H enciclopedia 
es administrada por
Sandra López Desivo

© 1999 - 2013
Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



ARTE - ARTISTA - IDEA - BELLEZA - GENIO - SIMPLEZA/COMPLEJIDAD - LO SUTIL -

Psicología literaria(*)*

Julio Herrera y Reissig
¡Oh, lo simple genial; oh, lo simple imperecedero! Yo lo admiro no por ser lo simple, sino por ser lo genial, por ser la expresión de lo más hondo, de lo más raro, de lo más oscuro, como el rayo del lucero es la expresión de la distancia y de la inmensidad misteriosa


Exégesis de introspección. - Modos del inconsciente. - El esfumino y la luz en el arte. - Moldes de sensibilidad. - Rejuvenecimiento de la poesía. - Lo intraducible en la sensación. - El alma de las palabras. - Jano del pensamiento. - Dos teorías de estética que son una misma. - El sentido evocatorio. - Lo simple y lo sutil. - Lo antiguo en lo moderno. - Platón y el siglo XIX -


Hay algo intraducible en toda idea. Son esos mil lentejuelos errátiles que titilan; son esos mil suspensivos del subconsciente poético; son esas mil luciérnagas espectrales que cada uno ve o imagina de distinto grado en la expresión verbal. ¿Cuántos sentidos tiene el hombre? ¿Cuántas facetas tiene el vocablo? Los elementos de la emoción viven en nosotros tanto como en la naturaleza. La abeja mira, aspira, huele, roza, oye palpitar y gusta la flor, con la que hará, en su alquimia, dulce oro. Tal es el
artista. Si la gota de miel sabrosa es una síntesis de diversas impresiones y evoca en nuestro espíritu distintas formas de sensibilidad, la "palabra himética" llamémosle, designa en sí fenoméntos tactiles, olfativos, visuales, de audición y gusto; refinamientos de una tarea y de un intercambio con el medio ambiente, tan lógicos y tan químicos, como los que existen entre el aire y el vegetal.

Gustad la fórmula. Saboread la miel. No expliquéis, ya que en la metafísica de la palabra y de la simple
cosa se llega a un punto en que se pierde pie. ¿Qué es la idea sin el signo? ¿Qué es el signo sin la idea? Y bien, todo es idea, y todo es signo. Los obejtos todos tienen una vida inteligente e ininteligible. Hay que saber leer en la naturaleza. Hay que saber oir en su música caprichosa y vaga. Lo inexpresivo no existe. Y si existiera, negación sublime, expresaría la nada que equivale a expresarlo todo.

(...)

No os enojéis contra lo oscuro en la poesía. Tratad de penetrar, sin enfadaros por el esfuerzo. ¿Y presumís de críticos, vosotros los simplistas, los unilaterales, los homogéneos, los misoneístas de la sensación, los trasnochados de la casuística, que no exploráis el alma de las cosas, que no penetráis jamás en el fondo de la naturaleza, ni bajáis a las profundas sismas del espíritu, ateniéndoos tan sólo a la costumbre, a la comodidad, a las reglas, a los casilleros de los libros polvorientos, y asl syllabus de las academias alcanforadas...?

No, por cierto.
Un crítico verdadero, debe ser un analista profundo, un filósofo libre de prejuicios, un sentidor ecléctico, un explorador de cosas y de conciencias, un alquimista de la sensibilidad y a veces un fantasma que se introduce por los poros de la naturaleza hasta el fondo esencial y hasta la causa primera, descubriendo el gesto, la intención, el instinto, el pensamiento errante de cada parte y del todo, es decir, la poesía, la grande y la íntima poesía que duerme como la diosa Neith en el regazo de la sombra ideal.
¡Oh, sí! Libad hasta obscureceros de misterio, libad hasta teñiros de interior, en el cóncavo subjetivo y sonoro de donde emerge inexactamente un vapor abstruso. Pensad en el nimbo esotérico que arrebata en triunfo el trípode de la Sibila. Pensad en la esfinge, en la gran sabia, con garras y mirando hacia el vacío.

¡Y silencio, silencio, silencio!

