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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



LERENA ACEVEDO, JOSEFINA - LITERATURA - LITERATURA FEMENINA - LECTURA - ESCRITURA - A MEDIA VOZ - ENTRE LÍNEAS - NOVECIENTOS -

Josefina Lerena Acevedo (1889-
1967)
: El pecado de la lectura

María Carolina Blixen
Quedó grabado en su mente el festival de fin de año en que tuvo que recitar. Estaba asustada, casi no le salía la voz y lagrimeaba. El título del poema era "No me olvides". Don Juan Zorrilla de San Martín que presidía el acto escolar, al ver su dificultad exclamó "¡Muy bien!" varias veces


Rápidamente los padres se ponen de acuerdo, Josefina ha cursado hasta cuarto año de escuela y es evidente que "una niña no necesita saber más". Ese último año en el colegio de Carmen Onetti había aprendido Historia (Americana, Griega, Romana, Sagrada), Geografía, Matemáticas elementales, Gramática y Física. Una señorita debe saber coser, lavar, planchar, vestirse bien y tocar el piano.


I


Andrés Lerena Traibel, el padre, se casó con Paulina Acevedo Vásquez en 1887. Al año siguiente el matrimonio tuvo a su primer hijo: Raúl. El 13 de febrero de 1889 nació Josefina en una casa en la calle San José entre Andes y Florida. Andrés Lerena era abogado, periodista, político del partido Blanco. Hijo de Avelino Lerena, Ministro de Hacienda del Presidente Manuel Oribe en el Cerrito, poeta y responsable de una novela "El bandido"; nunca publicada, pero leída en familia. Y de Ambrosia Traibel, de ascendencia andaluza y alemana. No menos patricia era la familia de doña Paulina Acevedo, hija del Dr. Eduardo Acevedo
(el codificador) y Joaquina Vásquez. Enseguida después de Josefina vino Jorge, y tres años más tarde, Raquel.

La mujer adulta, memoriosa, la señora Josefina Lerena Acevedo de Blixen, guardará, vívidas, las emociones de los primeros años. Josefina y Jorge son inseparables compañeros de juegos. Las casas son enormes y están llenas de lugares misteriosos, que necesitan ser explorados. Altillos, sótanos, despensas, pasillos secretos. Un día, los niños descubren en un rincón un retrato de un señor de mirada vigilante. No saben quién es, Jorge propone rezarle. (1)
La madre, Paulina, los encuentra hincados ante el retrato de Voltaire. Los niños se le van de las manos: es necesario que vayan a la escuela. En el colegio son los más chicos: Josefina tiene 5 años, Jorge, cuatro. Josefina ya sabía leer y escribir, pues le había enseñado su madre el año anterior, pero es tan tímida que parece que nada sabe. Los juegos en el recreo les parecen brutales. Josefina agarra de la mano a Jorge para que no se lastime.

A principios de 1897, Andrés Lerena, seguidor de Diego Lamas, parte para Buenos Aires a ponerse a las órdenes del Comité de Guerra del Partido Nacional que prepara desde allí la revolución. Paulina Acevedo no quiere que participe directamente en la lucha. Lo sigue con sus hijos; el menor, Andrés Héctor, tiene 2 años. La travesía en barco es una triste aventura signada por la angustia de la madre. Antes, en el confortable comedor de la casa, Josefina y Jorge se habían hecho un barco con sillas y habían soñado mil hazañas. En Buenos Aires Josefina fue a una escuela levantada frente a la plaza Rodríguez Peña. A fin de año, de vuelta en Montevideo, los Lerena Acevedo tienen un hijo más, Arturo, y un estado de cuentas calamitoso. Andrés Lerena donó su fortuna para el levantamiento.

Josefina recordará que por muchos años durmió en un catre y que cosía y descosía sus vestidos. La situación es difícil, pero hay que continuar con la educación de los hijos. Josefina fue al colegio de Rosa Barbieri de Bazerque hasta que cerró y pasó al de Carmen Onetti hasta 4o año. Seguía con su temor a hablar. Quedó grabado en su mente el festival de fin de año en que tuvo que recitar. Estaba asustada, casi no le salía la voz y lagrimeaba. El título del poema era "No me olvides". Don Juan Zorrilla de San Martín que presidía el acto escolar, al ver su dificultad exclamó "¡Muy bien!" varias veces. Eso hizo que todos aplaudieran. Una niña tiene que saber tocar el piano. Josefina va al "Liceo Musical Franz Liszt", fundado en 1895 por Camilo Giucci. Tres horas por día de piano. Paulina había tenido talento musical, bastaba recordar aquella vez en que tocó el piano con Pedro Saenz de Zumarán en el teatro Solís. La música se acabó para Paulina cuando murió Raquel, a los tres años. Josefina no heredó la inclinación materna, estudia por obligación.

