5.2. Nathaniel Hawthorne: Wakefield.
El relato
"Wakefield" fue publicado en 1837, dentro del volumen
Twice-Told Tales (Cuentos Contados Dos Veces). Este libro contiene muchas
de las ideas para argumentos que Borges apreció en este autor.
Los relatos de la primera edición de Twice-Told Tales
fueron realizados antes de su experiencia en la comuna de la
Granja Brook y de su participación activa en el Partido
Demócrata.
"Wakefield" es la transcripción de las conjeturas
de Hawthorne en torno a la lectura de una supuesta noticia, donde
se cuenta como un marido se ausenta de su casa durante 20 años
cuando se suponía que iba a hacerlo por sólo una
semana y vuelve a su vida matrimonial como si nada hubiera pasado.
A partir de este hecho, el escritor decide llamar al
protagonista de la historia "Wakefield" y realiza un
proceso de introspección en la mente del mismo:
"Todos
sabemos, cada uno por sí mismo, que no somos capaces de
cometer una locura semejante, pero sentimos que algún
otro podría hacerlo. Diré, por mi parte, que la
historia ha vuelto una y otra vez a mis propias meditaciones
y ha sido siempre para mí causa de asombro, aunque estoy
convencido de que es verdadera y tengo una idea del carácter
de su protagonista"(18) (Mark
Van Doren ed.; 1949: 131).
En primer
lugar Hawthorne realiza un análisis psicológico
del protagonista, un burgués de clase media, de vida rutinaria
y aburrida, que quiso romper esa monotonía con una broma
que, en principio, duraría una semana: "Él
tenía aptitudes intelectuales, pero no las ejercía
de forma muy activa; su mente se ocupaba a sí misma en
largas y vagas meditaciones, que no tenían propósito
alguno (...) y de ahí se sigue que el maduro Señor
Wakefield, que decidió, de esta forma, dejar perpleja a
su buena esposa durante toda una semana"(19) (Ibídem:131-132).
Hawthorne se imagina, a continuación, los pensamientos
de la esposa, que con el paso del tiempo se imagina a su marido
muerto, con el mismo gesto que tuvo en el momento de partir de la casa:
"Una
vez la puerta cerrada la puerta, ésta vuelve a entreabrirse
y, a través de la abertura, la mujer ve la cara de su esposo
que le sonríe (...) en sus ensueños ella rememora
la sonrisa con multitud de fantasías distintas, que la
hacen extraña y horrible; por ejemplo, si ella lo imagina
en un féretro, la mirada de despedida se
congela en pálidas facciones; si lo sueña en el
cielo, su alma bendita tiene esa sonrisa tranquila y astuta"(20) (Ibídem: 132-133).
La
esposa tiene presente a un Wakefield muerto, probablemente más
real que el vivo ya que éste decidió auto-desterrarse
y perder el contacto con el resto de la sociedad.
Acto seguido, el autor se centra en Wakefield y el desarrollo
de su vida y pensamiento a lo largo de sus 20 años de ausencia,
que transcurrieron sin que él lo planificara realmente
y perdido en medio de Londres, un gran 'laberinto' tanto para Borges(21) como para Hawthorne:
"(...)
fundido en la gran masa de la vida de Londres. Sería inútil
buscarle allí (...) Sin duda, una docena de individuos
habían estado ocupados en observarle, y le contaron a su
esposa todo el asunto. ¡Pobre Wakefield! ¡Qué
poco sabes sobre tu propia insignificancia en este mundo desproporcionado!
Ningún ojo de un vivo, a excepción
del mío, ha divisado el tuyo (...)"(22) (Ibídem: 133).
Wakefield
vive su encierro en una habitación justo al lado de la
casa familiar. Reflexiona continuamente de cómo su vida
transcurre allí sin su presencia:
"Wakefield
concreta sus objetivos tan minuciosamente como puede, y se encuentra
con curiosidad por saber cómo marchan las cosas en su
casa -cómo su ejemplar esposa sobrellevará su viudedad
de una semana y, durante un instante, cómo la pequeña
esfera de criaturas y hechos donde él era el núcleo
central, estará afectada por su desaparición"(23) (Ibídem; 134).
Cuando Wakefield se da cuenta de que esta huida dura más
de una semana, decide cambiar sus ropajes habituales dando paso
a 'otro', a una alteridad que opaca su identidad.
