4.
Similitudes y diferencias entre Borges y Hawthorne
Aunque los tratamientos que realizan ambos autores son diferentes,
hay también temáticas e intereses comunes. Como
por ejemplo los temas que estamos analizando: los espejos, los sueños,
los laberintos... En el caso de los espejos se puede citar
(ya expusimos
la mención que Hawthorne realiza en "Wakefield") como ejemplo, que
en el relato "El experimento del Doctor Heidegger",
Hawthorne narra: "Los ancianos después de beber
el agua de la fuente de la juventud se miraron el uno al otro
como un espejo y vieron como un poder mágico borraba las
hondas y tristes inscripciones que el padre tiempo venía
inscribiendo en sus frentes". Esta mención al
espejo u otras que realiza el escritor norteamericano
se diferencian de las de Borges, en la medida en que el autor argentino
escribe en más de
un relato que los espejos son "abominables" (Tlön, Uqbar, Orbius
Tertius),
mientras que Hawthorne los tematiza calificándolos de manera
positiva. Es que -reiteramos- para Hawthorne en los espejos se
puede intentar recuperar la identidad perdida o que se está perdiendo
(Wakefield), auto-reconocerse
o retornar en el tiempo como en una especie de 'eterno retorno'.
Para Wakefield el espejo lo identifica, le devuelve identidad a ese 'otro' que es 'el mismo'
cuando se enfrenta con el rostro de su esposa por la calle.
Pero también en Borges y Hawthorne la reflexión
sobre el tiempo (el
pasar de los años) adquiere importancia. En momentos los relatos
se inscriben en "el eterno retorno", en otras circunstancias
el tiempo evolutivo-cronológico es irreversible ("El
experimento del doctor Heidegger") y la 'muerte' se acerca con
prisa. En el caso de la escritura se visualizan importantes diferencias
entre los escritores, porque así como Hawthorne trasladó
su visión puritana del mundo convirtiéndola en un
importante error estético y, como sostiene Borges, "cada
fábula le inducía
a agregarle moralidades y a veces a falsearlas y a deformarlas";
hay
grandes coincidencias entre los críticos de Borges que su prosa es
"magistral", como escribe Amado Alonso.
Para Bioy
Casares,
Borges cumplió
"con serena maestría", la labor "de varias
generaciones de escritores. En sus cuentos nada sobra (ni
falta), todo está subordinado a las necesidades del tema
(no hay esas valientes insubordinaciones que hacen moderno cualquier
escrito y lo envejecen). No hay una línea ociosa. Nunca
el autor sigue explicando un concepto después de que el
lector lo ha comprendido.
Hay una sabia y delicada diligencia: las citas, las simetrías,
los nombres, los catálogos de obras, las notas al pie de
las páginas, las asociaciones, las alusiones, la combinación
de personajes, de países, de libros, reales e imaginarios, están
aprovechados en su más aguda eficacia (...)" (Adolfo Bioy Casares; 1986: 58).
Alfonso Reyes es más tajante y afirma que "en su
obra no tiene una página
perdida". Estas opiniones coincidentes, para
el caso de Borges, podrían contraponerse a las críticas que se le realizan
a Hawthorne, considerando que trasladó a su escritura sus raíces
puritanas. Como ejemplo, podríamos señalar el final
de "Wakefield", que carece de acción, ya que
es, en realidad, un comentario moral de Hawthorne. Pero hay más:
de sus cuadernos de apuntes se puede leer entre sus ideas para
argumentos, algunos como los que siguen. En 1836 escribió:
"Una serpiente es admitida en el estómago de un
hombre y es alimentada por él, desde los 15 a los 35, atormentándolo
horriblemente"; luego escribe: "podría
ser un emblema de la envidia o de otra malvada pasión".