Ella quiere y admira a sus padres. Sabe, que para satisfacerlos debe cumplir con las normas de la casa. Josefina es dócil. El problema se plantea a veces porque los padres no saben ni deben explicar mucho. Y hay que entender: no se puede desear más que lo permitido. Josefina quiere ser
artista. "Que no te oiga tu madre. Una niña no puede ser artista", es la respuesta inmediata de la fiel Benicia. (2) Pero la niña que se cree fea porque tiene el pelo oscuro y no rizos dorados, como debe ser, se entusiasma y canta y baila, y es feliz haciéndolo."...hasta que vi que mi padre, asomado a la puerta, se reía de mí". (3)

Las prohibiciones eran muchas, pero no todas pesaban de la misma manera. A veces la tentación es más poderosa que la voluntad de obedecer. Una niña no puede leer. El padre tenía una hermosa biblioteca a la que accedían los varones, Josefina no. Un día Raúl, el mayor, decidió leer en voz alta "El Conde de Montecristo" de Alejandro Dumas, parado ante los menores. Andrés, su padre, le leía a veces fragmentos de La historia de un riachuelo
(1876) o la Historia de una montaña (1872) de Jean-Jacques-Elisée Reclus (1830-1905) Pero no alcanza. Josefina decide leer "a escondidas y como pecando". "No me quedaba otro recurso que leer de pie, al lado de su biblioteca, pronta a restituir el volumen apenas se presentara una sospecha de alarma. Con los ojos cerrados había podido ir a los anaqueles, pero asimismo muchas veces mi libro no estaba, y casi siempre era difícil encontrar donde había interrumpido la lectura...".(4)

La biblia "es un libro sagrado, y nadie debe leerlo...", repetía Benicia, la empleada. Un día, con Jorge, abren el libro y casi no ven nada del susto: "...Pero ya habíamos desobedecido (...) Ya nadie podía defendernos. Teníamos la culpa. Seríamos castigados. Y fue una tarde muy triste. Ibamos a morirnos, esa misma noche, tal vez, antes de la hora de dormir.".(5)

El conocimiento de la
muerte se realiza en soledad. Puede ser un juego. En 1898 Josefina y Jorge presencian desde la azotea de su casa el cortejo fúnebre de Diego Lamas. Ambos lo admiran. Era el héroe principal de los muchos que vislumbraron en Buenos Aires. Repiten una y otra vez el rito de su muerte, así participan de su grandeza. Esa es una muerte fantástica. Hay otra muerte, una misteriosa que hizo desaparecer a Raquel cuando tenía tres años. Otra, que la hace sentir ridícula porque viene envuelta en paños negros. Cuando muere su abuela, Joaquina Vásquez, una figura elegante que siempre la intimidó, la niña debe vestirse de luto. Jorge se burla de ella, y Josefina, a quien la muerte de la abuela parece no haber impresionado mucho, quiere llorar. Y otra más, que se parece a un agujero sin fondo, la que sabe que es el castigo definitivo.

Quiere ser buena, pero es demasiado curiosa. Por un tiempo pensó si no debería hacerse monja. Tal vez como expiación, tal vez como liberación. "¿Qué timidez terrible me inhibía siempre, siempre, de hacer lo que era mi
deseo?", se pregunta la escritora al recordar su infancia al fin de su vida. (6)


II

Nuevo Consejo de Familia. A los Lerena Acevedo les queda solo una niña, y es necesario educarla bien. Josefina ya tiene 12 años y debe aprender a alternar en sociedad con miras a realizar un buen matrimonio. La familia está sin dinero y hay que darle un futuro. Para transformarse en una señorita hay que asistir y dar fiestas, vestirse adecuadamente, hablar y moverse con elegancia, perder la timidez. Partirá a Buenos Aires con dos señoras amigas de la casa. Allá hay una tía que le puede dar todo lo que necesita y que la recibirá encantada.
(7) De nuevo en barco hacia Buenos Aires. El viaje es aún más triste que el anterior. Josefina está sola y no sabe por qué.

Doña Joaquina Acevedo de Acevedo era "una mujer extraordinaria, inteligente, adorable, que modeló su personalidad, disipó su timidez, iluminó su voluntad".
(8) Josefina entra a la "fiesta del mundo", rápidamente, sin demasiado esfuerzo. Se descubre hermosa y eso le da seguridad. Le gusta estar entre sus primos y primas, la deslumbran el lujo y los salones. Vuelve a Montevideo a los 17 años, convertida en la señorita que su familia deseaba.

En 1907 Andrés Lerena sacó la lotería y decidió hacer un viaje familiar a Europa. No todos los hijos podían ir: Raúl y Jorge estudiaban. Fueron el matrimonio, Josefina y los dos varones menores, Andrés Héctor y Arturo. El viaje era un broche ideal para la educación de la joven y un sueño deseado por todos. Josefina anunció a sus amistades que se irían a Europa. Se embarcaron el 16 de mayo. El viaje por mar era lento y las olas altas. La estadía más larga fue en París, algo en Londres, poco en Suiza. Visitaron teatros, castillos, museos.

