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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



HIBRIDACIÓN - GLOBALIZACIÓN - CULTURA Y CRÍTICA LATINOAMERICANAS -

'Síntomas criollos' e hibridez poscolonial*

Leslie Bary
La "hibridez," pues, a pesar de lo que dice, por ejemplo, Fernández Retamar en Calibán, no designa necesariamente una posición anti-élite: en América precisamente, la hibridez como identidad ha sido la posición élite


Aspiraciones de la burguesía posmoderna 1

Desde 1945 se ha transformado el mundo en el sentido del llamado desarrollo. Las economías, y los estados, se han hibridado para el empobrecimiento de muchos, las migraciones aumentan, y cada uno de nosotros es un mosaico de elementos, cada quien podría defender en sí mismo una identidad o una posición "híbrida." Con problematizar la hibridez no pretendo negar esta realidad sino su cuestionar su celebración acrítica.

Mi interrogación a la hibridez como ideología va dirigida a dos espacios. El primero de éstos es cierta crítica transnacional
(me refiero principalmente a lo poscolonial y al multiculturalismo) según la cual al pensar "híbridamente" los intelectuales, y, en algunos casos afirmarnos híbridos personalmente, tomamos una posición crítica frente al poder. El segundo espacio es el de los discursos latinoamericanistas que invocan el conocido mestizaje y sincretismo cultural del continente para afirmar su diferencia de la metrópoli, y que con eso encubren las desigualdades y jerarquías de razas y culturas que siguen siendo marcados tanto acá como en otras partes del mundo.

Ya fueron criticados estos discursos, pero la crítica no siempre ha sido captada - por lo cual me parece importante ensancharla. Además, y mi punto clave es este, la sacralización de la hibridez, ya vista y problematizada en América Latina, viene siendo repetida en la teoría global. Al conocer las vicisitudes de la hibridez en sus "signifaciones imaginarias"
(Chanady) latinoamericanas podrían aprender algo, quizás, los teóricos llegados más recientemente a cuestiones de colonización y descolonización que nosotros, habitantes de las excolonias europeas más antiguas.2

Además de la actual glorificación de la hibridez en el discurso intelectual, pretendo cuestionar, el énfasis en asuntos de "raza" y "cultura," por sobre clase y economía, que tal glorificación muchas veces conlleva.
3 Cuando se habla de culturas híbridas al esquivar cuestiones de ciudadanía y de gobierno, se evita hacer una pregunta de importancia capital: la afirmación de los sincretismos ¿ayuda necesariamente a contestar o a criticar la unificación del sistema global que va completándose en estos días? O ¿será más bien la celebración de hibrideces en el discurso intelectual "progresista" un signo de festejo del actual fin de siglo, para los que aún tenemos con qué jaranear4?


El atole del osito menor

Las valorizaciones de mestizajes e hibrideces son esfuerzos por crear locus de enunciación
(Mignolo) críticos, y son válidos como críticas del esencialismo y de otros sueños de "pureza" cultural.5 Ahora bien, en América Latina ciertos discursos de mestizaje e hibridez han tenido y tienen funciones hegemónicas y hasta opresoras, y por eso, al leer sobre la hibridez en las teorías poscoloniales y multiculturalistas, tengo una sensacion extraña de déjà vu.

Al repasar las visicitudes de la hibridez como modelo para una identidad latinoamericana -proyecto, desde luego, cuestionable6- podremos tal vez evitar su reinvención sin novedad en y por la teoría poscolonial global que ya matiza la crítica sobre literatura y cultura latinoamericanas.

Me parece que la canonización de la hibridez cultural y/o racial - en sentido figurado o literal - como base de las sociedades igualitarias y como posición "progresista" o crítica para el intelectual no es el discurso insurgente que pretende ser. Al contrario, es una estrategia de contención (Jameson) que absuelve a los blancos de la blancura y a los privilegiados de los privilegios, permitiéndonos, al declararnos "híbridos," seguir participando del poder que va pasando a las manos de otros.

Así la hibridez, en un principio invocada como crítica de las categorías jerarquizadas, se convierte en una nueva categoría privilegiada.7 Para citar la analogía de "Los tres osos", de la antropóloga Micaela DiLeonardo (1994), la hibridez como categoría se asemeja al "atole del osito menor". Recordarán que en el cuento, el atole de papá (de los negros e indios) está demasiado caliente y el de mamá (de los blancos) demasiado fría, pero el del osito menor (de los mestizos y otros híbridos) es "de la temperatura correcta".

