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BORGES, JOSÉ LUIS, - HAWTHORNE, NATHANIEL, - IDENTIDAD - ESCRITURA - LITERATURA -


La compleja relación entre identidad y la alteridad en Borges y en Hawthorne (III)

Víctor M. Silva Echeto y José Gutierrez

En ambos escritores las imágenes pueblan sus relatos. Desde las imágenes físicas de los espejos (retorno 'rizomático' a los espejos) hasta las imágenes que se reflejan en la escritura. Siguiendo a Paul de Mann, todos los relatos de Borges "tienen una estructura similar de imagen reflejada en el espejo, aunque los artificios varían con ingeniosidad diabólica". Borges, por su parte, en sus conferencias sobre Nathaniel Hawthorne afirma que el escritor norteamericano "pensaba por imágenes"

4. Similitudes y diferencias entre Borges y Hawthorne

Aunque los tratamientos que realizan ambos autores son diferentes, hay también temáticas e intereses comunes. Como por ejemplo los temas que estamos analizando: los
espejos, los sueños, los laberintos... En el caso de los espejos se puede citar (ya expusimos la mención que Hawthorne realiza en "Wakefield") como ejemplo, que en el relato "El experimento del Doctor Heidegger", Hawthorne narra: "Los ancianos después de beber el agua de la fuente de la juventud se miraron el uno al otro como un espejo y vieron como un poder mágico borraba las hondas y tristes inscripciones que el padre tiempo venía inscribiendo en sus frentes". Esta mención al espejo u otras que realiza el escritor norteamericano se diferencian de las de Borges, en la medida en que el autor argentino escribe en más de un relato que los espejos son "abominables" (Tlön, Uqbar, Orbius Tertius), mientras que Hawthorne los tematiza calificándolos de manera positiva. Es que -reiteramos- para Hawthorne en los espejos se puede intentar recuperar la identidad perdida o que se está perdiendo (Wakefield), auto-reconocerse o retornar en el tiempo como en una especie de 'eterno retorno'. Para Wakefield el espejo lo identifica, le devuelve identidad a ese 'otro' que es 'el mismo' cuando se enfrenta con el rostro de su esposa por la calle.

Pero también en
Borges y Hawthorne la reflexión sobre el tiempo (el pasar de los años) adquiere importancia. En momentos los relatos se inscriben en "el eterno retorno", en otras circunstancias el tiempo evolutivo-cronológico es irreversible ("El experimento del doctor Heidegger") y la 'muerte' se acerca con prisa. En el caso de la escritura se visualizan importantes diferencias entre los escritores, porque así como Hawthorne trasladó su visión puritana del mundo convirtiéndola en un importante error estético y, como sostiene Borges, "cada fábula le inducía a agregarle moralidades y a veces a falsearlas y a deformarlas"; hay grandes coincidencias entre los críticos de Borges que su prosa es "magistral", como escribe Amado Alonso.

Para Bioy Casares, Borges cumplió "con serena maestría", la labor "de varias generaciones de escritores. En sus cuentos nada sobra (ni falta), todo está subordinado a las necesidades del tema (no hay esas valientes insubordinaciones que hacen moderno cualquier escrito y lo envejecen). No hay una línea ociosa. Nunca el autor sigue explicando un concepto después de que el lector lo ha comprendido. Hay una sabia y delicada diligencia: las citas, las simetrías, los nombres, los catálogos de obras, las notas al pie de las páginas, las asociaciones, las alusiones, la combinación de personajes, de países, de libros, reales e imaginarios, están aprovechados en su más aguda eficacia (...)" (Adolfo Bioy Casares; 1986: 58).

