Rápidamente los padres se ponen de acuerdo, Josefina ha
cursado hasta cuarto año de escuela y es evidente que
"una niña no necesita saber más". Ese
último año en el colegio de Carmen Onetti había
aprendido Historia (Americana, Griega, Romana, Sagrada), Geografía,
Matemáticas elementales, Gramática y Física.
Una señorita debe saber coser, lavar, planchar, vestirse
bien y tocar el piano.
I
Andrés Lerena Traibel, el padre, se casó con Paulina
Acevedo Vásquez en 1887. Al año siguiente el matrimonio
tuvo a su primer hijo: Raúl. El 13 de febrero de 1889
nació Josefina en una casa en la calle San José
entre Andes y Florida. Andrés Lerena era abogado, periodista,
político del partido Blanco. Hijo de Avelino Lerena, Ministro
de Hacienda del Presidente Manuel Oribe en el Cerrito, poeta
y responsable de una novela "El bandido"; nunca publicada,
pero leída en familia. Y de Ambrosia Traibel, de ascendencia
andaluza y alemana. No menos patricia era la familia de doña
Paulina Acevedo, hija del Dr. Eduardo Acevedo (el codificador) y Joaquina Vásquez.
Enseguida después de Josefina vino Jorge, y tres años
más tarde, Raquel.
La
mujer adulta, memoriosa, la señora Josefina Lerena Acevedo
de Blixen, guardará, vívidas, las emociones de
los primeros años. Josefina y Jorge son inseparables compañeros
de juegos. Las casas son enormes y están llenas de lugares
misteriosos, que necesitan ser explorados. Altillos, sótanos,
despensas, pasillos secretos. Un día, los niños
descubren en un rincón un retrato de un señor de
mirada vigilante. No saben quién es, Jorge propone rezarle. (1)
La madre, Paulina, los encuentra hincados ante el retrato de
Voltaire. Los niños se le van de las manos: es necesario
que vayan a la escuela. En el colegio son los más chicos:
Josefina tiene 5 años, Jorge, cuatro. Josefina ya sabía
leer y escribir, pues le había enseñado su madre
el año anterior, pero es tan tímida que parece
que nada sabe. Los juegos en el recreo les parecen brutales.
Josefina agarra de la mano a Jorge para que no se lastime.
A principios
de 1897, Andrés Lerena, seguidor de Diego Lamas, parte
para Buenos Aires a ponerse a las órdenes del Comité
de Guerra del Partido Nacional que prepara desde allí
la revolución. Paulina Acevedo no quiere que participe
directamente en la lucha. Lo sigue con sus hijos; el menor, Andrés
Héctor, tiene 2 años. La travesía en barco
es una triste aventura signada por la angustia de la madre. Antes,
en el confortable comedor de la casa, Josefina y Jorge se habían
hecho un barco con sillas y habían soñado mil hazañas.
En Buenos Aires Josefina fue a una escuela levantada frente a
la plaza Rodríguez Peña. A fin de año, de
vuelta en Montevideo, los Lerena Acevedo tienen un hijo más,
Arturo, y un estado de cuentas calamitoso. Andrés Lerena
donó su fortuna para el levantamiento.
Josefina
recordará que por muchos años durmió en
un catre y que cosía y descosía sus vestidos. La
situación es difícil, pero hay que continuar con
la educación de los hijos. Josefina fue al colegio de
Rosa Barbieri de Bazerque hasta que cerró y pasó
al de Carmen Onetti hasta 4o año. Seguía con su
temor a hablar. Quedó grabado en su mente el festival
de fin de año en que tuvo que recitar. Estaba asustada,
casi no le salía la voz y lagrimeaba. El título
del poema era "No me olvides". Don Juan Zorrilla de
San Martín que presidía el acto escolar, al ver
su dificultad exclamó "¡Muy bien!" varias
veces. Eso hizo que todos aplaudieran. Una niña tiene
que saber tocar el piano. Josefina va al "Liceo Musical
Franz Liszt", fundado en 1895 por Camilo Giucci. Tres horas
por día de piano. Paulina había tenido talento
musical, bastaba recordar aquella vez en que tocó el piano
con Pedro Saenz de Zumarán en el teatro Solís.
La música se acabó para Paulina cuando murió
Raquel, a los tres años. Josefina no heredó la
inclinación materna, estudia por obligación.
Ella quiere y admira a sus padres. Sabe, que para satisfacerlos
debe cumplir con las normas de la casa. Josefina es dócil.
El problema se plantea a veces porque los padres no saben ni deben
explicar mucho. Y hay que entender: no se puede desear más
que lo permitido. Josefina quiere ser artista. "Que no
te oiga tu madre. Una niña no puede ser artista",
es la respuesta inmediata de la fiel Benicia. (2) Pero la niña que se cree fea
porque tiene el pelo oscuro y no rizos dorados, como debe ser,
se entusiasma y canta y baila, y es feliz haciéndolo."...hasta
que vi que mi padre, asomado a la puerta, se reía de mí".
