La teoría de la simulación aborda una serie de fenómenos
extremos donde lo social y la cultura adoptan paradójicos
modos de desaparición: transparencia, obscenidad, insignificancia.
Jean
Baudrillard
nos sugiere, a partir de sus ejercicios de socio-ficción,
un análisis de estas figuras de la transpolítica
como el lugar donde la sociedad del espectáculo deviene
espectáculo de la desaparición, final de la escena
de la representación y comienzo, fascinante y fatal, de
las estrategias banales.
La banalidad resulta ser, finalmente, el destino fatal de nuestra
cultura occidental. Es decir, la banalidad se convierte en una
estrategia sin sujeto, una sofisticada venganza del mundo,
una ironía objetiva. Triste pero cierto, algo así
como una nueva versión del principio de crueldad de Clément
Rosset, lo más cruel de la realidad no es su carácter
efímero, insignificante y terrible, sino que todo eso sea,
para colmo de males, verdadero. La banalidad como destino, lo
real
como coartada. Abordemos, siguiendo el planteamiento de Rosset,
esta crueldad de lo real, este crimen perfecto, que tiene que
ver, de acuerdo a la teoría de la simulación, con
"el asesinato de la realidad". La banalidad como una
de las bellas artes o, lo que es lo mismo, parafraseando a Thomas
de Quincey, el asesinato de la realidad como una de las bellas
artes, el arte de la desaparición.
Este proceso resulta bastante violento, Rosset lo define jugando
con la etimología y terminando en el gore y en el splatter:
"Cruor, de donde deriva crudelis (cruel), así como crudus (crudo, no digerido, indigesto),
designa la carne despellejada y sangrienta: o sea,
la cosa misma desprovista
de sus atavíos o aderezos habituales, en este caso, la
piel, y reducida de
ese modo a su única realidad, tan sangrante como indigesta." La verdad
desnuda es esta carne despellejada, sangrante e indigesta, como
salida de una buena película de terror de clase B, donde
ninguna dama se desviste (para
tomar una ducha, para hacer el amor, o por motivos que permanecerán
por siempre en el misterio más insondable) sin sufrir el terrible
destino de ser descuartizada o profusamente mutilada sin la menor
compasión. La caracterización baudrillardiana de
nuestra cultura utilizando el porno como metáfora se podría
complementar con un par de conceptos y perceptos tomados de otros
géneros cinematográficos, bajo los auspicios de
Clément Rosset, el gore (sangre derramada) y el splatter (sangre salpicada) nos remitirían
a esta crudeza de lo real que se muestra únicamente para
desaparecer sangrientamente.
Todo empezó con el ready-made y culmina, por lo menos hasta
el momento, en el reality show, del urinario de Duchamp al especial
de cáncer testicular de Tom Green el recorrido ha sido
bastante delirante. Quizás convenga detenernos, unos instantes,
en la genealogía de esta suerte de obsesión de transparencia, esta pulsión
de visibilidad, esta profusión de imágenes que dejan poco
espacio para la mirada. La realidad supera a la ficción,
no porque sea más divertida o interesante, simplemente
porque en una cultura de la imagen cada vez hay menos espacio
para el imaginario. Ready-made, talk show, reality show. La realidad
convertida en espectáculo, un espectáculo paradójicamente
inquietante, ya que se funda en una apuesta por lo natural y en
un rechazo del artificio, de la ilusión.
Los primeros personajes massmediáticos que encarnaron esta
lógica de la banalidad atravesada por una ominosa estupidez
fueron los ya clásicos Beavis y Butt-Head, desde la MTV,
estos engendros televisivos provocaron el escándalo presentando
a un par de adolescentes perfectamente descerebrados como los
anti-héroes de esta serie animada.
En fin, si algo tranquilizaba nuestra buena conciencia era el
hecho de saber que estos personajes no eran más que una
ficción, una creación profundamente irónica
salida de la pluma de Mike Judge, nos tranquilizábamos
repitiendo obsesivamente frases tales como "estos personajes
sólo existen en la pantalla", como intentando escapar
de una pesadilla susurrábamos "esto no es real, no
puede serlo".
Pues bien, luego de unos años, el sitial de honor de Beavis
y Butt-Head fue ocupado por una serie de personajes de carne y
hueso aún más siniestros, salidos de otro par de
programas de la MTV, The Tom Green Show y jackass.
Tom Green hace del ridículo, de los chistes de mal gusto
y de cierta crueldad ingenua la tónica por excelencia de
su divertidísimo show, mientras que Johnny Knoxville y
sus amigos hacen del blooper un deporte extremo, los golpes, las
caídas y los accidentes de todo tipo son la marca registrada
de jackass, la televisión convertida en el museo
del accidente, como diría Paul Virilio, pero del accidente
bajo el signo de la estupidez, el blooper convertido en la forma
última del performance, una puesta en escena de la imbecilidad,
como el propio nombre de la serie lo
señala en modestas minúsculas.