Alfonso Reyes es más tajante y afirma que "en su
obra no tiene una página perdida". Estas opiniones coincidentes, para el caso de Borges, podrían contraponerse a las críticas que se le realizan a Hawthorne, considerando que trasladó a su escritura sus raíces puritanas. Como ejemplo, podríamos señalar el final de "Wakefield", que carece de acción, ya que es, en realidad, un comentario moral de Hawthorne. Pero hay más: de sus cuadernos de apuntes se puede leer entre sus ideas para argumentos, algunos como los que siguen. En 1836 escribió: "Una serpiente es admitida en el estómago de un hombre y es alimentada por él, desde los 15 a los 35, atormentándolo horriblemente"; luego escribe: "podría ser un emblema de la envidia o de otra malvada pasión". De 1838 se puede citar el siguiente argumento: "que cruzan acontecimientos extraños, misteriosos y atroces, que destruyen la felicidad de una persona. Que esa persona los impute a enemigos secretos y que descubra, al fin, que él es el único culpable y la causa moral, la felicidad está en nosotros mismos". Del mismo año: "un hombre, en la vigilia, piensa bien de otro y confía en él plenamente, pero le inquietan sueños en que ese amigo obra como enemigo mortal. Se rebela, al fin, que el carácter soñado era el verdadero. Los sueños tenían razón. La explicación sería la percepción instintiva de la verdad".

Citamos dos más: "en medio de una multitud imaginar un hombre cuyo destino y cuya vida están en poder de otro, como si los dos estuviesen en un desierto"; "un hombre de fuerte voluntad ordena a otro, moralmente sujeto a él, que ejecute un acto. El que ordena muere y el otro, hasta el fin de sus días, sigue ejecutando aquel acto". Como se observa, estos dos últimos argumentos son similares, y en estas coincidencias podemos encontrar una relación palimpsestuosa entre ambos escritos. Su deseo de trasladar su moral puritana a la escritura dañó parte de sus relatos. Este rasgo distintivo en las escrituras de Borges y de Hawthorne puede explicarse buscando las 'huellas' (nueva búsqueda 'palimpsestuosa') históricas en la vida de ambos.

Borges sentía afición por la
escritura medida, si se quiere por la búsqueda de su exactitud, desde sus primeras obras. Cuando quedó definitivamente ciego al tener que dictar sus escritos, se dedicó básicamente a la poesía, porque podía encontrar mayor exactitud que en las narraciones.
Diacrónicamente, se puede encontrar que Hawthorne siempre mostró una preocupación obsesiva por la educación puritana de aquella burguesía anglosajona y protestante que colonizó la costa este de norteamérica desde la segunda mitad del siglo XVII. La familia de Hawthorne fue una destacada miembro de estos pioneros. Así, el autor nos muestra en el prólogo de The Red Scarlett
(La letra escarlata): "la figura de ese antepasado todavía me persigue (John Hawthorne). Fue un soldado, legislador, juez y un cabeza de culto; tenía todos los excesos puritanos, tanto buenos como malos. Él era también un perseguidor amargado, como lo atestiguan los quákeros, quienes lo han recordado en sus relatos (...) Su hijo, también, heredó el espíritu de persecución y se hizo culpable del martirio de las brujas (de Salem), cuya sangre puede decirse justamente que lo ha marcado...".(14)

Otro ejemplo definitivo, nos lo señala Borges en su conferencia sobre Hawthorne: "Una parábola de Hawthorne, que estuvo a punto de ser magistral y que no lo es, pues lo ha dañado la preocupación de la ética, es la que se titula "Earth's holocaust": "El Holocausto de la tierra"
(...) Hawthorne, aquí se ha dejado arrastrar por la doctrina cristiana y específicamente calvinista, de la depravación ingénita de los hombres y nos parece haber notado que su parábola de una ilusoria destrucción de las cosas es capaz de un sentido filosófico y no sólo moral" (Borges en Rodríguez Monegal ed.; ibídem: 227-229).

