas, prolongan cierta 
                inmortalidad, asegurada por leyendas antiguas, por hombres de 
                la misma raza, por las mismas puestas de sol, por pasiones semejantes, 
                por ojos y rastros que retornan". Esta metáfora de Ernesto Sábato 
                contiene en su interior la figura del palimpsesto, y permite realizar 
                un paralelismo entre las ciudades y los escritores, 
                a partir de las 'huellas' que se encuentran entre las distintas 
                'obras' (1), esos rastros, 
                aunque borrosos, habilitan la realización de un planteo 
                de posibilidad, comparando a escritores y sus obras en el marco 
                de la transdiscursividad. En este contexto nos acercamos a Jorge 
                Luis Borges 
                (1899-1986) y a Nathaniel Hawthorne 
                (1804-1864). 
 Un punto de partida para este estudio es la importancia que le 
                concede en forma explícita el escritor argentino al autor 
                estadounidense, en la conferencia de apertura de un ciclo que 
                realizó Borges sobre literatura norteamericana 
                en el otoño de 1949 en Buenos Aires (2).
 
 El argentino sostenía que "aunque hay otros escritores 
                americanos (...) anteriores en el tiempo sólo Hawthorne 
                tiene importancia, los demás se pueden olvidar sin riesgo". 
                En esa conferencia Borges examina el texto breve "Wakefield" 
                en vez de sus largas y complejas novelas (The Scarlet letter, The marble faun...). Para Emir Rodríguez 
                Monegal "Borges está demostrando una vez 
                más sus preferencias por los relatos sobre las novelas".
 
 En el ámbito de la literatura fantástica no es aventurado 
                establecer que la influencia que Hawthorne ejerció sobre 
                Borges, la podría 
                haber recibido el escritor norteamericano del argentino, aunque 
                cronológicamente se ubique anterior en el tiempo. "El 
                hecho es que cada escritor crea a sus precursores. Su labor modifica 
                nuestra labor del pasado como ha de modificar el futuro", 
                escribía Borges en "Kafka y sus precursores"(3). De esta forma 
                adquiere validez la conceptualización borgeana sobre el 
                autor. El argentino previa lectura del ensayo del Premio Nobel Thomas 
                Stearns Eliot "La tradición y el talento individual", 
                añade a la diacronía del escritor anglonorteamericano 
                una sincronía producida por el hecho de que en la lectura todos los escritores 
                son contemporáneos. Así, plantea en "Kafka 
                y sus precursores", que Aquiles es uno de los primeros 
                personajes kafkianos de la literatura. Darío Villanueva 
                en Literatura Comparada y Teoría de la Literatura 
                escribe sobre el ensayo 
                de Eliot: "la originalidad de un escritor brilla más 
                y más a medida que se le enmarca en la tradición. 
                Porque respetando lo que viene de ella, pero aportándole 
                nuevos aspectos, matices y perspectivas, es como el escritor se 
                vuelve realmente original y se incorpora a un sistema en que todo 
                son simultaneidades".
 Con Michel 
                Foucault, 
                en este mismo contexto, se puede establecer además que 
                "los márgenes de un libro no están jamás 
                neta ni rigurosamente cortadas: más allá del título, 
                las primeras líneas y el punto final, más allá 
                de su configuración interna y la forma que lo autonomiza, 
                está envuelto en un sistema de citas de otros libros, de 
                otros textos, de otras frases, como un nudo en una red". 
                Es que no hay que obviar que la construcción se da siempre 
                "a partir de un campo complejo de discursos" 
                (Michel Foucault; 
                1996: pág. 37). 
                Sin dejar de lado las diferencias estilísticas y tematólogicas 
                que se visualizan entre Hawthorne y Borges, es pertinente señalar 
                que algunos de los temas centrales que considera el escritor norteamericano 
                en sus cuentos, podrían haber sido influenciados por el 
                argentino (hecho 
                que no descarta Borges en su conferencia). 
 Adquieren importancia en la obra de ambos escritores las nociones 
                de identidad y alteridad: en la obra de 
                Hawthorne, se percibe en algunos de sus personajes algunas percepciones 
                de su vida ligeramente disfrazadas. "Wakefield", por 
                ejemplo, puede leerse, como interpreta el traductor y crítico 
                Malcolm Cowley, "como una alegoría de la curiosa 
                reclusión del propio Hawthorne" (Borges en Rodríguez 
                Monegal ed.; 1981: 285, 286).
 
