H enciclopedia 
es administrada por
Sandra López Desivo

© 1999 - 2012
Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



JUARROZ, ROBERTO - POESÍA VERTICAL - POESÍA PURA - POESÍA BLANCA - POETA "PURO" - PALABRA - LENGUAJE - LECTURA - SER - HEIDEGGER, MARTIN -

Roberto Juarroz: una Poética del Ser (I)

Horacio Centanino
Temáticamente, los poemas de Juarroz asemejan una pesquisa intelectual cuyo objeto es indeciblemente huidizo, esto es, el mayor y el más oscuro de los temas, el Ser ontológico. Debido a estas características, la poesía de Juarroz ha sido llamada "filosófica", "cerebral", "metafísica", "abstracta" y aún "mística"


El
escritor argentino Roberto Juarroz (1925-1995) publicó en vida trece libros de poesía, y un catorceavo volumen apareció póstumamente en 1997. Como momentos de una misma, obstinada meditación, todos estos libros se denominan Poesía Vertical(1), diferenciándose entre sí sólo por sus números: Poesía Vertical en 1958, Segunda Poesía Vertical en 1963, Tercera Poesía Vertical en 1965, Cuarta Poesía Vertical en 1969, y así sucesivamente. De la misma manera, sólo un numeral identifica a cada poema en cada uno de los libros. Su poesía, en efecto, se distingue por una remarcable unidad de forma, tono, tema y estilo.

Juarroz escribió exclusivamente poemas breves y conceptualmente densos, los que, pese a carecer de rima o regularidad métrica, exhiben no obstante un cuidadoso diseño. Concisos y austeros, despojados e impersonales, estos poemas poseen un ritmo interior que el lector pronto reconoce como característico. La poesía de Juarroz prescinde de referencias geográficas o históricas, de localismos verbales, de euritmia o eufonía, de efusiones sentimentales, de anécdotas, del uso de voces prestigiosas o a priori poéticas. Típicamente, sus depurados textos tienden a adoptar un modo asertivo, simétricamente estructurado, con significaciones frecuentemente enigmáticas o paradojales.

Por su desmedida ambición así como por la adhesión obsesiva a su tema, la poesía de Juarroz bien podría catalogarse como "poesía pura", dejando constancia que, contrariamente a la mayoría de los poetas "puros", al argentino no le interesa la búsqueda de la musicalidad verbal ni la experimentación formal per se. No hay aspiración en Juarroz a construir una "poesía blanca" en la que el referente es accesorio y lo más importante es el juego de los significantes. Por el contrario, la obsesión de Juarroz está localizada en el fundamento último de esa "realidad exterior" a la que su poesía trata de dar cuenta con el verso más límpido posible, con un lenguaje enteramente supeditado a su objeto, enteramente vehicular. Esa realidad exterior, empero, asume protagonismo en tanto reveladora de un ámbito metafísico que constituye el inquietante núcleo temático de su poesía. En medio de las turbulencias políticas y sociales que vivió su país y todo el continente en la segunda mitad del siglo XX, el silencio absoluto de Juarroz respecto de estos temas lo convierte indudablemente en un rara avis entre sus pares regionales.

Nadie parece hablar en estos poemas; usualmente éstos comprenden un conjunto de proposiciones impersonales, como si alguien estuviese evaluando la verdad de cierta
idea, mientras que otras reflexionan acerca de un tópico abstracto o avanzan observaciones en que la cotidianidad está traspasada por un fuerte extrañamiento. Ni una vez encontramos un "Yo" lírico; a veces una distante tercera persona, un colectivo "nosotros" o un anónimo "uno" sostienen la estructura verbal de los poemas.
Temáticamente, los poemas de Juarroz asemejan una pesquisa intelectual cuyo objeto es indeciblemente huidizo, esto es, el mayor y el más oscuro de los temas, el
Ser ontológico. Debido a estas características, la poesía de Juarroz ha sido llamada "filosófica", "cerebral", "metafísica", "abstracta" y aún "mística". Su pasión, sin embargo, sobrepuja su severa constricción formal y se manifiesta como disciplina creativa impelida a lo largo de una vida entera por esa búsqueda que intentaremos dilucidar a través del análisis del poema primero de la Doceava Poesía Vertical.