De esta forma, los propios argumentos de las dos novelas más famosas de Hawthorne, como son The Scarlett letter y The house of the seven gambles
(La casa de los siete tejados), muestran un mundo puritano cuyo orden se rompe ante la aparición del amor, que el escritor estadounidense justifica como elemento para dinamizar su rígido orden. No en vano, Hawthorne había elaborado estas novelas tras sus vivencias como militante demócrata y en la comuna de socialistas utópicos de la Granja Brook. Todo esto aumentó la obsesión de Hawthorne por las contradicciones de su puritanismo familiar, como él mismo reconoce en una carta escrita a William Pike en enero de 1859: "(...) Me encontré con una situación con muy poca relación con respecto a mis antiguos hábitos y me predispuse para recoger cuanto beneficio estuviera en mi mano; tras mi compañerismo de trabajo duro con mis hermanos del alma en la Granja Brook; (...) tras charlar con Thoreau acerca de pinos y reliquias indias (...), podía relacionarme con hombres contradictorios y nunca murmurar ante sus cambios" .(15)

Nunca perdió su profunda religiosidad familiar y eso contaminó toda su
obra, sin embargo, sus experiencias socio-políticas le posibilitaron mantener una actitud relativamente crítica. Todo esto deja a Nathaniel Hawthorne, frente a su discípulo Henry Melville y a los poetas puritanos del siglo XVIII de la costa este norteamericana, como creadores de las bases de una literatura nacional norteamericana. Esta contradicción entre su rígido puritanismo y sus ansias de libertad las refleja al final de The Scarlett Letter: "¡Sé verdad! ¡Sé verdad! Muestra libremente al mundo, sino tu maldad, si al menos algún rasgo que permita deducirla"

En ambos escritores las
imágenes pueblan sus relatos. Desde las imágenes físicas de los espejos (retorno 'rizomático' a los espejos) hasta las imágenes que se reflejan en la escritura. Siguiendo a Paul de Mann, todos los relatos de Borges "tienen una estructura similar de imagen reflejada en el espejo, aunque los artificios varían con ingeniosidad diabólica". Borges, por su parte, en sus conferencias sobre Nathaniel Hawthorne afirma que el escritor norteamericano "pensaba por imágenes".

5. Obras objeto de estudio

5.1. Jorge Luis Borges: "Borges y yo"; "El otro".

Los relatos elegidos son paradigmáticos de la preocupación que guía a estos autores por la identidad y la construcción intelectual de ésta. En el caso de Borges, "El otro" puede leerse como un palimpsesto de "Borges y yo". Jaime Alazraki escribe contextualizando esa figura: "el lector familiarizado con viejos textos desde los cuales emerge como un palimpsesto el texto nuevo".

"El otro" integra el segundo libro de cuentos que publica Borges desde que se oficializó su ceguera, se llamó Libro de arena. El relato es uno de los que trata explícitamente el tema del
doble y que se refiere paradigmáticamente al espejo. Pero también se encuentra en este caso un laberinto onírico.

La narración se refiere a un encuentro entre Borges y su joven alter ego: "El hecho ocurrió en el mes de febrero de 1969 (...)
-"Usted se llama Jorge Luis Borges. Yo también soy Jorge Luis Borges. Estamos en 1969, en la ciudad de Cambridge".
-"No" -me respondió con mi propia voz un poco lejana.
Al cabo de un tiempo insistió:
-"Yo estoy aquí en Ginebra
" (Borges en Emir Rodríguez Monegal ed., ibídem: 403).

El diálogo quiebra el tiempo (o los tiempos) y el espacio (o los espacios), el aquí y el ahora como instancias que localizan la identidad se liberan y en el no lugar del lenguaje 'el mismo' dialoga con su 'otro' interior. Se produce un ingreso del mundo ficticio en el real (o que simulamos que es real) que lo contamina. Los tiempos (y las imágenes temporales teniendo en cuenta como escribe Bajtin que "las imágenes literarias son imágenes temporales") se relacionan, pero el pasado y el presente se convierten en marcas ficticias. En el relato "El otro" nos encontramos con el cronotopo del encuentro, el joven Borges y el anciano Borges están "emplazados" (nuevo retorno al 'emplazamiento') en el camino. "Generalmente (en los relatos) los encuentros tienen lugar en el 'camino'. El 'camino' es el lugar de preferencia de los encuentros casuales. En el camino (en el gran 'camino'), en el mismo punto temporal y espacial, se interceptan los caminos de gente de todo tipo: de representantes de todos los niveles y estratos sociales, de todas las religiones, de todas las edades" (Bajtin; 1989: pág. 394).