El aprendizaje de la joven es grato, excitante, pero la exigencia es mucha siempre, y a veces no es fácil saber cómo cumplir. Cuando viajan a París van a Auteuil, "a las grandes carreras de obstáculos". Josefina describe, admirada, la elegancia y la belleza de las mujeres. "...Eran realmente como un milagro de belleza y de gracia. Ante ellas ¿cómo hubiera podido acordarme de mi vestido? Pero mi padre, de pronto, dándose vuelta, me dijo casi enojado:-Eso es elegancia. Aprende como ellas a vestirte, a caminar, a moverte...Mira qué trajes, qué sombreros llevan... Sentí que estaba avergonzado de mí. Y, desolada, me puse a llorar...".
(9)

Europa la embelesa, pero debe dejarla. La familia decide volver. El día de la partida Josefina está muy apenada y no puede disimularlo. Muchos años después, en 1929, ante el féretro de José Batlle y Ordóñez, Josefina recordaría cómo había llorado al partir de París y el amanecer frío en que en la estación apareció la figura admirada de Batlle. Su presencia la consoló. Andrés Lerena, que era blanco, había apoyado junto a Eduardo Acevedo Díaz la candidatura de José Batlle y Ordóñez en 1903. Ambos se guardaban respeto y reconocimiento.

En Europa, el matrimonio había comprado todo lo que consideraba indispensable para alhajar su casa: muebles finos, cristales, porcelanas. Sobró algo para vivir en Montevideo bien durante 4 o 5 años. A la vuelta, Juanita Ramírez, hija de don Gonzalo Ramírez, invitó a Josefina a integrar la sociedad "Entre Nous", que durará hasta fines de 1921.
(10) Josefina era la secretaria de actas. A las reuniones "no entraban los hombres. Se quedaban afuera y miraban". (11) Integra el grupo María Eugenia Vaz Ferreira. En "Entre Nous" las mujeres bordaban, hacían caridad, programaban reuniones sociales.

Todo eso era lo que se esperaba de ellas, pero también descubrían que podían valerse por sí mismas, que podían pensar y actuar en forma independiente, que podían ver a los hombres desde fuera y juzgarlos. El mismo año, 1908, María Abella de Ramírez publica el libro de ensayos feministas En pos de la justicia.
(12) Su prédica coincidirá en líneas generales con lo que varios años después Josefina desarrollará parcialmente en El Ideal y, fundamentalmente, en El Nacional.

Josefina se proyecta en el círculo intelectual. Pide y recibe tarjetas con pensamientos. "A quien ya ha sido favorecida con todos los dones de la naturaleza, del espíritu y de la cuna, no es posible desearle otro bien que el de la felicidad", le escribe José Enrique Rodó el 6 de noviembre de 1909. "Suspirar es llamar", firma Juan Zorrilla de San Martín en diciembre del mismo año. "La vida es siempre bella. El sobrellevarla no es un
arte, es un deber. Si todo fuera goce, ese encanto sería pronto hastío...", Eduardo Acevedo Díaz, su tío abuelo, en abril de 1911.(13)

La primera guerra mundial la sacude. Nunca tuvo una actitud prescindente ante el mundo. Siempre creyó, desde su concepción cristiana, que podía hacer algo. Poseía, además, una conciencia muy práctica derivada de su aprendizaje de mujer. Al ser invadida Bélgica por Alemania decidió que había que ayudar a la población de aquel país juntando recursos. Hubo protestas porque el
Uruguay era un país neutral, pero ella sostuvo que neutral no significaba falto de humanidad. Pero la muerte la golpea fuerte y cerca en 1915. Jorge, su hermano, el cómplice en tantas experiencias de iniciación sufre un derrame cerebral; así diagnostican los médicos. Había sentido por primera vez la angustia de la muerte a los doce años cuando Jorge le pregunta "¿-Nunca piensas que tienes que morirte? (...) Y, si Jorge no me hubiera hablado, yo hubiera seguido tranquila, tal vez hasta el día de su muerte...". (14)

En una de las fiestas a las que habitualmente asistía conoció a Mario Blixen, hijo menor del cónsul de Suecia y Noruega en Uruguay, Samuel Andreas Blixen y de María Claret. Mario Blixen, seis años mayor que Josefina, era culto y tenía un espíritu aventurero que la reconcilió con su infancia. Sin tradición partidaria, había participado en la guerra de 1904 del lado de los colorados, había también viajado a Europa, pero sin un vintén. Andrés Lerena se opuso en principio a sus relaciones pues el candidato provenía de una familia desconocida de sus amistades. Pero Josefina se mantuvo firme aunque el padre no le habló en tres meses. Se casan el 3 de enero de 1916. El casamiento es la culminación de la vida mundana de Josefina, pero en el mismo acto, también se recupera a sí misma.


III

La pareja se fue a vivir a Durazno por un corto tiempo donde Mario Blixen tenía un puesto en el ferrocarril. Su marido trabajaba todo el día y Josefina se aburría, sola. A los pocos meses volvió a Montevideo, porque Mario Blixen era enviado de un lugar a otro de la República para inspeccionar el funcionamiento de los ferrocarriles. A fines de 1916 nació su primer hijo, Hyalmar, y a principios de 1918, el segundo, Julio. El matrimonio decide no bautizar a ninguno de sus hijos. Mario Blixen es agnóstico y Josefina católica. La resolución la tomará cada uno cuando sea grande.