Es decir que el híbrido en este contexto ya no es el "otro" subalterno que se subleva contra las purezas reificadas, sino un "otro" más domesticado (el esclavo de Hegel) que se sitúa a una distancia interesante de la metrópoli sin ser demasiado discordante con ella.8

La "hibridez", pues, a pesar de lo que dice, por ejemplo, Fernández Retamar en Calibán, no designa necesariamente una posición anti-élite: en América precisamente, la hibridez como identidad ha sido la posición élite
(Moreiras 204-205, 209). Podríamos hacer una analogía con la crítica del sujeto "centrado" ("cartesiano") en la teoría posestructuralista- crítica presentada como "radical" en su contexto, pero cuya suficiencia para sujetos ya fragmentados o ya desterritorializados ha sido cuestionada.

De modo semejante son pertinentes preguntas como las siguientes: ¿qué perspectivas nos abre invocar la hibridez en mundos compuestos de hibrideces múltiples -es decir, en donde no hay "pureza"? ¿qué implica comentar los placeres de la hibridez (Pratt), o la hibridez como sublevación contra lo "puro" (y García Canclini y Fernández Retamar, entre muchos otros, hacen esto) o como posición utópica del intelectual (es esta mi lectura de Bhabha), en situaciones en las que las raíces históricas, reales, de la hibridación real son de una violencia extrema -y en que la violencia no es apenas epistemológica, sino física (Cesáreo, Shohat)?

Porque al revestir la identidad -concepto problemático en sí- de una "hibridez" reificada no avanzamos, ni intelectual ni políticamente.

Un segundo problema es el énfasis, tanto en los estudios culturales como en la llamada "política de identidades," en asuntos de "raza" y cultura. Hibridarse culturalmente es hasta divertido, sobre todo para quien la cultura original es la dominante o una de las hegémonicas. Pero hibridarse en términos de clase económica u otra situación material no es necesariamente una experiencia tan placentera, ni tan provechosa. Y el acceso a la hibridez discursiva no es, desde luego, tan fácil para los miembros de razas visiblemente oscuras
(Waters).

En términos de la acción política y el pensar ético
(que, según entiendo, son los horizontes del trabajo intelectual que se entiende como descolonizador) "hibridar" el punto de vista de los intelectuales de clase media para poder hablar con el "otro" o a favor del "otro" cultural no deja de ser importante, pero no es lo mismo que dejar que ese "otro" hable por sí mismo. Y el "hibridar" el punto de vista -aunque sea para poder "escuchar" al "otro"- es un acto mucho menos radical que cederle poder al "otro" sin exigir una participación propia en la llamada otredad. En ese sentido mi pregunta para los intelectuales que se pretenden hibridizados sería si, pasando más allá de lo híbrido, aguantarían verse a sí mismos perder, simplemente, parte de su tradicional poder. ¿Serían - seríamos - capaces de conversar, negociar, o convivir con un sujeto "otro", subalterno si se quiere, sin sentir la necesidad de afirmar un vínculo racial y/o cultural con él/la?


Síntomas criollos

Santiago Colás ha sostenido que el fenómeno en las literaturas latinoamericanas al cual corresponde la teoría poscolonial de base inglesa es el discurso criollo, o sea, el de la cultura dominante del siglo XIX, que según Colas "convierte la persistencia de las relaciones coloniales en el pre-requisito para la articulación de una identidad no metropolitana".
9 Su ejemplo principal10 es la América que transparenta en La agricultura de la zona tórrida, de Bello, poema que alaba el campo y las cosechas americanas y en cuyo proceso simbólico se produciría la independencia del sujeto criollo a raíz de la simultánea reproducción y represión de relaciones económicas neocoloniales.11

El ser poscolonial según Colás es el criollo que, en un caso de heroísmo literario y política estetizada (Beverley 11), se imagina independiente al extender y perpetuar las relaciones coloniales mientras va reprimiendo su conciencia de ello (Colás 392).12

Colás identifica, pues, ciertas fisuras en un discurso que se pretende armonioso, y de ahí, una hibridez
(de "América" con "Europa") problemática por la violencia (contra un proletariado americano) que encubre.13 Tal percepción no es original en él,14 pero me interesa su intervención por lo restringida de su definición del momento poscolonial para América Latina, y por la conexión que traza entre el "síntoma criollo" y el discurso poscolonialista de algunos intelectuales metropolitanos o transnacionales y traficantes en hibrideces.