 La construcción de la identidad en el norteamericano 
                adquiere una presencia fantasmagórica/fantasmática, 
                en la medida en que hay permanentes influencias del "mundo 
                imaginario" y "el real" (más oportuno sería sostener 
                que en la lectura simulamos que es real). En Borges se libera 
                'el otro' mediante el cuestionamiento a la noción de 'el 
                mismo' habilitando la presencia de 'el doble'. Siguiendo a Adrián 
                Huici: "el tema de 'el doble' se refiere en principio 
                a la existencia de 'otro', que duplica la existencia de un personaje, 
                repitiendo sus rasgos u oponiéndosele de forma simétrica" 
                (Adrián Huici en Juan Bargalló; 
                1994: 251).
 
 En el relato "Borges y yo" el escritor argentino describe 
                aspectos de su vida pero sosteniendo que "al otro, a Borges 
                es a quien le ocurren las cosas". Ese 'otro', que es 
                'el mismo' va desgranando detalles, pero al final: "no 
                sé cuál de los dos escribe esta página" (Borges en Emir Rodríguez 
                Monegal ed., 1981: 351). Ese relato se convierte en un 'hipotexto' 
                (Gerard Genette, 
                1989) 
                de "El otro", donde un anciano Borges conversa con su 
                alter ego más joven que lo sueña: "el 
                encuentro fue real, pero el otro conversó conmigo en un 
                sueño y fue así que pudo olvidarme". Por 
                lo tanto la identidad y la alteridad toman un carácter 
                paradigmático en las obras de los escritores anteriores: 
                "podemos imaginarle en el momento de comprar una 
                nueva peluca rojiza y seleccionar varias prendas de la tienda 
                de ropa usada de un judío, con un estilo distinto al de 
                sus acostumbrados trajes marrones" (Nathaniel Hawthorne; 1949: 135)(4).
 
 2. Conceptualización 
                de la identidad y de la alteridad
 
 Es conveniente señalar que la identidad y la alteridad 
                son construcciones intelectuales que se confirman en su carácter 
                relacional; se afirman en la singularidad y la diferencia. La 
                singularidad reclama necesariamente un exterior de confrontación 
                que mida la identidad en cuanto construcción que 
                inaugura el campo de lo humanamente posible. La diferencia, presencia 
                fantasmagórica de la singularidad, necesita poseer un 'locus' 
                que también habilite y permita su existencia. Por ejemplo 
                Wakefield -en el caso de Hawthorne- intenta construirse su 'otro' 
                pero a partir de romper con su propia identidad, aunque paradójicamente 
                no modifique su nombre que 'sustancializa' la identidad (más adelante nos referiremos 
                a la problemática del nombre propio, con la complejidad que la 
                conceptualiza Jacques Derrida).
 
