Un hombre empieza por
cortarse las uñas. Tiempo después decide cercenarse
un dedo. Sus inquietudes intelectuales, la curiosidad, la protesta
social, quizá la locura, o las convicciones artísticas,
lo llevan más allá: decide llevar a cabo un plan
minucioso de automutilaciones, preanunciando aquella parte del
cuerpo que se amputará,
en qué momento, con qué técnicas y la forma
de hacerlo público. Body art. Bruce Louden se ha ido desprendiendo
de partes de su cuerpo (entre
ellos la lengua),
filmando el proceso, transformándolos en objetos de coleccionistas.
El hombre se ha convertido en un artista
que actúa sobre su propia anatomía: algunas partes
seccionadas las expone como piezas de arte hasta que, supongo,
ya irreconocibles, se disgregan en una masa temblorosa de gusanos
insaciables. Es un esteta que obra sobre su propio cuerpo, convirtiéndolo
en materia plástica, en un objeto del que recibe su imagen
especular a través de la respuesta pública (aquellos que aplauden, o se escandalizan,
ejercen la crítica o la interpretación, o pagan
por ver), lanzando
esa suerte de reivindicación del control absoluto sobre
el cuerpo propio, a través de procedimientos rituales de
autosacrificio como un nuevo, enésimo cristo. La francesa
Orlan, vende los videos de sus cirugías (en
alguno de ellos se remodela como la Mona Lisa de Da Vinci), vende pedazos de su propia carne,
y declara que su batalla es contra las convenciones sociales.
El ejercicio de las
automutilaciones obtiene el mismo estatuto que el de la cirugía
estética: ambos quieren afirmar y volver a afirmar que
la anatomía humana puede ser objeto de modificaciones
voluntarias radicales, y a veces impensables. Uno, bajo la forma
sacrificial de la protesta social, otro, bajo la forma no menos
sacrificial de la protesta contra el cuerpo que le ha tocado
en suerte "suerte" que no cesa jamás de
remitir, también, a un canon, a un estatuto, a un código
social del cuerpo, más que al cuerpo mismo. Pero los dos
procesos consignan especialmente un desdoblamiento, una separación,
un distanciamiento de lo "corporal": el automutilado
se aleja, se vé a sí mismo en perspectiva, para
manipular, moldear, jugar con ese objeto: su cuerpo.
La suma o la resta, la amputación, el agregado orgánico
o la lipoaspiración, son formas intercambiables de un
mismo proceso de distanciamiento. Tanto aquel que deja de ser
el mismo después de la cirugía plástica,
como aquel que se autocercena, fabrica su doble sobre sí
mismo, en sí mismo, para autoexponerse, verse otro, más
allá de él mismo.
Es el regreso del cuerpo, su recuperación, y su venganza,
pero bajo una forma paradójica, la de su desaparición
detrás de un doble, la de su negación radical,
a través de esa paulatina reducción hasta, incluso,
su abolición total (performances
suicidas) para
sustraerlo a todo código prestablecido o a su naturaleza
original.
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