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ISSN 1688-1672

 



LITERATURA - LITERATURA FEMENINA - LITERATURA MÍSTICA - TROVADORAS - LENGUA VULGAR

Cantos a la Dama Amor: Místicas y trovadoras de la Edad Media*

Carlos Rehermann

Esta defensa de la mujer podría ser vista como una manifestación de feminismo, salvo por el hecho de haber sido escrita en el siglo XIV. En esa época, no sólo el feminismo no existía, sino que escritos como ese resultaban doblemente subversivos: primero, por ser obra de una mujer; luego, por estar escritos en lengua vulgar

 

Antes de Dante y de Petrarca, antes de Chaucer y de Eckhart, las mujeres escritoras de la Edad Media, místicas y visionarias, defendieron el derecho a escribir en lengua vulgar, para difundir una espiritualidad que no necesitaba la mediación de la Iglesia. En lucha constante contra persecuciones y condenas por herejía, estas mujeres fueron las primeras constructoras de las lenguas europeas modernas.

Christine de Pizan habla con la Razón, y dice: “Mi señora, sé que eres capaz de citar numerosos y frecuentes casos de mujeres que aprendieron las ciencias y las artes. Pero yo querría preguntarte si sabes de alguna mujer que, a través de la fuerza de la emoción y de la sutileza de la mente y la comprensión, haya descubierto por sí misma alguna ciencia o algún arte nuevos que sean necesarios, buenos y provechosos, que no hubieran sido descubiertos antes o conocidos. Porque no es gran cosa estudiar y aprender algún campo de conocimiento ya descubierto por alguien más, sino descubrir por sí misma alguna cosa nueva y desconocida.” La Razón, entonces, le responde que, efectivamente, ha habido y hay muchas mujeres que descubren cosas nuevas, y cita varios casos, entre ellos el de Nicostrata, inventora del alfabeto latino y de las reglas de la gramática. “Debes estar segura, querida amiga, de que muchas grandes ciencias y artes han sido descubiertas a través del entendimiento y la sutileza femeninas, mediante el pensamiento especulativo, o a través de la escritura, y en las artes, manifestados en trabajos de toda clase.”

Esta defensa de la mujer podría ser vista como una manifestación de feminismo, salvo por el hecho de haber sido escrita en el siglo XIV. En esa época, no sólo el feminismo no existía, sino que escritos como ese resultaban doblemente subversivos: primero, por ser obra de una mujer; luego, por estar escritos en lengua vulgar. A partir del siglo XII y hasta el Renacimiento, el occidente heredero del Imperio Romano se convirtió en Europa, se formaron las nacionalidades y se consolidaron la mayor parte de los idiomas actuales. Hasta entonces, desde la caída de Roma, se escribía en latín, por y para clérigos, y se pretendía que los autores fueran solamente varones. Pero a partir de la época de las Cruzadas, cuando la Iglesia comenzó una larga guerra sin cuartel contra las herejías, se dieron dos fenómenos literarios fundamentales para el posterior desarrollo de las culturas europeas: el nacimiento de la canción caballeresca de los trovadores y el surgimiento
de la poesía mística femenina.

La situación de las mujeres plebeyas era abismalmente distinta a la de las mujeres de la nobleza. En la época feudal, la división social entre nobleza y plebe era radical. Las mujeres plebeyas (como los varones plebeyos) permanecían ajenos a toda clase de educación formal, eran en su totalidad analfabetas, y de sus vidas sólo tenemos atisbos provenientes de registros de juicios por brujería y poca cosa más. En la nobleza, las mujeres recibían prácticamente la misma educación que los varones. La diferencia estaba en que ellas tenían prohibido enseñar.

Gilles de Roma decía que “a causa de su débil nexo con la razón, las mujeres se rinden a las pasiones más fácilmente que los hombres (...) No permito que las mujeres enseñen por cuatro razones: la primera es su falta de inteligencia, que tienen en menor medida que los varones; la segunda es la sujeción a que están sometidas; la tercera es el hecho de que, si ellas predicaran, su apariencia provocaría lujuria; y la cuarta es a causa del recuerdo de la primera mujer, quien... enseñó sólo una vez, y eso bastó para poner el mundo del revés.”

Aunque las mujeres fueran tan cultas como el más educado de los varones, tenían pocas posibilidades de ejercer públicamente su sabiduría. Por otra parte, una cultura
bíblica fuertemente represora y una práctica de la herencia muy particular hacía que muy pocos nobles pudieran casarse. Suele aducirse que el nacimiento de la trova caballeresca nació a partir de la tensión erótica que se suscitó en el occidente cristiano en la época de las cruzadas,
en la que los varones partían a la guerra y dejaban abandonadas a sus mujeres. Pero los matrimonios entre
las familias de la nobleza eran escasos porque de esa manera los padres se aseguraban la no partición de sus bienes.