Josefina vuelve a vivir con sus padres y sus hermanos, Andrés Héctor y Arturo. Comparte con ellos un momento de efervescencia intelectual. En 1919, siguiendo la convocatoria de Julio Lerena Juanicó, "figura rectora de la generación", Arturo participa en la fundación del "Centro de Estudiantes Ariel". El grupo está comandado por su amigo, Carlos Quijano.
(15)

La familia que vivía en el centro, se traslada al Prado, a una quinta en la calle Lucas Obes 92, porque Andrés Héctor está enfermo de tisis. Mario Blixen trabaja ahora como empleado municipal. Viaja en más de una oportunidad a Europa. En su ausencia, el 15 de setiembre de 1920 muere, a los 25 años, Andrés Héctor. En 1918 había publicado su libro de poemas Praderas soleadas. Al mes de su muerte, la juventud intelectual montevideana le rinde homenaje en el Paraninfo de la Universidad, presidido por María Eugenia Vaz Ferreira.
Poco después, los Lerena Acevedo se trasladaron a una quinta de la calle Agraciada 3617, en el Paso Molino.
Hyalmar Blixen recuerda que la familia reputaba a su madre como una mujer inteligente que sabía argumentar muy bien. Andrés Lerena le pedía, cuando tenía que enfrentar un pleito difícil, que argumentara en la parte contraria para así aclararse más el panorama jurídico. "Una vez los oí discutir en el escritorio que mi abuelo tenía en la calle 25 de Mayo y sin saber por qué discutían tan acaloradamente penaba esperando que mi abuelo nos trajera a la casa de la avenida Agraciada 3617. Después se me explicó que esa discusión era una defensa jurídica y que eran argumentos y no una pelea". Josefina había crecido leyendo, primero a escondidas, después un poco arbitrariamente, lo que tuviera a mano. Ahora es una señora de su casa, que tiene hijos y conoce sus deberes. El padre ha terminado reconociendo su capacidad intelectual y su derecho a ella.

Antes de sus primeros escritos, es posible detectar en Josefina aspiraciones literarias: su diario de niña, las tarjetas, ingenuas, que pide y recibe de varios intelectuales. El lugar de la "
mujer de letras" en nuestro medio está ocupado por la poeta, o poetisa como se decía entonces. La arrasadora figura de Delmira Agustini había estallado en 1914. Juana de Ibarbourou había debutado en 1919 con Las lenguas de diamante y había creado una nueva conmoción que la llevaría por caminos mucho más institucionalizados que a Delmira. La difícil, ambigua, María Eugenia Vaz Ferreira -la mayor de todas-, inteligente, rigurosa, con prestigio en el círculo de los cultos, pero sin haber aceptado el desafío de la publicación de un libro; compartía con Josefina su inclinación religiosa y su actitud inquisitiva ante el mundo.

Celosa de su lugar, María Eugenia sintió el desplazamiento que Delmira primero, y después Juana, le infligieron. Tal vez eso la uniera más a Josefina. Pero María Eugenia es fundamentalmente la poeta; el que piensa es el hermano, no ella. El lugar de la mujer ensayista, que reflexiona y opina sobre el mundo y la cultura no existe. Ese es el lugar que Josefina, con muchos tanteos, en una modalidad que la recoge siempre en sí misma y en su historia personal y familiar, va a crear. Se ha plegado al
modelo de la mujer de familia, y escapará de él doblemente: como mujer por el hecho de escribir, como escritora por atreverse al ensayo.

Josefina que de niña había llevado un diario, escribe por primera vez para el público en la revista Actualidades. Semanario Nacional
(1924). Inaugura en ella el seudónimo Suzón, que luego retomará en El Nacional. Firma dos columnas encabezadas como "Colaboración femenina". Los temas son el peinado, la moda, las antigüedades.(16) La misma revista recibe las crónicas de Carlos Quijano desde París.

En 1926 nació su hija Sonia; y 3 años después su cuarto y último hijo, Olaf. En 1927, Mario Blixen fue invitado a escribir sobre ajedrez, en El Ideal. Tenía una larga y estrecha vinculación con el partido colorado. Entre otras tareas, llevó las cuentas del partido durante la última presidencia de Batlle. El no tenía interés, pero Josefina sí. En su lugar ella podría escribir sobre modas. Francisco Ghigliani y Francisco A. Schinca, los directores de El Ideal estuvieron de acuerdo. Su columna, por lo general sin firma, otras veces con distintos
seudónimos, aparece en una página encabezada como "Vida social" o "Vida en sociedad"

En ella Josefina libera su mano. Se encuentra entre sueltos que dan cuenta de los enfermos, los viajeros, los éxamenes de piano, los cambios de residencia, las "fiestas y reuniones", consejos culinarios y para aclararse el pelo, necrológicas. Recupera el placer de escribir haciendo periodismo. Escribe sobre adornos, vestimenta, peinados, y desliza sutiles críticas a las imágenes de la mujer circulantes.

Sin énfasis, señala algunas llagas: por qué se acepta como evidente que si la mujer trabaja se va a gastar su dinero en frivolidades, cuando hay tantos hombres que se lo gastan en alcohol sin levantar ninguna resistencia social. Descentra el foco de atención convencional de la mujer: esta no se acicala para gustar a los hombres sino porque le importa su propia imagen. Pide a los padres que aprendan a escuchar a los niños pequeños.
(17) Las notas no resistieron su conciencia crítica. Algunos años después volvió a leer sus crónicas y las rompió.