Pero hay un acontecimiento que provoca de forma decisiva el alargamiento
en el tiempo de este exilio con respecto a la sociedad:
"(...)
Hacia la medianoche viene el carruaje de un físico y deja
ante la puerta de Wakefield a un solemne pasajero de gran peluca,
que vuelve a salir tras un cuarto de hora, quizás convertido
en el heraldo de un funeral. ¡Querida mujer! ¿Morirá?
(...) sería imprudente agitarla en este trance. La mujer
va recobrándose tras unas semanas (...) Los muertos tienen
casi la misma posibilidad de visitar sus casas en la tierra que
Wakefield, el hombre que se exilió a sí mismo"(24) (Ibídem: 136).
Así,
los años van pasando y en el protagonista se van dejando
sentir las huellas del tiempo, de tal manera que se encontrará
en una calle de Londres con su esposa y no será reconocido
por ésta:
"¡Ahora,
una escena! En medio del gentío de una calle londinense,
distinguimos a un hombre, ya envejecido, con pocos rasgos que
atraigan la atención de los viandantes descuidados (...)
devocionario en mano, una señora madura y robusta, camino
de la iglesia que se puede ver un poco más lejos. Tiene
el aspecto plácido de la viudez estable. (...) de pronto
están cara a cara, mirándose a los ojos. ¡Tras
diez años de separación, Wakefield encuentra a
su mujer! (...) la viuda tranquila vuelve a caminar y llega a
la iglesia (...)"(25) (Ibídem;
136-137).
Una
tarde, tras 20 años de ausencia, Wakefield decide volver
a su hogar con la Señora Wakefield:
"Sube
los peldaños con dificultad (...) Cuando Wakefield entra
reconocemos en su rostro, en una última mirada, la sonrisa
astuta, prólogo de la pequeña broma que desde hace
tiempo le ha estado gastando a su esposa. (...) ¡Bueno,
que Wakefield descanse bien esta noche!"(26) (Ibídem: 139-140).
Finalmente, Hawthorne culmina el relato donde nos pone de manifiesto
su fascinación por el hecho de que la identidad de un individuo
se define por su relación con un conjunto insertado en
la sociedad y como la desvinculación de este conjunto puede
suponer la asunción de la alteridad:
"Entre
el desorden misterioso de nuestro mundo, los individuos están
tan fuertemente unidos a un sistema y éstos entre sí
y todos a una totalidad, que si se camina fuera por un momento, un hombre se expone
al terrorífico riesgo de perder su lugar para siempre.
Se puede llegar a ser, como Wakefield, el Marginado del Universo"(27) (Ibídem: 140).
De este
modo nos encontramos en este cuento temas y lugares que serían
comunes para autores futuros como Poe, Melville, Kafka o Borges.
El tema de la identidad y la alteridad tienen un peso específico
en el relato. Wakefield como personaje es un juego continuo entre
estas dos entidades. El personaje intenta aislarse en el laberinto de Londres para
dar salida a su vida tranquila y carente de profundidad. Pero
Wakefield sin el entorno que lo ha definido como persona está
solo, en peligro de ser "el Paria del Universo", como
lo define el propio Hawthorne según la traducción
de Jorge
Luis Borges.
Los veinte años de aislamiento son un vivir para el recuerdo
de su identidad perdida y el deseo de retomar esos elementos que
la definían, como si el tiempo no hubiera pasado. Para
Wakefield el 'otro' es el resto de la población de Londres,
un laberinto, donde a cada paso
que da puede encontrarse con individuos que pueden reconocerle.
Sin embargo, está perdido en la gran masa, convertido en
su alteridad.
Paradójicamente Wakefield se coloca distintos disfraces
para remarcar su 'otredad', pero no cambia su nombre. El nombre (¿propio?) sustancializa la
identidad, define al individuo,
lo diferencia de los 'otros'. "El nombre propio me señala
a mi mismo mi identidad, que se basa en
última instancia en esos momentos de certeza irrefutable", escribe
Geoffrey Bennigton.