La banalidad tiene mucho que ver con esta gestión humorística
de los desechos, con este reciclaje de las sobras, ese es el encanto
del lapsus, del blooper o del accidente. Warhol es bastante profético
cuando escribe a mediados de los setenta una suerte de apología
de las sobras y del tratamiento humorístico de los productos
chatarra, la basura y el mal gusto. "Siempre me ha gustado
trabajar con las sobras, convertir los desperdicios en cosas.
Siempre creí que las cosas desechadas y que todos saben
que no valen para nada, pueden potencialmente ser divertidas.
Es como un trabajo de reciclaje. Siempre pensé que había
mucho humor en las sobras."
No olvidemos que, marginalmente si se quiere, Baudrillard contempla a la
imbecilidad como una de las figuras de la transpolítica,
si bien su importancia queda eclipsada por otras figuras que son
analizadas, en Las estrategias fatales, con bastante detenimiento.
El obeso, el rehén y lo obsceno son las tres figuras de
la transpolítica que reciben mayor atención en el
texto mencionado, la obesidad es interpretada, desde la teoría
de la simulación, como la desaparición de la escena
del cuerpo, el rehén ilustra la desaparición de
la escena de lo político, mientras que la obscenidad resulta ser el
horizonte de desaparición de la ilusión. En este
sentido, las tres figuras nos hablan de una suerte de exceso que
clausura el ámbito de la escena y de la representación.
Woody Allen afirmaba, en su discurso a los graduados que "la
violencia engendra violencia
y los pronósticos coinciden en afirmar que hacia 1990 el
secuestro será la fórmula imperante de relación
social",
el humor de Woody Allen coincide con el análisis baudrillardiano
del rehén como desaparición de lo social y clausura
del juego de la representatividad política.
Ejemplos de otras de las figuras analizadas por Baudrillard se encuentran por
doquier, me gustaría señalar únicamente al
Semanario de lo Insólito y, en particular, a Insólito
Sexual como lecturas muy recomendables a la hora de
adentrarse en los misterios de la transpolítica. Algunos
de los personajes más excesivos de la cultura occidental
encuentran cobijo en las páginas de Insólito
Sexual, la versión hardcore del Semanario de lo Insólito,
ciertos artículos llevan títulos que, me parece,
harían las delicias de Jean Baudrillard, en el primer número
aparecen, entre otros, los siguientes: "Los caballeros también
las prefieren gordas" o "Kenia, el hombre-mujer, se
desnuda en exclusiva", cabe mencionar que, lamentablemente,
tan fina publicación llegó únicamente hasta
el tercer número.
La transpolítica, en tanto transparencia y obscenidad,
trastoca el orden de la representación, el juego se clausura,
todo es arrojado a la voracidad de la mirada, aquello que estaba
al margen de la representación entra en escena y cualquier
forma de exterioridad desaparece. La obscenidad ya no demarca
el territorio de la representación, manteniéndose
en el límite, se convierte en cambio, en la atracción
principal del show massmediático. En el corazón
del espectáculo no esperemos ningún efecto especial,
simplemente la crudeza de lo real. La insignificancia se convierte
en nuestro verdadero efecto especial, el "nada especial",
expresión tan entrañable para Andy Warhol, delinea
el destino trágico de nuestra cultura.
Nada especial,
nada que decir, ahí radica el horror de la banalidad y
lo que resulta bastante patafísico es que dos personajes
tan diferentes como Andy Warhol y Roland Barthes coincidan en
este punto. Escuchemos a Warhol hablar sobre la muerte en su filosofía de A a B y de B
a A, bajo el apartado que lleva por título Muerte. Todo sobre el
tema leemos lo siguiente: "No creo en ella porque no estás
ahí para saber qué ha pasado. No puedo decir nada
sobre ella porque no estoy preparado para ello." Fin
del capítulo. Es el turno de Roland Barthes: "Un
día a la salida de una clase, alguien me dijo: "Habla
usted llanamente de la Muerte". ¡Como
si el horror de la Muerte no residiese precisamente en su
llaneza, en su banalidad!" Frente a esta constatación,
el único recurso que le queda a Barthes es la ironía,
hablar del nada que decir. Me pregunto si no sucede lo mismo con
la propia banalidad.
Volviendo a la problemática de lo trans, quizás
convendría revisar dos formas particularmente interesantes
de este fenómeno, lo transestético y lo transexual.
Una referencia obligada a la hora de abordar lo transestético
es, nuevamente, Warhol, la afirmación de que todo es bello,
de que los objetos, las mercancías, de que incluso todos
nosotros somos, por lo menos en algún momento de nuestra
vida, bellos, clausura, casi mágicamente, la posibilidad
de la belleza, en el sentido
de que la esfera de lo estético pierde sus contornos, potenciación
del arte hasta su desaparición virtual
en la totalidad de lo real. La clásica afirmación,
más o menos banalizada, de que todo es arte, opera el mismo
proceso, si todo es arte, nada lo es. Desaparición
por exceso e indiferenciación, esa es, desde la perspectiva
de Jean Baudrillard, la lógica de lo trans.