 El antropólogo francés Marc Augé, en su análisis 
                de los no lugares como espacio del anonimato, escribe que "simplemente, 
                hemos aprendido a dudar de las identidades absolutas, simples 
                y sustanciales , tanto en el plano colectivo como en el individual". 
                Para Augé en la relación entre indentidad y alteridad participan, además, 
                la "percepción individual del tiempo" 
                y su "relación con el espacio"; en este 
                último punto se localizan las instancias identitarias. 
                En este contexto ampliamos la noción de 'cronotopo' de 
                Mijail Bajtin y la trasladamos a la conceptualización de 
                la identidad y la alteridad 
                y no obviamos la teoría del "emplazamiento" de 
                Manuel Ángel Vázquez Medel, porque las relaciones 
                que se plantean entre la identidad y la alteridad son inseparables 
                de las nociones de tiempo y espacio.
 "Cada
            ser humano pertenece a un espacio, a unos lugares... Cada ser
            humano pertenece a un tiempo, a un decurso temporal... A su vez,
            esos espacios y tiempos le pertenecen. Se trata de una doble
            y recíproca per-tenencia: una tenencia hasta el final,
            perfectiva. Nuestra co-pertenencia a unas coordenadas espacio-temporales
            es, pues, perfecta, acabada. Conclusa en cada punto de esa dinámica
            cuadrícula espacio-temporal, cronotópica. Y, a
            la vez, dinámica y abierta... Estamos, pues, emplazados.
            Y ese emplazamiento es, a la vez, espacial (en una 'plaza',
            en un espacio)
            y temporal (en
            un 'plazo', en un tiempo).
            Recordemos que las raíces indoeuropeas de ambas palabras,
            plak- (plazo) y plat- (plaza), respectivamente 'ser plano' y
            'extender, esparcir', aluden a esa extensión espacio-temporal
            imprescindible para la existencia" (Vázquez Medel; 1998: 5). Como
            no es posible encontrar una identidad absoluta, tampoco es factible
            hallar una alteridad sustancial, sino que 'el alter' se disemina
            en 'otros'. La debilidad del sujeto creador en Borges libera al 'otro' autor 
                y fortalece al lector. El relato "Pierre Menard, 
                autor del Quijote"(5) es un buen ejemplo 
                de lo señalado. Siguiendo a Jacques Derrida se puede establecer 
                que la posible muerte del escritor habilita el escrito 
                a la alteridad. En palabras de Geoffrey Bennington: "(...) 
                todo destinatario determinado y, por tanto, todo acto de lectura se encuentra afectado 
                por la misma 'muerte': por consiguiente, se deduce que 
                todo refrendo espera a 'otros', de forma indefinida, que la lectura no tiene fin, está 
                siempre por venir, como labor del 'otro' (y nunca del 'Otro'); 
                un texto no encuentra jamás su reposo en la unidad y el 
                sentido finalmente re-encontrado" (Geoffrey Bennington; 1992: 
                77). 
                Pierre Menard podemos ser todos los lectores del Quijote pero también 
                contextualmente todos sus escritores. El nacimiento de uno de 
                ellos habilita su muerte y viceversa.
 
 En Borges hay diversos ejemplos que se pueden mencionar sobre 
                su referencia más o menos explícita (e implícita) a 
                la debilidad del sujeto creador (o directamente a su 'muerte'). Se puede hacer 
                referencia a la entidad 'Biorges', esa particular superposición 
                de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares (escritor argentino. Buenos 
                Aires 1914- 1999); más transparente ('transparencia' del sujeto, 
                'espectro' y 'muerte') que los seudónimos H. Bustos Domecq 
                y Suárez Lynch, híbrido de apellidos y de familiares 
                con los que, además, se fusionaban las creaciones (también 
                'híbridas').
 
 Al estudiar la relación de la identidad y la alteridad 
                tanto en Hawthorne como en Borges, no pueden obviarse sus referencias 
                a los laberintos, los sueños 
                y los espejos. Los laberintos pueden ser oníricos, 
                interiores, naturales, artificiales pero también la escritura puede transformarse 
                en un laberinto(6).
 
 En Borges se encuentran argumentos que contienen otros argumentos, 
                historias que se entrelazan, que se repliegan sobre sí 
                mismas en donde el orden recurrente, la fragmentación del 
                texto y el insistente 
                ritmo sugieren la imagen del laberinto (Cristina Grau en Adrián Huici, 1981: 
                135). 
                La escritura borgeana habilita 
                los márgenes, la circularidad, pero también se disemina, 
                o como diría Gilles Deleuze, en momentos se transforma 
                en una escritura rizomática(7).
 
