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ISSN 1688-1672

 



EDUCACIÓN - ENSEÑANZA - MUTANTES - DESARTICULACIÓN TAXONÓMICA - ADOLESCENTES - HETEROTOPÍA - TABERNA INTERGALÁCTICA - MASS MEDIA -

La alegoría de la taberna*

Gustavo Espinosa
Asomarse a un liceo público (sugerimos el patio en horas de recreo) es asomarse a uno de esos bares que la ciencia ficción ha construido en el futuro. En la banquina de los highways interestelares. Allí pululan zoologismos de todas las orillas del Universo


Desde hace lustros la
enseñanza pública es referente o blanco móvil de diatribas, elegías y chillidos. Ocurre lo mismo con otras instituciones uruguayas como la AUF, el BPS, el IVA, el IPC, etc. En tales casos surgen desde otros ámbitos, otras voces.

Réplicas ditirámbicas, diatriba de la diatriba acuden a los diarios y a la televisión. Sin embargo, el sistema educativo (especialmente la enseñanza media) parece no aceptar glosas optimistas: desde las instituciones o desde sus márgenes genera sólo opiniones apocalípticas y prognosis catastróficas.
En su momento, alguno sostenía que la ineficacia emerge de la incompatibilidad entre un modelo educativo pensado para el país autárquico de la sustitución de importaciones, con el modelo de país integrado impuesto a fines de siglo XX.
Alguien más diagnosticó inflación o cáncer: se ha crecido caóticamente, masificación y pérdida de calidad.(2) Profesores y estudiantes se autopresentan a la opinión pública como héroes neorrealistas de la supervivencia y el saber, y como víctimas respectivamente.(3)

En lo doméstico, mientras tanto, los mismos actores suelen cruzarse acusaciones de victimarios y de zombies. Desde otros sitios se culpa a la TV: "una propuesta educativa que confronta y afronta las descargas -informativas, formativas, deformadoras, estimulantes o cercenadoras- que lanzan día a día los mass media sobre nuestros adolescentes...que en definitiva son, en muchos casos, la única modalidad cultural que los jóvenes absorben y aceptan".(4)

Como corolario de estas melancólicas discusiones, el informe de CEPAL, luego de desplegar sus minuciosas estadísticas, concluye lapidario: "Cuando entre el 75% y 100% de los estudiantes no sabe nada, no es un problema de individuos o de aprendizaje, es un problema de sistema de enseñanza..." "...autoridades, inspectores y profesores que han diseñado currículo y programas, que los aplican y fiscalizan, funcionan como si se enseñara, pero los resultados obligan a pensar que se está en presencia de una situación ficticia".

Hay respuestas a este ruidoso malestar: microexperiencias, nuevos sistemas de evaluación, encuestas, foros, exhortaciones a la horizontalidad y el diálogo, asambleas técnico-docentes, ampliaciones y restricciones en los contenidos programáticos. No obstante, todo tiende a aparecer como una gestualidad improvisada bajo el derrumbe. ¿Qué coartada epistemológica puede convalidar simultáneamente la extirpación de la astronomía en el programa de primer año de bachillerato y el agregado de 65 opciones (desde el Viaje de Montevideo a Paysandú, hasta Fontanarrosa, desde Cerro Pelado de Ma. Elcira Berutti hasta La última curda de Cátulo Castillo) en el programa de tercer grado del CBU...?

Aquí surge la mirada economicista viendo gatopardismo en cada cambio, declarando déficit de computadoras, de salario, de asfalkote en el techo del liceo, inculpando al trickster neoliberal de subdesarrollar el mundo e introducir en él todas las desgracias. Pero llegan informes europeos que, si bien no invalidan, entorpecen estas lecturas: la misma inoperancia sistemática ocurre en las aulas impermeables del primer mundo.

Taberna

Asomarse a un liceo público (sugerimos el patio en horas de recreo) es asomarse a uno de esos bares que la ciencia ficción ha construido en el futuro. En la banquina de los highways interestelares. Allí pululan zoologismos de todas las orillas del Universo. Maquilladores, vestuaristas, dibujantes de comic digitan quimeras más o menos deslumbrantes y antropomorfas. Arreglos y combinaciones inverosímiles: delirium tremens de Linneo desarticulando toda taxonomía. El pterodáctilo, Mae West y la respiración branquial conforman una puta plutoniana que pretende seducir a un camionero transideral.

Un
héroe -que es superhéroe de la Marvel, vikingo y cantante heavy metal- bebe cerveza; a su lado algo escamoso y monóculo, se acoda con la misma indiferencia ante un humor frío, humeante y con burbujas. Espacio especular y atiborrado donde se reflejan imágenes de galaxias distantes, de un difuso universo de discurso, el patio del liceo convoca adolescentes desde márgenes cada vez más excéntricos.

