Los
presentes son tierras baldías
(Retroescritura
43)
A
pesar de no haber sido escrita en estos años en su totalidad, la
década de los noventa es el espacio temporal en el que acontece la
publicación de casi toda la obra de
Amir Hamed. Es, también, el
momento de apogeo y derrumbe de las medidas de política neoliberal
que, aunque anteriores, aparecen en el ambiente como flores con el
comienzo del lacallismo (1990-1994) con sus empujes de
privatizaciones y siguen floreciendo en las medidas de
horror que
abren la segunda presidencia de
J.M. Sanguinetti (1995-1999).
Semidiós se escribe durante este último período pero ve luz de
imprenta en el abrir del nuevo siglo (2001).
Podemos trazar el
recorrido de la obra de Hamed, desde su
Artigas blues band
y Troya blanda a su Restroescritura y
Semidiós como
una intervención en ese proceso histórico que, gestándose como
coletazos de la dictadura militar, iba cerrando todo horizonte de
vida y discursos otros (fuera de la hegemonía neoliberal y la
imaginación publicitaria). En relación con eso, propongo pensar en
la disyunción con la que se abre su última novela (tu discurso o
tu vida), para ir desde aquí a la constante conexión que la
obra
de Hamed postula entre
escritura e historia (que en
Semidiós
se convierte en un sentido más íntimo entre
escritura y vida).
Para entrar en Semidiós se hace necesario
re-leer determinados acontecimientos anteriores como
Retroescritura y el espacio en el que estos
ensayos comenzaron
a ver luz (el suplemento cultural
La República de Platón en
el que Hamed colabora durante su existencia [1993-1995]). Si bien
Artigas y
Troya se publican en estos períodos, creo
que podemos leerlos perfectamente como siendo un paréntesis que
dialoga o discute con problemáticas más relacionadas con
los
ochenta y la transición, al traer la tan conflictiva figura de
“Artigas” que había jugado el rol de casilla vacía en el período pre-dictatorial en tanto objeto de batalla que queda, finalmente,
apropiado por el aparato militar con el monumento al “padre” en la
plaza independencia durante la dictadura.
Con Troya se cierra el capítulo de lo que se denominó “novela
histórica” y aparecen los ensayos de Retroescritura
abriendo las reflexiones sobre la
escritura y un presente que
aparece como “terreno baldío,” es decir, como
basurero. Es una
escritura que quiere pensarse en un presente y que presiente, al
mismo tiempo, la fugacidad y el carácter constituyente de éste, lo
que vuelve más compleja aún la conexión entre
escritura e historia
(que es un modo de desestratificar la relación monumental entre
ambas y preguntar por otros modos de vivir y pensar esa relación). Publicado
en un momento en el que la basura era “el” tema-problema del
Estado y de la primera administración de izquierda en la
Intendencia municipal de Montevideo, Retroescritura, como
pensamiento en el basurero, se abre desde la interrogante de cómo
escribir el cambio, la mutación y el
deseo.
Son ensayos sobre la escritura y su modo de aparecer naufragando
entre pantallas y películas, mitos y videojuegos, teclados y
bueyes castrados, etc. En otras palabras, si
Artigas y Troya
reflexionaban con el problema de la escritura de la
historia
desmoronando aquello que se supone estable y uno,
Retroescritura y Semidiós irían a una cercanía mayor
entre escritura como problema, historia como
biografía y como
puesta en cuestión y reflexión de la monumentalización y petrificación de la vida a partir de figuras más próximas
(la
escuela, las lecturas, las películas, los mitos).
Para entrar en
este registro, es fundamental el espacio que abrió
Platón
(el suplemento) en tanto que emergió en el exacto instante en que
todo el aparato crítico tradicional se desmoronaba, acto que
coincidía con el cierre de los problemas de la llamada
“transición” política que se consolida cuando una pobre mayoría
otorga, mediante el voto, el perdón a los militares. En octubre de 1993,
en medio de la “fiesta light” de la posrestauración, emergía el
suplemento con preguntas que eran, también, el gran tema de
Retroescritura –¿Cómo escribir este presente? ¿Cómo pensar en
la crítica en un momento del “post”, cómo leer sin confinar, cómo
re-pensar la idea liberación sin una moralización a priori? Ambas
publicaciones configuran espacios que se yuxtaponen temáticamente
y que guardan una inmanencia con un momento histórico preciso y
con las preguntas que desde allí se erigen.