(3)
Las prohibiciones eran muchas, pero no todas pesaban de la misma
manera. A veces la tentación es más poderosa que
la voluntad de obedecer. Una niña no puede leer. El padre
tenía una hermosa biblioteca a la que accedían los
varones, Josefina no. Un día Raúl, el mayor, decidió
leer en voz alta "El Conde de Montecristo" de Alejandro
Dumas, parado ante los menores. Andrés, su padre, le leía
a veces fragmentos de La historia de un riachuelo (1876) o la Historia
de una montaña (1872) de Jean-Jacques-Elisée
Reclus (1830-1905) Pero no alcanza.
Josefina decide leer "a escondidas y como pecando".
"No me quedaba otro recurso que leer de pie, al lado de
su biblioteca, pronta a restituir el volumen apenas se presentara
una sospecha de alarma. Con los ojos cerrados había podido
ir a los anaqueles, pero asimismo muchas veces mi libro no estaba, y casi
siempre era difícil encontrar donde había interrumpido
la lectura...".(4)
La
biblia "es un libro sagrado, y nadie debe leerlo...",
repetía Benicia, la empleada. Un día, con Jorge,
abren el libro y casi no ven nada del susto: "...Pero
ya habíamos desobedecido (...) Ya nadie podía defendernos.
Teníamos la culpa. Seríamos castigados. Y fue una
tarde muy triste. Ibamos a morirnos, esa misma noche, tal vez,
antes de la hora de dormir.".(5)
El conocimiento de la muerte se realiza en soledad. Puede ser
un juego. En 1898 Josefina y Jorge presencian desde la azotea
de su casa el cortejo fúnebre de Diego Lamas. Ambos lo
admiran. Era el héroe principal de los muchos que vislumbraron
en Buenos Aires. Repiten una y otra vez el rito de su muerte,
así participan de su grandeza. Esa es una muerte fantástica.
Hay otra muerte, una misteriosa que hizo desaparecer a Raquel
cuando tenía tres años. Otra, que la hace sentir
ridícula porque viene envuelta en paños negros.
Cuando muere su abuela, Joaquina Vásquez, una figura elegante
que siempre la intimidó, la niña debe vestirse de
luto. Jorge se burla de ella, y Josefina, a quien la muerte de
la abuela parece no haber impresionado mucho, quiere llorar. Y
otra más, que se parece a un agujero sin fondo, la que
sabe que es el castigo definitivo.
Quiere ser buena, pero es demasiado curiosa. Por un tiempo pensó
si no debería hacerse monja. Tal vez como expiación,
tal vez como liberación. "¿Qué timidez
terrible me inhibía siempre, siempre, de hacer lo que era
mi deseo?", se pregunta la escritora
al recordar su infancia al fin de su vida. (6)
II
Nuevo Consejo de Familia. A los Lerena Acevedo les queda solo
una niña, y es necesario educarla bien. Josefina ya tiene
12 años y debe aprender a alternar en sociedad con miras
a realizar un buen matrimonio. La familia está sin dinero
y hay que darle un futuro. Para transformarse en una señorita
hay que asistir y dar fiestas, vestirse adecuadamente, hablar
y moverse con elegancia, perder la timidez. Partirá a
Buenos Aires con dos señoras amigas de la casa. Allá
hay una tía que le puede dar todo lo que necesita y que
la recibirá encantada.(7) De nuevo en barco hacia Buenos Aires.
El viaje es aún más triste que el anterior. Josefina
está sola y no sabe por qué.
Doña Joaquina Acevedo de Acevedo era "una mujer
extraordinaria, inteligente, adorable, que modeló su personalidad,
disipó su timidez, iluminó su voluntad". (8) Josefina entra
a la "fiesta del mundo", rápidamente, sin demasiado
esfuerzo. Se descubre hermosa y eso le da seguridad. Le gusta
estar entre sus primos y primas, la deslumbran el lujo y los salones.
Vuelve a Montevideo a los 17 años,
convertida en la señorita que su familia deseaba.
En 1907 Andrés Lerena sacó la lotería y
decidió hacer un viaje familiar a Europa. No todos los
hijos podían ir: Raúl y Jorge estudiaban. Fueron
el matrimonio, Josefina y los dos varones menores, Andrés
Héctor y Arturo. El viaje era un broche ideal para la
educación de la joven y un sueño deseado por todos.
Josefina anunció a sus amistades que se irían a
Europa. Se embarcaron el 16 de mayo. El viaje por mar era lento
y las olas altas. La estadía más larga fue en París,
algo en Londres, poco en Suiza. Visitaron teatros, castillos,
museos.
El aprendizaje de la joven es grato, excitante, pero la exigencia
es mucha siempre, y a veces no es fácil saber cómo
cumplir. Cuando viajan a París van a Auteuil, "a
las grandes carreras de obstáculos". Josefina
describe, admirada, la elegancia y la belleza de las mujeres.
"...Eran realmente como un milagro de belleza y de gracia.
Ante ellas ¿cómo hubiera podido acordarme de mi
vestido? Pero mi padre, de pronto, dándose vuelta, me
dijo casi enojado:-Eso es elegancia. Aprende como ellas a
vestirte, a caminar, a moverte...Mira qué trajes, qué
sombreros llevan... Sentí que estaba avergonzado de
mí. Y, desolada, me puse a llorar...".(9)
Europa la embelesa, pero debe dejarla. La familia decide volver.
