Juan Manuel Echavarría es un artista colombiano que utiliza la fotografía
como medio fundamental de expresión. Alterna su residencia
entre Nueva York y Bogotá. Actualmente su obra está
siendo exhibida en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y
en los próximos meses, una exposición suya está
prevista en Montevideo.
A través del lenguaje de la fotografía, Juan Manuel Echavarría
se ha insertado en la historia de la representación de
la violencia en Colombia. Sus tres series fotográficas
exploran la "estetización de la violencia" como
un medio a través del cual señala el mecanismo de
una violencia institucionalizada. En un país en el cual
la violencia ha permeado todas las dimensiones de la vida cotidiana,
ésta ha encontrado un nicho incluso en el dominio de lo
estético; por ello, las representaciones culturales se
encuentran en la peligrosa situación de ser cómplices
de este inquebrantable ciclo. Las obras Corte de Florero
(1991), Bocas de ceniza
(1999) y La Bandeja
de Bolívar: 1999, pueden ser descritas, cada
una a su manera, como increíblemente bellas, sin embargo,
su efectividad radica precisamente en la espantosa constatación
de ver reflejada en ellas una realidad repulsiva.
Al evitar la repulsión visual en sus imágenes, el artista conduce al espectador
a ir más allá de una reacción visceral, para
así permitirle un acercamiento más contemplativo,
analítico y quizás activo con la obra.
Del título de la serie Corte de Florero, se deduce
con claridad que las fotografías son una referencia
irónica a una re-articulación macabra del cuerpo. Los huesos están
dispuestos para que semejen flores y la composición general
de la obra hace referencia a las ilustraciones científicas
de la Real Expedición Botánica de la Nueva Granada,
liderada por José Celestino Mutis en el siglo XVIII. La
obra se compone de una serie de fotografías de huesos humanos
que, re-configurados en las formas de la flora colombiana, evocan
de una manera hermosamente irónica el horripilante acto
de desmembramiento.
Esta obra
postula una pregunta evocadora: ¿qué conexión
existe entre las ilustraciones científicas del siglo XVIII
y La Violencia? En la serie fotográfica cada "flor"
lleva un título con su nombre de especie y familia, como
en los dibujos botánicos. Sin embargo Echavarría
adiciona, al nombre de la familia científica de la flor,
por ejemplo Anthurium, una palabra que evoca terror como
mutilatum o mutilado. Así, crea un paralelo entre
la práctica clasificatoria de la Expedición Botánica
y la naturaleza taxonómica de la violencia.
La unión
de esta aproximación científica, esterilizada y
estetizada con los huesos humanos, duplica tanto el lenguaje
de la crueldad
como el de la identidad en el tratamiento de cuerpos asesinados;
lo que el artista llama la "estética del terror".
La re-articulación que Echavarría hace de la Real
Expedición Botánica es una re-visión del
pasado colonial y una crítitica que sugiere como los orígenes
de la violencia serían anteriores a 1948. En una entrevista
en 1997, Echavarría explica que hay una larga e indocumentada
historia de cortes, verbigracia, la práctica de cortar
las manos de los indios cuando no aparecían con oro ante
sus Conquistadores.
Después
de todo, no hay que olvidar que la Expedición Botánica
fue producto del deseo Borbónico de conocer más
acerca de los recursos naturales del Nuevo Mundo para poderlos
explotar. Las recurrentes oleadas de violencia, a lo largo de
la historia colombiana, nos alertan sobre el hecho de que la
historia reprimida no muere, está apenas enterrada. Así,
La Violencia es el surgimiento de conflictos coloniales reprimidos,
como lo es también la confrontación armada en la
actualidad; una reaparición fantasmagórica de actos
de represión aún no resueltos.
Bocas de ceniza, una de sus más recientes obras,
consiste de una serie de fotografías que evocan formas
más recientes de mutilaciones corporales. El artista fotografió
ahuyamas cortadas sobre un fondo blanco y limpio. Al igual que
en Corte de Florero, el aséptico fondo contrasta
con el tejido orgánico, húmedo y en proceso de descomposición.
En la serie Bocas de ceniza el artista permite que,
inicialmente, el espectador identifique un tejido orgánico
para luego asociarlo con tejido humano. Este distanciamiento igualmente
evita la identificación directa con una supuesta víctima,
lo que genera una reflexión sobre la muerte a través
de las facultades intelectuales.
Echavarría manipula el concepto tradicional de "naturalezas
muertas", que históricamente ha representado el papel
de memento mori, recordándole al espectador acerca
del deterioro y lo efímero de la vida. De igual manera,
los huesos han sido utilizados a través de la historia
del arte como símbolos de Vanitas o memento
mori, recordatorios tanto de la transitoriedad de la vida
como de la inevitabilidad de la muerte.
Un ejemplo es la "Iglesia de Huesos" en Roma, donde
los huesos de la guardia papal de las Cruzadas han sido reconfigurados
en un altar ornamentado. A la entrada de la iglesia, una inscripción
perturbadora reza: "Nosostros fuimos alguna vez como
usted es ahora. Usted será como nosotros somos ahora."
Los huesos dan testimonio de la devoción inmortal de los
guardias. Sin embargo, los huesos y las ahuyamas en la obra de
Echavarría se refieren a una muerte violenta.
En la tercera serie de fotografías titulada La Bandeja
de Bolívar: 1999, exhibida originalmente como una
video-instalación, el artista utiliza una réplica
de una bandeja que fue dada a Simón Bolívar durante
la consagración de la recién fundada República
de Colombia. En medio de un jardín paradisíaco
de exuberantes flores, se lee en la bandeja la inscripción
"República de Colombia para siempre".
Gradualmente,
la bandeja va siendo despedazada, al tiempo que un incesante martilleo
repercute en ele espacio. De este proceso de pulverización
el resultado final es la imagen de un inesperado montículo
de polvillo
blanco,
presumiblemente cocaína. El sueño utópico de Bolívar
para esta nación, parecería probable en una tierra
con tantos recursos naturales. Irónicamente, este sueño
ha sido truncado por uno de sus productos: la cocaína. Esta obra, simultáneamente
bella y aterradora, concretiza la noción terrorífica
de cómo cualquier ideología o esperanza de una sociedad
más justa e igualitaria, ha sido frustrada por la violencia
derivada del narcotráfico que ha azotado la nación
durante las últimas décadas.
* Tomado
de Insomnia, Nº 133
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