En el verso culto, las palabras tienen dos almas: una de armonía y otra ideológica. De su combinación que ondula un ritmo doble, fluye un residuo emocional: vaho extraño del sonido, eco último de la mente, cauda rareiforme y estela fosfórica, peri-spit de la literatura, equis del temperamento y del estado psíquico, que cada cual resuelve a su modo y que muchos ni la perciben.

Allá en el Reino del Pórtico, en la munificencia de una tarde griega, fue decretado por un semi-dios, cuya túnica en egregios pliegues soñaba el plinto eternal:
-El pensamiento es la música. La melodía nace de la idea. Pensad y haréis vibrar.
Fueron ya veintrés siglos.
No ha mucho en una
taberna de París, en noche roja de embriaguez artística, un fauno decrépito, casi andrajoso y que se llamó Verlaine, dijo, despué de apurar la llamarada de absintio:
-La música es el pensamiento. La idea nace de la melodía. Sonad y haréis pensar.
¿Quién tuvo razón?
¡Ninguno!
¡Y ambos!...

No hay que explicar lo que se dice ni lo que se sueña. El simbolismo es nebuloso. Es el enigma de la Belleza. Sintámoslo, pero callémoslo. No levantéis el velo de la madre Ysis. Como en el drama de Schiller, el curioso profanador, no podrá decir con los labios, lo que sus ojos han visto. Tal el poeta indiscreto con su misma Musa. Traducir la bruma con la luz meridiana equivale a un más allá de absurdo. Es el círculo vicioso de los atormentados de la sensación. Como los "pecheurs de lune" de Rostand, en el agua clara y sedosa, tienden la red sutil de su lenguaje iluso. Pero el lago es de ensueño y de engaño. La idea, como el pez quimérico de la noche, se escapa entre las mallas, en cabrilleos de nikel, en una gloria blanca de expresiones que lagrimean átomos de luna.

Cuando en el remolino de sus polémicas, los magos del "Quartier Latin", explanaban los ceremoniales de su opalina Corte Inferior eráse un caos de difusa prosa, una algarabía salvaje de manicomio dantesco.

Pretender engarzar en formas materiales de sentido los entresueños de la conciencia, la impresión fugaz, la urdimbre arcana de lo incompleto en el alma, el utópico asociacionismo psicológico, que se complica obscuramente, la insinuación ambigua de lo que hubiera sido y de lo que está por ser, es como perseguir los fuegos fatuos en la noche... Mientras el ojo ve luz, la mano toca
sombra. Es el naufragio de lo imposible.

Hay el verso que se canta y el que sólo se sueña. Ambos son humanos, pero, uno más que el otro, con diferencia de sutilización, de auto-hipnotismo, de placa, en fin... Muchos ignoran
lo que han escrito. El genio es muchas veces inconsciente de su obra. Escribe porque alguien le dicta. Tiene que estudiarse a sí propio para saber lo que ha pensado. ¡Ay, de los que miran con una lógica cosmopolita en el aire opaco! ¡Ay, de los que ansían explicar en prosa transparente lo que sugieren en su aldad métrica...! Muchos hubieron. ¡Muchos habrá!

¡Tántalos de eterna sed! Próximos a señorearla y cuando la frescura de su rocío se cierne sobre su lengua, huye el cántaro feroz, entre un delirio de ansias locas y de gestos errabundos.

Poesía de humo y gasa, sin contornos, en sublime libertad molecular, que ambula alrededor de emblemas y de ritos, no la traduce sino el
silencio, la mano en la frente obscura.
Y con todo, aproximadamente.
No haya
crítica matemática. ¡No haya cínica interpretación!
Yo siento a mi manera, lo que cada uno siente a la suya. Hay quien tiene doble vista. Para el ciego siempre es la noche.
¡Piafe el imbécil en su impotencia!
Los espíritus superiores poseen un sentido más que las
mediocridades. En la elaboración de lo complejo existe un grado sumo a donde sólo llegan en el Argos vívido los más diestros exploradores de la percepción. ¿Implica esta aguda dote un centro autónomo en el aparato de la obscura máquina, o un desarrollo evolutivo de facultades comunes?
Es la resolución de términos abstractos que sugestivamente o por algún efecto sensibilizan la emotividad; es el conocimiento indirecto de lo simple por lo complicado y lo verdadero por lo ficticio, suscitando estados ideológicos; es la compenetrabilidad fulgurante de lo sutil por lo sutil en la
conciencia artística; es una subitánea resurrección por una sabia fórmula, como predica Guyau.