Corresponde primero introducir dos precisiones terminológicas en el título de este ensayo. Poética se refiere a un conjunto de nociones acerca de la naturaleza del discurso poético. Como tal, constituye una
reflexión crítica que, ora implícita, ora explícitamente, realiza el poeta simultánea y consustancialmente con su labor. El aspecto crítico es indisociable de su producción poética. Difícil es hallar un poema suyo que no contenga ideas o imágenes acerca del lenguaje en general y de la poesía en particular. Además, Juarroz publicó tres libros (uno en forma de conferencia, los otros dos como entrevistas) en que dio forma a su ideario poético-estético-existencial-filosófico. La palabra Ser en el título es el objeto fundamental de la especulación metafísica, el sustrato común a todos los seres en tanto existentes. La tesis que adelanto en lo que sigue es que la poesía de Juarroz está moldeada por la obsesión de trascender la alienación ontológica tratando de nombrar una realidad intuida e hipotéticamente ubicada más allá de nuestra cotidianidad.

Pero más que defender esta tesis que resultará bastante obvia para quien haya leído así sea sumariamente su obra, lo que me interesa demostrar es cómo Juarroz hace ostensibles en el texto poético esas premisas subyacentes. En este sentido, el poema elegido es ejemplar de su obra.

Pese a estar inmerso en la atmósfera del
post-estructuralismo, o tal vez debido a ello, mi análisis de este poema será deliberadamente pragmático: no interpreto el poema para probar las virtudes de ninguna escuela de crítica literaria; en cambio, he dejado que la lectura (que, por supuesto, no pretende ser inocente o incontaminada por lecturas y experiencias previas) sugiera sus propias avenidas de interpretación mientras ofrezco mi respuesta al texto en tanto éste discurre en el tiempo. En una era signada por la inestabilidad de los textos y por la inexistencia de los significados definitivos, parece juicioso declarar este ensayo tentativo y necesariamente parcial, así como también resulta pertinente explicitar los sesgos del lector.

Quien esto escribe no cree que los significados de un texto aniden en éste, aguardando ser extraídos por la lectura. Creo que el significado depende del contexto (de la producción del texto, y sobre todo, del contexto de la lectura), y que éste es virtualmente infinito, razón por la cual los textos son polisémicos y pueden dar a múltiples y bien fundadas interpretaciones. Los lectores crean ese significado, pero sus capacidades interpretativas están histórica e institucionalmente determinadas. En palabras de Stanley Fish, "Nuevamente el punto es que aunque hay siempre mecanismos para invalidar lecturas, su fuente no está en los textos sino en las reconocidas estrategias interpretativas vigentes para producirlos."(347)

Leeré el poema de Juarroz a la luz de la obra del filósofo alemán Martín Heidegger (1889-1976), con quien comparte una aguda conciencia de las posibilidades y límites del lenguaje y una marcada disposición a pensar exhaustivamente los temas más vastos desde una perspectiva secular. No obstante, más que señalar una influencia del uno sobre el otro, sería más apropiado hablar de una convergencia temática (y acaso temperamental) entre el poeta argentino que buscó en la metafísica alimento para su búsqueda espiritual, y el filósofo alemán, cuya novedosa re-lectura de la tradición metafísica occidental tanto ha inspirado a los poetas alrededor del mundo.

Parafrasear un poema siempre es frustrante, si no directamente absurdo. Más que cualquier otra forma discursiva, el poema es "intraducible"
(2). Lo que el poema tiene para decir, ya lo ha dicho en la manera única e intransferible del poema. No importa cuán devota la tarea, la glosa y el comentario desnaturalizan la experiencia poética. Dicho todo lo cual, afrontamos este análisis en la esperanza de poder alertar al lector acerca de las complejidades del texto que se somete a su consideración, explicitando aquello que un lector atento asume al leerlo, a veces inconscientemente. Es entonces en ese espíritu que abordamos el poema primero de la Doceava Poesía Vertical.

1.

Sacar la palabra del lugar de la palabra
y ponerla en el sitio de aquello que no habla:
los tiempos agotados,
las esperas sin nombre,
las armonías que nunca se consuman,
las vigencias desdeñadas,
las corrientes en suspenso.

Lograr que la palabra adopte
el licor olvidado
de lo que no es
palabra,
sino expectante mutismo
al borde del silencio,
en el contorno de la rosa,
en el atrás sin sueño de los pájaros,
en la sombra casi hueca del hombre.

Y así sumado el mundo,
abrir el espacio novísimo
donde la
palabra no sea simplemente
un signo para hablar
sino también para callar,
canal puro del ser,
forma para decir o no decir,
con el sentido a cuestas
como un dios a la espalda.

Quizá el revés de un dios,
quizá su negativo.
O tal vez su modelo.