El día de la partida Josefina está muy apenada
y no puede disimularlo. Muchos años después, en
1929, ante el féretro de José Batlle y Ordóñez,
Josefina recordaría cómo había llorado al
partir de París y el amanecer frío en que en la
estación apareció la figura admirada de Batlle.
Su presencia la consoló. Andrés Lerena, que era
blanco, había apoyado junto a Eduardo Acevedo Díaz
la candidatura de José Batlle y Ordóñez
en 1903. Ambos se guardaban respeto y reconocimiento.
En Europa, el matrimonio había comprado todo lo que consideraba
indispensable para alhajar su casa: muebles finos, cristales,
porcelanas. Sobró algo para vivir en Montevideo bien durante
4 o 5 años. A la vuelta, Juanita Ramírez, hija
de don Gonzalo Ramírez, invitó a Josefina a integrar
la sociedad "Entre Nous", que durará hasta fines
de 1921.(10) Josefina era
la secretaria de actas. A las reuniones "no entraban
los hombres. Se quedaban afuera y miraban". (11) Integra el
grupo María Eugenia Vaz Ferreira. En "Entre Nous"
las mujeres bordaban, hacían caridad, programaban reuniones
sociales.
Todo eso era lo que se esperaba de ellas, pero también
descubrían que podían valerse por sí mismas,
que podían pensar y actuar en forma independiente, que
podían ver a los hombres desde fuera y juzgarlos. El mismo
año, 1908, María Abella de Ramírez publica
el libro de ensayos feministas En pos de la justicia.(12) Su prédica
coincidirá en líneas generales con lo que varios
años después Josefina desarrollará parcialmente
en El Ideal y, fundamentalmente, en El
Nacional.
Josefina se proyecta en el círculo intelectual. Pide y
recibe tarjetas con pensamientos. "A quien ya ha sido
favorecida con todos los dones de la naturaleza, del espíritu
y de la cuna, no es posible desearle otro bien que el de la felicidad",
le escribe José Enrique Rodó el 6 de noviembre de
1909. "Suspirar es llamar", firma Juan Zorrilla de San
Martín en diciembre del mismo año. "La vida
es siempre bella. El sobrellevarla no es un arte, es un deber. Si
todo fuera goce, ese encanto sería pronto hastío...", Eduardo
Acevedo Díaz, su tío abuelo, en abril de 1911.(13)
La primera guerra mundial la sacude. Nunca tuvo una actitud prescindente
ante el mundo. Siempre creyó, desde su concepción
cristiana, que podía hacer algo. Poseía, además,
una conciencia muy práctica derivada de su aprendizaje
de mujer. Al ser invadida Bélgica por Alemania decidió
que había que ayudar a la población de aquel país
juntando recursos. Hubo protestas porque el Uruguay era un país
neutral, pero ella sostuvo que neutral no significaba falto de
humanidad. Pero la muerte la golpea fuerte y cerca en 1915. Jorge,
su hermano, el cómplice en tantas experiencias de iniciación
sufre un derrame cerebral; así diagnostican los médicos.
Había sentido por primera vez la angustia de la muerte
a los doce años cuando Jorge le pregunta "¿-Nunca
piensas que tienes que morirte? (...) Y, si Jorge no me hubiera
hablado, yo hubiera seguido tranquila, tal vez hasta el día
de su muerte...". (14)
En una de las fiestas a las que habitualmente asistía
conoció a Mario Blixen, hijo menor del cónsul de
Suecia y Noruega en Uruguay, Samuel Andreas Blixen y de María
Claret. Mario Blixen, seis años mayor que Josefina, era
culto y tenía un espíritu aventurero que la reconcilió
con su infancia. Sin tradición partidaria, había
participado en la guerra de 1904 del lado de los colorados, había
también viajado a Europa, pero sin un vintén. Andrés
Lerena se opuso en principio a sus relaciones pues el candidato
provenía de una familia desconocida de sus amistades.
Pero Josefina se mantuvo firme aunque el padre no le habló
en tres meses. Se casan el 3 de enero de 1916. El casamiento
es la culminación de la vida mundana de Josefina, pero
en el mismo acto, también se recupera a sí misma.
III
La pareja se fue a vivir a Durazno por un corto tiempo donde
Mario Blixen tenía un puesto en el ferrocarril. Su marido
trabajaba todo el día y Josefina se aburría, sola.
A los pocos meses volvió a Montevideo, porque Mario Blixen
era enviado de un lugar a otro de la República para inspeccionar
el funcionamiento de los ferrocarriles. A fines de 1916 nació
su primer hijo, Hyalmar, y a principios de 1918, el segundo,
Julio. El matrimonio decide no bautizar a ninguno de sus hijos.
Mario Blixen es agnóstico y Josefina católica.
La resolución la tomará cada uno cuando sea grande.
Josefina vuelve a vivir con sus padres y sus hermanos, Andrés
Héctor y Arturo. Comparte con ellos un momento de efervescencia
intelectual. En 1919, siguiendo la convocatoria de Julio Lerena
Juanicó, "figura rectora de la generación",
Arturo participa en la fundación del "Centro de Estudiantes
Ariel". El grupo está comandado por su amigo, Carlos
Quijano.(15)
La familia que vivía en el centro, se traslada al Prado,
a una quinta en la calle Lucas Obes 92, porque Andrés
Héctor está enfermo de tisis. Mario Blixen trabaja
ahora como empleado municipal. Viaja en más de una oportunidad
a Europa. En su ausencia, el 15 de setiembre de 1920 muere, a
los 25 años, Andrés Héctor. En 1918 había
publicado su libro de poemas Praderas soleadas. Al mes
de su muerte, la juventud intelectual montevideana le rinde homenaje
en el Paraninfo de la Universidad, presidido por María
Eugenia Vaz Ferreira.