Me interesa porque, si la "hibridez" del sujeto poscolonial resulta ser una versión contemporánea del sujeto criollo, la crítica de ciertas subjetividades latinoamericanas
(el discurso criollista, el mestizaje hegemónico) servirá para aclarar los impases de la hibridez en la teorías literarias y culturales actuales. En esa conexión vale la pena aseverar, contra las lecturas de la hibridez como fenómeno posmoderno y cuestionador de una supuesta pureza anterior, que los bilingüismos, los viajes, y los enfrentamientos con el "otro" son antiquísimos.

La afirmación de lo híbrido que hoy anda tan en boga se reduce fácilmente al nivel de un eslógan, eslógan necesario en las luchas políticas contra los movimientos por la "pureza" cultural como las proposiciones 187 y 209 californianas, pero demasiado cómodo cuando absuelve a sus usufructuarios de indagar más seriamente las múltiples hibrideces que estructuran el mundo actual o de enfrentarse al provecho personal que podemos sacar de una invocación triunfalista de la hibridez. Podremos sufrir "síntomas criollos", podremos apropiar elementos de culturas subalternas; hasta podremos gozar cuando éstas nos sorprenden al transculturarnos -pero es deshonesto decir que todo eso es (necesariamente) "progresista" en un sentido político.


La hibridez como comunión y absolución

En su célebre artículo "DissemiNation" asevera Homi Bhabha que la hibridez contesta el "pluralismo del signo nacional, en el que la diferencia
(lo otro) reaparece como lo mismo (lo uno)". La hibridez según Bhabha no es "una mezcla de identidades estables anteriores" (31415) sino "la perplejidad de lo vivo como interrupción de la (representación) de la plenitud de la vida" (31416) y "el signo negativo al origen" (31417). Sin discrepar con Bhabha en su crítica de la identidad como pedagogía (y la distinción entre lo pedagógico y lo performativo que es una de las mayores contribuciones de su artículo), insisto en los cuatro puntos que vengo defendiendo:

a) que lo "híbrido" como categoría cubre tantas mezclas distintas que el término se convierte, a mi modo de ver, en una abstracción homogeneizante;
b) que si el valor de la hibridez es su desafío a lo estático y lo "puro," pues acaba devolviéndoles a ambos términos un valor mítico e ideologizante;
c) que al suponer la híbrización de identidades y culturas como base del contacto y de las coaliciones, arriesgamos convertir la llamada "hibridez" en precondición para toda conversación o negociación.
Finalmente, d) el pensar "híbridamente" es una solución muy inadecuada a las luchas sociales que se están librando en la actualidad.

Comparto la esperanza de Bhabha de que "al vivir en la frontera de la historia y el lenguage, en los límites de las razas y los géneros,
[podremos] traducir las diferencias entre [estas categorías] en una forma de solidaridad" (32018). Pero también noto que Bhabha en su análisis se enfoca en lo cultural y elimina la cuestión de clase.

En el discurso de Bhabha
(y, desde luego, en el de Laclau y Mouffe) me parece insuficiente la mera invocación, algo vaga además, de los "nuevos movimientos sociales." Un ejemplo concreto del problema está en el planteamiento de Gloria Anzaldúa en su libro Borderlands/La Frontera, cuando sugiere que, como todos de algún modo habitamos "las fronteras" (de las razas, las etnias, las nacionalidades, las sexualidades, las clases), se ha de formar entre todas estas diferencias una coalición revolucionaria - esperanza que me parece más ingenua que utópica, sobre todo en un libro que tanto enfatiza el dolor de la existencia 'subalterna'.19

En ese sentido el discurso del multiculturalismo contemporáneo repite el gesto de los mestizajes oficiales, que funcionan hegemónicamente al cooptar la oposición y al crear un nuevo ser superior, el híbrido. Tal discurso es insuficiente en parte porque las hibrideces de, por ejemplo, Richard Rodríguez, Domitila Barrios, Alejandra Pizarnik y Esteban Montejo no son las mismas. Ahora bien, estas diferencias dentro del espacio híbrido -espacio que alcanza ya al mundo entero- las reconoce un teórico como García Canclini. Pero me preocupa en García Canclini el tono celebratorio y la proliferación de ejemplos primariamente urbanos. Y si toda cultura es híbrida en sus orígenes y si todos respiramos hibridamente, viene siendo la hibridez una tautología
(Pieterse 64) cuya suposición vale más como punto de partida que como punto final en las análisis de política y cultura.


