H enciclopedia 
es administrada por
Sandra López Desivo

© 1999 - 2013
Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



ESPACIO -

Con espacio, sin gente*

Carlos Rehermann

Con el advenimiento de las monarquías absolutistas, se produjo un cambio sustancial en el uso del espacio de la iglesia: se colocaron sillas. Ya no existió la posibilidad de circular libremente por el interior del edificio


Nadie habrá dejado de observar que las sutilezas son fundamentales. Por ejemplo, no es lo mismo con que en, aunque es frecuente el uso indistinto de ambas preposiciones. Hace poco un profesor uruguayo hablaba, en cierto seminario, de la relación del hombre contemporáneo con el espacio. A lo largo de su peroración, con el espacio alternó alegremente con en el espacio. Esta indiscriminación tiene importantes consecuencias. Si una persona es capaz de relacionarse con el espacio, entonces será posible que el espacio interactúe con la persona. De lo contrario no se utilizaría el término relación para definir el fenómeno, sino uso del espacio.

Se parte del supuesto que el espacio es una entidad activa, capaz de cierta clase de iniciativa. Si se observa la publicidad masiva de los apartamentos que se ofrecen en venta, podrá notarse que los vendedores comparten este punto de vista. Se hace hincapié sobre todo en la "inteligencia" de los edificios, en la "seguridad activa", en las instalaciones mecánicas
(puertas telecomandadas de garajes, saunas programables, bañeras con sistemas de hidromasaje, gimnasio con aparatos mecánicos, solarium artificial, etc.). Todo un discurso tendiente a reafirmar una concepción de un espacio capaz de interactuar con el individuo. Este tipo de productos arquitectónicos, destinados a una franja de mercado con las necesidades básicas ampliamente satisfechas, se convierte en el ideal del sujeto "exitoso", el paradigma de nuestra civilización.

En cambio si se habla de relacionarse en el espacio, éste deja de ser un actor de la relación, para convertirse en el fondo donde son posibles otras relaciones. El espacio adquiere una significación que, lejos de pasar a ser secundaria, reviste la mayor importancia. Pues resulta ser el medio que posibilita, favorece, dificulta o impide las relaciones entre los seres humanos.

En la historia de los edificios religiosos occidentales, la evolución de la iglesia católica es sumamente aleccionadora. A partir del programa arquitectónico basílica heredado de Roma, los primeros cristianos se reunían en un ámbito que permitía las discusiones y facilitaba el relacionamiento mutuo. Este proceso tuvo su culminación hacia fines de la Edad Media, con la construcción de las grandes catedrales góticas del norte de Europa.

Con el advenimiento de las monarquías absolutistas, se produjo un cambio sustancial en el uso del espacio de la iglesia: se colocaron sillas. Ya no existió la posibilidad de circular libremente por el interior del edificio. Fue imposible continuar con el proceso dinámico de las múltiples posibilidades de relacionamiento entre los fieles. Ahora todos tenían un lugar, cada uno era igual al vecino, focalizando la atención sobre el sacerdote, que, de espaldas, honraba el altar, incorporado al edificio.

El proceso de relación en el espacio derivó a una relación con el espacio. Seguramente este es un factor más que hace que, desde hace por lo menos tres siglos, no haya una verdadera arquitectura religiosa en occidente. Parece que estamos muy interesados en construir un mundo donde la incertidumbre de las relaciones humanas haya desaparecido, donde todo esté asegurado a través de unos mecanismos automáticos que nos hagan sentir que controlamos el entorno. Como si el hecho de controlar el entorno no fuera el producto de las relaciones entre los seres humanos.


* Publicado orginalmente en Insomnia

VOLVER AL AUTOR

             

Google


web

H enciclopedia