Poco después, los Lerena Acevedo se trasladaron a una
quinta de la calle Agraciada 3617, en el Paso Molino.
Hyalmar Blixen recuerda que la familia reputaba a su madre como
una mujer inteligente que sabía argumentar muy bien. Andrés
Lerena le pedía, cuando tenía que enfrentar un
pleito difícil, que argumentara en la parte contraria
para así aclararse más el panorama jurídico.
"Una vez los oí discutir en el escritorio que
mi abuelo tenía en la calle 25 de Mayo y sin saber por
qué discutían tan acaloradamente penaba esperando
que mi abuelo nos trajera a la casa de la avenida Agraciada 3617.
Después se me explicó que esa discusión
era una defensa jurídica y que eran argumentos y no una
pelea". Josefina había crecido leyendo, primero
a escondidas, después un poco arbitrariamente, lo que
tuviera a mano. Ahora es una señora de su casa, que tiene
hijos y conoce sus deberes. El padre ha terminado reconociendo
su capacidad intelectual y su derecho a ella.
Antes de sus primeros escritos, es posible detectar en Josefina
aspiraciones literarias: su diario de niña, las tarjetas,
ingenuas, que pide y recibe de varios intelectuales. El lugar
de la "mujer de letras" en nuestro
medio está ocupado por la poeta, o poetisa como se decía
entonces. La arrasadora figura de Delmira Agustini había estallado
en 1914. Juana de Ibarbourou había debutado en 1919 con
Las lenguas de diamante y había creado una nueva
conmoción que la llevaría por caminos mucho más
institucionalizados que a Delmira. La difícil, ambigua,
María Eugenia Vaz Ferreira -la mayor de todas-, inteligente,
rigurosa, con prestigio en el círculo de los cultos, pero
sin haber aceptado el desafío de la publicación
de un libro; compartía con Josefina su inclinación
religiosa y su actitud inquisitiva ante el mundo.
Celosa de su lugar, María Eugenia sintió el desplazamiento
que Delmira primero, y después Juana, le infligieron. Tal
vez eso la uniera más a Josefina. Pero María Eugenia
es fundamentalmente la poeta; el que piensa es el hermano, no
ella. El lugar de la mujer ensayista, que reflexiona y opina sobre
el mundo y la cultura no existe. Ese es el lugar que Josefina,
con muchos tanteos, en una modalidad que la recoge siempre en
sí misma y en su historia personal y familiar, va a crear.
Se ha plegado al modelo de la mujer de familia, y escapará
de él doblemente: como mujer por el hecho de
escribir, como escritora por atreverse al ensayo.
Josefina que de niña había llevado un diario, escribe
por primera vez para el público en la revista Actualidades.
Semanario Nacional (1924). Inaugura en ella
el seudónimo Suzón, que
luego retomará en El Nacional. Firma dos columnas
encabezadas como "Colaboración femenina". Los
temas son el peinado, la moda, las antigüedades.(16) La misma revista
recibe las crónicas de Carlos Quijano desde París.
En 1926 nació su hija Sonia; y 3 años después
su cuarto y último hijo, Olaf. En 1927, Mario Blixen fue
invitado a escribir sobre ajedrez, en El Ideal. Tenía
una larga y estrecha vinculación con el partido colorado.
Entre otras tareas, llevó las cuentas del partido durante
la última presidencia de Batlle. El no tenía interés,
pero Josefina sí. En su lugar ella podría escribir
sobre modas. Francisco Ghigliani y Francisco A. Schinca, los
directores de El Ideal estuvieron de acuerdo. Su columna,
por lo general sin firma, otras veces con distintos seudónimos, aparece en
una página encabezada como "Vida social" o "Vida
en sociedad"
En ella Josefina libera su mano. Se encuentra entre sueltos que
dan cuenta de los enfermos, los viajeros, los éxamenes
de piano, los cambios de residencia, las "fiestas y reuniones",
consejos culinarios y para aclararse el pelo, necrológicas.
Recupera el placer de escribir haciendo periodismo. Escribe sobre
adornos, vestimenta, peinados, y desliza sutiles críticas
a las imágenes de la mujer circulantes.
Sin énfasis, señala algunas llagas: por qué
se acepta como evidente que si la mujer trabaja se va a gastar
su dinero en frivolidades, cuando hay tantos hombres que se lo
gastan en alcohol sin levantar ninguna resistencia social. Descentra
el foco de atención convencional de la mujer: esta no
se acicala para gustar a los hombres sino porque le importa su
propia imagen. Pide a los padres que aprendan a escuchar a los
niños pequeños.(17) Las notas no resistieron su conciencia
crítica. Algunos años después volvió
a leer sus crónicas y las rompió.