El segundo artículo de Retroescritura que se
publica en Platón se titula “Espíritu que no habla ...
muerde.” (Hamed) y merece pensarse con relación a la idea de
contra-espíritu que maneja el suplemento al fundar la
posrestauración con la idea de “ciudad posletrada” que remitía al
agotamiento del escritor como corrector y diseñador de la ciudad
real: “...el contraespíritu hegeliano objetivándose y conociéndose
no a través de su creación, sino de su residuo. La pensión: Ciudad
Posletrada” (Núñez, “Introducción”). La aparición del
“contra-espíritu” pertenece al primer número de
Platón en
el que también se publica uno de los ensayos de Retroescritura
llamado “Hay que matar a Saddam,” texto que analiza lo “retro” en
conexión a una lectura del punto de agotamiento de toda narrativa
histórica que comienza a aparecer como una
nostalgia (como camino
hacia atrás): “Nostalgia por el
futuro difícil de cumplir o por un
apenas anteayer que se desvaneció sin que supiésemos cómo...
Habría que ver en el retro una calculada desesperación. Es el
fugaz triunfo del dinosaurio... traer un dinosaurio a nuestras
horas es afirmar y negar el fin (3). Si nostalgia y desesperación
son las claves del mundo hegemónico de las imágenes analizadas en
el libro de ensayos, la “escritura” (como interrogante sobre la
que circula Retroescritura) se presenta como agregado del
“retro” como propuesta de una operación diferente (ya que implica
un análisis crítico de lo anterior).
Por otro lado, la grieta que cierra el fin del espíritu hegeliano,
como “bildungsroman” hacia lo absoluto, culmina en el ambiente de
“pensionado” que radicaliza la figura de cuerpos residuales
(tripa, barullo y pedo) y abre el interrogante sobre un saber de
lo residual que no marcha “hacia” (telos) sino “contra”.
En cierto modo, esa donación de
cuerpo (los dientes, el
cuerpo
podrido, residual, escatológico) al otrora espíritu se deriva de
la historicidad de un discurso que se agota (como la ciudad
letrada y su figura de intelectual) y abre la zona del presente
que se reitera en Hamed como un “descampado” (basurero). Quizás no
sea forzado hablar de una sintonía entre el “contra” del contraespíritu y lo “re-tro” que contrapone “retroescritura” a la
idea de un “retro” como monumentalización del pasado.
Platón
cierra en el año 1995, a un tiempo de inaugurado el segundo
gobierno sanguinettista. El último artículo de portada se titulaba
“Depresiones del milenio” y versaba del regreso de un ambiente
gris, pseudo-monumental que volvía abúlico al escritor platónico.
Este momento fue llamado la “retro”-restauración y traía para el
suplemento el deseo de entregar su escritura frente a un mundo que
parecía volver hacia atrás (la dialéctica sanguinettista, los
“hombres de gris” letrado, etc). La lógica retro entraba, ahora,
en la historia política de ese gobierno que traía consigo “el
triunfo del dinosaurio” y el ambiente de la restauración (y de la
historia letrada del batllismo). Frente a la retro-restauración,
Platón entrega su discurso y escribe, con esa portada, la
carta del suicida con la que se cierra su vida. De ahí en más,
desaparece.
En ese sitio emerge la pregunta por la
escritura y por su
vinculación a una historia, lo que en Semidiós se conecta
de inmediato a un cuerpo que no podrá desligarse de su relación
con lo discursivo. De algún modo, Semidiós parecería seguir
pensando esa pregunta por una
escritura desde el contra-espíritu,
radicalizando como problema las relaciones entre discursos y
cuerpos ya que la novela nos pone frente a una autobiografía en la
que un cuerpo va siendo destruido a picana mientras produce las
series de texto que componen la novela. Esta historia comienza con
un hombre que despierta amnésico frente a una computadora a la que
su cuerpo ha sido ensamblado. En el momento, una “?” aparece en la
pantalla y comienza a dictar que un juego va a comenzar en el que
él ha de narrar historias acorde a las reglas que impone Quien
Arbitra (QA). El juego es parte de “Semidiós”, un sitio de
bondage en Internet, donde los participantes crean historias
sadomasoquistas en base a las cuales se produce luego el encuentro
entre cuerpos.
