La simetría, según puede leerse en la Enciclopedia
Práctica Jackson, en su sección Decoración
de Interiores, siempre es preferible. Porque si bien todos esos
artistas modernos han venido a decirnos lo contrario, pronto ha
de verse que sus experimentos
están claramente equivocados. Vaivenes de la moda,
en fin.
Si no fuera por los cangrejos, por los perros sentados y por
el fracaso de la escritura bustrófeda, la Enciclopedia
Práctica Jackson tal vez mereciera nuestra aprobación.
Pues no hay nada más cierto que todos los animales, en
algún momento de nuestras vidas, soñamos con ejercer
la simetría al menos en nuestros cuerpos.
Algunos animales parecen olvidar que son simétricos, como
el cangrejo, que camina tratando de alejarse de su eje de simetría
- no lo logra, sin embargo, y su sino es acarrear consigo la
prueba de su obsesiva afición lateral -. Si nos resultará
anómalo y contrario a la naturaleza esa negación
militante de la perfecta especularidad del hemisujeto, que hemos
fabricado un adagio: "camina para atrás, como el
cangrejo": estamos convencidos de que romper la simetría
es retroceder.
Luego están los que se cambian a sí mismos para
evitar simetrizarse. Por ejemplo el lenguado, delicia plana, que
nace como fusiforme simetría natatoria, ojos a los lados,
perfil elevado, corte de torpedo, pero que pasando las edades
comienza a explayarse, se difunde como una mancha
viscerosa, uno de sus ojos comienza a desplazarse hacia el otro,
y termina convertido en un monstruo
asimétrico que usa uno de sus flancos como panza y transforma
su boca en un rictus de desagrado perenne.
O los perros, que para sentarse ponen sus cuartos traseros en
diagonal, manifestando una personalidad levógira o dextrógira
según el caso.
Los griegos, que tomaron de los fenicios un grupo de signos que
les permitió construir una escritura e inventar el oficio
de filósofo, se
sintieron molestos por la asimetría de algunas letras y
por la necesidad de avanzar hacia alguna parte.
Ensayaron un trazado espiral (speiredon) para las líneas
de lectura, luego transitaron un estilo vertical (kionedon),
a veces jugaron con una cuadrícula en la que las letras
se alineaban horizontal y verticalmente (stoijedon) y finalmente
optaron por el bustrofedon, una escritura
que iba primero hacia un lado y luego hacia el otro, como el arado
en un campo.
Algunas escrituras bustrófedas daban incluso vuelta a las
letras, como si se las mirara a través de un espejo,
para manifestar la idea de simetría. Pero luego sacrificaron
su perfección porque descubrieron el equilibrio dinámico.
Las koré dejaron paso a las venus grácilmente
sinuosas, los kouros a los apolos blandamente viriles,
y las líneas de escritura comenzaron a ordenarse hacia
un solo lado, como para ilustrar la idea de progreso.
Sospecharon tal vez que dentro de nosotros se esconde la verdad:
vísceras amontonadas en un contubernio explícitamente
asimétrico. Los riñones, los pulmones y las gónadas
se acomodan como pueden en un entorno impar. Ni hablar del cerebro,
que tiene dos partes tan disímiles que parecen pertenecer
a dos personas separadas. Intestinos, hígado, páncreas,
estómago, corazón, en fin, pruebas palpables de
que por fuera decimos simetría mientras por dentro gritamos
anarquía.
Hasta en los relatos insistimos en terminar con lo mismo que
empezamos, para reafirmar, a pesar de la evidencia contraria,
que la simetría, según puede leerse en la Enciclopedia
Práctica Jackson, en su sección Decoración
de Interiores, siempre es preferible
* Publicado
originalmente en Insomnia Nº104
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