Señas de otredad

He sugerido en estas páginas que el invocar la hibridez es una manera de suponer, una vez más, que una cultura común, basada en una mezcla de identificaciones culturales si no de sangres, es necesaria como base de la extensión de derechos universales. He sugerido también lo problemático de la valorización excesiva de identidades raciales y culturales, por sobre clases y economías, que se da con la invocación de hibrideces - la cual, además, a mi modo de ver, privilegia lo más mezclado por sobre lo menos mezclado, y celebra las yuxtaposiciones sorprendentes que produce el mundo globalizado mientras esquiva la violencia y la explotación que forman la base de muchos procesos de hibridación.

La hibridez como "significación imaginaria" reinstaura, además, una problemática política de identidades, y legitima que el privilegiado hable por el otro, ya que siempre tendrá el primero algún modo de declarse "híbrido," manteniendo así su posición privilegiada y también sus señas de otredad. De esa actitud me sigue interesando la inhabilidad para enfrentar una diferencia sin apropiarla o exigir la participación propia en ella. Insisto, pues, en que ese deseo de hibridarse enmascara otro deseo más siniestro -el de mantener una posición de poder. Porque la extensión universal de los derechos significa necesariamente que los privilegiados dejen de serlo.

Si una de las razones principales por las que se habla de la hibridación es, precisamente, la necesidad de establecer una base teórica para las garantías de derechos, ¿qué alternativas hay a la ideología de la híbridación? ¿Hace falta, por ejemplo, reimaginar el estado cívico
(en contraste con el estado étnico)? ¿Si eso hacemos, cómo evitaremos recaer en "universalismos" exclusivos? O bien ¿cómo hacemos para abolir las condiciones que requieren la ilusión de las "razas" (Lewontin)? ¿Cómo teorizamos una justificación de las especificidades culturales, y de la supervivencia de grupos étnicos minoritarios?

Según Jean Guéhenno
(1995) ya se acabó el estado-nación como vehículo viable de la democratización, y se ha iniciado el imperio de las redes: networks, hibridizaciones. Mi pregunta, tanto en la práctica como en la teoría, para los próximos años, será si los "nuevos movimientos sociales" y las organizaciones transnacionales para la defensa de los pueblos habrán de cobrar el poder necesario para defender y ensanchar lo que hay de democracia.