En su libro Jacques Derrida complica un poco más la situación:
"el nombre propio debería garantizar una cierta
conexión entre lenguaje y mundo, en la
medida en que debería designar a un individuo concreto,
sin ambigüedad, sin necesidad de pasar por los circuitos
de la significación". No obstante sostiene que el nombre
propio
plantea un desafío importante, porque "lo que designamos
con el nombre común genérico 'nombre propio' tiene
que funcionar también en un sistema de diferencias",
es que este o aquel nombre propio, y no otro, designa a este
o aquel individuo, y no otro, y se encuentra, por tanto marcado
por la huella de los demás. "Para que exista un nombre
verdaderamente propio, sería necesario que no hubiera más
que un solo nombre propio, que entonces no sería ni siquiera
un nombre, sino la pura llamada al otro puro, al vocativo absoluto,
que ni siquiera llamaría, porque la llamada implica distancia
y diferencia" (différance derridiana), "sino
que se pronunciaría en presencia del otro, que, entonces,
no sería ni siquiera otro".
Por tanto,
para Bennington, "lo que denominamos 'nombre propio' es,
pues, siempre impropio, y el acto del nombramiento que se desearía
como origen y propio del lenguaje supone la escritura" en el sentido
derridiano. Es decir una 'escritura' que supone siempre
la posibilidad de la muerte del escritor. (Concordancia entre el pensamiento
derridiano y el foucaultiano). Por tanto para Hawthorne, en concordancia
con el pensamiento que predominaba a principios del siglo XIX,
el nombre (propio
y sustancial)
implicaba la última morada donde se alojaba la identidad, último
paso para recuperarla antes de transformarse en el "Paria
del Universo". No obstante Borges debilitaba al sujeto, resaltaba la 'muerte'
del creador.
Además, podemos ver en ese largo encierro de Wakefield
como un reflejo de un período de tiempo durante el cual
estuvo encerrado en una habitación de la casa familiar
para dedicarse exclusivamente al ejercicio de la Literatura: "Me he
aislado de la sociedad, sin saber todavía qué quiere
decir eso, y sin la menor sospecha de que eso iba a ocurrirme.
Me he convertido en un prisionero, me he encerrado en un calabozo,
y ahora ya no doy con la llave, y aunque estuviera abierta la
puerta, casi me daría miedo salir"(28) (Malcom Cowley: 1967; 608),
como él confiesa en una carta escrita a Longfellows en
1837 desde Salem.
6. Conclusiones
Parece
oportuno analizar las obras de Jorge
Luis Borges
y Nathaniel Hawthorne por diversas razones. En primer término,
ambos escritores pueden encuadrarse en lo que ha sido definido
como Literatura Fantástica. En la conferencia dictada por
Jorge
Luis Borges
en torno a Nathaniel Hawthorne, el autor argentino lo considera
como el primer autor norteamericano de importancia. La elección
de "Wakefield" por parte de Borges permite detenerse
en ese cuento antes que en otras
de sus complejas novelas. En "Wakefield" se encuentran
algunos de los tópicos que más abundan en la literatura
borgeana.
Esta comunicación se centró
en la relación entre la identidad y la alteridad paradigmáticas
en "Wakefield" en el caso de Nathaniel Hathorne, y en
"Borges y yo" y "El otro" en el de Jorge Luis
Borges. Los laberintos, espejos y sueños se diseminan y
se integran en las nociones de identidad y alteridad.
Wakefield con su huida y autoexilio hace, realmente, un juego
con su identidad y su alteridad. Su identidad la conformaba su
nombre (¿propio?) pero, a su vez,
todos los individuos y elementos donde él era el núcleo:
mujer, sirvientes, casa...
Es esto un pequeño mundo que sólo habilita pequeñas
rupturas que cambian su rígida rutina. Cuando abre la puerta
para iniciar su huida es cuando realmente habilita su alteridad.
Hace un juego con su mundo al salirse voluntariamente de él.
Los cuentos y relatos de Borges liberan al otro y al doble, que se convierten
en los autores. Así en Borges y yo el propio Borges desaparece
para dar lugar al otro. En el relato se enfrentan como en un espejo dos Borges, detallando
parte de sus vidas, preferencias pero al final no se sabe cuál
de los dos escribe la página. Este relato puede leerse
como un palimpsesto de "El otro", en un nuevo juego
de espejos, donde se encuentra un anciano Borges con su alter
ego más joven. Nuevamente el escritor argentino habilita
su escrito a la alteridad.
Por tanto, en estos relatos tanto Borges como Hawthorne construyen
sus narraciones a partir de la liberación del otro, aunque
el escritor norteamericano paradójicamente no modifica
el nombre de sus personajes, como última defensa de su
identidad, aunque sí lo haga con aspectos de su universo
cotidiano.