El poema tiene cuatro estrofas de siete, ocho, nueve y tres versos respectivamente. Carece de rima, aunque un paralelismo sintáctico lo recorre y le confiere un reconocible patrón sonoro. El léxico se mantiene en un registro intermedio entre lo coloquial y lo formal; en su brevedad, el poema se desenvuelve sin sorpresas lógico-sintácticas; las unidades métricas coinciden con las semánticas.

Este conservadurismo formal ha de contrastar abruptamente con los significados exorbitantes que el poema comunica. Las estrofas se organizan en torno a un verbo en infinitivo (sacar, lograr, abrir); cada una de ellas comienza con una proposición luego amplificada por un conjunto de frases nominales en la primera estrofa, y de frases preposicionales en la segunda. En la primera estrofa, los dos puntos separan a las frases nominales de la aserción, de la que son ejemplos. En la segunda, las frases preposicionales se agrupan en torno a la conjunción adversativa sino. En la tercera hay una cláusula negativa seguida por la misma conjunción adversativa y un conjunto de frases que culminan en un símil. La cuarta y última estrofa tiene sólo tres versos, cada uno de los cuales evalúa el enigma sugerido por el símil.
Este es indudablemente un poema autotélico -es
lenguaje refiriéndose al lenguaje, o más exactamente, a la función referencial del lenguaje, sus límites y su eventual trascendencia-. Su asunto es, explícitamente, palabras y cosas, nombres y objetos de discurso, signos y referentes.

Más aún, el poema habla de un esfuerzo por acortar o abolir la brecha existente entre el orden de las palabras y el orden de las cosas. Hay cinco repeticiones de la voz "
palabra" en un poema de veintisiete líneas, donde, además, aparecen otras tales como "hablar" y "no hablar", "mutismo", "silencio", "signo", "decir" y "sentido", para hacer de su tema algo por demás evidente. Los enunciados(3) que comienzan cada estrofa se refieren todos ellos al lenguaje: apuntan a corregir sus omisiones o imperfecciones, mientras que las frases complementarias intentan definir aquéllas áreas que se consideran más allá del alcance normal del lenguaje. La auto-referencialidad del poema, sin embargo, es ambigua, por cuanto todo su énfasis está desplazado hacia el "exterior", de donde supuestamente ha de provenir el "remedio" para la señalada aflicción del lenguaje.

Es decir, que aunque meta-lingüística, la tensión entre el signo y el referente está totalmente volcada hacia éste último. Sólo debido a que el poema plantea un "mundo exterior" en marcado contraste con la palabra que lo nombra, y sólo porque concibe a la palabra no como forma sino más bien como sustancia, es que el poema puede simultáneamente comprender ambos polos de la díada sujeto/objeto, palabra/cosa, dentro/fuera. En este sentido, podría decirse que el poema es pre-Sausureano(4) en sus premisas subyacentes.

Las primeras dos líneas dicen Sacar la palabra del lugar de la palabra/ y ponerla en el sitio de aquello que no habla. A través de la reificación poética
(aquello que Alfred N. Whitehead llamó "la falacia de la concreción descaminada") las abstracciones ganan estatus material. Así, metafóricamente, las cosas percibidas hablan, mientras que las no percibidas son mudas. De ahí que el texto enumere objetos o situaciones imperceptibles usando la figura retórica denominada metalepsis o causalidad invertida, mediante la cual las cosas hablan o se abstienen de hablar en tanto un sujeto reconoce o desconoce su presencia. Por esta misma razón, las metalepsis operan asimismo como prosopopeyas en la medida que proyectan una impresión del mundo casi animista.

Al convertir un proceso intangible -el acto de decir o nombrar (ya que el poema en ningún momento reconoce su condición de escritura)- en un desplazamiento físico de entidades (las palabras que "viajan" desde, presumiblemente, el lugar de elocución hasta el lugar del objeto), el poema exhorta a efectuar una imposible mudanza del orden de los signos hacia el orden de los objetos. La espacialización de la función referencial del lenguaje que la convierte en una migración de entidades, actualiza así el anhelo de fusión que desde siempre le es inherente. El uso de artículos determinados y singulares precediendo a "palabra" en las dos primeras estrofas nos dice que el poema no se refiere a ciertas palabras del diccionario, o al repertorio de que dispone el poeta, sino que se refiere a la aptitud humana de simbolización que permite hacer al mundo inteligible. La palabra es sinécdoque por todo el lenguaje, el símbolo de la aptitud simbólica general.