De 1838 se puede citar el siguiente argumento: "que cruzan
acontecimientos extraños, misteriosos y atroces, que destruyen
la felicidad de una persona. Que esa persona los impute a enemigos
secretos y que descubra, al fin, que él es el único
culpable y la causa moral, la felicidad está en nosotros
mismos". Del mismo año: "un hombre,
en la vigilia, piensa bien de otro y confía en él
plenamente, pero le inquietan sueños en que ese amigo obra
como enemigo mortal. Se rebela, al fin, que el carácter
soñado era el verdadero. Los sueños tenían
razón. La explicación sería la percepción
instintiva de la verdad".
Citamos
dos más: "en medio de una multitud imaginar un
hombre cuyo destino y cuya vida están en poder de otro,
como si los dos estuviesen en un desierto"; "un
hombre de fuerte voluntad ordena a otro, moralmente sujeto a él,
que ejecute un acto. El que ordena muere y el otro, hasta el fin
de sus días, sigue ejecutando aquel acto". Como
se observa, estos dos últimos argumentos son similares,
y en estas coincidencias podemos encontrar una relación
palimpsestuosa entre ambos escritos. Su deseo de trasladar su
moral puritana a la escritura dañó parte de sus
relatos. Este rasgo distintivo en las escrituras de Borges y de
Hawthorne puede explicarse buscando las 'huellas' (nueva búsqueda 'palimpsestuosa')
históricas en la vida de ambos.
Borges sentía afición por la escritura medida, si se quiere
por la búsqueda de su exactitud, desde sus primeras obras.
Cuando quedó definitivamente ciego al tener que dictar
sus escritos, se dedicó básicamente a la poesía, porque podía
encontrar mayor exactitud que en las narraciones.
Diacrónicamente, se puede encontrar que Hawthorne siempre
mostró una preocupación obsesiva por la educación
puritana de aquella burguesía anglosajona y protestante
que colonizó la costa este de norteamérica desde
la segunda mitad del siglo XVII. La familia de Hawthorne fue
una destacada miembro de estos pioneros. Así, el autor
nos muestra en el prólogo de The Red Scarlett (La letra escarlata): "la
figura de ese antepasado todavía me persigue (John Hawthorne). Fue un soldado,
legislador, juez y un cabeza de culto; tenía todos los
excesos puritanos, tanto buenos como malos. Él era también
un perseguidor amargado, como lo atestiguan los quákeros,
quienes lo han recordado en sus relatos (...) Su hijo, también, heredó
el espíritu de persecución y se hizo culpable del
martirio de las brujas (de Salem), cuya sangre puede decirse
justamente que lo ha marcado...".(14)
Otro ejemplo definitivo, nos lo señala Borges en su conferencia
sobre Hawthorne: "Una parábola de Hawthorne, que
estuvo a punto de ser magistral y que no lo es, pues lo ha dañado
la preocupación de la ética, es la que se titula
"Earth's holocaust": "El Holocausto
de la tierra"
(...)
Hawthorne, aquí se ha dejado arrastrar por la doctrina
cristiana y específicamente calvinista, de la depravación
ingénita de los hombres y nos parece haber notado que
su parábola de una ilusoria destrucción de las
cosas es capaz de un sentido filosófico y no sólo
moral"
(Borges en
Rodríguez Monegal ed.; ibídem: 227-229).
De esta forma, los propios argumentos de las dos novelas más
famosas de Hawthorne, como son The Scarlett letter y The
house of the seven gambles (La
casa de los siete tejados), muestran un mundo puritano cuyo orden se
rompe ante la aparición del amor, que el escritor estadounidense
justifica como elemento para dinamizar su rígido orden.
No en vano, Hawthorne había elaborado estas novelas tras
sus vivencias como militante demócrata y en la comuna de
socialistas utópicos de la Granja Brook. Todo esto aumentó
la obsesión de Hawthorne por las contradicciones de su
puritanismo familiar, como él mismo reconoce en una carta
escrita a William Pike en enero de 1859: "(...) Me encontré
con una situación con muy poca relación con respecto
a mis antiguos hábitos y me predispuse para recoger cuanto
beneficio estuviera en mi mano; tras mi compañerismo de
trabajo duro con mis hermanos del alma en la Granja Brook; (...) tras charlar con
Thoreau acerca de pinos y reliquias indias (...), podía relacionarme con
hombres contradictorios y nunca murmurar ante sus cambios" .(15)
Nunca perdió su profunda religiosidad familiar y eso contaminó
toda su obra, sin embargo, sus
experiencias socio-políticas le posibilitaron mantener
una actitud relativamente crítica. Todo esto deja a Nathaniel
Hawthorne, frente a su discípulo Henry Melville y a los
poetas puritanos del siglo XVIII de la costa este norteamericana,
como creadores de las bases de una literatura nacional norteamericana.