Cuando Carlos Quijano, amigo de la familia, funda El Nacional
en agosto de 1930, le ofrece escribir en su diario. Josefina
acompaña esta aventura periodística hasta el final.
Pasa claramente de una mirada femenina (Actualidades) a una feminista. Sus intereses
son amplios y su tono es más preocupado que combativo.
Persiste en reclamar atención para el niño de pocos
años, generalmente descuidado en la educación de
los padres, pide escuelas dignas, ataca la institución
del duelo. Defiende la independencia de la mujer. Plantea los
problemas de la patria potestad, de la consideración legal
de los bienes de la esposa. Es el suyo un feminismo cívico
y de reivindicaciones laborales, nunca aparece en su prédica
el deseo de la liberación sexual. En otro orden de búsquedas,
en algunas crónicas es posible reconocer su perspicacia
para percibir los costos de la modernidad en los indicios más
pequeños.(18)
Su experiencia en el periodismo escrito termina con el cierre
de El Nacional (29.11.1931). Desde sus
páginas, Josefina dio la bienvenida a la "Sociedad
de Amigos del Arte": "...Los artistas han comprendido
que al ideal de crear era preciso agregarle la misión
de educar. Pero, no formando escuelas que encaucen la fantasía
de un temperamento, sino formando sociedades que establezcan
un acuerdo entre los elementos creadores y los aficionados inteligentes.
Agrupaciones que alienten a los que recién empiezan, que
consagren a los que se destaquen y hasta que busquen nuevas fórmulas
del arte dentro del arte mismo".
La "Sociedad de Amigos del Arte" había sido
fundada en 1931, en Montevideo, por Angélica Lussich Márquez.(19)
La idea había sido concebida previamente en París
por un grupo de artistas entre los que estaban Jules Supervielle,
Carlos Castellanos, Milo Beretta y Susana Soca. Esta última
prestó su apoyo financiero cuando los invitados a traer
del exterior resultaron caros, y todos pusieron a disposición
de la "Sociedad" el caudal de sus vinculaciones internacionales.
Durante más de tres décadas fue un centro de conferencias,
exposiciones, conciertos, debates. Josefina fue vicepresidenta
en más de un período.(20) Ello es una muestra de lo
orgánico y definido de su opción intelectual. El
periodismo fue un buen entrenamiento, pero sólo el primer
paso. En 1931 presentó "Mis cuartos de hora"
a un concurso de inéditos del Ministerio de Instrucción
Pública. No fue premiado. "Tienen razón,
no es bueno", piensa Josefina y lo rompe sin publicar.
Carlos Reyles, a quien admiraba especialmente por El embrujo
de Sevilla (1922) vuelve de Europa
en 1929. Le es presentado en diferentes reuniones, una y otra
vez, porque él no la recuerda. Recién obtuvo el
reconocimiento a su presencia cuando le envió su libro
A media voz (1934). Reyles le manda
el inevitable agradecimiento: "Su libro es la revelación
de un temperamento literario muy femenino, muy exquisito".
Pero a partir de ese momento supo verla y saber quién era.
Sobre el mismo libro le escribió Felisberto
Hernández:
"Imagínese cómo es la vida entre el barullo
de estas grandes ciudades del pensamiento, con rascacielos que
tratan de elevarse superponiendo pisos y con ese tráfico
en que se mezclan tantas velocidades y tantos ritmos de lógicos
motores. Imagínese cómo, en medio de esa acción,
se oye de pronto, por simpatía, por inspirada y misteriosa
sorpresa, algo dicho "A media voz", en un tono
humano, en un tono que suena dentro de nosotros y que nos hace
recordar que existimos. Seguimos tras ese tono de voz y nos alejamos
de la ciudad de los pedantes motores (...) Yo voy hacia su libro
como al borde de un sueño; voy en puntas de pie, para no
despertar la terrible inteligencia, que no es la que lleva en
sí la creación del sueño".
Su segundo libro édito, también es de reflexiones,
Entre líneas (1938). Estos ensayos
se desarrollan como un monólogo. Josefina quiere auscultar
su propia voz en el momento en que nace, ser fiel a ella, reproducirla.
Es necesario escucharla con atención, sabe de las trampas
del inconsciente. Se ensimisma. Desea desentrañar los
sedimentos, los restos de su educación; como una antropóloga,
relevar sus propios estratos geológicos. Busca un sesgo,
un lugar desde donde mirar: "...como por Rembrandt, con
ventanales de capilla, donde un prisma de luz atraviesa la escena
para dar forma a un solo punto y vida a un solo sueño.
Y es a eso a lo que yo llamo una nueva realidad".(21)
Ese carácter de diálogo interior y la conciencia
abrumadora de la fugacidad del tiempo determina el estilo de
estos dos libros y del siguiente, Cristalizaciones (1940). Josefina cree en la capacidad
de cada uno de cambiar su destino. En Entre líneas,
entre las descripciones del mundo de la mujer, que parecen justificar
la pasividad, plantea pensamientos que son llamados a la acción.
1939 es un año muy difícil para Josefina. En julio
muere su padre, Andrés Lerena. El 20 de agosto Mario Blixen.
Con su marido, que había sido nombrado diputado por el
partido colorado en las elecciones de 1938 vivían en una
casa en Requena esquina 18 de julio. Después de su muerte
se muda con sus hijos al apartamento en el que residirá
hasta el fin de sus días, en 18 de Julio 1745.