Cuando Carlos Quijano, amigo de la familia, funda El Nacional en agosto de 1930, le ofrece escribir en su diario. Josefina acompaña esta aventura periodística hasta el final. Pasa claramente de una mirada femenina
(Actualidades) a una feminista. Sus intereses son amplios y su tono es más preocupado que combativo. Persiste en reclamar atención para el niño de pocos años, generalmente descuidado en la educación de los padres, pide escuelas dignas, ataca la institución del duelo. Defiende la independencia de la mujer. Plantea los problemas de la patria potestad, de la consideración legal de los bienes de la esposa. Es el suyo un feminismo cívico y de reivindicaciones laborales, nunca aparece en su prédica el deseo de la liberación sexual. En otro orden de búsquedas, en algunas crónicas es posible reconocer su perspicacia para percibir los costos de la modernidad en los indicios más pequeños.(18)

Su experiencia en el periodismo escrito termina con el cierre de El Nacional
(29.11.1931). Desde sus páginas, Josefina dio la bienvenida a la "Sociedad de Amigos del Arte": "...Los artistas han comprendido que al ideal de crear era preciso agregarle la misión de educar. Pero, no formando escuelas que encaucen la fantasía de un temperamento, sino formando sociedades que establezcan un acuerdo entre los elementos creadores y los aficionados inteligentes. Agrupaciones que alienten a los que recién empiezan, que consagren a los que se destaquen y hasta que busquen nuevas fórmulas del arte dentro del arte mismo".

La "Sociedad de Amigos del Arte" había sido fundada en 1931, en Montevideo, por Angélica Lussich Márquez.
(19)
La idea había sido concebida previamente en París por un grupo de artistas entre los que estaban Jules Supervielle, Carlos Castellanos, Milo Beretta y Susana Soca. Esta última prestó su apoyo financiero cuando los invitados a traer del exterior resultaron caros, y todos pusieron a disposición de la "Sociedad" el caudal de sus vinculaciones internacionales.

Durante más de tres décadas fue un centro de conferencias, exposiciones, conciertos, debates. Josefina fue vicepresidenta en más de un período.
(20) Ello es una muestra de lo orgánico y definido de su opción intelectual. El periodismo fue un buen entrenamiento, pero sólo el primer paso. En 1931 presentó "Mis cuartos de hora" a un concurso de inéditos del Ministerio de Instrucción Pública. No fue premiado. "Tienen razón, no es bueno", piensa Josefina y lo rompe sin publicar.

Carlos Reyles, a quien admiraba especialmente por El embrujo de Sevilla
(1922) vuelve de Europa en 1929. Le es presentado en diferentes reuniones, una y otra vez, porque él no la recuerda. Recién obtuvo el reconocimiento a su presencia cuando le envió su libro A media voz (1934). Reyles le manda el inevitable agradecimiento: "Su libro es la revelación de un temperamento literario muy femenino, muy exquisito". Pero a partir de ese momento supo verla y saber quién era. Sobre el mismo libro le escribió Felisberto Hernández: "Imagínese cómo es la vida entre el barullo de estas grandes ciudades del pensamiento, con rascacielos que tratan de elevarse superponiendo pisos y con ese tráfico en que se mezclan tantas velocidades y tantos ritmos de lógicos motores. Imagínese cómo, en medio de esa acción, se oye de pronto, por simpatía, por inspirada y misteriosa sorpresa, algo dicho "A media voz", en un tono humano, en un tono que suena dentro de nosotros y que nos hace recordar que existimos. Seguimos tras ese tono de voz y nos alejamos de la ciudad de los pedantes motores (...) Yo voy hacia su libro como al borde de un sueño; voy en puntas de pie, para no despertar la terrible inteligencia, que no es la que lleva en sí la creación del sueño".

Su segundo libro édito, también es de reflexiones, Entre líneas
(1938). Estos ensayos se desarrollan como un monólogo. Josefina quiere auscultar su propia voz en el momento en que nace, ser fiel a ella, reproducirla. Es necesario escucharla con atención, sabe de las trampas del inconsciente. Se ensimisma. Desea desentrañar los sedimentos, los restos de su educación; como una antropóloga, relevar sus propios estratos geológicos. Busca un sesgo, un lugar desde donde mirar: "...como por Rembrandt, con ventanales de capilla, donde un prisma de luz atraviesa la escena para dar forma a un solo punto y vida a un solo sueño. Y es a eso a lo que yo llamo una nueva realidad".(21)

Ese carácter de diálogo interior y la conciencia abrumadora de la fugacidad del tiempo determina el estilo de estos dos libros y del siguiente, Cristalizaciones
(1940). Josefina cree en la capacidad de cada uno de cambiar su destino. En Entre líneas, entre las descripciones del mundo de la mujer, que parecen justificar la pasividad, plantea pensamientos que son llamados a la acción. 1939 es un año muy difícil para Josefina. En julio muere su padre, Andrés Lerena. El 20 de agosto Mario Blixen. Con su marido, que había sido nombrado diputado por el partido colorado en las elecciones de 1938 vivían en una casa en Requena esquina 18 de julio. Después de su muerte se muda con sus hijos al apartamento en el que residirá hasta el fin de sus días, en 18 de Julio 1745.