El protagonista
(X o Hamed)
conoce el juego a
través de Mónica, con quien se encuentra una noche y con quien se
va vivir un tiempo. Este encuentro no sólo provoca la entrada a
“Semidiós”, con la que X se convierte en “Scheherezade”
(como
escritor en el sitio) sino que también oficia de disparo para las
diferentes series que se desatan de la novela con la creación de
historias que componen la biografía de X
(historias de la infancia
y adolescencia). La clave de la narración parece encontrarse en la
castración sobre la que giran los diferentes recuerdos,
consistiendo en un “juego”
(como “Semidiós”) en el que dos
hermanos incestuosos con quienes X jugaba, se disfrazan de médicos
y castran a un niño del barrio llamado Valvulita. Para llevar a
cabo la empresa, los niños-adolescentes
(llamados “Coronel
Jacinto” [CJ]) usan el discurso militar amenazando al paciente de
que le han detectado el virus del comunismo en sus testículos y
deben extraérselos de inmediato para que los militares no lo
detecten y lo detengan. La historia de la castración oficia un rol
fundamental ya que es a través de eso que X se da cuenta de que QA
tiene que ver con la historia y que es uno de los “Coronel
Jacinto.” Al seguir intentando recordar eventos también vinculados
a la castración, QA se enfurece y larga una descarga brutal con la
que deja ya casi totalmente destrozado el
cuerpo de X. Sin
embargo, X no se detiene y con el final de la novela parece
abrirse otro umbral que nos queda a nosotros descifrar.
La idea que pone la novela de pensar en una
escritura hecha al golpe de la tortura de la picana y hecha de tal
modo que aún así llegue a aquello que se supone imposible de
llegar, abre el territorio de la pregunta que me interesa merodear
aquí, que concierne al campo en el que se abre la amenaza de la
disyunción (“tu discurso o tu vida”) y que expone el tema de la
relación entre discurso y el horizonte problemático de la
“autonomía” en un sentido ético-político. Podemos preguntarnos qué
hace con esto Semidiós, sobretodo si se lo piensa en
contrapunteo con su contexto de los noventa tardío, cuando parece
no haber un afuera de ese ensamblaje del
cuerpo con la
máquina que
le tortura, del discurso con la maquinaria que impone y administra
un sentido, es decir, en un momento en el que la idea de una
autonomía como exterioridad a un sistema que niega la vida parece
tan atada como el cuerpo.
tu discurso o tu vida...
queremos tu
cuerpo en los filamentos de lo irretornable, en el borde más elemental del sufrimiento ... por
más que intentes zafar de esta prisión, nada te será posible; sólo
te queda el albedrío para dilatar la página, para adentrarte en la
piedra del agujero negro; por aquí se puede seguir resoplando o
dejar de hacerlo. (Semidiós 6)
Encuentro que hay, entre el cierre de Platón
y el comienzo de Semidiós una conexión casi explícita cuyo
centro es la pregunta “tu discurso o tu vida” y donde el tema es
la idea misma de disyunción y autonomía. Si Platón termina
su vida allí donde empieza un ambiente que no soporta, la novela
de Hamed empieza con una respuesta que diverge del suplemento:
frente a la disyunción que le plantea Quien Arbitra al personaje,
éste decide seguir escribiendo, por lo que opta por conservar su
vida y entrega su discurso a las reglas desconocidas que le impone
la pantalla y su cuerpo a la constante aparición de electroshocks
que se descargan cuando X pronuncia palabras prohibidas o no sigue
las reglas impuestas. La disyunción se basa en una separación
entre “discurso” y “vida” que deja al segundo término en incógnita
ya que para conservar su vida, X pacta o acepta entregar su
discurso (sus historias que constituyen las series que componen su
vida –auto-bio-grafía). Lo curioso es que al entregar su discurso,
X también entrega su cuerpo al precio en que la tortura que
administra y dirige el “qué decir” y “cómo” (con qué palabras, en
cuánto tiempo), delimita la decisión absoluta sobre la vida de X
(al destruir progresivamente su
cuerpo a electroshocks). El
énfasis en los cuerpos torturados, destruidos o podridos es una
constante en la literatura de las últimas décadas y en la mayoría
de los casos, ese deshilacharse va acompasado a un problema
discursivo e histórico. Lo que encuentro interesante de la
problemática de Semidiós es que nos plantea una situación
que alegoriza la posición del sujeto, constituido desde la
“sujeción” (el estar ensamblado con aquello que lo demarca), al
mismo tiempo en que expone una grieta o espacio en el que desde
esa atadura que lo compone se abre un espacio que interroga sobre
la capacidad de actuar (como resistencia y como potencia).