La
labor metafórica de transferir las palabras desde su lugar de elocución hacia el lugar del objeto es interpretada como reparadora, porque lo que los cinco versos que siguen a la proposición de la primera estrofa tienen en común, además de nombrar mudas abstracciones, es su connotación negativa (agotamiento, anomia, impotencia, desdén, indecisión). Las palabras necesitan interpelar a sus referentes en sus propios lugares para de esta forma redimirlos del olvido. Al poner las palabras en contacto con lo que nombran repararemos esa omisión. Parafraseando entonces, la estrofa dice "pongamos las palabras en esos lugares silenciados para que así éstos puedan hablar". Lo que no se encuentra en la acción es el agente: las situaciones olvidadas tendrán que redimirse a sí mismas, dado que ningún pronombre personal (inexistentes en el poema) podrá llevarlo a cabo. La ausencia de pronombres personales, empero, universaliza el "hecho" y, de alguna manera, profundiza la "soledad" del mundo. Y, si tomamos a Juarroz literalmente y asumimos el poema como un acto de habla (hablar, decir), la impersonalidad del mismo lo vuelve un pronunciamiento de tipo casi oracular.

 

Notas:

(1) Verticalidad para Juarroz representa la dimensión original de la poesía, un corte extático en el incesante flujo temporal (una idea que probablemente Juarroz leyó en Gaston Bavhelard, tal vez mientras estudiaba Filosofía y Letras en La Sorbonne). De acuerdo con las propias palabras de Juarroz, la poesía es inversión de la ley de gravedad, un contrapunto a la caída general de todas las cosas (Bravo, http://www.ucm.es/info/especulo/numero11/juarroz.html). Verticalidad alude asimismo a cierta moral de la forma poética caracterizada por la inflexible disciplina de la búsqueda, y por la gravedad invariable de su tono.

(2) Uso el término en el sentido general de Paul de Man, como el fracaso de una actividad derivada, como la filosofía de la percepción, o la crítica respecto de las obras de arte.

(3) "Primariamente, enunciado significa señalar hacia fuera. Con esto adherimos al significado primordial de Logos como apophansis: dejar que los seres sean vistos en sí mismos" (Heidegger, Sein und Zeit, 144; los énfasis (itálicas) corresponden siempre a los autores citados). Contrariamente al lugar común que halla en la poesía un lenguaje más connotativo que denotativo, la poesía de Juarroz abunda en aseveraciones directas.

(4) Para Ferdinand de Sausure "el signo lingüístico une no una cosa y un nombre, sino un concepto y su imagen acústica" (102). Tanto es así que la lingüística como disciplina no comprende estudio alguno acerca del referente.

Bibliografía

Borges, Jorge Luis. Obras completas. Buenos Aires: Emecé, 1970.
Brisard, Frank (Editor). Grounding. The Epistemic Footing of Deixis and Reference.
Berlin-New York: Mouton de Gruyter, 2002.
De Man, Paul. Allegories of Reading. Figural Language in Rousseau, Nietzsche, and
Proust. New Haven and London: Yale University Press, 1979.
Ducrot, Oswald and Tzvetan Todorov. Encyclopedic dictionary of the sciences of
Language. Trans. By Catherine Porter. Baltimore: John Hopkins University Press,
1979.
Fish, Stanley. Is there a text in this class? The Authority of Interpretive Communities.
Cambridge, London: Harvard University Press, 1980.
Genette, Gerard. Mimologics. Trad. Thais E. Morgan. Lincoln: University of Nebraska
Press: 1995
Heidegger, Martin. Basic Writings. Ed. by David Farrell Krell. New York, Hagerstown,
San Francisco, London: Harper & Row, Publishers, 1977.
--- Being and Time. A translation of Sein und Zeit. Trans. By Joan Stambaugh. New
York: State University of New York Press, Albany, 1996.
Juarroz, Roberto. Duodécima Poesía Vertical. Buenos Aires: Ediciones Carlos Lohlé,
1991.
--- Poesía y realidad. Valencia: Pre-textos, 2000.

---Poesía y creación. Diálogos con Guillermo Boido. Buenos Aires: Ediciones Carlos
Lohle, 1991.
Paz, Octavio. El arco y la lira. 9th. Edition. Mexico: Fondo de Cultura Económica, 1993.

Steiner, George. Martin Heidegger. Ed. by Frank Kermode. New York: The Viking
Press, 1978.

VOLVER AL AUTOR

             

Google


web

H enciclopedia