Josefina escribe más y lee muchísimo. Vuelve en
Cristalizaciones (1940) a sus reflexiones
a propósito del recuerdo, a su rastreo de lo inasible.
La publicación de cada libro desencadena el mismo rito.
Un ejemplar para cada una de las amistades o figuras reconocidas
del mundo intelectual. El recibo de una tarjeta, a veces una carta
de agradecimiento, con halagos, a veces pensamientos. Un ritual,
una forma de contacto, que la que después se identificó
como "generación del 45" denostaría, en
su brega por un "campo intelectual" en el que escritores, críticos, editores, público,
se relacionaran a través del juicio "objetiva"
y rigurosamente fundado. Josefina siguió participando de
las viejas formas y persistió en una manera de pensar que
nada tendría que ver con la noción de compromiso
que pronto se impondría en nuestra cultura.
Tal vez por eso, los críticos actuantes "del 45",
no reconocieron la singularidad de su trabajo. Tal vez porque
no pudieron desertar de su mirada masculina. Ni siquiera Carlos
Real de Azúa, que halagó el Novecientos
de Josefina en una carta personal, le dedica algunas líneas
en su Prosa del mirar y del vivir (22) a pesar de hacerla figurar
en la bibliografía. A propósito de Cristalizaciones,
le escribe Gabriela Mistral: "...Es muy raro, compañera
querida, que una mujer criolla dé esta clase de productos.
Nosotros pensamos poco y, sobre todo, tenemos una mínima
vida interior. La famosa vida social nos halaga y nos pulveriza,
cuando es que no nos pudre". Ambiguo y discutible halago
que enmarca muy bien la obra de Josefina.
El paso siguiente será dejar de mirarse a sí misma.
Admira a Carlos Reyles porque es un hombre de acción,
además de un intelectual. Cree en el poder de la voluntad;
en la suya propia, y quiere desentrañar los matices de
la de Reyles. Este había muerto en 1938. Lo había
conocido personalmente, había asistido a sus conferencias
del Centenario, había admirado sus libros, había
envidiado su "vida novelesca". En 1943 publica su biografía:
Reyles. Contando la vida de otro, aparece la narradora.
Josefina tiene información, pero no se molesta en dar
fuentes. Interpreta gestos, actos y la obra de Reyles. Recrea
con precisión y verosimilitud narrativa la situación
significativa, el gesto que da el mundo interior.
Recibe de Juana de Ibarbourou en junio de 1944: "Con admiración
creciente termino de leer su libro "Reyles",
de tal calidad y fuerza, que más parece la obra
potencial de un hombre de talento, que la recia obra de una mujer
de talento. Y es que, en general, otro es el modo
de escribir de las mujeres, y libros así, densos, cimentados,
de tal conciencia de documentación y conocimiento, no son
para nuestra psicología y nuestra vida tejida de tantas
obligaciones grandes y menudas"
Josefina ha leído, pensado y publicado, cuando nadie quería
o esperaba que lo hiciera, en un ambiente intelectual en el que
el máximo elogio es parecerse a un hombre. Pero su mundo
sigue siendo el interior, el limitado por la casa y sus deberes.
Se evade a través del pensamiento; la vida de otro le
da la posibilidad de hacerlo a través de la fantasía
o de un esfuerzo de exorcismo más comprometedor. En 1948
publica Varela El Reformador. La tía de Josefina,
Adela Acevedo, se había casado con José Pedro Varela
Berro, el reformador de la enseñanza, en 1873. Como en
el caso de Reyles, la sugestiona el hombre de ideas y el que
es capaz de imponer su "espíritu dinámico
y de empuje". Cuando escribe biografías, Josefina
se pone en el lugar del "hombre de talento",
tal como lo menta Juana de Ibarbourou. Transitar por las vidas
de otros, le permite encarar la suya propia.
A fines de 1948, publica Contraluz en el que recupera
sus memorias de la infancia. Tiene 59 años, sus hijos
están grandes, no dependen de ella. Se queda consigo misma
y se encuentra cada vez más en su pasado. Este surge luminoso.
La emoción, el miedo, la angustia, el deslumbramiento
de la infancia están ahí, intactos. Josefina ha
mantenido a la niña, y la recupera cuando sabe que está
en el tramo que desemboca en la muerte. Carlos Real de Azúa
al hacer un análisis y recuento de nuestros memorialistas,
afirma: "la postura común del material más
atendible es la del hombre que se inclina sobre su pasado y considera
que lo vivido tiene un valor ejemplar, o valioso, o esclarecedor
y merece ser registrado".(23) Nada monumental hay en las
memorias de Josefina, salvo la grandiosidad surgida de la distancia
admirativa o asustada de la mirada infantil.
Josefina ahonda en su fe. Enhebra sus preocupaciones a su
mundo familiar. Se apoya en un sentimiento de pertenencia. Crea
sus propios modelos, que se convierten en un punto de referencia
constante. Antonio María Claret fue santificado en el jubileo
de 1950. En este caso es la familia del marido la convocada. Samuel
Blixen, hijo de un pastor protestante, viajó en 1866 como
cónsul al Uruguay. Conoció aquí a María
Claret y se casaron enseguida. Con Alto camino. Vida
de San Antonio María Claret (1955), Josefina vuelve al hombre de acción,
al que es capaz de transformar su vida en base a su voluntad.