En el camino se encuentran
(y 'emplazan') dos generaciones de la misma persona, se combinan las series espaciales y temporales. "El tiempo parece aquí verterse en el espacio y correr por él (formando caminos); de ahí viene la rica metamorfosis del camino" (Bajtin; 1989: pág. 394). Los dos Borges están emplazados en un banco (bancos) de una plaza (plazas) de Cambridge y Ginebra.(16)

"Yo le contesté:
-Puedo probarte que no miento. Voy a decirte cosas que no puede saber un desconocido. En casa hay un mate de plata con un pie de serpientes, que trajo del Perú nuestro bisabuelo. También hay una palangana de plata, que pendía del arzón. En el armario de tu cuarto hay dos filas de libros. Los tres volúmenes de Las mil y una noches de Lane, con grabados de acero y notas en cuerpo menor entre capítulo y capítulo, el diccionario latino de Quicherat, la Germania de Tácito en latín y en la versión de Gordon, un
Don Quijote de la casa Garnier, Las Tablas de Sangre de Rivera Indarte, con la dedicatoria del autor, el Sartos Resortus de Carlyle, una biografía de Amiel y escondido detrás de los demás un libro en rústica sobre las costumbres sexuales de los pueblos balcánicos. No he olvidado tampoco un atardecer en un primer piso de la plaza Dubourg".
-"Dufour" -corrigió.
-"Está bien. Dufour. ¿Te basta con todo eso?".
-"No -respondió- Esas pruebas no prueban nada. Si yo lo estoy soñando, es natural que sepa lo que yo sé. Su catálogo prolijo es del todo vano
".

No es la primera vez que en Borges se libera la alteridad y se producen en sus relatos cambios sobre los hechos que protagonizó en su propia vida. En este caso el joven corrige al propio Borges, en otros fue su madre y en momentos hasta la propia ficción se acerca más a algunos hechos de su vida. El laberinto onírico encuentra a los dos Borges preguntándose quién sueña a quién, en un nuevo 'emplazamiento' esta vez onírico:

"(...) Si esta mañana este encuentro son sueños, cada uno de los dos tiene que pensar que el soñador es él. Tal vez dejemos de soñar , tal vez no. Nuestra evidente obligación, mientras tanto, es aceptar el sueño, como hemos aceptado el universo y haber sido engendrados y mirar con los ojos y respirar" (Ibidem: 403).
El alter ego pregunta si el sueño durará y el anciano Borges le contesta: "
mi sueño ha durado ya 70 años". En el no lugar del lenguaje el universo se convierte en otro no lugar como es el sueño.

En palabras de Iván Almeida: "lo supuestamente 'real' es sólo un 'sueño' (una ficción, una representación)
que contiene a otro sueño. Lo único que existe son sueños, y la noción de realidad es sólo una cuestión de 'posición relativa': cada sueño es realidad para el sueño que contiene y sueño para el sueño que lo contiene" (Iván Almeida, 1999: 98-99). Como la imagen invertida que se refleja en el espejo la representación invierte la dualidad que es su naturaleza, es decir, la relación entre representante y representado. El objeto se confunde con lo que representa...

En el mapa de un país se encontraría contenido el mismo país o citando a Pierce:

"Imaginemos que sobre el suelo de Inglaterra se extiende un mapa de Inglaterra, que muestra cada detalle, por ínfimo que sea. En ese mapa deberá aparecer el verdadero lugar donde está el mapa, con el mapa mismo en todo sus ínfimos detalles. Deberá haber una parte que representa enteramente a su todo, exactamente como la idea representa supuestamente a toda la vida. En dicho mapa debe aparecer el mapa mismo, y en el mapa del mapa debe aparecer, de nuevo, un mapa de sí mismo, y así hasta el infinito. Pero cada uno de esos mapas sucesivos debe estar dentro del mapa que lo representa inmediatamente. En consecuencia, a menos que haya un agujero en el mapa, en el cual ningún punto representa un punto no representado de otra forma, estas series de mapas deben todas convergir en un único punto, que se representa a sí mismo a través de todos los mapas de la serie".