Esta contradicción entre su rígido puritanismo y
sus ansias de libertad las refleja al final de The Scarlett
Letter: "¡Sé verdad! ¡Sé
verdad! Muestra libremente al mundo, sino tu maldad, si al menos
algún rasgo que permita deducirla"
En ambos escritores las imágenes pueblan sus relatos.
Desde las imágenes físicas
de los espejos (retorno
'rizomático' a los espejos) hasta las imágenes que se reflejan
en la escritura. Siguiendo a Paul
de Mann, todos los relatos de Borges "tienen una estructura
similar de imagen reflejada en el espejo, aunque los artificios
varían con ingeniosidad diabólica". Borges,
por su parte, en sus conferencias sobre Nathaniel Hawthorne afirma
que el escritor norteamericano "pensaba por imágenes".
5.
Obras objeto de estudio
5.1.
Jorge Luis Borges: "Borges y yo"; "El otro".
Los relatos
elegidos son paradigmáticos de la preocupación que
guía a estos autores por la identidad y la construcción
intelectual de ésta. En el caso de Borges, "El otro"
puede leerse como un palimpsesto de "Borges y yo". Jaime
Alazraki escribe contextualizando esa figura: "el lector familiarizado con
viejos textos desde los cuales emerge como un palimpsesto el texto
nuevo".
"El otro" integra el segundo libro de cuentos que publica
Borges desde que se oficializó su ceguera, se llamó
Libro de arena. El relato es uno de los que trata explícitamente
el tema del doble y que se refiere paradigmáticamente
al espejo. Pero también se encuentra en este caso un laberinto onírico.
La
narración se refiere a un encuentro entre Borges y su
joven alter ego: "El hecho ocurrió en el mes de febrero de
1969 (...)
-"Usted se llama Jorge Luis Borges. Yo también soy
Jorge Luis Borges. Estamos en 1969, en la ciudad de Cambridge".
-"No" -me respondió con mi propia voz un poco
lejana.
Al cabo de un tiempo insistió:
-"Yo estoy aquí en Ginebra" (Borges en Emir Rodríguez
Monegal ed., ibídem: 403).
El diálogo
quiebra el tiempo (o los tiempos) y el espacio (o los espacios), el aquí
y el ahora como instancias que localizan la identidad se liberan y en
el no lugar del lenguaje 'el mismo' dialoga
con su 'otro' interior. Se produce un ingreso del mundo ficticio
en el real (o
que simulamos que es real) que lo contamina. Los tiempos (y las imágenes temporales
teniendo en cuenta como escribe Bajtin que "las imágenes
literarias son imágenes temporales") se
relacionan, pero el pasado y el presente se convierten en marcas
ficticias. En el relato "El otro" nos encontramos con
el cronotopo del encuentro, el joven Borges y el anciano Borges
están "emplazados" (nuevo retorno al 'emplazamiento') en el camino. "Generalmente
(en los relatos) los encuentros tienen lugar en el 'camino'.
El 'camino' es el lugar de preferencia de los encuentros casuales.
En el camino (en el gran 'camino'), en el mismo punto temporal
y espacial, se interceptan los caminos de gente de todo tipo:
de representantes de todos los niveles y estratos sociales, de
todas las religiones, de todas las edades" (Bajtin; 1989: pág. 394).
En el camino se encuentran (y
'emplazan')
dos generaciones de la misma persona, se combinan las series espaciales
y temporales. "El tiempo parece aquí verterse en
el espacio y correr por él (formando caminos); de ahí
viene la rica metamorfosis del camino" (Bajtin; 1989: pág.
394).