De la mundana y laica tradición familiar de su marido recupera
un antecedente místico. Ella misma es mística y
mundana; recatada y aventurera. Tal vez esas imágenes heroicas
que necesita fundar se hayan alimentado de las de los revolucionarios
que vislumbró en su infancia, entre los cuales estaba su
padre.
Los combatientes de 1897 habían quedado en la retina de
la niña, el enfrentamiento de 1904 la tomó muy
preocupada por sí misma y su crecimiento -tiene 15 años
y tiene que aprender a ser linda-; pero la guerra de 1914 la
sacude, y después la de 1939. También sufre de
cerca las angustias del exterminio del pueblo armenio. Josefina
está obsesionada por la idea de paz. De ello da testimonio
Del espíritu de paz (1960). Una vez más
a la reflexión, se une el recuerdo personal. El Novecientos
vuelve como un momento idílico, de costumbres, hábitos
e ideales pacíficos. "¿Es que podría
acaso decirse ahora, que, desde el novecentismo no se ha vuelto
a conocer ningún auténtico tiempo de paz, como
si los pueblos hubieran perdido su derecho a la paz?"
La "dicha de la calma", el anhelo por la paz perdida,
es lo que hace de Novecientos (1967) un libro de crónicas luminoso."Mi
recuerdo penetra en un tiempo en el que siempre era primavera,
aún con los campos despojados, aún en plena estación
de las lluvias...", dice en Melancólicamente
(1977). De nuevo
un libro de recuerdos, no un "diario íntimo"
como aclara en el prólogo. Josefina no se desborda. Es
siempre consciente de los límites. El recuerdo no es una
llaga, una irrupción; es más un refugio, un reducto
de paz, cuando comprueba que esta desaparece del mundo.
Murió el 12 de noviembre de 1967; a los 78 años
seguía escribiendo. Tres años menor que Delmira
Agustini (1886-1914), Josefina no tuvo
su precocidad, ni su talante lírico, ni su trágico
erotismo. Tres años
mayor que Juana de Ibarbourou (1892-1979)
con
quien mantuvo un vínculo amistoso-intelectual permanente,
Josefina fue también más tardía en publicar
y menos resonante a nivel oficial. Es exactamente de la misma
edad que Alberto Zum Felde (1889-1976), nuestro crítico
mayor. El que se adelantó a la exigencia científica
y la concepción totalizadora de la generación del
45, el que dejó la visón más orgánica
y ambiciosa de nuestra literatura.
El mundo de referencias, la estructura del pensamiento de Josefina
es anterior al quiebre del medio siglo. Es una intelectual cuestionadora
en su visión de la mujer; pero pertenece
al clima cultural del intercambio amistoso, de las buenas maneras,
anterior a nuestra revulsiva y peleadora generación crítica.
En un ambiente intelectual en el que el reducto de la mujer de
letras era el de la poesía, Josefina Lerena
ensanchó ese espacio al escribir ensayos, biografías,
crónicas. Las mujeres que hoy escriben tal vez no sepan
la deuda que con ella tienen.
* Publicado originalmente en Insomnia
Notas
1 Josefina Lerena, Contraluz,
Mont., 1948
2 Idem, Melancólicamente, Mont., Shera'a, 1977
3 Idem
4 Contraluz, op.cit.
5 Idem
6 Idem
7 Idem
8 Testimonio de Hyalmar Blixen en entrevista realizada
9 Melancólicamente, op.cit.
10 Ver, "La Asociación Entre Nous". "Detalle
de su liquidación total", Mont., El Ideal, 2.1.1922
11 Josefina Lerena, Novecientos, Mont., 1967
12 María Abella de Ramírez, Ensayos feministas,
Mont., El siglo ilustrado, 1965. Recoge los trabajos publicados
en 1908 con el título En pos de la justicia
13 Todas las tarjetas están en poder de Hyalmar Blixen
14 Contraluz, op.cit
15 Caetano, Gerardo y Rilla, José Pedro, El joven Quijano
(1900-1933), Mont., Banda Oriental, 1986
16 "Notas de Suzón" en Actualidades. Semanario
Nacional, Año I, No 1, 13.8.1924 y Año I, No 4
, 3.9.1924
17 Sin firma, "Las muchachas que trabajan", El Ideal,
1.2.1927. S/f, "Ideas sobre educación", El Ideal,
10.2.1927. S/f, "Principales motivos de coquetería",
El Ideal, 14.2.1927
18 Suzón en El Nacional: "Sobre la personalidad femenina"
(3.8.1930), "El porvenir de los hombres visto desde el "sector"
femenino" (10.8.30), "Lo que sueñan los niños"
(17.8.30), "Volviendo a lo antiguo" (20.8.30), "Feminismo"
(24.8.30), "Las mujeres en los empleos públicos"
(7.9.30), "La más grave de las crisis..." (15.9.30),
"Los derechos civiles de la mujer" (21.9.30), "Los
derechos civiles de la mujer" (28.9.30), "Escuelas
agrícolas femeninas" (5.10.30), "Sobre el silencio"
(12.10.30), "Discurriendo sobre turismo" (19.10.30),
"La ciudad abandonada" (26.10.30), "Los "films"
educadores" (26.10.30), "Cuestiones de enseñanza"
(2.11.30), "Cultivemos el encanto de las flores" (9.11.30),
"La mujer obrera" (16.11.30), "El cortejo de los
casamientos" (23.11.30), "Nostalgia...de qué?"