Una estrategia similar, aunque menos estudiada, es la que opera
Annie Sprinkle sobre la sexualidad, podríamos decir que
esta artista pos-porno-modernista, instaura un arte erótico
de la desaparición. En una de sus performances, las lecturas
eróticas de la Biblia, Annie se propuso compartir su genial
descubrimiento: cualquier cosa puede ser leída en voz
alta y convertida en algo que suene a pornografía dura,
desde recetas de cocina hasta la Constitución. Para demostrar
esta polémica afirmación, el actor Mike Anderson
leería fragmentos de la Biblia, en particular ciertos
capítulos del Génesis, mientras la lectura avanzaba,
Annie ya sin poder controlarse, se quitaba las ropas y se masturbaba
frenéticamente frente la mirada atónita del público.
Luego de que la performance acababa y los gemidos orgásmicos
de Annie se silenciaban poco a poco junto con los aplausos del
público, una cosa quedaba clara, cualquier texto puede
ser erótico, incluso la Santa Biblia. Arte de la desaparición,
si todo es erótico, entonces el erotismo se desvanece,
de nuevo, la misma estrategia que la empleada por Warhol, equivalencia,
saturación, indiferencia de los signos en la circulación
pura. La simulación es también esto, desaparición
de cualquier referencialidad, intercambiabilidad de los signos,
indiferencia frente al sentido en una fractalidad del valor y todo
esto, cabe aclararlo, es vivido sin una gota de patetismo, edulcorado
por la banalidad, aderezado con las mieles de la superficialidad.
Ligado a todo esto, me gustaría terminar trayendo a colación
una comedia adolescente que dará lugar, creo yo, a un nuevo
subgénero, que podríamos bautizar, provisoriamente,
como banalidad explícita (así como podemos hablar de sexo explícito, creo que
podríamos utilizar esta categoría para referirnos
a aquellas películas que difractan cualquier forma de profundidad,
convirtiéndose en algo así como la ideología
de la superficialidad). En Legally Blonde (Robert
Luketic, 2001)
descubrimos una especie de épica de la banalidad, la heroína
del filme atraviesa una serie de aventuras sin perder ni una pizca
de su superficialidad original, no hay cambios ni moralejas, todo
lo contrario, una afirmación permanente de la superficie
y las apariencias. Elle Woods, la rubia abogada de Legalmente
rubia, parece ser el prototipo de una nueva sensibilidad,
una especie de mutante del nuevo milenio. Frente a estos
personajes massmediáticos disponemos, desde el ámbito
de la teoría, de las armas del humor, la ironía,
la parodia, pongamos esta fraseología de la banalidad entre
comillas, como nos sugería Barthes a propósito del
discurso publicitario, siendo capaces de vivirla como una cita
y no como una fatalidad.
Hace ya unos cuantos años, Fredric Jameson había señalado, en
el ámbito de la teoría y de las artes, el pasaje
de una hermenéutica de la profundidad a una hermenéutica
de las superficies. Tal vez hoy, en una cultura donde la banalidad
se ha impuesto en la mayoría de las prácticas discursivas
y no discursivas, sea el momento de dejar de tematizar esta hermenéutica
de las superficies y comenzar, finalmente, a hacerla funcionar.
Acontecimientos a los que conectar la pequeña máquina interpretativa
no van a faltarnos, más bien todo lo contrario. Una analítica
de la banalidad retomaría la paradoja que obsesionó
a Roland Barthes al final de su vida: hoy, más que nunca,
necesitamos hablar del "nada que decir" y, lo que es
todavía más importante, no sentirnos culpables por
ello. Quizás, en lugar de una hermenéutica, lo que
necesitemos, parafraseando a Susan Sontag, sea una erótica
de la banalidad.
Bibliografía consultada
Allen,
Woody, Perfiles, Barcelona, Tusquets, 1980.
Barthes, Roland, La cámara lúcida, Barcelona, Paidós,
1997.
-------------------, La Torre Eiffel, Barcelona, Paidós,
2001.
Baudrillard, Jean, La transparencia del mal, Barcelona, Anagrama,
1993.
--------------------, Las estrategias fatales, Barcelona, Anagrama,
1994.
--------------------, El crimen perfecto, Barcelona, Anagrama,
1996.
--------------------, La ilusión y la desilusión
estéticas, Caracas, Monte Ávila, 1998.
Debord, Guy, La sociedad del espectáculo, Valencia, Pre-Textos,
2000.
Jameson, Fredric, Ensayos sobre el posmodernismo, Buenos Aires,
Imago Mundi, 1991.
Rosset, Clément, El principio de crueldad, Valencia, Pre-Textos,
1994.
Sontag, Susan, Contra la interpretación, México,
Alfaguara, 1996.
Sprinkle, Annie, Post-Porn Modernist, San Francisco, Kleis, 1998.
Warhol, Andy, Mi filosofía de A a B y de B a A, Barcelona,
Tusquets, 1998.
-----------------, Diarios, Barcelona, Anagrama, 1999.
Texto presentado
en el Congreso Internacional de Filosofía de la Cultura
y Filosofía Intercultural, Universidad Michoacana de San
Nicolás Hidalgo, México, agosto de 2002.
*Revista Metáfora
Visual, México, Año 3, Número 4, Noviembre
Diciembre 2002.
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