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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



ARTE VS. EXPERIMENTO - INSPIRACIÓN - MUTACIÓN - RESISTENCIA - FUERZA - ERGON -

Forma, resistencias, indigestión*

Amir Hamed
La naturaleza procede por ensayo y error; las especies realizan tentativas de mutación que aprueban o descartan. Igual hace el arte: debe enfrentar la resistencia de aquello que lo rodea -los códigos del público, la consistencia y maleabilidad de los materiales, el paredón o herencia de obras que lo anticipan

Difícilmente haya quien acuda a una cena que esté amonestada por el adjetivo experimental. Del mismo modo, no hay prójimo, por más snob que se asuma, que vaya desprevenido a degustar el plato de moda si éste es merluza al sambayón. En este sentido, siempre es más sensato creer en cosas probadas y nutritivas -incluso si son insectos mexicas- que en tentativas churriguerescas de aspirantes al gorro blanco.

Curiosamente, si la fragilidad de tripas y esófago nos previenen contra todo tipo de propuesta experimental, la indolencia de la crítica y las excusas de las vanguardias del vigésimo (siglo) nos hicieron creer que experimental podía ser término aplicable a cualquier arte otro del culinario.

Si se lo mira con escrúpulo, se notará que, aunque complaciente, es adjetivo que generalmente denuesta, ya que no se encasilla a Picasso (por más fases que haya tenido), Kafka o Griffith como experimentales: cualquiera de ellos abrió surcos en sus respectivos campos, que trastornaron sus disciplinas y las hicieron otra cosa. Pero eran artistas y no escolares manipulando retortas de juguetería.

Se afirma que la naturaleza procede por ensayo y error, que las especies realizan tentativas de mutación que, en contacto con el entorno, aprueban o descartan. Igual hace el arte: debe enfrentar la resistencia de aquello que lo rodea -los códigos del público, la consistencia y maleabilidad de los materiales, el paredón o herencia de obras que lo anticipan. Al pastorear la fuerza, el artista va tentando por dónde se abren resquicios, dónde la resistencia se hace vulnerable, cuándo y cómo ese empuje, al desbaratar la materia, va haciendo sentido.

Si bien se trata de una metamorfosis, ésta no es descartable. Dentro del vastísimo emporio de transformaciones posibles, hay una que es plena. Proteo podía ser mil caras del ente, pero la forma de atraparlo era esperar que alcanzara aquella que le era propia, aquella a la que lo obligaba su ergon.

Dentro de la ceguera que empuja a la obra, dentro de la combinación de elementos heterogéneos que van dragando canaletas, el artista debe discriminar cuál es la vía, aunque desconocida aún, que llevará a una meseta donde, por un segundo, Proteo alcanza una forma que lo sosiega y acomoda. En literatura, por ejemplo, esa plenitud, sin que el que escribe aún lo sepa, será lenguaje nuevo
(no balbuceo); así entre otras surgieron la tragedia griega, los distintos estadios de la novela, la gauchesca o el soneto, formas a las que, hasta el presente, nadie ha catalogado de experimento.

El experimento, en último término, no es más que el reconcomio de un aprendiz de brujo que desencadena la fuerza sin saber cómo dirigirla. Como se sabe, en esos casos, la fuerza subvierte, choca contra los paredones que debería haber evitado, se revuelve contra el que la desencadenó y, como un plato indigesto, destroza.


* Publicado originalmente en Insomnia

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