(7.12.30), "Las evocaciones" (21.12.30), "Las
palomas" (28.12.30), "La mujer del hombre público"
(4.1.31), "La Sociedad de Amigos del Arte" (11.1.31),
"Nuestros hijos" (18.1.31), "El derecho de no
amar" (25.1.31), "En la arena" (1.2.31), "Pequeñas
industrias" (8.2.31), "Algo sobre juegos" (15.2.31),
"Punta Ballena" (15.2.31), "Mujeres solteras"
(15.3.31), "Entre serpentinas" (22.2.31), "Economía"
(3.3.31), "Oro..." (22.3.31), "La semana de la
crueldad" (5.4.31), "Misioneras de paz" (12.4.31),
"El falso honor" (19.4.31), "Los fetiches de la
moda" (26.4.31), "Escuelas" (10.5.31), "El
color de la pena" (17.5.31), "El seguro de los ricos"
(25.5.31), "Aristocracia femenina" (31.5.31), "Teatros"
(7.6.31), "Al margen de una huelga" (21.6.31), "Vida
social" (28.6.31)
19 Está en la Biblioteca Nacional: Sociedad "Amigos
del Arte" (Estatutos), Mont., 1932. Allí dice que
el Acta de Fundación fue realizada el 3.2.1931 y que los
estatutos fueron aprobados por Asamblea General el 5.4.1932,
siendo Presidenta Angélica Lussich Márquez y Secretario
Eduardo de Salterain y Herrera.
20 Información brindada por Noela Gomensoro, Amalia Nieto
y Sara Lussich Márquez, presidentas en distintos períodos
de la "Sociedad de Amigos del Arte".
21 Josefina Lerena, Entre líneas, Mont., 1938
22 Carlos Real de Azúa, Prosa del mirar y del vivir.
Capítulo Oriental No 9 , Mont., CEDAL, 1968
23 C. Real de Azúa, op.cit
C R O N O L O G I A
1889 - El 13 de febrero nace
Josefina, hija de Andrés Lerena Traible (1859-1939) y
de Paulina Acevedo Vásquez (1858-1945). Tiene un hermano
mayor, Raúl nacido el 13 de enero de 1888.
1890 - el 14 de julio nace su hermano Jorge.
1893 - El 21 de marzo nace su hermano Andrés Héctor
1896 - Muere Raquel.
1897 - Parte con su familia a Buenos Aires y reside allí
casi un año. Nace su hermano Arturo.
1898 - Asiste a su último año de escuela en el
colegio de Carmen Onetti.
1901 - Parte sola a Buenos Aires a casa de una tía. Reside
allí hasta 1906
1907 - La familia parte de viaje ahacia Europa.VAn os padres,
Josefina, Andrés Héctor y Arturo.
1908 - Integra el grupo "entre nous".
1915 - Muere su hermano Jorge.
1916 - El 3 de enero se casa con Mario Blixen Claret (19/2/1883
- 20/8/1939). El 3 de octubre nace su primer hijo, Hyalmar.
1918 - El 31 de enero nace su segundo hijo, Julio.
1920 - Muere el 15 de setiembre su hermano, Andrés Héctor.
1924 - Aparecen artículos suyos en la revista Actualidades,
Semanario Nacional.
1926 - El 12 de julio nace su hija Sonia.
1927 - Colabora con la revista "Vida Social" o "Vida
en Sociedad", del diario El Ideal .
1929 - El 5 de diciembre nace su último hijo, Olaf.
1930 - Desde agosto a fines del año siguiente colabora
en forma regular en El Nacional, dirigido por Carlos Quijano.
1931 - Escribe "Mis cuartos de hora" y lo destruye
sin publicar.
1934 - Publica A media voz (editorial Alfar) Premio Ministerio
de Instrucción Pública.
1938 - Entre líneas. Premio Ministerio de Instrucción
Pública.
1939 - El 12 de julio muere su padre Andrés Lerena. El
20 de agosto, su marido, Mario Blixen.
1940 - Publica Cristalizaciones. Premio de Honor en el Concurso
de la Biblioteca de Matanzas, Cuba.
1943 - Publica Reyles (Biblioteca de Cultura Uruguaya - Premio
Ministerio de Instrucción Pública) y la antología
Poetas armenios (Centro de estudios Armenios).
1945 - Muere su madre, Paulina.
1948 - Publica Varela, el reformador, que había recibido
el Segundo premio en el Concurso de Biografías de José
Pedro Varela (Dirección de Instrucción Primaria
y Normal, 1946), y Contraluz.
1955 - Publica Alto Camino, Vida de San Antonio María
Claret.
1960 - Publica Del espíritu de paz.
1963 - Publica La Fe está en la tierra.
1967 - Publica Novecientos y Meditaciones. Muere el 12 de noviembre.
1977 - Se publica Melancólicamente (Shera'a).
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