Josefina escribe más y lee muchísimo. Vuelve en Cristalizaciones
(1940) a sus reflexiones a propósito del recuerdo, a su rastreo de lo inasible. La publicación de cada libro desencadena el mismo rito. Un ejemplar para cada una de las amistades o figuras reconocidas del mundo intelectual. El recibo de una tarjeta, a veces una carta de agradecimiento, con halagos, a veces pensamientos. Un ritual, una forma de contacto, que la que después se identificó como "generación del 45" denostaría, en su brega por un "campo intelectual" en el que escritores, críticos, editores, público, se relacionaran a través del juicio "objetiva" y rigurosamente fundado. Josefina siguió participando de las viejas formas y persistió en una manera de pensar que nada tendría que ver con la noción de compromiso que pronto se impondría en nuestra cultura.

Tal vez por eso, los críticos actuantes "del 45", no reconocieron la singularidad de su trabajo. Tal vez porque no pudieron desertar de su mirada masculina. Ni siquiera Carlos Real de Azúa, que halagó el Novecientos de Josefina en una carta personal, le dedica algunas líneas en su Prosa del mirar y del vivir
(22) a pesar de hacerla figurar en la bibliografía. A propósito de Cristalizaciones, le escribe Gabriela Mistral: "...Es muy raro, compañera querida, que una mujer criolla dé esta clase de productos. Nosotros pensamos poco y, sobre todo, tenemos una mínima vida interior. La famosa vida social nos halaga y nos pulveriza, cuando es que no nos pudre". Ambiguo y discutible halago que enmarca muy bien la obra de Josefina.

El paso siguiente será dejar de mirarse a sí misma. Admira a Carlos Reyles porque es un hombre de acción, además de un intelectual. Cree en el poder de la voluntad; en la suya propia, y quiere desentrañar los matices de la de Reyles. Este había muerto en 1938. Lo había conocido personalmente, había asistido a sus conferencias del Centenario, había admirado sus libros, había envidiado su "vida novelesca". En 1943 publica su biografía: Reyles. Contando la vida de otro, aparece la narradora. Josefina tiene información, pero no se molesta en dar fuentes. Interpreta gestos, actos y la obra de Reyles. Recrea con precisión y verosimilitud narrativa la situación significativa, el gesto que da el mundo interior.

Recibe de Juana de Ibarbourou en junio de 1944: "Con admiración creciente termino de leer su libro "Reyles", de tal calidad y
fuerza, que más parece la obra potencial de un hombre de talento, que la recia obra de una mujer de talento. Y es que, en general, otro es el modo de escribir de las mujeres, y libros así, densos, cimentados, de tal conciencia de documentación y conocimiento, no son para nuestra psicología y nuestra vida tejida de tantas obligaciones grandes y menudas"

Josefina ha leído, pensado y publicado, cuando nadie quería o esperaba que lo hiciera, en un ambiente intelectual en el que el máximo elogio es parecerse a un hombre. Pero su mundo sigue siendo el interior, el limitado por la casa y sus deberes. Se evade a través del pensamiento; la vida de otro le da la posibilidad de hacerlo a través de la fantasía o de un esfuerzo de exorcismo más comprometedor. En 1948 publica Varela El Reformador. La tía de Josefina, Adela Acevedo, se había casado con José Pedro Varela Berro, el reformador de la enseñanza, en 1873. Como en el caso de Reyles, la sugestiona el hombre de ideas y el que es capaz de imponer su "espíritu dinámico y de empuje". Cuando escribe biografías, Josefina se pone en el lugar del "hombre de talento", tal como lo menta Juana de Ibarbourou. Transitar por las vidas de otros, le permite encarar la suya propia.

A fines de 1948, publica Contraluz en el que recupera sus memorias de la infancia. Tiene 59 años, sus hijos están grandes, no dependen de ella. Se queda consigo misma y se encuentra cada vez más en su pasado. Este surge luminoso. La emoción, el miedo, la angustia, el deslumbramiento de la infancia están ahí, intactos. Josefina ha mantenido a la niña, y la recupera cuando sabe que está en el tramo que desemboca en la muerte. Carlos Real de Azúa al hacer un análisis y recuento de nuestros memorialistas, afirma: "la postura común del material más atendible es la del hombre que se inclina sobre su pasado y considera que lo vivido tiene un valor ejemplar, o valioso, o esclarecedor y merece ser registrado".
(23) Nada monumental hay en las memorias de Josefina, salvo la grandiosidad surgida de la distancia admirativa o asustada de la mirada infantil.