En su tránsito hacia la periferia secundaria, los iconos se pervierten: Axel Rose es gordito, la liceal pública se produce de colegial privada, el surfer parece boliviano, el darkie repasa su Sánchez Rincón, pelilargos sin cohete dorado, T. Nellys sin Tinelli, reflejos de reflejos.

Un repertorio de grafismos no menos vertiginosos, signa desde remeras, muros y libretones, estas emulaciones distorsionadas: Bolso Campeón, The Doors, Hang Ten, pija, Chicago Bulls, Caribe con K, Yonatan por Fabi. Todo según una lubricada mecánica de cantina extraterrestre donde se instaura una legalidad cerrada en la que convienen con indiferencia todas las mutaciones: cada cual con su propia grifa (multinacional, falsificada, casera, repentina) en el patio del liceo.

Entre tanto hay quienes -la ñata contra el vidrio- miran de afuera; la educación debe ser reprogramada. La entropía, la masificación oncológica, deben ser puestas nuevamente bajo el control -remoto- de la teoría. Pero para eso es necesario, aunque no suficiente, poder leer, dar con una interpretación verosímil, operación que -a pesar de las estadísticas y prospecciones- no resulta sencilla.

Un liceo puede ser visto como una heterotopía, como taberna intergaláctica donde todo se vuelve agramatical, acaso como sintomatología opaca (¿de qué? como epifenómeno o como microcosmos). La grieta producida por la mutación antropológica interfiere toda lectura, reduce la capacidad de respuesta de las autoridades competentes a la aplicación de primeros auxilios. No hay espacios para imaginar otra praxis menos coyuntural y epidémica. Se temen amputaciones y colapsos (presupuestales, técnicos, políticos) intolerables.


Tragedia y Tanda

Suena el timbre.
La taberna interrumpe su devenir exorbitado y frío. Dentro del salón de clases, la ley es otra. Podríamos describir lo que allí sucede con auxilio de otras metáforas: el aula como tanda y como tragedia de Racine.

Tanda: El elenco de los "viejos"
(el de física, el de historia, la de geografía, el de filosofía) yuxtapone la retahíla lineal del saber: Ley de gravitación universal, cámaras bizantinas, mapa físico de Benelux, Max Schiller. La tanda es un hiato que -se espera- transcurre seductor y veloz. Pero esta tanda es lenta, obsoleta, pobre, captada en un televisor a lámparas.

Los estáticos slides en blanco y negro aluden morosamente a productos que ya no están en el mercado. La tanda ya no seduce. Debe recurrir a la compulsión y al disciplinamiento. Los especatdores desean que empiece nuevamente la comedia.

Tragedia francesa: Esta dramática es un anacronismo notable por lo contrastante con el babélico bar estelar del patio. Se declama con solemnidad alejandrina frente al público pangaláctico. Sólo están permitidos por la retórica austera e inflexible del aula, unos pocos gestos para referir antiguos mitos que ya no interpelan a las preciosas y a los señores de tacones rojos. Pelucas mastodónticas y máscaras son el único hard ware. Griegos a la francesa para consumo de rockeros de tercer mundo.

En cualquier caso -tanda o tragedia- los muchachos reaccionan de la misma manera: arrojando eficacísimas bombardas de indiferencia que han ido construyendo y almacenando según los manuales de la hipersolicitación massmediática que gira fuera del salón. La guerra del cerdo es una guerra fría.

Coda

En el salón de al lado un profesor lee a los alumnos cierto pasaje de las Crónicas Marcianas: "Tienen una mirada fija, inmóvil, por haberse pasado inmumerables horas mirando películas. Sólo tienen músculos en las mandíbulas: mastican incesantemente unos trozos de goma. Y no sólo eso, querida Tylla, toda la civilización terrestre es algo semejante. Y hemos sido arrojados en esta civilización como un puñado de semillas en una mezcladora de cemento" (5)

El profesor pide a sus alumnos crítica o comentario. Uno de ellos (17 años) escribe: "Los marcianos ivan confido que iban a pelear con armas pero resulta que los humanos avían detruido todas sus armas y cono era la primera vez que venian prepararon una fita y lo resibieron de baso abito... En conclucion los humanos no tenian armas como metralleta canones armas atomica pero tenian otras armas enfermedad la intosicasion acidentes y otras cosas que los marciano no se esperaban nuca." (6)



NOTAS:

(1) Programa "La sed y el agua" Canal 5, 31/10/93
(2) ídem
(3) ídem
(4) Fundamentación a un programa de Taller de expresión por el lenguaje. 3º año.
(5) Ray Bradbury, La mezcladora de cemento
(6) El texto es de un alumno que solicitó no ser identificado

* Publicado originalmente en La República de Platón Nº7

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