Los dos Borges están emplazados en un banco (bancos) de una plaza (plazas) de Cambridge y
Ginebra.(16)
"Yo le contesté:
-Puedo probarte que no miento. Voy a decirte cosas que no puede
saber un desconocido. En casa hay un mate de plata con un pie
de serpientes, que trajo del Perú nuestro bisabuelo. También
hay una palangana de plata, que pendía del arzón.
En el armario de tu cuarto hay dos filas de libros. Los tres volúmenes
de Las mil y una noches de Lane, con grabados de acero
y notas en cuerpo menor entre capítulo y capítulo,
el diccionario latino de Quicherat, la Germania de Tácito
en latín y en la versión de Gordon, un Don
Quijote
de la casa Garnier, Las Tablas de Sangre de Rivera Indarte,
con la dedicatoria del autor, el Sartos Resortus de Carlyle,
una biografía de Amiel y escondido detrás de los
demás un libro en rústica sobre las costumbres sexuales
de los pueblos balcánicos. No he olvidado tampoco un atardecer
en un primer piso de la plaza Dubourg".
-"Dufour" -corrigió.
-"Está bien. Dufour. ¿Te basta con todo eso?".
-"No -respondió- Esas pruebas no prueban nada. Si
yo lo estoy soñando, es natural que sepa lo que yo sé.
Su catálogo prolijo es del todo vano".
No es
la primera vez que en Borges se libera la alteridad y se producen en
sus relatos cambios sobre los hechos que protagonizó en
su propia vida. En este caso el joven corrige al propio Borges,
en otros fue su madre y en momentos hasta la propia ficción
se acerca más a algunos hechos de su vida. El laberinto onírico
encuentra a los dos Borges preguntándose quién sueña
a quién, en un nuevo 'emplazamiento' esta vez onírico:
"(...) Si esta mañana este encuentro son sueños,
cada uno de los dos tiene que pensar que el soñador es
él. Tal vez dejemos de soñar , tal vez no. Nuestra
evidente obligación, mientras tanto, es aceptar el sueño,
como hemos aceptado el universo y haber sido engendrados y mirar
con los ojos y respirar" (Ibidem: 403).
El alter ego pregunta si el sueño durará y el anciano
Borges le contesta: "mi sueño ha durado ya 70 años". En
el no lugar del lenguaje el universo se convierte en otro no
lugar como es el sueño.
En palabras de Iván Almeida: "lo supuestamente
'real' es sólo un 'sueño' (una ficción, una
representación) que contiene a otro sueño.
Lo único que existe son sueños, y la noción
de realidad es sólo una cuestión de 'posición
relativa': cada sueño es realidad para el sueño
que contiene y sueño para el sueño que lo contiene" (Iván Almeida,
1999: 98-99).
Como la imagen invertida que se refleja en el espejo la representación invierte la dualidad
que es su naturaleza, es decir, la relación entre representante
y representado. El objeto se confunde con lo que representa...
En el mapa de un país se encontraría contenido
el mismo país o citando a Pierce:
"Imaginemos que sobre
el suelo de Inglaterra se extiende un mapa de Inglaterra, que
muestra cada detalle, por ínfimo que sea. En ese mapa
deberá aparecer el verdadero lugar donde está el
mapa, con el mapa mismo en todo sus ínfimos detalles.
Deberá haber una parte que representa enteramente a su
todo, exactamente como la idea representa supuestamente a toda
la vida. En dicho mapa debe aparecer el mapa mismo, y en el mapa
del mapa debe aparecer, de nuevo, un mapa de sí mismo,
y así hasta el infinito. Pero cada uno de esos mapas sucesivos
debe estar dentro del mapa que lo representa inmediatamente.
En consecuencia, a menos que haya un agujero en el mapa, en el
cual ningún punto representa un punto no representado
de otra forma, estas series de mapas deben todas convergir en
un único punto, que se representa a sí mismo a
través de todos los mapas de la serie".