Josefina ahonda en su
fe. Enhebra sus preocupaciones a su mundo familiar. Se apoya en un sentimiento de pertenencia. Crea sus propios modelos, que se convierten en un punto de referencia constante. Antonio María Claret fue santificado en el jubileo de 1950. En este caso es la familia del marido la convocada. Samuel Blixen, hijo de un pastor protestante, viajó en 1866 como cónsul al Uruguay. Conoció aquí a María Claret y se casaron enseguida. Con Alto camino. Vida de San Antonio María Claret (1955), Josefina vuelve al hombre de acción, al que es capaz de transformar su vida en base a su voluntad. De la mundana y laica tradición familiar de su marido recupera un antecedente místico. Ella misma es mística y mundana; recatada y aventurera. Tal vez esas imágenes heroicas que necesita fundar se hayan alimentado de las de los revolucionarios que vislumbró en su infancia, entre los cuales estaba su padre.

Los combatientes de 1897 habían quedado en la retina de la niña, el enfrentamiento de 1904 la tomó muy preocupada por sí misma y su crecimiento -tiene 15 años y tiene que aprender a ser linda-; pero la guerra de 1914 la sacude, y después la de 1939. También sufre de cerca las angustias del exterminio del pueblo armenio. Josefina está obsesionada por la idea de paz. De ello da testimonio Del espíritu de paz
(1960). Una vez más a la reflexión, se une el recuerdo personal. El Novecientos vuelve como un momento idílico, de costumbres, hábitos e ideales pacíficos. "¿Es que podría acaso decirse ahora, que, desde el novecentismo no se ha vuelto a conocer ningún auténtico tiempo de paz, como si los pueblos hubieran perdido su derecho a la paz?"

La "dicha de la calma", el anhelo por la paz perdida, es lo que hace de Novecientos
(1967) un libro de crónicas luminoso."Mi recuerdo penetra en un tiempo en el que siempre era primavera, aún con los campos despojados, aún en plena estación de las lluvias...", dice en Melancólicamente (1977). De nuevo un libro de recuerdos, no un "diario íntimo" como aclara en el prólogo. Josefina no se desborda. Es siempre consciente de los límites. El recuerdo no es una llaga, una irrupción; es más un refugio, un reducto de paz, cuando comprueba que esta desaparece del mundo.

Murió el 12 de noviembre de 1967; a los 78 años seguía escribiendo. Tres años menor que Delmira Agustini
(1886-1914), Josefina no tuvo su precocidad, ni su talante lírico, ni su trágico erotismo. Tres años mayor que Juana de Ibarbourou (1892-1979) con quien mantuvo un vínculo amistoso-intelectual permanente, Josefina fue también más tardía en publicar y menos resonante a nivel oficial. Es exactamente de la misma edad que Alberto Zum Felde (1889-1976), nuestro crítico mayor. El que se adelantó a la exigencia científica y la concepción totalizadora de la generación del 45, el que dejó la visón más orgánica y ambiciosa de nuestra literatura.

El mundo de referencias, la estructura del pensamiento de Josefina es anterior al quiebre del medio siglo. Es una intelectual cuestionadora en su visión de la
mujer; pero pertenece al clima cultural del intercambio amistoso, de las buenas maneras, anterior a nuestra revulsiva y peleadora generación crítica. En un ambiente intelectual en el que el reducto de la mujer de letras era el de la poesía, Josefina Lerena ensanchó ese espacio al escribir ensayos, biografías, crónicas. Las mujeres que hoy escriben tal vez no sepan la deuda que con ella tienen.