Obras citadas

Anzaldúa, Gloria
(1987). Borderlands/La Frontera: The New Mestiza. San Francisco: Spinsters/Aunt Lute.
Beverley, John (1993). Against Literature. Minneapolis: PU de Minnesota.
Bhabha, Homi (1990). "DissemiNation." Nation and Narration. Ed. Bhabha. Londres: Routledge. 291-322.
Cesáreo, Mario (1995). Cruzados, mártires y beatos: emplazamientos del cuerpo colonial. West Lafayette, IN: UP de Purdue.
Chanady, Amaryll (1997). "La hibridez como significación imaginaria." Mss. inédito (ponencia preparada para LASA97).
Colás, Santiago (1995). "Of Creole Symptoms, Cuban Fantasies, and Other Latin American Postcolonial Ideologies." PMLA (mayo): 382-96.
Cornejo Polar, Antonio (1994). Escribir en el aire. Ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas andinas. Lima: Horizonte. --- (1997).
"Mestizaje e hibridez: los riesgos de las metáforas." Mss. inédito (ponencia preparada para LASA97) 2.
DiLeonardo, Micaela (1994). "Identity Politics and Baby Bear's Chair." Social Text 41 (invierno): 163-91.
Fernández Retamar, Roberto (1995). Calibán. Lléida [España]: Universitat de Lléida.
García Canclini, Néstor (1989). Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad. Buenos Aires: Sudamericana.
Guéhenno, Jean (1995). The End of the Nation-State. Trans. Victoria Elliot. PU de Minnesota.
Jameson, Fredric (1981). The Political Unconscious. Ithaca: PU de Cornell.
Jusdanis, Gregory (1995). "Beyond National Culture?" Boundary 2 22:1 (primavera): 24-60.
Laclau, Ernesto, y Mouffe, Chantal (1985). Hegemony and Socialist Strategy. Londres: Verso.
Lewontin, Richard (1993). "Of Genes and Genitals." Transition 69 (primavera): 178-93.
Mariátegui, José Carlos (1995). Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima: Amauta.
Mignolo, Walter (1993). "Colonial and Postcolonial Discourse: Cultural Critique or Academic Colonialism?" LARR 28:3: 120- 31.
Miyoshi, Masao (1995). "Sites of Resistance in the Global Economy." Boundary 2 22:1 (primavera): 61-85.
Moreiras, Alberto (1994). "Pastiche Identity, and Allegory of Allegory." Latin American Identity and Constructions of Difference. Ed. Chanady. Minneapolis: PU de Minnesota. 204-238.
Ortega, Julio (1988). Crítica de la identidad. La pregunta por el Perú en su literatura. México: FCE.
Ortiz, Fernando (1991). Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. La Habana: Editorial Ciencias Sociales.
Pieterse, Jan Nederveen (1995). "Globalization as Hybridization." Global Modernities, ed. Featherstone, Lash, y Robertson. Londres: Sage. 45-68.
Pratt, Mary Louise (1991). "Arts of the Contact Zone."Profession (una publicación anual de la Modern Language Association, de Nueva York). 35-40.
Rama, Angel (1982). Transculturación narrativa en América Latina. México: Siglo XXI.
Schwarz, Roberto (1992). "As idéias fora do lugar." Schwarz, Ao vencedor as batatas. São Paulo: Duas Cidades. 13-28.
Shohat, Ella (1992). "Notes on the Post-Colonial." Social Text 31-32: 99-113.
Waters, Mary C. (1990). Ethnic Options: Choosing Identities in america. Berkeley: PU de California, 1990.

* Trabajo leído en Lasa, 1997

1Ponencia preparada para el congreso de LASA, en Guadalajara, México, 17 abril 1997.

2Aludo con esto a larga experiencia colonial y republicana de estos países, su larga historia de inserción en los procesos globales, y su larga tradición de análisis del fenómeno. En cambio India se colonizó en el siglo XVIII y Africa en el XIX, y se descolonizaron formalmente después de 1945.

3En Latinoamérica el convertir las diferencias raciales o culturales en distincciones de clase, o tapar la discriminación racial al usar las diferencias de clase como justificación, ha sido una de las estrategias de legitimación y dominación de los estados liberales. En ese sentido el discurso latinoamericanista evita hablar del racismo tan evidente en muchos países del continente. El presente trabajo no abarca este tema. Se enfoca más bien en otra estrategia paralela: el uso de las banderas de la mezcla cultural y la tolerancia racial como manera de legitimar las tradicionales jerarquías. El invocar la mezcla sin mencionar las
desigualdades es lo que me parece problemático.

4 JARANEAR v. 1. Fam. Andar de jarana o bulla. Amér. C. y Col. Estafar. Cub. y Chil. Chancear. Col. Importunar. Bol., Per., y P. Rico. Bailar en bailes de confianza. Guat. Endeudarse. Pequeño Larousse ilustrado, comp. Ramón García-Pelayo y Gross (México: Ediciones Larousse, 1986) 599.

Para seguir hablando de jaranas, advierto que si aquí mezclo categorías, usando "mestizaje," "hibridez," y "sincretismo" de manera incambiable para aludir a mezclas étnicas, culturales, y económicas, es porque me parece que las diferencias entre estos terminos no me parece ser tan nítidas. Esto nos lleva a un punto clave, que el concepto de la hibridez es de una amplitud poco manejable. Creo que al invocarla arriesgamos más de lo que iluminamos.
Si aquí mezclo comentarios sobre teoría poscolonial y multicultural metropolitanas con puntualizaciones sobre ciertas configuraciones de las literaturas latinoamericanas, no es para "aplicar" teoría "foránea" a estas literaturas y proyectos culturales, sino para criticar desde nuestro campo esas teorías universalizantes.

