Para los organismos
internacionales, como por ejemplo Naciones Unidas o el Banco
Mundial, el mayor de los desafíos es la erradicación
del analfabetismo. Existe unanimidad respecto a considerar que
quienes queden privados del acceso a los abecedarios quedarán,
incluso más que al presente, marginados
de la sociedad, del trabajo
y el conocimiento.
Dentro de este marco,
estas instituciones se han puesto como meta erradicar el analfabetismo
para el año 2025. Los índices que se presentan
hasta el momento, en términos de porcentaje, indican que,
si en 1970 el 48% de los adultos del mundo habían sido
alfabetizados, el porcentaje, para 1997, había aumentado
considerablemente, llegando al 72%. Según estas cifras,
sobre todo en Asia oriental, América
Latina y el mundo árabe, se habrían logrado
avances.
Sin embargo, estos
porcentajes ocultan la realidad. Al respecto, hay que recordar
que los gobiernos proveedores y beneficiarios de las estadísticas
suelen falsear las tablas y que los porcentajes ocultan cifras
contundentes, como por ejemplo que a fines del siglo XX había
al menos 1.500 millones de iletrados, de los cuales las dos terceras
partes eran mujeres
(todavía hoy, las
mujeres acceden a la educación
primaria en una tasa 6% inferior a los hombres). Por otra parte, de acuerdo al ritmo
de crecimiento demográfico, durante las tres primeras
décadas del siglo XXI estas cifras amenazan duplicarse
en algunas regiones como Asia del Sur, donde la mitad de los
adultos no saben leer, la
cuarta parte nunca tuvo mínimo acceso a educación
elemental y casi un 75% no terminó la primaria.
La consideración
de estas cifras y expectativas, por otra parte, deja de lado
el hecho de que el término "alfabetización"
está siendo considerado de forma anacrónica. En
última instancia, la escritura
y la lectura han
sido tecnologías para
acceder a la comunicación y a la producción
de conocimiento, pero siempre dependieron de un soporte material.
Así, primero la imprenta y luego los teclados volvieron
inútil la caligrafía, y el desarrollo
de Internet ha hecho
que mucha gente ni siquiera escriba sobre papel.
El problema, en este
sentido, es que el cada vez más vertiginoso desarrollo
tecnológico implica un nuevo horizonte en cuanto al
acceso a comunicación
y saberes. Las primeras décadas del siglo XXI marcarán
que, en rigor, los "alfabetos" -es decir, aquellos
que logran acceder a la producción y consumo de saber-
serán los "conectados". Dicho de otro modo,
a escala global,
estar "desconectado" será el equivalente del
analfabetismo.
Hasta el momento, las
estadísticas marcan que la inequidad en el acceso a la
Red Global, en cuanto a género, no sólo repite
sino que además amplifica la existente dentro del viejo
modelo de alfabetización, ya que sólo el 17% de
los usuarios de Internet
son mujeres.
Por otra parte, si
bien Internet es la
herramienta de comunicación de mayor crecimiento en la
historia de la humanidad,
este crecimiento ha sido demasiado desigual entre el
Norte y el Sur. Estados
Unidos posee más computadoras
que todo el resto del mundo combinado, y en el sur de Asia, donde
se encuentra el 23% de la población mundial, se cuenta
apenas el 1% de los usuarios
del planeta.
En todas partes el
acceso a Internet
afianza y amplifica la diferencia entre los
ya educados y los iletrados (por
ejemplo en China, el 60% de los usuarios cuentan con un título
universitario),
entre hombres y mujeres, entre ricos y pobres (para
el ciudadano promedio de Bangladesh, el
costo de una computadora equivale al ingreso de ocho años,
en tanto para el promedio de los estadounidenses equivale a un
mes de trabajo).
Dentro de este marco
se puede afirmar que el rol que desempeñara el latín
en los tiempos previos a la imprenta, cuando era la única
lengua que daba acceso al saber, se ve en este momento repetido
en el idioma inglés. Si bien menos de un 10% de la población
mundial lo habla o lee, este es el idioma del 80% de los sitios
web. Si se agrega que, a lo largo y ancho del mundo, el usuario
típico de Internet
es un varón de menos de 35 años, con educación
de nivel terciario y un ingreso alto, que vive
en las ciudades, se puede advertir que, salvo que se encuentren
formas de democratizar el acceso a la nueva alfabetización,
el mundo estará globalizando
algunas características del medioevo europeo: sólo
algunos, en su gran mayoría varones, se verán privilegiados
por el conocimiento. Y si se considera la conexión a Internet y a la cultura
digital como equivalente de la alfabetización, no queda
otra alternativa que reconocer que, salvo que se encuentren procedimientos
para revertir el acceso a escala planetaria, a despecho de la
meta que persiguen las organizaciones internacionales, para el
año 2025 el porcentaje de iletrados habrá crecido
de manera radical.
*Publicado originalmente
en La Guía del Mundo
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