H enciclopedia 
es administrada por
Sandra López Desivo

© 1999 - 2013
Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



POTOCKI, JAN - MANUSCRITO ENCOCNTRADO EN ZARAGOZA - EROTISMO - FRAME TALES -


Hombre de un solo libro*

Carlos Rehermann

Lo que singulariza a Potocki dentro de la tradición de los frame tales, es su acento en el carácter infinito del género, la multiplicación de los niveles narrativos (un cuento dentro del que se cuenta un cuento dentro del que se cuenta un cuento, etc), y el sabor leve del Siglo de las Luces, con su característica mezcla de ciencia y ocultismo ilusionista

El conde Jan Potocki era polaco, pero escribía en francés. Hizo algunas recopilaciones de cuentos populares, escribió un conjunto de escenas para teatro, y una serie de relatos de viaje, con intenciones etnográficas. Pero la obra que lo llevaría a una tardía (y modesta) fama es un libro de relatos de aparecidos, llamado Manuscrito encontrado en Zaragoza, publicado por primera vez, parcialmente, en 1805, pero cuya versión completa de acuerdo con los originales en francés recién apareció en 1990.
Durante algunos años, pulió con delicadeza la agarradera del azucarero de plata de su juego de té, que tenía la forma de una frutilla. Una tarde, cuando comprobó que cabía en el cañón de su pistola, la cargó y se disparó en la boca. Al parecer, creía estar transformándose en lobo.

Un aristócrata revolucionario

Jan Potocki nació en Podolia (región que ahora forma parte de Ucrania), el 8 de marzo de 1761, en una familia de la aristocracia polaca que antes y después dio personajes que se movieron con comodidad en las cortes europeas. Recibió una sólida educación clásica en Ginebra, Lausana y París. Como parte de su formación, sirvió como ingeniero militar en Austria y Hungría.

Su dominio de varios idiomas
(polaco, ruso, francés, alemán, italiano, árabe, además de latín y griego clásicos) facilitó el aprovechamiento de la predilecta de sus aficiones: viajar.
Su primer viaje lo llevó a Turquía y Egipto, y desde entonces nunca cesó de vagar. Estuvo en Marruecos y España, en Holanda, Baja Sajonia, el Cáucaso y Mongolia. El útlimo de sus viajes lo llevó hasta Ulan Bator, como jefe científico en una expedición que el zar Alejandro organizó para establecer contacto con el imperio de la China.
En la década de 1780 se estableció en París, donde frecuentó los círculos conspirativos de numerosas sociedades secretas, más o menos místicas o falsarias. Fue defensor de los ideales revolucionarios, aunque más tarde manifestó su desconfianza hacia toda forma de ejercicio del poder, del que, como correspondía a su origen, nunca estuvo alejado.
Antes del estallido de la Revolución Francesa, en uno de sus viajes por el cercano Oriente, conoció a Osmán, un turco que sería su servidor y amigo hasta su muerte, con quien emprendió, más tarde, la búsqueda de un manuscrito de Las mil y una noches, que nunca encontró.

En 1788 comenzó a publicar libros de viajes con observaciones etnológicas, todos escritos en francés: Voyage en Turquie et en Egipte
(1788), Voyage dans l'Empire de Maroc (1792), Histoire primitive des peuples de la Russie (1802), Voyage dans les steppes d'Astrakhan et du Caucase, (publicado en 1829). La variedad de sus intereses queda demostrada por sus Principios para una cronología de los tiempos anteriores a los Juegos Olímpicos y su Descripción de la nueva máquina de batir moneda (1811).

Pero Potocki se hizo famoso por dos cosas que no tienen que ver con sus trabajos eruditos: en 1790 fue el primer polaco que sobrevoló Varsovia en un globo con el aeronauta francés Blanchard
(por cierto que acompañado por Osmán y su perra Lulú); y en 1805 publicó un curioso libro de aparecidos impregnado de un erotismo sutil: Manuscrito encontrado en Zaragoza.

Un libro generosamente plagiado


Desde su primera tirada, que se terminó de imprimir en San Petersburgo en 1805, y que se completó con una segunda parte impresa en París en 1813, el libro vivió una agitada aunque silenciosa vida, hasta que en 1989 René Raddrizani publicó, en la casa parisina José Corti, la versión hasta ahora más completa del Manuscrito..: creció, desde las doscientas páginas de su primera edición, hasta sus actuales ochocientas. En español, la editorial Minotauro publicó en 1967 una versión que sigue la edición francesa realizada por Roger Caillois en 1958 para Gallimard.

Caillois preparaba una antología mundial de lo fantástico, a principios de la década del cincuenta. Según cuenta, su desconocimiento del idioma polaco hizo que pidiera a un amigo que revisara una antología polaca de relatos fantásticos editada por Julien Tuwim en 1952. El amigo de Caillois le recomendó un cuento titulado "Historia del comendador de Toralva", en traducción al polaco realizada en 1847 por Edmund Chojecki.

El cuento le pareció a Caillois "un plagio desvergonzado de un relato muy conocido de Washington Irving, "El gran prior de Menorca"". Pero lo raro era que Irving publicó su relato en 1855, y Potocki había muerto en 1815.
Algunos años antes que Irving, Charles Nodier había plagiado otros fragmentos del Manuscrito, que publicó con su firma en La Presse en 1841 y 1842, un hecho que mereció un sonado juicio por plagio. Otros relatos de Potocki aparecieron por esos años en la prensa, atribuídos a Cagliostro.