La "arbitrariedad" es afectada y lo que representa al objeto se emancipa. No obstante no deja de ser paradójico que esa inversión de las figuras: representación-objeto, en un espejo (otro retorno a los espejos) se normalizaría, porque los espejos normalizan el fenómeno de la inversión....

Como en el poema:
"Si (como el griego afirma en el Cratilo)
El
nombre es arquetipo de la cosa,
En las
letras de 'rosa' está la rosa
Y todo el Nilo en la
palabra 'Nilo'
"
(Poema "El Golem" de J.Luis Borges. Rodríguez Monegal ed., 1981: 345).

El mundo fantástico ingresa en el mundo real y se puebla de "fantasmagorías", en "El otro", como ocurre también en La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares, se profundiza la bilocalización, se ubican otros universos, diversos, 'multiversos' o como escribe Almeida: "El universo de Borges es, como dice citando a William James, un 'pluriverso' ".

La intrusión del mundo fantástico en el mundo real no es aislada en la obra de Borges, sino que se encuentra presente en numerosos relatos. Llega al extremo en "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius" de inventar un planeta que se debe "a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia (...) Entonces desaparecerán del planeta el inglés, el francés y el mero español. El mundo será Tlön"
(Borges en Emir Rodríguez Monegal ed., ibídem: 159).

En otro de sus relatos, Borges escribe: "¿Por qué nos inquieta que el mapa esté contenido en el mapa y el libro de Las Mil y Una Noches en el libro de Las Mil y Una Noches? ¿Por qué nos inquieta que Don Quijote sea lector de El Quijote y Hamlet espectador de Hamlet? Creo haber dado con la causa: tales inversiones sugieren que si los caracteres de una
ficción pueden ser sus lectores, sus espectadores, podemos ser ficticios". El espejo como inversión de los objetos pero también de los sujetos.

El joven es el reflejo invertido del anciano Borges. En el propio relato Borges, a través de su alter ego explicita que ese encuentro ya se había producido: "si usted ha sido yo, ¿cómo explica que haya olvidado su encuentro con un señor de edad que en 1918 le dijo que él también era Borges?" (Ibídem: 406).

Pero también se puede interpretar que el sueño del anciano se convierte en su propia muerte. "Comprendí que para un muchacho que no había cumplido veinte años, un hombre de más de setenta era casi un muerto" (Ibídem.: 406).

En el transcurso del relato el anciano Borges le detalla a su alter ego distintos aspectos de su vida, sus lecturas preferidas: "
No sé la cifra de libros que escribirás, pero sí que son demasiados. Escribirás poesías que te darán un agrado no compartido y cuentos de índole fantástica. Darás clase como tu padre y como tantos otros de nuestra sangre" (Ibídem: 404).

Se despiden sin tocarse y al día siguiente ninguno va a encontrarse con el otro, según conjetura
(17) el narrador. La clave, sigue conjeturando, "sería que el encuentro había sido real, pero el otro conversó conmigo en un sueño y fue así que puede olvidarme" (Ibídem: 408). Como se visualiza, la propia escritura se convierte en laberíntica.

Las huellas de "El otro" pueden encontrarse en "Borges y yo", otro texto paradigmático sobre el tema del
doble y una reflexión sobre la construcción de la identidad en el escritor argentino. Es decir, la identidad se tematiza vía el doble. Como puntualizábamos al comienzo: la relación entre la identidad y la alteridad se asienta en los atributos de la singularidad y la diferencia. Para Adrián Huici, "Borges y yo" es uno "de los textos canónicos sobre el tema" de la identidad (Huici en Bargalló, 1994: 253). En esta narración Borges desaparece para dar lugar al otro:

"
Al 'otro', a Borges, es a quien le ocurren las cosas (...) De Borges tengo noticias por el correo, y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario bibliográfico". El 'otro' nos atrae, nos desconcierta, pero a su vez nos inquieta y asusta. "Me gustan los relojes de arena, los mapas, las tipografías del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado decir que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir para que Borges pueda tramar su Literatura, y esa Literatura me justifica".

