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ISSN 1688-1672

 



METÁFORA - TEXTO - LENGUAJE -

Metáfora, 'explicación', y enseñanza del lenguaje (II)

Aldo Mazzucchelli
La metáfora, al asegurar el diferimiento de la referencia, cumple necesariamente con la condición característica de todo texto. Por tanto, toda metáfora es texto.
Entendiendo la metáfora como aquí lo hacemos siguiendo a Davidson, -como una cuestión de grado, no de esencia-, entonces la recíproca también es cierta: todo texto es metáfora

B- Metáfora y texto

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Algo propio de los textos escritos, algo de ellos especifico, es que en ellos la referencialidad directa, que en el diálogo vivo está presente, queda diferida.

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Lo peculiar de la metáfora, entonces, es en ese sentido lo peculiar de todo texto: es un modo de unir términos de tal suerte que se haga posible que se despierte en quien toma ese signo para sí una actividad interpretativa, un trabajo de sentido que es el único que puede ampliar la conciencia hacia ese nuevo sentido del que la metáfora habla.

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Pero la metáfora, al asegurar el diferimiento de la referencia, cumple necesariamente con la condición característica de todo texto. Por tanto, toda metáfora es texto.

Entendiendo la metáfora como aquí lo hacemos siguiendo a Davidson, -como una cuestión de grado, no de esencia-, entonces la recíproca también es cierta: todo texto es metáfora.

Corolario: toda interpretación y todo aprendizaje, como integración de y en lo nuevo, empieza y termina por la resolución creativa de una metáfora.

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No entendemos entonces crear y reconocer como dos actividades sustancialmente diferentes, sino como dos momentos ligados íntimamente en el movimiento de la interpretación.

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En ese sentido, si se comprende bien el carácter creativo de todo lenguaje, y pues todo lenguaje requiere de quien lo usa pronunciándolo o interpretándolo un acto creativo único, se debe concluir que aprender a usar el lenguaje es aprender a crear algo con él, y que aprender en qué consiste la poesía no es más que aprender lo anterior con un grado de intensidad y concentración peculiares.

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La actividad de metaforizar es así la actividad de nombrar por excelencia, pues consiste en provocar un cambio en el ser al verse este dirigido a incorporar una nueva porción de sí en el mundo (una reality bite).

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La metáfora, sin duda, logra proferirse de tal modo que se hace evidente para quienes la usan que no se trata de lo que llamamos una 'expresión literal'. Decimos habitualmente que esto parece poder garantizarse -de modo bastante misterioso- 'por el contexto'.

En los textos -que están libres de contexto referencial vivo, y tienen la referencia diferida, a re-construir en la interpretación-, será preciso que la forma misma del entrelazamiento discursivo muestre su carácter metafórico. Pero ¿es de carácter 'lingüístico' -o aún, es de carácter 'textual'-, esa peculiaridad de lo metafórico?

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Cuando una metáfora se presenta dentro del texto, el texto debe garantizar de modo explícito que no pueda entendérsela como otra cosa que como metáfora, o sea, debe indicar en la inscripción todo lo necesario para que la actividad de interpretación y descubrimiento se provoque. Pero la paradoja es que el reconocimiento de este hecho no nos permite, sin embargo, ignorar que cómo puede esto hacerse, no es algo que pueda ser formulado en términos exclusivamente lingüísticos.

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Una vez más, en cambio, esta 'explicitud' es una función del mundo abierto en el acontecimiento de la lectura del texto. Sin contar con esa perspectiva no se verá que siempre es imposible definir la metaforicidad de un texto como función de la forma de los signos inscriptos allí. La razón es que la metáfora no reside allí. Quien 'poéticamente habita' no es el texto, sino el hombre.

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