La obra en ocasiones se lleva mal con la vida y hay quienes apenas
tienen espacio - no más que un sofocante resquicio - para
convivir con su biografía. Friedrich Nietzsche ya había
declarado haber nacido póstumo antes de pasar una década
internado en un asilo para dementes, para darse a morir, en silencio,
junto con el siglo XIX.
De todos modos, se probó que la escritura
nietszcheana tampoco estaba terminada a mediados del siglo siguiente,
cuando fue publicado My sister and I, libro que fuera traducido
en 1951 al castellano como Mi hermana y yo. Supuestamente,
ése era el volumen de memorias que, para escándalo
de la infinidad de adeptos que el autor de Así habló
Zarathustra ganó en esta centuria, Nietzsche habría
escrito en 1890, en el sanatorio de Iena.
En una trama casi novelesca, los incidentes bibliográficos
cuentan que Nietzsche se lo dio a otro paciente de Iena para
que el libro evadiera la vigilancia de la hermana del filósofo,
Elizabeth, quien habría de ser, con el correr de las décadas,
y estando ya la osamenta de Friedrich bajo buenos pies de tierra,
su gran publicista.
Los mismos detalles explicarían que el original se perdió
en un incendio, pero el estudioso Walter Kaufman añadió
otro misterio, no menos novelesco. Según él, un
plagiario llamado Plotkin le reveló antes de fallecer
haber sido el verdadero autor de la obra, y a nadie más
que a Kaufman se lo contó. O, hasta el día de hoy,
no se sabe de nadie más que hubiera participado del secreto.
A su turno, Nietzsche, Plotkin y Kaufman se han llevado el misterio
de la autoría a la tumba, y lo que queda es un libro abrumador
y relampagueante.
Porque Plotkin o Nietzsche se ingeniaron para escribir una vida
de Nietzche que no desmerece la obra. Si bien se puede dudar
del puño que la escribió, una vez cerrado el libro
casi queda la convicción de que recuenta, en forma autobiográfica,
la vida de aquel individuo bajo, enclenque y miope que se hartó
de las convenciones de la humanidad, proclamó la muerte
de Dios y demolió la filosofía a martillazos o
aforismos.
"He sido un rebelde contra el universo, y el universo
ha cumplido su venganza contra mí. La opinión de
Tolstoi de que el 'amor' está en el centro de todas las
cosas siempre provocó risa en mi. Ahora yo provoco risa".
Recluido, agujereado por la sífilis, desbordado
por la vigilancia de su hermana y de su madre, Friedrich mantiene
en tono autobiográfico el temple del resto de su obra.
En ningún momento se arrepiente, y su única queja
es haber equivocado los procedimientos para rematar a su mayor
contrincante, Dios. Ahí, al mismo tiempo, las quejas familiares,
el recuento de miserias, amistades, ilusiones no del todo perdidas
y disquisiciones sobre mundo, incesto y amores.
El escenario donde se montó esta autobiografía
o novela, un hospicio para un individuo incomprendido y desahuciado
por sus contemporáneos (a los que consideró siempre
inferiores) baña de patetismo y entereza a estas "confesiones",
que fatalmente terminan diseminándose por toda la obra
del filósofo.
Porque si el resto de la escritura nietzscheana se apoderó
del siglo XX, plagiaria o confesional, Mi hermana y yo
adjunta una arista imprescindible, que algo o alguien había
estado retaceando. El verdadero calibre del hombre de genio;
la grandeza, la derrota.
* Publicado
originalmente en Insomnia, Nº 27
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