En cuanto al tópico del laberinto nos encontramos con
la estructura de la escritura que es laberíntica, la creación
del laberinto onírico y Londres como laberinto artificial.
La implosión del mundo ficticio en el real, en Borges
aparece de forma explícita y en Hawthorne pueden adivinarse
rasgos de su vida en el encierro de Wakefield.
En el tópico del espejo podemos señalar cómo
en los relatos analizados de Borges se da una inversión
de figuras. En Wakefield está presente en el encuentro
con su mujer y en la aparición del médico en su
casa por la dolencia de la esposa, episodios en los que se estremece
y le hace pensar acerca de su identidad perdida y sus deseos
de retomarla. También, nos encontramos con que para Borges
el espejo horrorizaba y para Hawthorne era un intento de recuperar
su identidad.
Asimismo, la huida de Wakefield puede interpretarse como un gran
sueño. En los relatos de Borges no se sabe quién
sueña a quién. No se definen claramente las limitaciones
espaciales y temporales. La realidad es negada por el autor que
prefiere ficcionarla... "El mundo, desgraciadamente es
real, yo desgraciadamente, soy Borges".
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Notas:
(18) "We
know, each for himself, that none of us would perpretate such
a folly, yet feel as if some other might to my own contlempations,
at least it has often recurred, always exciting wonder, but with
a sense that the story must be true, and a conception of his
hero's character".
(19) "He
was intellectual, but not actively so; his mind occupied itself
in long and lazy musings, that tended to no purpose (...) and
forth goes the middle-aged Mr. Wakefield, almost resolved to
perplex his good lady by a whole week's absence".
(20) "After
the door was closed behind him, she perceives it thrust partly
open, and a vision of her husband's face, through the aperture,
smiling on her (...) In her many musings, she surrounds the original
smile with a multitude of fantasies, which make is strange and
awful; as, for instance, if she imagines him in a coffin, that
parting look is frozen on his pale features; or, if she dreams
of him in Heaven, still his blessed spirit wears a quiet and
crafty smile".
(21) Borges en
Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto y en
El Aleph considera a Londres como un laberinto.
(22) "melt
into the great mass of London life. It would be vain to search
for him there. (...) Doubtless, a dozen busy-bodies had been
watching him, and told his wife the whole affair. Poor Wakefield!
Little knowest thou thine own insignificance in this great world!
No mortal eye but mine has traced thee (...)".
(23) "Wakefield
sifts his ideas, however, as minutely as he may, and finds himself
curious to know the progress of matters at home -how his exemplary
wife will endure her widowhood, of a week; and, briefly, how
the little sphere of creatures and circumstances, in which he
was a central object, will be affected by his removal".
(24)" (...)
towards night-fall, comes the chariot of a physician and deposits
its big-vigged and solen burthen at Wakefield's door, whence,
after a quarter of an hour's visit, he emerges, perchance the
herald of a funeral. Dear woman! Will she die? (...) she must
not be disturbed at such a juncture. (...) the dead have nearly
as much chance of re-visiting their earthly homes, as the self-banished
Wakefield".
(25)"Now
for a scene! Amid the throng of a London street, we distinguish
a man, now waxing elderly, with few characteristics to attract
careless observers (...) A portly female, considerably in the
wane of life, with a prayer book in her hand, is proceeding to
yonder church. She has the placid mien of settled widowhood.
(...) They stand, face to face, staring into other's eyes. After
ten years' separation, thus Wakefield meets his wife! (...) the
sober widow, resuming her former pace, proceeds to church".
(26)"He
ascends the steps (...) As he passes in, we have a parting glimpse
of his visage, and recognize the crafty smile, which was the
precursor of the little joke, that he has ever since been playing
off at his wife's expense. (...) Well; a good night's rest to
Wakefield!".
(27)"Amid
the seeming confusion of our mysterious world, individuals are
so nicely adjusted to a system, and systems to one another, and
to a whole, that, by stepping aside for a moment, a man exposes
himself to a fearful risk of losing his place forever. Like Wakefield,
he may become, as it were, the Outcast of the Universe".
(28)"I have
secluded myself from society; and yet I never meant any such
thing, nor dreamed what sort of life I was going to leave. I
have made a captive of myself and put me into a dungeon, and
now I cannot find the key to let myself out -and if the door
were open, I should be almost afraid to come out".
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