La
"arbitrariedad" es afectada y lo que representa al
objeto se emancipa. No obstante no deja de ser paradójico
que esa inversión de las figuras: representación-objeto,
en un espejo (otro
retorno a los espejos) se normalizaría, porque los espejos
normalizan el fenómeno de la inversión....
Como
en el poema:
"Si (como el griego afirma en el Cratilo)
El nombre es arquetipo de
la cosa,
En las letras de 'rosa' está
la rosa
Y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'"
(Poema
"El Golem" de J.Luis
Borges. Rodríguez Monegal ed., 1981: 345).
El
mundo fantástico ingresa en el mundo real y se puebla
de "fantasmagorías", en "El otro",
como ocurre también en La invención de Morel
de Adolfo Bioy Casares, se profundiza la bilocalización,
se ubican otros universos, diversos, 'multiversos' o como escribe
Almeida: "El universo de Borges es, como dice citando
a William James, un 'pluriverso' ".
La intrusión del mundo fantástico en el mundo real
no es aislada en la obra de Borges, sino que se encuentra presente
en numerosos relatos. Llega al extremo en "Tlön, Uqbar,
Orbis Tertius" de inventar un planeta que se debe "a
la conjunción de un espejo y de una enciclopedia (...)
Entonces desaparecerán del planeta el inglés, el
francés y el mero español. El mundo será
Tlön" (Borges
en Emir Rodríguez Monegal ed., ibídem: 159).
En otro de sus relatos, Borges escribe: "¿Por qué
nos inquieta que el mapa esté contenido en el mapa y el
libro de Las Mil y Una Noches en el libro de Las Mil
y Una Noches? ¿Por qué nos inquieta que Don Quijote
sea lector de El Quijote y Hamlet espectador de Hamlet?
Creo haber dado con la causa: tales inversiones sugieren que si
los caracteres de una ficción pueden ser sus
lectores, sus espectadores,
podemos ser ficticios". El espejo como inversión
de los objetos pero también de los sujetos.
El
joven es el reflejo invertido del anciano Borges. En el propio
relato Borges, a través de su alter ego explicita que
ese encuentro ya se había producido: "si usted ha sido yo,
¿cómo explica que haya olvidado su encuentro con
un señor de edad que en 1918 le dijo que él también
era Borges?"
(Ibídem:
406).
Pero
también se puede interpretar que el sueño del anciano
se convierte en su propia muerte. "Comprendí que para un muchacho
que no había cumplido veinte años, un hombre de
más de setenta era casi un muerto" (Ibídem.: 406).
En el transcurso del relato el anciano Borges le detalla a su
alter ego distintos aspectos de su vida, sus lecturas preferidas:
"No
sé la cifra de libros que escribirás, pero sí
que son demasiados. Escribirás poesías que te darán
un agrado no compartido y cuentos de índole fantástica.
Darás clase como tu padre y como tantos otros de nuestra
sangre"
(Ibídem:
404).
Se despiden sin tocarse y al día siguiente ninguno va a
encontrarse con el otro, según conjetura(17) el narrador. La
clave, sigue conjeturando, "sería que el encuentro había
sido real, pero el otro conversó conmigo en un sueño
y fue así que puede olvidarme" (Ibídem: 408). Como se visualiza,
la propia escritura se convierte en
laberíntica.
Las huellas de "El otro" pueden encontrarse en "Borges
y yo", otro texto paradigmático sobre el tema del
doble y una reflexión
sobre la construcción de la identidad en el escritor argentino.
Es decir, la identidad se tematiza vía el doble. Como puntualizábamos
al comienzo: la relación entre la identidad y la alteridad
se asienta en los atributos de la singularidad y la diferencia.
Para Adrián Huici, "Borges y yo" es uno "de
los textos canónicos sobre el tema" de la identidad
(Huici en Bargalló, 1994:
253).
En esta narración Borges desaparece para dar lugar al otro:
"Al
'otro', a Borges, es a quien le ocurren las cosas (...) De Borges tengo noticias por el correo,
y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario
bibliográfico".
