Aunque
suene un poco arcaico, resulta interesante ver cómo la
pregunta "¿Qué hacen las lesbianas en la cama?"
ha conformado un nudo problemático que derivó en
obsesión para un grupo considerable de individuos. Como
es hoy más que sabido, el supuesto "secreto"
alrededor del "sexo" no ha producido más
que una relativa verborragia que, en términos de "prohibición"
y bases para las condiciones de existencia del pecado, se ha dedicado
a describir y detallar una red discursiva que bien podría
hoy constituir una enciclopedia pornográfica escrita por
los más cercanos servidores de los dioses.
Un
artículo titulado "When Women Love Women: Dis-Accomodating
Lesbian Acts..." presenta un interesante recorrido que nos
muestra cómo, en los sistemas discursivos (ya sea religiosos o
seculares) que
han cercado la actividad sexual, el caso de las lesbianas ha
formado un agujero negro a la hora de determinar las razones
por las cuales tal "opción" constituye un acto
pecaminoso. La imposibilidad de hallar una respuesta "razonable"
y detallada acerca de "cómo" el acto sexual
entre mujeres (que
se corresponda con un "por qué") se ha de convertir
en pecado, ha dejado un curioso vacío en lo que concierne
a insertar la "lesbianidad" dentro del solemne espectro
del pecado mortal, la condena, o brevemente, de cualquier tipo
de "enojo" justificado por el dios a través
del que se mire.
En
otras palabras, el estatuto moral-religioso de la lesbiana como
pecadora ha quedado rodeado de un aura enigmática, ya
que en el fondo del asunto se presenta la imposibilidad de adjudicar
un espacio discursivo a las relaciones sexuales entre mujeres.
Esto implica la imposibilidad de especificar el pecado por la
imposibilidad de entender el acto pecaminoso.
El
artículo mencionado más arriba brinda una detallada
lista del emporio de dificultades que han enfrentado diferentes
discursos, ya sea religiosos o seculares, a la hora de subsumir
la "lesbianidad" bajo sus sistemas discursivo-categoriales.
1-
"/¿/ Coito sin penetración /?/"
Ya sea
en la cultura islámica, judeo-cristiana o greco-romana,
ésta ha sido una pregunta ineludible, cuyo correlato "cognitivo"
sería encontrado en las preguntas sobre ¿cómo
pescar sin una caña? o ¿cómo copular sin
pene? En opinión
de algunos, tales enigmas se resuelven de modo tajante, razonando
que "no importa cuánto una mujer pueda "jugar"
(entiéndase
también frotar, etc.) con otra: sin pene no hay sexo."(Boy Wives and Female Husbands,
1998:233)
En el Livre de Manieres, escrito en la temprana modernidad,
el obispo Etienne de Fougere argumenta que el coito entre mujeres es tan absurdo
como abominable, otorgando como ejemplo de semejante estupidez
el acto de intentar pescar "con caña" sin tener
la caña (lo
que lleva a sentenciar que el acto sexual entre lesbianas no es más
que un esfuerzo inútil, desgaste de energías, acción
innecesaria, etc.). El obispo argumenta que es tonto
y constituye, por lo tanto, un sinsentido que las mujeres encuentren
diversión y "placer justificado" cuando una hace
"de macho" mientras la otra hace "de hembra".
Tal sinsentido puede explicarse parcialmente por el contexto dentro
del cual lo "sexual" ha adquirido "sentido":
2-
pene-penetración
El estatuto
ontológico del sexo se plantea a través de este
dúo (pene-penetración). La ausencia de
tal pareja nos remite a que la razón de ser del acto "sexual"
desaparece en tanto tal, lo que nos remite al núcleo alrededor
del cual se mueve "When Women Love Women": "¿Qué
estatuto teológico se le podría adjudicar a la actividad
sexual entre lesbianas? ¿Ha sido entendido el acto sexual
entre lesbianas como un pecado importante o se lo ha considerado
religiosa y secularmente como un juego perverso?" Si el sexo
se ha entendido en tanto equivalente del par pene-penetración
, la pregunta que aparece es: ¿qué podrían
hacer las lesbianas para que tales actos adquieran el estatuto
de "sexuales"? Uno de los hilos que nos conduce a semejante
problema sería el de la siguiente fórmula: "Penetrar
versus Frotar". Tanto la penetración como la descarga
de semen han tenido bastante relevancia en diversas tradiciones
religiosas y seculares. Pero, ¿qué pasa con el mero
"frotar"? No faltan personas que se hayan preguntado:
"¿Es el frotamiento entre lesbianas una copulación
fallida?" Esta pregunta nos lleva a revisar la asimetría
fundamental que se desprende de otro dúo: actividad-pasividad.
