GLOBALIZACIÓN - GLOBALIZACIÓN COMO AMENAZA
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Fantasma
que recorre*
Carlos
Rehermann
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Aquellos textos que los gorilas prohibieron con
pavor sirven ahora de argumento a un estadounidense que dice
pero qué barbaridad, mire cómo pierden identidad
los hindúes, vestidos como Madonna; los bosquimanos, comiendo
una Big Mac; los karajá, tomando Coca Cola |
Un artículo de la revista National Geographic de
agosto de 1999 muestra que la globalización
es un proceso que ocurre sobre todo dentro de la bóveda
craneal. El artículo se refiere justamente a la globalización,
pero lo más llamativo es que a pocas frases del comienzo
se cita el Manifiesto Comunista de Carlos Marx y Federico
Engels.
No se crea que para
negar su validez, burlarse de su contenido o sonreír norteamericanamente
ante la derrota de sus seguidores; no: justamente se cita para
reafirmar una de las ideas centrales del artículo, la
transnacionalización de las industrias y el nacimiento
del consumismo. Todo el artículo de la Geographic
está teñido de denuncia de desigualdades: George
Lucas es criticado por el merchandising de La Guerra de las
Galaxias (se informa que ha producido beneficios de más
de cuatro mil millones de dólares); una negra neoyorkina
es fotografiada en toda su descalza desgracia ante el cartel
de una película que costó doscientos millones de
dólares; numerosos ejemplos de pérdida de identidad
cultural se despliegan a lo largo de las páginas.
Es una idea de la globalización como amenaza, que se vale
de referencias que hace diez años habrían merecido
al autor del artículo la acusación de por lo menos
actividades antinorteamericanas y probablemente la cárcel.
El temor tembloroso que producía a muchas personas la
mera referencia a Marx ha sido sustituído por una condescendencia
irrespetuosa que proviene de la ignorancia. Como la Unión
Soviética desapareció - suele seudo-razonarse -
el socialismo no sirve. ¿Puede un bípedo fracasar
tanto en el ejercicio de las sinapsis como para no percibir la
diferencia entre Pedro, que dice llamarse Juan, y Juan?
Aquellos textos que los gorilas prohibieron con pavor sirven
ahora de argumento a un estadounidense que dice pero qué
barbaridad, mire cómo pierden identidad los hindúes,
vestidos como Madonna; los bosquimanos, comiendo una Big Mac;
los karajá, tomando Coca Cola.
Hace mil y pico de años pasó algo parecido. Roma
se desvanecía a golpes de puñal de orates megalómanos,
y los bárbaros - esa gente conquistada en las afueras
del Imperio - aprendían el latín y las artes del
gobierno imperial. Poco a poco, los guardianes romanos de las
fronteras fueron sustituídos por guardianes bárbaros
de las fronteras. Un día el Imperio despertó con
la consciencia de que los carceleros eran los presos, y entonces
todos comprendieron que el Imperio había terminado.
La globalización se percibe con miedo porque en realidad
se trata de la expansión de unas pautas culturales; los
mecanismos de dominio están comprendidos dentro de esas
pautas, de manera que también se trasmiten. Muy pronto,
todo el planeta será experto en las mismas artes de manipulación
que hasta ahora sólo eran patrimonio del Centro.
De modo que el propio
Centro, desesperado, incorpora hasta los argumentos de los bárbaros,
hace suyo a Marx, con la excusa de que ha sido derrotado (pero
cómo, ¿no era que estaba equivocado?), y muy pronto
va a incorporar las ideas de los ayatolás, como incorporó
el budismo zen y los animismos tibetanos, los oráculos
afrobrasileños y el tai chi: todas las armas son buenas.
Este imperio que nos rige recuerda Roma, e intenta no caer en
el mismo error.
Pero perdieron: cola ligth en la mano, cheeseburguer entre los
dientes, Internet
ante los ojos, bailamos un malambo en sánscrito y hacemos
lo que queremos. Un fantasma recorre el mundo.
* Publicado
orginalmente en Insomnia, Nº 99
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