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ISSN 1688-1672

 



IDENTIDAD - IDENTIDAD URUGUAYA - DÍA DEL PATRIMONIO - CULTURA - CRIBA -

La criba uruguaya y el bidé del presidente*

Carlos Rehermann
La pregunta por la identidad es tonta; identidad significa "calidad de idéntico", pero hemos convertido su significado en un descabellado "ser uno mismo"


Con escasas excepciones, la cultura uruguaya manifestó siempre una obsesión por la identidad. La tecnología utilizada fue la criba: una malla bastante desprolijamente construída a base de mate, candombe, tango, gauchos, fútbol, carnaval, democracia, truco y educación, a través de la cual se intentó
(y se sigue intentando) hacer pasar la realidad y la vida. Pero nadie pasa vivo a través de una criba; en todo caso, si de un lado había una persona, del otro lado se obtiene un montón de carne picada. Es comprensible que numerosos, tal vez muchísimos, incluso, seamos francos, la mayoría de los uruguayos se resistan a atravesar ese peligroso tamiz. Pero los operarios de la criba aseguran lo contrario.

La pregunta por la identidad es tonta; identidad significa "calidad de idéntico", pero hemos convertido su significado en un descabellado "ser uno mismo". La psicología habla tradicionalmente de la identidad en un sentido de permanencia: uno es igual a sí mismo a lo largo del tiempo. Pero los cribadores uruguayos nos hablan de identidad con la acepción de copia de un modelo.

Educamos para evitar la pregunta por el ser, la soslayamos, la sustituímos por la pregunta por la identidad. Notorios escritores hablan de "construir la identidad" uruguaya, siguen haciéndolo. La gente de la radio sigue explicándonos cómo construir nuestra identidad; termina siendo bastante ofensivo, porque desde sus doctorales impostaciones quieren convencernos de que estamos incompletos, en el sentido de que aún no nos parecemos a lo que ellos han dictaminado como uruguayo auténtico.

La criba es hija del miedo a no ser. Su eficiencia es asombrosa. Ha logrado que Uruguay no produzca filósofos. Si bien para poner un satélite en órbita se hace necesario cierto desarrollo de la tecnología y de la industria, para pensar no hace falta más que cerebro; pero la criba lo convierte en relleno para ravioles académicos, sin sal.

El Día del Patrimonio, esa fiesta popular que cambia la cara de la ciudad, se presenta mediante un discurso oficial que establece que sólo seremos algo si tenemos riquezas; pero las personas cultas que promueven esta protección de nuestras posesiones hablan de valores trascendentes, no pueden reducirlo todo al dinero, y entonces aparece el Arte, mágica palabra sagrada.

Pero las personas, que por más que sean uruguayas y a cada paso se encuentren con una criba, no tienen demasiados problemas de percepción del yo, y se toman el Patrimonio para la chacota. Vamos a la casa presidencial porque queremos ver el bidé del presidente.

Está muy mal que quieran hacernos creer que la casa presidencial o la quinta de Berro son arquitectónicamente valiosas; se trata de mamotretos, imitaciones serviles de casas burguesas o palacios europeos, hechas para ricos, en una sociedad injusta y abusiva. Rastros de un pasado de opresión, miseria y violencia. ¿Qué puede haber allí que me interese? Ni la obra pobre, vulgar, ridícula, ni lo que ella albergaba. Prefiero perder la memoria que detenerme a admirar los torpes estilemas de lujo de los que se rodearon unas mentalidades ansiosas por parecer aristocráticas y cultas, tan cultas como quienes ahora nos presentan esas huellas de miseria moral y artística como tesoros nacionales.

Pero no hay peligro: se evitarán las discusiones, no se enfrentarán opiniones acerca de la pertinencia de la protección, porque simplemente no existen herramientas teóricas capaces de defender el collar de barruecos de nuestro patrimonio artístico y cultural.

No hay que olvidar la tecnología: la criba está para que no pase lo indeseable. Mientras se exalta la moldura recurriendo al bidé, se aplasta, se somete al olvido, se convierte en nada lo creativo, lo que interroga, lo que desestabiliza y descompensa.

Cuando se habla de Montevideo, y en un discurso siempre enlazado con el Patrimonio y la identidad, y el Estado nos pide explícitamente que la convirtamos en "la Bruselas del Mercosur", pienso en los motivos por los que no podemos ser la Montevideo del Mercosur.

La gente sale el Día del Patrimonio porque sale la gente: estar de fiesta, encontrarse con otros, tomar cerveza, entrar a lugares prohibidos
(lindos o feos, valiosos o sin valor, da igual). Porque no somos nada, y conviene no olvidarse.


* Publicado originalmente en Insomnia Nº 144

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