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ISSN 1688-1672

 



CAJA DE SORPRESAS - MOMENTO -

Caja de sorpresas

Bruno Mazzoldi
Lo bueno es que todo santo algo tiene de bailarín, y viceversa. Fíjense no más en el modelo arquetípico del triunfo de la santidad: ¡con qué gracia coreográfica la Virgen oprime en passant la más babosa baldosa, la cabeza de la Serpiente!

 

Dice el Gran Combo:

"Es la vida caja de sorpresas:
hoy felicidad, mañana tristeza.
Tiene sus propias leyes
regidas por el tiempo
que las aplica al pasar
cuando es preciso el momento
"

No otramente Cohelet, hijo de David, cantaba el reino del momento preciso:

"Hay un momento para todo
y un tiempo para cada acción
bajo el cielo:
Un tiempo para nacer,
y un tiempo para morir;
un tiempo para plantar,
y un tiempo para arrancar lo plantado
"


Parece que en el Eclesiastés el ritmo de lo momentáneo caiga sin imprevistos, y que las mismas cadencias sean regaladas al Gran Combo con prima de estupor. Bailarían la misma música el hombre de Dios y el salsómano, pero el primero al reconocer los motivos de un repertorio archisabido, el segundo meciéndose en el asombro de los inéditos.

Lo bueno es que todo santo algo tiene de bailarín, y viceversa. Fíjense no más en el modelo arquetípico del triunfo de la santidad: ¡con qué gracia coreográfica la Virgen oprime en passant la más babosa baldosa, la cabeza de la Serpiente! En la Capilla del Convento de la Inmaculada Concepción de Pasto, por ejemplo, donde una encantadora escultura polícroma abre las alas de esa mística percusión que castiga tan dulcemente hasta dejar creer que etéreos arreos sostenidos por dedos tan corteses ocupen el lugar de una flauta invisible, cuando la luz no teje los encajes de las riendas con las que encadena y cabalga al Adversario, como el Hijo en Saint-Etienne-du Mont cabalga a un monstruo mitad delfín y mitad dragón.

De María, de Shiva o de asceta sufí, el momento es simultáneamente leitmotiv e improvisación. Por eso el término hebraico 'et, "momento oportuno", fue traducido mediante el griego Kairós, personificado, en la iconografía clásica por un efebo alado que sostiene en la punta del índice una hoja de afeitar sobre la que oscila una balanza. El momento es juez y malabarista. Severo saltimbanqui, conoce la ley porque constantemente recrea su aplomo.

De manera que suponer que el profeta aguante la caja de lo conocido vacía de sorpresas, mientras el rumbero saquearía el sobresalto de lo desconocido sin rastro de paquete, equivale a tratar de separar lo que va tan pegado cuanto lengua y sabor.

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