 El laberinto onírico se encuentra tanto en "Wakefield" 
                ("Wakefield 
                concreta sus objetivos tan minuciosamente como puede, y se encuentra 
                con curiosidad por saber cómo marchan las cosas en su casa 
                -cómo su ejemplar esposa sobrellevará su viudedad de una semana y, durante 
                un instante, cómo la pequeña esfera de criaturas 
                y hechos donde él era el núcleo central, estará 
                afectada por su desaparición"(8)) como en "El 
                otro" de Borges. En "Wakefield" hay momentos en 
                que el relato se convierte en un gran sueño del que quizás 
                el propio Wakefield nunca se despierta(9). Los sueños en las narraciones 
                de estos autores, y en la literatura fantástica, 
                habilitan pensar lo impensable, poblando el universo de heterotopías, y colocándose 
                en el límite del lenguaje y de lo pensable.
 "Las 
                heterotopías inquietan, sin duda, porque minan secretamente 
                el lenguaje, porque impiden nombrar esto o aquello, porque rompen 
                los nombres comunes, porque arruinan de antemano 'la sintaxis' 
                y no sólo la que construye las frases sino aquella -evidente 
                que hacen 'mantenerse juntas' (unas al otro lado o frente a las 
                otras) a las palabras y a las cosas" (Michel Foucault; 1986: 3). 
                
 Las heterotopías (como 
                las que con tanta frecuencia se encuentran en Borges) para Michel Foucault 
                liberan al lenguaje, "secan el propósito, detienen 
                las palabras en sí mismas, desafían, desde su raíz, 
                toda posibilidad de gramática; desatan los mitos y envuelven 
                en esterilidad el lirismo de las frases" (Michel Foucault, ibídem). Las heterotopías 
                permiten pensar al 'otro', acercarse a él, plantearse su 
                posibilidad de existencia.
 La reflexión sobre los laberintos viene acompañada 
                de los espejos, porque bastan 
                dos espejos opuestos para formar un laberinto, como escribía 
                Borges. Los espejos, en el caso del escritor argentino, horrorizan 
                al multiplicar los seres y el planeta, en un imposible espacio 
                de reflejos especulares. La inversión de las figuras también 
                es 'monstruosa'(10), como el espejo lo es por su condición 
                de híbrido 
                (monstruos: del latín 'monstrare', 
                da muestras -imagen- y monstruos; hibridez de la figura porque multiplica, 
                muestra, y por tanto, 'no cuenta'. Contar y mostrar durante mucho 
                tiempo han sido figuras antagónicas).
 
 La monstruosidad habilita los sueños, dramas y cuentos. Por lo tanto, 
                el rostro mira y es mirado y el 
                espejo prolonga el mundo transformándolo en incierto: "ya 
                no estoy solo: hay otro. Hay el reflejo". En este sentido 
                no deja de ser 'monstruosa' la figura de un Borges ya ciego mirándose 
                en un espejo. El espejo ya no le devuelve la imagen, no la multiplica 
                ni la muestra.
 