¿Cuál es esta propiedad sublime de interpretar la Belleza; cuál es este Rey incógnito de los sentidos?
¡Es el sentido Evocativo! Es el sentido del Misterio. Es el sentido de la Selección.
Es el más espiritual, el más directo, el más aristocrático; es el que vive en la penunmbra de una cortina de molicie; es el que huye del bramido de la calle mundana; es el hijo uraño del Silencio y de la Noches; es el rebelde contemplativo que entre vidrieras historiadas labra las cifras emblemáticas de un breviario; es el enfermo, el caprichoso, el vago: flor de estufa sibarítica en el alcázar de las quintaesencias; música evaporizada de las ondas más remotas de la Sensación. Símbolo de este mago es la Ifigenia de Goethe, sacerdotisa de la Soledad a quien Diana robó del ara en una nube invisible y que crecía hacia el cielo en el ambiente henchido del hálito de los disoes.
(Saint Victor)
Los que no me conocéis no le leáis siquiera.

(...)

Domina una tendencia favorable a la simplicidad.
Se juzga ingenuamente que lo sincero, lo real, lo espontáneo, es siempre lo simple. Tras de lo claro, no se sospecha lo obscuro. Aberración de la impotencia, unilaterismo de las medianías que no ven el marco de la Noche en el cuadro de la Aurora; que no escuchan en el viento de la Primavera la complicada armonía del mundo en su mariposeo por el éter vago, impenetrable, que nunca termina y que jamás comienza; que no se sienten asumidos ante el pleamar que ruge, por el ansia erótica de Neptuno hacia la vagabunda Selene.

Espíritus "inevocables" mudos a las insinuaciones de la Naturaleza, catalépticos de la inmensa vida, dormidos despiertos de la sensación, que abren sus grandes ojos, ciegos de espíritu.

No se pregunta a la frase cómo se ha formado para ser tan diáfana, su tardía aventura por las selvas enmarañadas del pensamiento. Se la ve sencilla y nada más. ¿Cómo no se pregunta al rayo de la estrella de dónde viene y por qué tirita, ni a la vaporosa nube del cielo en dónde ha nacido; por qué es tan blanca...?
¡Oh, lo simple genial; oh, lo simple imperecedero! Yo lo admiro no por ser lo simple, sino por ser lo genial, por ser la expresión de lo más hondo, de lo más raro, de lo más oscuro, como el rayo del lucero es la expresión de la distancia y de la inmensidad misteriosa.

(Entran Virgilio y Homero, Shakespeare y Goethe. Retoza Amarillys. Hamlet se sonríe. Fausto me saluda. Ulyses me abraza)

Dice un filósofo que es un poeta: -Lo bello no ha sido nunca absolutamente lo simple, sino lo complejo simplificado. Lo simple puede marcar un grado superior en la elaboración de lo complejo. ¡Es la fina gota de agua que cae de la nube y que ha tenido necesidad para formarse de todas las profundidades del cielo del Oceáno!
¡Decir profético, en verdad!
¡Cuánto suda el alma para encontrar una expresión! Y una expresión es a veces toda el alma, toda la vida, un viaje al través de todos los dolores, de todas las embriagueces, de todos los círculos de la
filosofía, de todos los universos de la conciencia.

Lo claro es lo obscuro. Lo simple es lo complejo. En el fondo del diamante está la noche del carbón y más allá el sol formidable que ostenta el día plutónico de sus entrañas incandescentes.
El alma misma sigue esta ley. ¿Hay acaso algo más luminoso y más opaco, más sencillo y más complicado que el
Amor, antítesis esencial que hará eternamente sufrir y gozar, vivir y extenuarse, llorar y cantar al rústico montañés y al excéntrico quintaesenciado?