* Publicado originalmente en Insomnia


Notas

1 Josefina Lerena, Contraluz, Mont., 1948
2 Idem, Melancólicamente, Mont., Shera'a, 1977
3 Idem
4 Contraluz, op.cit.
5 Idem
6 Idem
7 Idem
8 Testimonio de Hyalmar Blixen en entrevista realizada
9 Melancólicamente, op.cit.
10 Ver, "La Asociación Entre Nous". "Detalle de su liquidación total", Mont., El Ideal, 2.1.1922
11 Josefina Lerena, Novecientos, Mont., 1967
12 María Abella de Ramírez, Ensayos feministas, Mont., El siglo ilustrado, 1965. Recoge los trabajos publicados en 1908 con el título En pos de la justicia
13 Todas las tarjetas están en poder de Hyalmar Blixen
14 Contraluz, op.cit
15 Caetano, Gerardo y Rilla, José Pedro, El joven Quijano (1900-1933), Mont., Banda Oriental, 1986
16 "Notas de Suzón" en Actualidades. Semanario Nacional, Año I, No 1, 13.8.1924 y Año I, No 4 , 3.9.1924
17 Sin firma, "Las muchachas que trabajan", El Ideal, 1.2.1927. S/f, "Ideas sobre educación", El Ideal, 10.2.1927. S/f, "Principales motivos de coquetería", El Ideal, 14.2.1927
18 Suzón en El Nacional: "Sobre la personalidad femenina" (3.8.1930), "El porvenir de los hombres visto desde el "sector" femenino" (10.8.30), "Lo que sueñan los niños" (17.8.30), "Volviendo a lo antiguo" (20.8.30), "Feminismo" (24.8.30), "Las mujeres en los empleos públicos" (7.9.30), "La más grave de las crisis..." (15.9.30), "Los derechos civiles de la mujer" (21.9.30), "Los derechos civiles de la mujer" (28.9.30), "Escuelas agrícolas femeninas" (5.10.30), "Sobre el silencio" (12.10.30), "Discurriendo sobre turismo" (19.10.30), "La ciudad abandonada" (26.10.30), "Los "films" educadores" (26.10.30), "Cuestiones de enseñanza" (2.11.30), "Cultivemos el encanto de las flores" (9.11.30), "La mujer obrera" (16.11.30), "El cortejo de los casamientos" (23.11.30), "Nostalgia...de qué?" (7.12.30), "Las evocaciones" (21.12.30), "Las palomas" (28.12.30), "La mujer del hombre público" (4.1.31), "La Sociedad de Amigos del Arte" (11.1.31), "Nuestros hijos" (18.1.31), "El derecho de no amar" (25.1.31), "En la arena" (1.2.31), "Pequeñas industrias" (8.2.31), "Algo sobre juegos" (15.2.31), "Punta Ballena" (15.2.31), "Mujeres solteras" (15.3.31), "Entre serpentinas" (22.2.31), "Economía" (3.3.31), "Oro..." (22.3.31), "La semana de la crueldad" (5.4.31), "Misioneras de paz" (12.4.31), "El falso honor" (19.4.31), "Los fetiches de la moda" (26.4.31), "Escuelas" (10.5.31), "El color de la pena" (17.5.31), "El seguro de los ricos" (25.5.31), "Aristocracia femenina" (31.5.31), "Teatros" (7.6.31), "Al margen de una huelga" (21.6.31), "Vida social" (28.6.31)
19 Está en la Biblioteca Nacional: Sociedad "Amigos del Arte" (Estatutos), Mont., 1932. Allí dice que el Acta de Fundación fue realizada el 3.2.1931 y que los estatutos fueron aprobados por Asamblea General el 5.4.1932, siendo Presidenta Angélica Lussich Márquez y Secretario Eduardo de Salterain y Herrera.
20 Información brindada por Noela Gomensoro, Amalia Nieto y Sara Lussich Márquez, presidentas en distintos períodos de la "Sociedad de Amigos del Arte".
21 Josefina Lerena, Entre líneas, Mont., 1938
22 Carlos Real de Azúa, Prosa del mirar y del vivir. Capítulo Oriental No 9 , Mont., CEDAL, 1968
23 C. Real de Azúa, op.cit

C R O N O L O G I A

1889 - El 13 de febrero nace Josefina, hija de Andrés Lerena Traible (1859-1939) y de Paulina Acevedo Vásquez (1858-1945). Tiene un hermano mayor, Raúl nacido el 13 de enero de 1888.
1890 - el 14 de julio nace su hermano Jorge.
1893 - El 21 de marzo nace su hermano Andrés Héctor
1896 - Muere Raquel.
1897 - Parte con su familia a Buenos Aires y reside allí casi un año. Nace su hermano Arturo.
1898 - Asiste a su último año de escuela en el colegio de Carmen Onetti.
1901 - Parte sola a Buenos Aires a casa de una tía. Reside allí hasta 1906
1907 - La familia parte de viaje ahacia Europa.VAn os padres, Josefina, Andrés Héctor y Arturo.
1908 - Integra el grupo "entre nous".
1915 - Muere su hermano Jorge.
1916 - El 3 de enero se casa con Mario Blixen Claret (19/2/1883 - 20/8/1939). El 3 de octubre nace su primer hijo, Hyalmar.
1918 - El 31 de enero nace su segundo hijo, Julio.
1920 - Muere el 15 de setiembre su hermano, Andrés Héctor.
1924 - Aparecen artículos suyos en la revista Actualidades, Semanario Nacional.
1926 - El 12 de julio nace su hija Sonia.
1927 - Colabora con la revista "Vida Social" o "Vida en Sociedad", del diario El Ideal .
1929 - El 5 de diciembre nace su último hijo, Olaf.
1930 - Desde agosto a fines del año siguiente colabora en forma regular en El Nacional, dirigido por Carlos Quijano.
1931 - Escribe "Mis cuartos de hora" y lo destruye sin publicar.
1934 - Publica A media voz (editorial Alfar) Premio Ministerio de Instrucción Pública.
1938 - Entre líneas. Premio Ministerio de Instrucción Pública.
1939 - El 12 de julio muere su padre Andrés Lerena. El 20 de agosto, su marido, Mario Blixen.
1940 - Publica Cristalizaciones. Premio de Honor en el Concurso de la Biblioteca de Matanzas, Cuba.
1943 - Publica Reyles (Biblioteca de Cultura Uruguaya - Premio Ministerio de Instrucción Pública) y la antología Poetas armenios (Centro de estudios Armenios).
1945 - Muere su madre, Paulina.
1948 - Publica Varela, el reformador, que había recibido el Segundo premio en el Concurso de Biografías de José Pedro Varela (Dirección de Instrucción Primaria y Normal, 1946), y Contraluz.
1955 - Publica Alto Camino, Vida de San Antonio María Claret.
1960 - Publica Del espíritu de paz.
1963 - Publica La Fe está en la tierra.
1967 - Publica Novecientos y Meditaciones. Muere el 12 de noviembre.
1977 - Se publica Melancólicamente (Shera'a).

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