El 'otro' nos atrae, nos desconcierta, pero a su vez nos inquieta
y asusta. "Me
gustan los relojes de arena, los mapas, las tipografías
del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café
y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias,
pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un
actor. Sería exagerado decir que nuestra relación
es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir para que Borges pueda tramar
su Literatura, y esa Literatura me justifica".
En "El otro" emergen las líneas de "Borges
y yo". Esta narración también es laberíntica
y no es casualidad (o no deja de ser un juego borgeano)
que haya sido publicado en Estados Unidos en el volumen llamado
Laberintos. Para Paul de Mann
en ese cuento "el escritor engendra otro ser que es el
reverso de su imagen, como se reflejaría ésta en
un espejo. En este anti-ego las virtudes y vicios del original
quedan curiosamente deformadas e invertidas". Más
adelante escribe: "aunque se da cuenta de su perversa
costumbre de falsear y magnificar del otro Borges, cede más
y más a su máscara poética, pero de un modo
vanidoso que las convierte en atributo de un actor. Este acto
por el cual el hombre se pierde en la
imagen que ha creado es para Borges inseparable de la grandeza
poética".(Paul de Man; 1986:
146-147).
Borges se coloca la máscara y se disfraza, opacando su propia
identidad pero paradójicamente justificándola en
su propia alteridad: "yo he de quedar en Borges, no en mí,
si es que alguien soy, pero me reconozco en sus libros menos que
en muchos otros".
Como señala Gianni Vattimo: el disfraz "es algo
que no nos pertenece por naturaleza sino que se asume deliberadamente
en consideración de algún fin, impelidos de alguna
necesidad" (Gianni
Vattimo, 1989: 20).
La literatura de Borges está poblada de esta paradójica
relación entre la identidad y la alteridad: "nadie es alguien, un sólo
hombre inmortal es todos los hombres. Como Cornelio Agippa soy
Dios, soy héroe, soy filósofo, soy demonio, soy mundo, lo cual es una
fatigosa manera de decir que no soy".
Siguiendo a Baudrillard se puede afirmar que "existe una
intimidad del sujeto hacia el mismo que descansa en
la inmaterialidad de su doble, en el hecho de que es y sigue siendo
un fantasma. Cada uno puede
soñar, y ha debido soñar toda su vida con una duplicación
o multiplicación perfecta de su ser pero a fuerza de sueño, y se destruye
al querer forzar el sueño en lo real" (Baudrillard; 1989: 158). Podría
aplicarse a Borges la negación que propone Marc Augé
sobre la identidad como objeto absoluto y sustancial. La realidad
es negada por el autor que prefiere ficcionarla.
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Notas:
(14)" The
figure of that first ancestor still haunts me. He was a soldier,
legislator, judge, he was a ruler in that church; he had all
the Puritanic traits, both good and evil. He was likewise a bitter
prosecutor, as witness the Quakers, who have remembered him in
their stories (...) His son too, inhereting the persecuting spirit,
and made himself so conpìscous in the martyrdom of the
witches, that their blood may fairly be said to have left a stain
upon him...".
(15) "I
was thrown into a position so little akin to my past habits,
and set myself seriously to gather whatever profit was at hand.
After my fellowship of toild and impracticable schemes with the
dreamy brethren at Brook Farm; (...) after talking with Thoreau
about pine-trees and Indian relics (...) I could mingle at once
with men of altogether different qualities, and never murmure
at the change".
(16) Emir Rodríguez
Monegal sobre este comentario escribe: "Contiene algunas
tantalizadoras insinuaciones sobre su descubrimiento práctico
del sexo en Ginebra, en una habitación y en una calle
que la memoria ha enmascarado. Estas alusiones, así como
el rápido catálogo de libros eróticos que
esconde de sus padres el adolescente ginebrino, ayudan a reconstruir
un momento decisivo de la vida de Borges" (Rodríguez
Monegal ed., 1981: 474).
(17) La conjetura
es cuando se afirma algo sin tener suficiente fundamento objetivo.
Por esta figura Borges padeció cierta atracción.
A la conjetura Pierce la llamó "abducción":
"abduction is, after all, nothing but guessing" (después
de todo la abducción no consiste más que en adivinar).
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