Por ese motivo había demasiados solteros que codiciaban mujeres. Las hijas que no estaban destinadas al matrimonio eran generalmente internadas en un monasterio. En cambio, los varones tenían una mayor libertad a la hora de tomar la decisión de ingresar o no a la vida religiosa. Los hechos demuestran que muchos nobles permanecían solteros aunque no fueran a dedicarse a la Iglesia. El número de solteros laicos era mayor que el de mujeres en la misma condición. Así, la mayoría de las mujeres que frecuentaban los varones eran casadas. De esta forma se puede explicar
el amor cortés, ese canto desgarrado y esa humillación del amante.

Sobre las mujeres casadas tenemos algunos documentos que nos hablan de las pequeñas cosas cotidianas, que pueden dar una idea de la vida que llevaban en su casa y su inserción en la comunidad. Eileen Power Gente de la Edad Media cita un manual que escribió un personaje poderoso de París para su mujer, con el fin de educarla. Ella era cuarenta y cinco años menor que él: tenía quince en el momento de su matrimonio. En su manual se encuentran recomendaciones que van desde el cuidado del aspecto personal y las recetas de cocina, hasta la actitud que la mujer debería adoptar ante su segundo marido -pues el hombre sabía que habría de morir antes que su esposa, y quiso dar una buena impresión a su sucesor, a través de la corrección de su mujer.

Pero las fuentes más confiables que tenemos se deben a la pluma de las propias mujeres, que se las ingeniaron para sortear las dificultades que el sometimiento a los varones les imponían.

Pecado de escritura

En su análisis sobre la leyenda de Tristán e Iseo, Georges Duby muestra cómo la literatura profana colocaba a la mujer en un rol que una y otra vez se encuentra en la mayoría de los textos medievales: débil ante el pecado, irresponsable, traidora y peligrosa. La constante tensión erótica de los nobles sometidos al celibato obligado tanto por la preservación de la herencia como por el mandato de la Iglesia hizo que la figura de la mujer fuera vista como una fuente de peligros.

En un exhaustivo análisis de algunos libros de la Biblia, John Phillips Eva, historia de una idea, aporta elementos para percibir de qué manera la mentalidad medieval fue influenciada por el Génesis y otros textos bíblicos.

El acto sexual se convirtió en pecado porque a través de la concepción, según el Génesis, se trasmitía el pecado original. De ser un mero trasmisor del pecado, se convirtió en sí mismo en pecado. Toda la literatura bíblica permitía colocar a la mujer en el centro de las responsabilidades. ¿No había sido Eva el instrumento de Satanás? Fue durante la Edad Media que comenzó la tradición pictórica por la cual la serpiente se representaba con rostro de mujer. A estas imágenes se añadió más tarde un nuevo pecado: la vanidad. Numerosas pinturas a partir del siglo XIV muestran a la serpiente femenina sosteniendo un espejo en el cual se mira Eva. La mujer aparecía entonces a los ojos medievales como un ser propenso a la caída, solamente preocupada por sí misma, con el fin de provocar la falta del varón.

Pero la realidad de las mujeres era muy otra. Lejos de atenerse a la versión dominante, dejaron numerosas obras literarias que prueban un afán por superar esa visión.

Por otra parte, durante las cruzadas, muchas mujeres debieron ocuparse de asuntos masculinos, como el cuidado de la hacienda y la administración de los feudos, abandonados por los cruzados. Durante ese período el juego erótico no se limitó a las canciones de los trovadores.
Una tradición herética, aunque muy difundida, incitaba
a la imitación de los goces inocentes del paraíso, que podían consistir en cualquier clase de juego erótico, salvo el coito, es decir, aquel que condujera a la procreación, que era la vía de trasmisión del pecado original. En el fresco de Miguel Angel sobre la tentación se muestra a Eva sentada ante Adán, con la cabeza vuelta hacia la serpiente (que tiene torso femenino). Parece evidente que Eva fue interrumpida mientras mantenía una relación de sexo oral con Adán.
Esto permite suponer que Miguel Angel se inspiró en esa tradición que consideraba inocente y deseable el juego erótico no coital.

Esta visión inocente del sexo permitió la amplia aceptación de la canción trovadoresca, de intenso contenido erótico.
A su vez, la poesía de las místicas visionarias está construída con los mismos elementos que la canción erótica: deseo del amado, ansiedad, desprecio por todo cuanto no sea el bien anhelado, sumisión al amante, que en este caso es Cristo.