3- Actividad- Pasividad: ¿machona virtuosa, hombruna
pensante o la penetrada de por vida?:
la actividad sexual ha sido gobernada por una estricta división
entre lo activo y lo pasivo, siendo atributo del hombre el primero
y de la mujer el que le sigue. A esta pareja de atributos le
sigue todo un orden socio-cultural jerárquico que se vincula
con la virtud y honor que el polo de la actividad otorga (y que hasta hoy funciona,
y que verificamos en el hecho de que el hombre que penetra a
otro es "mucho más macho" que el penetrado,
quedando así fuera de cuestión la "macheidad"
que ha perdido el penetrado, que por ende pasa a ser "mucho
más" afeminado).
Enfrentamos
ahora otra pregunta: si bien el varón podía y puede
pasearse gradualmente entre lo activo y lo pasivo, siendo lo
más "noble" el hecho de lograr la actividad
total (penetrar
siempre),
la mujer no fue pensada en términos del polo activo. Su
atributo de pasividad suponía el hecho de ser "la
penetrada" de por vida. Descolocando este sistema categorial,
la lesbiana queda fuera del orden del discurso y hace saltar
muchas preguntas: ¿Cómo administrar entre lesbianas
la pareja actividad-pasividad sin remitir al masculino penetrar
ni a la femenina penetrada? Si pensamos la penetración
en términos extra-"pénicos": ¿Cuál
es el estatuto ontológico que se le habría de otorgar
a un consolador cuya "masculinidad" (si atribuíble) no pertenece ni a una ni a
la otra?
El vacío
que implica pensar la actividad lésbica evitando las acusaciones
de la pareja masculino-femenino nos remite a lo
que más arriba se denominó el acto de pasear por
afuera del discurso. De lo contrario, bajo la nómina de
la pareja masculino-femenino, esto es, dentro de los límites
del pensamiento analógico, existen un sin fin de referencias
a las lesbianas. Por ejemplo, Marco Aurelio Marcial se refiere
a una mujer lesbiana en tanto "hombruna-voraz". Otro
caso interesante es el de la Abadesa del Convento de la Madre
de Dios (1619-1623), la Hermana Benedetta
Carlini, quien obligaba a sus subordinadas a mantener relaciones
sexuales varias veces por semana. Este caso se comenta en el "Tratado
de enfermedades crónicas" (Soranos) de este modo:
"Actuando
como si fuera un hombre, ella [la Hna. Carlini] se movía
encima de la subordinada con tal intensidad que ambas quedaban
corrompidas."
La Explicación
viene luego (analogía): "Un clítoris
de tamaño excesivo hace que las mujeres padezcan desórdenes
... Estas mujeres viven siendo afectadas por la lujuria de los
hombres [entiéndase erección] adquiriendo un deseo similar al de ellos."
Para
evitar tales lujurias la solución que se presentó
fue cortar aquellos "semejantes" clítoris ya
que "un órgano femenino que pueda actuar como órgano
masculino puede hacer que la mujer desee comportarse "sexualmente"
como un hombre."
Esto
nos remite otra vez al viejo y conocido funcionar del pensamiento
analógico. Sin embargo, siguiendo la lógica que
se nos presenta en tanto resumen de retóricas frustradas
en "When Women Love Women" es interesante ver cómo
el pensamiento analógico ha podido funcionar de un modo
muy limitado cuando llega el caso de sentenciar a las lesbianas
por mantener actos que sean "sexuales" y luego pecaminosos.
Para entender tal limitación, es importante el rol que
desempeñan las diversas parejas mencionadas más
arriba: actividad-pasividad en relación con el dúo
pene-penetración, ya que componen el campo semántico
de lo que se ha entendido por "sexo".
Ni bien
salimos del certero reino de la analogía que comparece
la tara que impide armar
un catálogo preciso de la actividad sexual entre lesbianas.
Queda entonces el problema de qué sentido puede poseer
la "actividad" "sexual" si las personas que
participan en ese acto no poseen atributos "masculinos-activos-pene-penetrativos"
(calificables,
luego, de sexuales) dejando a un lado a las vigorosas hombrunas
de Marcial y a las super-clitorinas de Soranos.
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