A partir del trabajo de Caillois se despertó cierto interés por Potocki; comenzó a reunirse un conjunto de pruebas, manuscritos, copias tempranas y traducciones polacas de ese trabajo que su autor había publicado parcialmente en una tirada de sólo cien ejemplares.
La editorial española Pre-Textos publicó el año pasado una traducción del trabajo de Raddrizani.

Un laberinto psicodélico


El Manuscrito encontrado en Zaragoza comienza con una Advertencia de un oficial del ejército napoleónico, donde se cuenta que el manuscrito que se da a conocer fue encontrado en una casa abandonada. Según el oficial, estaba escrito en castellano, idioma que entendía superficialmente, pero tuvo la fortuna de ser tomado prisionero por los españoles, uno de cuyos capitanes le dijo, tras hojear el manuscrito, que allí se mentaba a un antepasado suyo. El prisionero, pues, le pidió al capitán que le leyera el libro, y a su dictado, el oficial lo transcribió en francés.
Así entra el lector en un juego especular que conduce al desdibujamiento de la realidad, o mejor, al convencimiento de que la realidad no es otra cosa que una versión desprolija de la ficción.

Ya en la Advertencia hay un juego explícito de idiomas y versiones: un francés que escribe lo que un enemigo español lee de un manuscrito en el que se habla de sus parientes. Juego de confianzas y desconfianzas posibles, de traductores quizá traidores
(¿cuánto de lo que se dice del antepasado del oficial español ha sido censurado por su descendiente?), de ficciones que no se sabe si aceptar o rechazar. Y, por encima de todo, los lectores sabemos que el autor es un polaco que escribe en francés.

Los relatos del libro siguen un plan muy sencillo, que se repite incesantemente, sin cansar jamás: el protagonista se pierde en una región siniestra, tiene un encuentro con dos hermanas luego que dan las campanadas de medianoche, y se despierta más tarde en un cadalso, flanqueado por los cadáveres de dos bandidos ejecutados por orden del rey. A lo largo del libro, las hermanas asumen la forma de gemelos, los bandidos resultan no haber muerto, hay alquimistas, astrólogos y cabalistas, poseídos, gitanos y anacoretas, pero cada relato se articula en torno a los mismos elementos estructurales. Todo el libro rezuma un erotismo leve, que compensa su liviandad con su insistencia.

Lo que singulariza a Potocki dentro de la tradición de los frame tales (como El Decamerón, los Cuentos de Canterbury o Las mil y una noches), es su acento en el carácter infinito del género, la multiplicación de los niveles narrativos (un cuento dentro del que se cuenta un cuento dentro del que se cuenta un cuento, etcétera), y el sabor leve del Siglo de las Luces, con su característica mezcla de ciencia y ocultismo ilusionista, escenas galantes y protocolo cortesano.

La temática sobrenatural, los estados alterados de conciencia de los personajes y la carga erótica que impregna el texto se corresponden a la perfección con la estructura de cajas chinas, virtualmente infinita.

Como en todas las grandes obras de arte, el fruidor se encuentra de pronto enfrentado a un cuestionamiento esencial de la propia obra, de los sentidos posibles de la obra, y de la noción misma de interpretación. Y cuando una obra cuestiona la interpretación -los modos de vincular el mundo de la escritura y el mundo del lector-, lo que se pone en tela de juicio es lo que conviene provisionalmente definir como realidad.

Los plagiarios del libro lo percibieron como una simple suma de cuentos, y por eso publicaron relatos aislados; pero leído en su totalidad es como se atrapa su esencia, un abismo.
Si el primer relato es un cuento de fantasmas, el segundo, conectado con el primero, hace ya dudar acerca de qué versión es la creíble, y el tercero desencaja cualquier conclusión provisional que el lector haya tomado. A medida que se avanza en la lectura la incertidumbre se amplifica, hasta que hay que suspender cualquier conclusión y aceptar que lo que se está leyendo es todo lo que hay, y que nada, ni pasado -leído- o presente -leyéndose- es seguro.

Dos siglos después


El tema del Manuscrito.. es la ficción. Como en El Decamerón
(cosa-de-diez-partes), su título habla de lo que es, no de lo que contiene. El relato lineal, o bien el relato de hechos lineales (monolineales o en múltiples líneas paralelas, no importa) presupone una idea fuerte sobre la causalidad, el desarrollo psicológico de las personalidades, las consecuencias de una ética y de una moral. Pero vivimos en una época donde predomina la idea de respeto por la diversidad, el reconocimiento de la relatividad de los principios morales y la contingencia de las éticas.

Quizá ahora el Manuscrito ha encontrado a sus lectores: gente sin certezas, cuya capacidad perceptual parece filtrada por el aire caliente que brota de la fogata donde se consume la utopía, que enrarece la visión y torna cambiante y fantasmagórica la idea que nos hacemos de la realidad.
Este mundo confuso, laberíntico, desconcertante y engañoso, parece sólo bien mostrado a través de hipótesis provisionales, marcos condicionales, lucubraciones místicas, más que a través de axiomas que ya no son evidentes, tesis que no encuentran demostración, principios que nunca llegan al consenso.

Dos siglos después de entregado a la imprenta, el Manuscrito encontrado en Zaragoza habla, sin embargo, de certezas: Potocki ciertamente existió, miró su mundo y nos dejó algo incontrovertible: una obra maestra.

* Publicado orginalmente en El País Cultural

VOLVER AL AUTOR

             

Google


web

H enciclopedia