 El espejo también permite la aparición del doble, que aparece de 
                repente y permite que 'el yo' adquiera conocimiento del 'otro' 
                dentro de sí. "El doble es una figura imaginaria 
                que, como el alma, su sombra o su imagen en el espejo asedia 
                al sujeto con una muerte 
                sutil y siempre conjurada" (Jean 
                Baudillard, 1989: 19). 
                En el cuento "El otro", Borges se mira, como en un espejo, 
                en su alter ego; en ese relato la propia escritura se transforma en 
                un espejo. Wakefield", por su parte, se siente más 
                viejo al reflejarse en el espejo de su mujer: "(...), 
                dejándolo que realice su paseo, lanza tu mirada en la dirección 
                opuesta, donde una mujer corpulenta, en un considerable abatimiento, 
                con un libro de oraciones en su mano, viene de una iglesia situada 
                más arriba. Ella tiene el plácido semblante de una 
                viudedad asentada. Sus lamentos han desaparecido, o han llegado 
                a ser tan esenciales en su corazón, que ellos serían 
                pobremente cambiados por alegría. Justo cuando el hombre 
                delgado y la bien situada mujer están cruzándose, 
                un ligero choque ocurre, y trae estas dos figuras cara a cara. 
                Sus manos se tocan: la presión del gentío conduce 
                su pecho contra su hombro; permanecen encarados, mirándose 
                mutuamente a los ojos. (...) su mente débil adquiere una 
                breve lucidez: toda la miserable extrañeza de su vida le 
                es revelada en un instante"(11) (Nathaniel Hawthorne; 1941: 
                137-138).
 Por
            tanto, para Hawthorne, y en el caso concreto de Wakefield, el
            espejo no horroriza, sino que se convierte en un intento de recuperar
            su identidad perdida. Es un paso que tiene que dar su 'otro'
            íntimo para encontrarse (o
            más bien reencontrarse) con su 'identidad'. En ese momento es
            que asume que es 'otro'... La angustia que persigue al protagonista
            del cuento, desde el momento en que se ausenta de su casa sin
            dar mayores explicaciones, es la del 'yo' que busca la forma
            de quebrar con el 'otro', una débil alteridad que no encuentra
            puntos de referencia en la 'identidad', que en ese momento se
            encuentra en ese 'espejo'. 
 El espejo desdobla las figuras y permite la aparición del 
                'alter'. Como 
                escribe Juan Bargalló: "el desdoblamiento quizás 
                no suponga más que una metáfora de esa antítesis 
                o de esa oposición de contrarios, cada uno de los cuales 
                encuentra en el otro su propio complemento; de lo que resultaría 
                que el desdoblamiento (la aparición de 'el otro') no sería 
                más que el reconocimiento de la propia indigencia, del 
                vacío que experimenta 
                el ser en el fondo de sí mismo y de la búsqueda 
                del 'otro' para intentar llenarlo; en otras palabras, la aparición 
                del doble sería en último término, la materialización 
                del ansia de vivir frente al ansia de la muerte" (Juan Bargalló; 1994: 
                11).
 Obviamente, 
                'el doble' se enmascara y se disfraza: Wakefield se disfraza para 
                no ser reconocido, Borges se disfraza y se enmascara en su propia 
                escritura. Como escribe Vattimo en su análisis de Nietzsche: "el problema 
                de la máscara es el problema de la relación entre 
                ser y apariencia". Bibliografía
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 Notas:
 (1) En el sentido
            foucaultiano: no considerando a 'la obra' como una unidad inmediata,
            ni como una unidad cierta, ni como una unidad homogénea,
            sino considerándola en su propia discontinuidad, introduciendo
            la complejidad a las unidades "que se imponen de la manera
            más inmediata" como el libro y la obra, porque éstas
            no se construyen "sino a partir de un campo complejo de
            discursos". Por tanto es preciso de entrada realizar "todo
            un trabajo negativo", que implique "liberarse de todo
            un conjunto de nociones que diversifican, cada una a su modo,
            el tema de la continuidad" (Foucault, Michel; 1996: pág.
            33). (2) "Al
            ser destituido de la Biblioteca Municipal Miguel Cané
            (por el gobierno peronista) Borges debió ganarse la vida
            dando conferencias. Una timidez inveterada había impedido
            hasta entonces que hablase en público ... Pero el agravio
            de Perón lo convirtió en conferenciante. Fue invitado
            a dictar un curso en Buenos Aires sobre literatura anglonorteamericana
            y la primera conferencia fue sobre Hawthorne". (Rodríguez
            Monegal ed., 1981: 460). (3) Publicado
            originalmente en La Nación (diario de Argentina) el 19