Las mujeres plebeyas utilizaban a menudo la brujería
como una de liberación de las restricciones de la época. Numerosos testimonios hacen referencia al uso de pociones alucinógenas por parte de mujeres pertenecientes a la servidumbre, generalmente poco agraciadas o lo demasiado mayores como para recibir la atención de algún varón.
Bajo los efectos de las drogas, las brujas creían estar sellando un pacto con el diablo. Pero la belladona, la mandrágora y la datura no formaban parte de los recursos defensivos que las mujeres de la nobleza empleaban contra el statu quo.

Las damas medievales tenían una amplia formación cultural que les permitía no sólo tomar conciencia de su propia situación, sino encontrar en la vocación por la filosofía y la teología los medios para hacerse oír. La alternativa femenina culta no fue ir en contra de las prohibiciones sino encontrar una brecha para dar salida a lo que tenían para decir. No por eso fueron consideradas menos pecadoras, y muchas de ellas fueron condenadas por el solo hecho de escribir.

Escapar del sexo

Muchas mujeres buscaban escapar del matrimonio aduciendo una vocación religiosa. Tal es el caso de Juette, que se convirtió en una famosa mística, aunque podemos dudar de la autenticidad de su vocación. Juette era una niña francesa que fue obligada a casarse a los trece años. Tuvo varios hijos y luego, por fin, su marido murió. Sus padres pretendieron volver a casarla. Pero Juette había sufrido los horrores del sexo indeseado. Había llegado a obsesionarse con la cópula, que consideraba bestial y abominable.
Se negó a ser entregada nuevamente, y por tanto fue conducida ante un tribunal presidido por el obispo.

Rodeada de atemorizantes figuras masculinas dispuestas a ejercer todo su poder, la muchacha siguió negándose a un nuevo matrimonio. Finalmente, presionada hasta el límite, expresó su amor por Dios, que le impedía aceptar otro marido: su destino era la religión. El obispo, caído en su propia trampa, no pudo negarse, y Juette quedó libre.

Se hizo emparedar en una casa: las puertas fueron selladas,
y Juette pasó treinta años encerrada, hasta su muerte.
Pronto se convirtió en una famosa visionaria, que recibía la visita de la Virgen y del propio Jesús. Adivinaba los pecados de quienes se acercaban. Sabía si determinado clérigo se acostaba con prostitutas, o si cierta monja había cometido pecado mortal con su confesor. Su poder comenzó a amenazar a la Iglesia de Lieja.. Cuando murió, el obispo prohibió que continuara existiendo una comunidad con su nombre. Con una mujer bastaba.

Sin embargo, el caso de Juette es excepcional, y no debe juzgarse a todas las visionarias de la Edad Media en base a su ejemplo. La mayoría de estas mujeres dejaron abundantes y valiosos textos, que dan fe de su sinceridad y de la profundidad de su sabiduría.

Todo lo contrario al feminismo

La escritora más difundida de la Edad Media, fuera de los círculos académicos, es Eloísa. Las causa no es la calidad literaria de su obra -por lo demás, una de las cimas del arte poético medieval-, sino la historia de amor que vivió con Abelardo, uno de los más brillantes filósofos del siglo XII, que fue castrado por el tío de su amante. Esta historia atrapó la atención de la mentalidad romántica, motivo principal de su actual difusión. Sin embargo, Duby cree que no fue Eloísa la autora de los textos, y que estos no fueron escritos como correspondencia privada, sino para servir de lección a los pecadores.

En aquella época no existía la correspondencia privada tal como la conocemos hoy. Salvo mensajes entre nobles o jerarquías eclesiásticas, las cartas eran un género literario cuyo destino era la difusión pública. Si se analiza el contenido de las cartas de Eloísa, nuestra mentalidad dispuesta a aceptar la igualdad de derechos de hombres y mujeres puede conducirnos a error. Lo que hoy consideramos positivo -defender el derecho a una sexualidad libre, exigir respeto y reciprocidad, etc.-, era una prueba de la debilidad del alma femenina. Su lectura en público, que hoy podría parecer un discurso feminista, era una horrible declaración de la voluntad femenina de pecar e ir contra las normas de la Iglesia.

Un lector del siglo XX no puede menos que sentir admiración por la erudición y sensibilidad que manifiestan
las cartas de Eloísa. Sus reclamos tajantes a Abelardo la muestran como una mujer llena de energía, dispuesta a dar batalla contra un orden asfixiante, literalmente castrador.

En cambio, los textos de Christine de Pizan son auténticos, y puede verse que no hacen una defensa de los pecados femeninos, sino de las capacidades femeninas. Y otras escritoras medievales, además de ser fundadoras de la poesía y del idioma literario de varios países europeos, son las precursoras de un misticismo que conocimos gracias al maestro Eckhart y otros escritores varones.

* Publicado originalmente en Insomnia, Nº 34

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