El artista es en su
arte un colaborador de la Naturaleza, que pule, que aclara, que perfecciona, al reproducir. El genio lee en voz alta su libro de un millón de páginas. Y al mismo tiempo, interpreta, da forma, sintetiza, saltea, deja de lado, y amplía. El instinto de nuestro idioma, la intuición de nuestra palabra corresponde a la compleja simplicidad de su gran voz salvaje.
¡Oh la Diosa simple, complicada, profunda, sincera, veraz y engañosa! ¡Oh, la buena y la voluble; oh, la pérfida y la impenetrable! ¡Oh, la que murmura y la que no precisa!
Ella evoca más que revela; su elocuencia radia sugestiones. Es la erudita sonámbula de un sueño pitonísico!
Tal como es ella,
Beldad monstruosa, es el Arte, Naturaleza refinada.

Por eso es que el principal valor de la
literatura, como lo afirma un esteta, consiste, no en lo que dice, sino en lo que sugiere y hace pensar. El gran Arte es el arte evocador, el arte emocional, que obra por sugestión, el que necesita, para ser sentido, de un receptor armonioso que sea un alma instrumentada y un clavicordio que sea un hombre.


(...) Impresionarse con el fantasma es ser poeta y hondo poeta. Escuchar los ruidos que muchos no escuchan, percibir los matices que pocos alcanzan, entrever las cosas en potencia, comunicarse en raros vocabularios con lo desconocido que nos circunda, ser susceptible a lo anormal, dar con las líneas tortuosas y con albedríos de lo Inanimado, no ser objetivo ni subjetivo, sino ambas cosas; ser universal e interpretar la perspectiva externa con el sentido interior, hacer una sola familia de nuestro sentimiento y de los sentimientos de la Naturaleza, interrogar agudamente y ser respondido a medias, hallar la fórmula de esta respuesta, perfeccionar el esbozo y sustituir por palabras los balbuceos de "Todo Organismo", es ser sincero, es ser veraz, es ser soñador, es ser muy sabio, es llegar a un plano de fuerza emotiva y comprensiva en que el alma se hace un
espejo impresionable y viviente, que ve, concibe, refleja, aclara y da contorno.

Hasta lo inverosímil en
Arte es una verdad. La sensación, según un filósofo, es una alucinación verdadera, el devaneo de los sentidos ahumados, la hipnosis de las facultades representativas. En el imperio de la Quimera, ser visionario es ser real, es ver el fondo. Es que hay dos mundos: uno en masa y otro en espectro. La naturaleza tiene también su fantasía, sus emociones, sus rarezas y sus incubos, una pujanza de imaginación que no será jamás igualada.
Hugo decía: "Los misteriosos encuentros con lo inverosímil que para salir del paso llamamos alucinaciones, están en la naturaleza: engaños o realidades, visiones que pasan; el que esté allí las ve".

He clamado que lo inverosímil llega a ser lo real. Afirmo también que lo sutil es lo natural y ambas cosas, elementos de oro en la obra
estética. Rige un preconcepto, una ciega manía contra lo sutil. Se hacen burbujas de mofa de esta condición de la existencia misma. El misoneísmo literario le fulmina sus odiosidades. Hay como un instinto imbécil, como una rabia turca en repeler sin examen las cosas finas, sinuosas, afiligranadas, reflectantes, en que se evoca por asociación y sugestivamente. No se repara en que lo sutil es a veces lo vital, lo expresivo, lo exacto mismo.

Habla Guyau: "Crear es saber ser a la vez sutil como el pensamiento y real como la vida. Se reprocha a ciertos genios ser demasiado sutiles; pero ¿hay algo más sutil que la Naturaleza? El espíritu no igualará jamás a las cosas en ramificaciones, en sinuosidades; solamente que es necesario que en todas esas ramificaciones la vida circule como la sangre corre en las innumerables fibras que juntan entre sí las células cerebrales".

El Arte es combinación, indagación, auscultación, interpretación.
¡Ved algo nuevo y crearéis! ¡Oid un nuevo sonido,
descubrid una nueva línea, un nuevo matiz!
No se ha llegado a la verdad del fondo. Existe el velo tras el velo, la noche dentro de la noche. Levantad un pliegue de la cortina. Avanzad un grado en la sombra.
¡La vida es un misterio como la Belleza. Sed lo bastante sutiles para llegar a lo verdadero!


(*) 1908.

* Tomado de Insomnia

VOLVER AL AUTOR

             

Google


web

H enciclopedia