            de agosto de 1951. Fue incluido posteriormente en Otras inquisiciones.
            La primera publicación en libro de los cuentos de Kafka
            en español (La metamorfosis, 1938) fue iniciativa de Borges,
            que escribió el prólogo y realizó la traducción
            de algunos de los relatos. Antes, había incluido en la
            revista El hogar (Argentina), artículos sobre el escritor
            y había traducido una de sus parábolas. (4) "we
            may suppose him, as the result of a deep deliberation, buying
            a new wig, of reddish hair, and selecting sundry garments, in
            a fashion unlike his customary suit of brown, from a Jew's old-clothes
            bag". (5) Emir Rodríguez
            Monegal: Hacia una lectura poética. Ediciones Guadarrama.
            Madrid, 1976: "Como su apócrifo Pierre Menard, Borges
            ha enriquecido 'el arte detenido y rudimentario de la lectura'
            de toda clase de aventuras públicas y de algunas secretas.
            Aquel escritor francés se había propuesto reescribir
            El Quijote, pero no quería ofrecer sólo una versión
            más de la célebre novela -sino como lo habían
            hecho los imitadores: como Avellaneda, como Montaldo, como Unamuno-.
            El quería alcanzar una versión que fuese a la vez,
            rigurosamente literal, y una obra totalmente nueva, suya". (6) Para mayor
            información ver el libro de Adrián Huici: El mito
            clásico en la obra de Jorge Luis Borges. El laberinto
            y en la revista Anthropos (números 142-143) los análisis
            de Victoria Reyzábal: Jorge Luis Borges un soñado
            espejo para su paradójico laberinto; Adrián Huici:
            Tras la huella del Minotauro. (7) Deleuze y
            Guattari consideran: "...a diferencia de los árboles
            o de sus raíces, el rizoma conecta cualquier punto con
            otro punto cualquiera, cada uno de sus rasgos no remite necesariamente
            a rasgos de la misma naturaleza" (...) Es "...un sistema
            acentrado, no jerárquico y no significante, sin General,
            ni memoria organizadora o autónoma central, definido únicamente
            por una circulación de estados (...) En un rizoma no hay
            puntos o posiciones, como ocurre con una estructura, un árbol,
            una raíz". Es clara la vinculación de la figura
            del rizoma con la del laberinto.
 (8) "Wakefield sifts his ideas, however, as minutely as
            he may, and finds himself curious to know the progress of matters
            at home -how his exemplary wife will endure her widowhood, of
            a week; and, briefly, how the little sphere of creatures and
            circumstances, in wich he was a central object, will be affected
            by his removal".
 (9) No deja de
            ser un dato importante que a Wakefield la mujer se lo imagina
            muerto, en un cajón con la sonrisa helada en la cara,
            o en el paraíso, en la gloria, sonriendo con astucia y
            tranquilidad. (10) La 'monstruosidad'
            en los relatos de Borges es recurrente. Por ejemplo en "El
            idioma analítico de John Wilkins" (publicado en Otras
            inquisiciones en 1960) el argentino escribe sobre "cierta
            enciclopedia china" que plantea que "los animales se
            dividen en a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c)
            amaestrados, d) lechones, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros
            sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se
            agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel
            finísimo de pelo de camello, l) etcétera, m) que
            acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen moscas".
            En el texto nuevamente se libera la alteridad y, como plantea
            Michel Foucault, "la monstruosidad que Borges hace circular
            por su enumeración consiste (...) en que el espacio común
            del encuentro se halla él mismo en ruinas" (Foucault,
            1986: 2). (11) "(...)
            leaving him to siddle along the foot-walk, cast your eyes in
            the opposite direction, where a portly female, considerably in
            the wane of life, with a prayer-book in her hand, is proceeding
            to yonder church. She has the placidmien of settled widowhood.
            Her regrets have either died away, or have become so essential
            to her heart, that they would poorly exchanged for joy. Just
            as the lean man and well-conditioned woman are passing, a slight
            obstruction occurs, and brings these two figures directly in
            contact. Their hands touch; the pressure of the crowd forces
            her bossom against his shoulder; they stand face to face, staring
            into each other's eyes. (...) his feeble mind acquires a brief
            energy from their strength; all the miserable strangeness of
            his life is revealed to him at glance (...)".
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