5Aunque - o bien, además - apunta Ella Shohat que el esfuerzo
anti-esencialista también deslegitima las identidades colectivas contrahegemónicas. Shohat, "Notes on the Postcolonial," Social Text 31-32 (1992): 109, 110.

6Aunque si es cuestión de teorizar identidades nacionales y/o continentales, prefiero la "heterogeneidad" de Cornejo Polar (Escribir en el aire) o la "identidad conflictiva y jerarquizada" de Julio Ortega (217) a los modelos de hibridación.

7Categoría que vuelve a fijar una identidad aunque aparece en un primer momento como crítica de las identidades fijas, y que arriesga, además, a) esquivar las múltiples diferencias que se despliegan, a menudo conflictivamente, en situaciones coloniales, b) deslegitimar las producciones culturales del llamado tercer mundo que no demuestren los requisitos rasgos de hibridez, y c) marginalizar al subalterno que quizás no quisiera hibridarse.

8Se podría decir que el ejemplo de DiLeonardo es más bien sobre el mestizaje y no la hibridez, pero su punto, y el mío, es precisamente ese: que la hibridez es el nuevo disfraz del mestizaje.

9"I take Latin American culture to function as an ideology that converts the persistence of colonial relations and [their] effects . . . into the precondition for the articulation of a nonmetropolitan identity."

10Los otros ejemplos serán las "Palabras a los intelectuales" de Fidel Castro y las estrategias discursivas de las novelas del llamado "Boom" literario latinoamericano.

11Se trata de la burguesía nacional "independiente" y europeizante en relación triangular con un proletariado no europeo y el capital foráneo.

12". . . the term postcolonial designates not simply the state of dependence on colonial relations but also the self-styled independent subject that derives an illusion of independence by extending and perpetuating colonial relations and structures and, in a second stage, by repressing this extension."

13Aquí tiene otra vez un aporte interesante el artículo de Moreiras, que distingue entre la ideología emancipatoria y la emancipación concreta. La identidad normativa - aunque "híbrida" -reemplazaría con retórica los hechos y mantendría en el poder al sujeto criollo que según Colás es el latinoamericano poscolonial.

14Para poner unos ejemplos casi al azar, ya criticó Mariátegui la complicidad entre hacenderos peruanos y banqueros neoyorquinos, una hibridez que, como los arreglos globales contemporáneos, esquiva la defensa que podría proveer la nación al pueblo; para el caso brasileño, ya ha hablado Roberto Schwarz de las "ideas fuera de lugar," otra hibridación de retórica modernizante y democrática con una realidad semifeodal. Harto se ha criticado ya la ideología del mestizaje como discurso legitimazador de estados jerárquicos - crítica que, leyendo otra vez el Norte desde el Sur, valdría la pena aplicarse, con las modificaciones necesarias, al multiculturalismo liberal estadounidense. Cornejo Polar señala otro problema relacionado a este, de que la transculturación de Fernando Ortiz se haya convertido hoy en día en "la cobertura más sofisticada de la categoría de mestizaje" (2), y Alberto Moreiras, entre otros, señala que el discurso sobre la identidad en América Latina es una estrategia de legitimación (es una "rhetorical war machine to persuade . . . the citizens of the . . . preferability of the local ruling elite") y de también de contención, cuando se entiende "normatively, not hermeneutically" (205).

15Orig. " . . . the admixture of pre-given identities or essences."

16Orig. ". . . the perplexity of the living as it interrupts the representation of the fullness of life. . . ."

17Orig. ". . . the minus in the origin. . . ."

18Orig. " . . . by living on the borderline of history and language, on the limits of race and gender . . . we are in a position to translate the differences between them into a kind of solidarity."

19Por ejemplo en el momento siguiente: "The mestizo and the queer exist at this time and point on the evolutionary continuum for a purpose. We are a blending that proves that all blood is intricately woven together, and that we are spawned out of similar souls." ("Por algo existen el mestizo y el homosexual en esta época, en este punto de la escala evolucionaria. Somos una mezcla que prueba que todas las sangres están entretejidas de un modo intrincado, y que todos nacimos de almas semejantes.") Anzaldúa 85.

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