Si apuraran una definición personal sobre la sombra que
proyecta el anti-discurso poético de Madariaga sobre la
literatura
argentina,
contestaría que recuerda el frenesí de los primeros
profetas -fundamentalmente a Juan El Bautista- porque todo su
Ethos se encuentra del
lado del furor profético de quien se siente liberado y
encadenado a un mensaje, y por el otro lado, estaría detrás
del advenimiento de la buena nueva de ese mismo mensaje.
Madariaga es un pagano que intenta desesperadamente entrar al
"cielo", ante el cual se inquieta al igual que quienes
nacieran antes del advenimiento de la encarnación del
nuevo "cielo" en la tierra liberada.
Por eso, Resplandor de mis Bárbaras* es una colección
de poemas que sirven para hacer un balance de su itinerario
poético
del cual sólo el tiempo e encargará de hacer un
balance y a la vez notar cómo, la onda que mueve a que
su decir sea poético, se repliega cada
vez más sobre sí, cuanto más lejos alcanza
a pronunciarse aquello que pregna la destinación de su
palabra, liberando al mismo
tiempo las fuerzas que lo atan a su cautiverio poético.
En la página cincuenta y dos de Resplandor... exclama
coherente con aquello que constituye el peculiar ersatz
de su visión de lo poético: "¿La
Poesía? ¿A veces
una imagen de narración
para aquello contra lo que se cometió algún tipo
de pecado?."
Se trata una vez mas de una alusión a lo que el Poeta ha
llamado con insistencia El delito natal -título
de una de sus principales obras.
Madariaga
el pagano que ardía bajo la sombra/ del paraje criollo,
sollozando por lo reparable en una quemazón irreparable,
ha confesado más de una vez de qué manera fue mortalmente
herido -he aquí la violación y el pecado de su caída,
irreparable en las coyunturas del azar de la vida, irreparable
en la constitución aceptada de su mandato poético-
por la imagen del mundo proporcionada por la
reflexión poética del mundo, que le adviene de su
contacto con las "armas modernas", que le proporciona
la poesía
moderna.
Y hasta el momento sus esfuerzos titánicos han consistido
en reintegrar aquellas imágenes prenatales del mundo, a las otras
-las otras aguas- las natales, que de algún modo lo convertirían
en un hechizado y en un paria, en un exiliado del paraíso
perdido de la condición pre-adánica.
Madariaga el cautivo, cree por lo tanto en el pecado y por consiguiente
en la salvación. Y su poesía es el tránsito, el pasaje
de la imposible lucha de los opuestos que tensan su discurso hasta
el hermetismo de claves límpidamente cifradas, hacia el
final equilibrio de la luz, enunciada
finalmente en el advenimiento de una nueva aurora del Ser; de
una nueva epocalidad y espacialidad del habitar poético,
ante la cual el poeta -el ex-puesto por excelencia- no puede
relegarse.
Su locución es eyaculación, emisión, expurgación,
de lo que el poeta llama pre-actual, es decir de lo Natal, pero
también de lo Pre-Natal y de una geografía en movimiento,
considerada en sus más profundos estratos ontológicos
como lugar de destinación y alumbramiento de una nueva
experiencia de lo político-universal: comarca de país,
dadora de poesía, País Natal hecho de fuego y agua.
Madariaga se mueve entre arquetipos de la imaginación y
al mismo tiempo mueve arquetipos de la palabra, del Ser: cifras
de lo Poético. Lo que tal vez el poeta ignore, en este
caso, es que
el acto de creación y elocución poética
consiste en la permanente actualización de lo inactual
en su insondable poder de transmutación y repetición
de lo mismo, no de lo igual: la constante presencia de lo Presente
en su invisibilidad manifiesta.
De ahí que el título con el cual se abre el primer
capítulo del libro al que aludimos, como su libro clave: "Confusos
sueños Natales". Al ingresar a la zona del puro onirismo
donde lo prenatal toma forma y se eleva a la toma de conciencia
de un Ethos y de una Estática, los sueños
se harán más claros:
los colores de Gauguin reemplazaran a los cárdenos de Van
Gogh, de modo de ingresar a la superficie de la inocencia, aunque
el poeta cante aún en las inmediaciones del mediodía
que perturba la visión de la medida, en
la desmesura del sueño Natal que el poeta no logra aún
controlar. Es posible
también que por ello el ciego vea mejor ("Rey Edipo tiene un ojo de más":
Hölderlin) aquello
que lo evidente oculta a la videncia del sueño poético.
A partir de esta introducción, la lectura permite -entre
líneas- evidenciar los puntos de fuga y encuentro de una
poesía que intenta liberarse de los Terrores de la suerte
(otro de sus
títulos importantes) por el dominio de lo que el poeta
denomina hechizos del azar, merced al dominio de los poderes naturales,
con la boleadora del instinto poético a través de
un estado sonambúlico certero, en la que el creador, "Peón"
del Universo, controla los terrores y temblores de la suerte:
las pulsiones de Muerte y las percepciones
de un estado de Poder y de Gracia Genesiacos. El término
"ras" insinúa el rastro primigenio del azar de
lo maravilloso, que es también la amenaza del extravío
y el delito natal, a cuyos azares la misma materia se ve sometida
en sus diversos estadios cosmológicos. Es casi como si
la Poesía precediera el destino cosmológico de seres
y de cosas: su estatuto mismo. (Ver poema sobre Aldo Pellegrini).
Como en sus libros anteriores, Madariaga busca el camino de la
liberación a través del exorcismo de las aguas que
también han hechizado (bautizado) al vidente. Madariaga -ya lo hemos
insinuado en otras oportunidades- es un poeta del fuego en las
aguas, modernísimo animista, y ateo que teme los poderes
diabólicos, aunque crea que Dios es el único
ser que no necesita exitir para reinar.
* Un paisaje cubierto de
palmeras, absolutamente boscoso, de arenas blancas, y un "rancho",
que en su momento (hoy no existe) estaba hecho como se lo hacía
en Corrientes, con barro negro y tacuaras, puestas sobre el barro,
y a veces cubierto además, desde afuera con tacuaras,
casi sobre un declive que termina en un inmenso estero que recuerda
al Pantanal brasilero, es el cuadro al que se remitieron las
experiencias juveniles de Francisco Madariaga, y donde fraguó
sus mitos, obsesiones, y "terrores de la suerte": lo
que llamaba sus "bárbaras", lugar que en los
últimos años abandonó, he hizo demoler,
ya que para él y otros, estaba poblado de fantasmas, para
trasladarse a una pieza más pequeña, pero más
cercana a los pobladores del lugar.
Una vez allí mezcló tigres, bandoleros, hadas,
fantasmas, y las aurorales y a veces trágicas visiones,
de una niñez en la que la abundancia estaba al alcance
de la mano- su padre era médico- y ese campo llamado extrañamente
Paraje Rincón y en vulgar terminología, Pago -
lugar, bola- (por la forma del estero, que parecía no
terminar nunca). Corrientes es una provincia Argentina con casi
el setenta por ciento de sus tierras, cubiertas por aguas y el
estero del Ibera- la cuenca hídrica- más
grande del mundo.
Francisco Madariaga
(izquierda) y Oscar Portela, año 1975.
* Junto a
Ayme Cesaire, Francisco Madariaga el Argentino Correntino, es
uno de los más poderosos poetas de la poesía moderna.
Este homenaje a pocos años de su muerte.
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