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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 




ARTE - CLÁSICO - NARRAR - ALIGHIERI, DANTE, -
DIVINA COMEDIA - COMEDIA - DELIRIO -


Delirio clásico *

Amir Hamed
Como nadie ignora, uno de los fundamentos de su comedia es la alegoría. La fundamental, al menos la que habría que retener, es que para escribir es imprescindible extraviarse


Recordado es uno de los argumentos con que Platón expulsa de su ciudad ideal a los poetas: sabemos -es decir, Sócrates sabe- que Dios es homogéneo y que, por lo tanto, a diferencia de lo que dice Homero, no puede andar mudándose, por ejemplo, en un toro. Por lo tanto, Homero falta a la verdad y debe ser expulsado, a menos que se limite, devoto, a componer himnos a la República.

También bastante frescos los argumentos de los revolucionarios esclarecidos: si el poeta no canta a favor de la revolución - o del triunfo del proletariado, o de la inminente catástrofe del capitalismo -debe llamarse a silencio o ser invitado al ostracismo. Los que se creen vencedores -es decir los que aguantaron lo suficiente como para ver el derrumbe del socialismo real- suelen recordar esta argumentación para solazarse con las miserias del vencido. Sin embargo, estos adalides, acaso sin darse cuenta, suelen incurrir en el mismo argumento. Las reglas son las del mercado, y el artista que no tenga al "público" como meta está de antemano autoexiliado.

Estas tres variantes son igualmente despóticas para con el arte: sólo invitan a la tautología, lo cual contradice, precisamente, el ergon de lo artístico, que es la ceguera, la incertidumbre, el aventurarse a lo desconocido, a los márgenes de la ilegibilidad (una obra legible, es decir, de antemano conocida por el público, como la mayoría de las que pululan hoy en galerías, videocines o librerías, poco o nada aportan en términos de novedad y conocimiento. Alientan, por sobre todo, el afán obsesivo del niño que insiste en que le cuenten, todas las veces idéntica, la misma historia).

Hay quienes pontifican que existen maneras "clásicas" de hacer arte, como si fueran fórmulas inamovibles. Curiosamente, clásico es aquello que es digno de ser imitado y, si se observa con algo de detenimiento, resulta que lo único que los clásicos se imitan los unos a los otros es en su afán de rompimiento con lo establecido. Piénsese, nada más, en ese monumento que hasta el día de hoy ni siquiera dio lugar a género - que trata de ser piadosamente encerrado bajo la fórmula "largo poema narrativo" - conocido como Divina Comedia: un toscano revoltoso y exiliado, insatisfecho con la omnipresente Iglesia y su Dios que lo obligaba a escribir en latín, decide ponerse a escribir en toscano. Cantará el mundo subterráneo, el sublunar, el celestial; compondrá una enciclopedia en endecasílabos que será conocida como summa del saber de su edad edad - que el siglo dieciocho llamó "media". Como la tarea era irrealizable para cualquiera que quisiera partir desde el conocimiento, las gateras de Dante fueron la ignorancia y, en el primer terceto, nos advierte que ha perdido la "recta via" y de ahí parte esa descomunal heterodoxia a la que apellidaron divina.

Había perdido el latín y toda ortodoxia. Estaba escribiendo algo nunca jamás escrito; porque a nadie imitaba -ni siquiera escribía en la lengua de alguien-, podía saquearlos a todos. Estaba en la posición exacta para erigir uno de los más deslumbrantes mundos de occidente: perdido de antemano.

Como nadie ignora, uno de los fundamentos de su comedia es la alegoría. La fundamental, al menos la que habría que retener, es que para escribir es imprescindible extraviarse. Es por eso que los artistas verdaderos nunca podrán acomodarse a los platones de todas las horas. Tal vez porque sospechan que, en ocasiones, Dios, bastante aburrido de sí mismo y de sus adoradores monocordes, delira (delirar no es más que "apartarse del camino") y muta o se traviste en toro, en demonio, en alpargata, en Stalin, en pajarito, en anfetamina, en travesti. A fin de cuentas, narrar no es otra cosa: testimoniar el olvido de sí, la perdición, el cambio.

* Publicado originalmente en Insomnia, Nº 121

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