En "El otro" emergen las líneas de "Borges y yo". Esta narración también es laberíntica y no es casualidad
(o no deja de ser un juego borgeano) que haya sido publicado en Estados Unidos en el volumen llamado Laberintos. Para Paul de Mann en ese cuento "el escritor engendra otro ser que es el reverso de su imagen, como se reflejaría ésta en un espejo. En este anti-ego las virtudes y vicios del original quedan curiosamente deformadas e invertidas". Más adelante escribe: "aunque se da cuenta de su perversa costumbre de falsear y magnificar del otro Borges, cede más y más a su máscara poética, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributo de un actor. Este acto por el cual el hombre se pierde en la imagen que ha creado es para Borges inseparable de la grandeza poética".(Paul de Man; 1986: 146-147).

Borges se coloca la
máscara y se disfraza, opacando su propia identidad pero paradójicamente justificándola en su propia alteridad: "yo he de quedar en Borges, no en mí, si es que alguien soy, pero me reconozco en sus libros menos que en muchos otros". Como señala Gianni Vattimo: el disfraz "es algo que no nos pertenece por naturaleza sino que se asume deliberadamente en consideración de algún fin, impelidos de alguna necesidad" (Gianni Vattimo, 1989: 20).

La literatura de Borges está poblada de esta paradójica relación entre la identidad y la alteridad: "
nadie es alguien, un sólo hombre inmortal es todos los hombres. Como Cornelio Agippa soy Dios, soy héroe, soy filósofo, soy demonio, soy mundo, lo cual es una fatigosa manera de decir que no soy".

Siguiendo a Baudrillard se puede afirmar que "existe una intimidad del
sujeto hacia el mismo que descansa en la inmaterialidad de su doble, en el hecho de que es y sigue siendo un fantasma. Cada uno puede soñar, y ha debido soñar toda su vida con una duplicación o multiplicación perfecta de su ser pero a fuerza de sueño, y se destruye al querer forzar el sueño en lo real" (Baudrillard; 1989: 158). Podría aplicarse a Borges la negación que propone Marc Augé sobre la identidad como objeto absoluto y sustancial. La realidad es negada por el autor que prefiere ficcionarla.

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Notas:

(14)" The figure of that first ancestor still haunts me. He was a soldier, legislator, judge, he was a ruler in that church; he had all the Puritanic traits, both good and evil. He was likewise a bitter prosecutor, as witness the Quakers, who have remembered him in their stories (...) His son too, inhereting the persecuting spirit, and made himself so conpìscous in the martyrdom of the witches, that their blood may fairly be said to have left a stain upon him...".

(15) "I was thrown into a position so little akin to my past habits, and set myself seriously to gather whatever profit was at hand. After my fellowship of toild and impracticable schemes with the dreamy brethren at Brook Farm; (...) after talking with Thoreau about pine-trees and Indian relics (...) I could mingle at once with men of altogether different qualities, and never murmure at the change".

(16) Emir Rodríguez Monegal sobre este comentario escribe: "Contiene algunas tantalizadoras insinuaciones sobre su descubrimiento práctico del sexo en Ginebra, en una habitación y en una calle que la memoria ha enmascarado. Estas alusiones, así como el rápido catálogo de libros eróticos que esconde de sus padres el adolescente ginebrino, ayudan a reconstruir un momento decisivo de la vida de Borges" (Rodríguez Monegal ed., 1981: 474).

(17) La conjetura es cuando se afirma algo sin tener suficiente fundamento objetivo. Por esta figura Borges padeció cierta atracción. A la conjetura Pierce la llamó "abducción": "abduction is, after all, nothing but guessing" (después de todo la abducción no consiste más que en adivinar).

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