Es
decir, esa configuración teatral con la que abre la novela (un
hombre con su cuerpo conectado a una máquina de tortura, sin
libertad de movimientos más que de escribir) nos lleva a una
pregunta por la propia paradoja que funda la idea de sujeto
moderno y que siguiendo a Judith Butler constituye la idea misma
de agencia desde la sujeción, poniendo frente a nosotros esa
“disyunción” en la que para “conservar” la vida se ha de entregar
aquello que podemos denominar como libertad desconocida
(dado que se supone como un algo siempre “anterior,” siempre fuera
de su sitio). Es decir, la paradoja que funda la
idea de que nuestra autonomía emerge de la sujeción que la
constituye (sujetos). Pero ¿no es ese “antes” un efecto de esa propia sujeción, es
decir, una ilusión generada por la propia paradoja que, al mismo
tiempo, despontencializa la acción al volverla un elemento
melancólico imposible, siempre perdido y despojado de contenido?
Esa pérdida, que se repite históricamente, es también el ambiente
con el que se abren los años noventa donde en medio del recinto
“light” del cuidado excesivo de cuerpos bien lustrados,
Semidiós se postula trayendo aquello que parece siempre fuera,
delegado al sitio de lo abyecto (un
cuerpo que se entrega pero
donde la idea de “conservar” la vida no puede sino ir ligada a la
destrucción y putrefacción, a la conversión del
cuerpo en un
residuo).
La relación que plantea la novela con el tema del
deseo y de la autonomía viene dada en una relación permanente con
la lógica del sitio web de bondage, remitiendo a la
dialéctica del amo y el esclavo de Hegel que, al igual que la
propia disyunción, tiene como raíz de entrada el tema de la vida
(la conservación de la vida–el terror a perderla) y el
deseo
(castrado con la lógica del reconocimiento–formado a partir de la
diferencia entre el cuerpo esclavo y la capacidad de consumo del
amo). Leída desde estas problemáticas, la situación que pone
Semidiós va de la mano con el nombre que tiene el umbral con
el que empieza la novela –“laberinto” y nos ubica allí en tanto
que emerge la pregunta de cómo puede X-Scheherezade “hacer” algo
que abra una salida si su cuerpo está completamente atado a la
máquina. En este sentido, la lucha que implica toda esa producción
de discurso pone como premisa la idea de una búsqueda que elimina,
a priori, toda ilusión de “Liberación” total ya que el “amo”
(Quien Arbitra) tiene atado el cuerpo productor de discurso. Si
(al igual que lo que ocurre en el terreno político desde los
noventa) el hilo de todas las series de historia se constituye
desde la “castración” (que va ligada a la dictadura militar con la
“extracción” de toda idea de “comunismo” y con el establecimiento
de palabras prohibidas), la manera en que encuentro que se va
horadando la autoridad del amo solo puede venir desde una lectura
desde otro estrato que atienda a las singularidades que van
efectuando el juego y donde el triunfo de X viene dado por una
persistencia en afirmar un deseo de búsqueda que taladra la
paciencia de QA.
La clave que hay entre el final de Semidiós
y el comienzo de la novela (al que nos re-envía dado que la obra
termina abruptamente y nos deja en la posición de decidir qué pasa
con la desaparición del discurso), creo que está en la lectura de
la disyunción y de cómo leer la relación que hay entre las series
de discurso-vida / lenguaje-cuerpo ya sea desde el lado de quien
dirige la picana (QA) o del que recibe el castigo (X). Con esto el
problema es cómo leer la “disyunción” que da origen a ese juego en
el que la vida solo se puede conservar si se entrega la parte que
no implique su pérdida (el polo en que la vida no se yuxtapone pero
que hace que al entregarla, el sujeto se constituya como esclavo).
De ahí se desgajan dos problemas que la disyunción (en la que se
basa la idea de “elección”) inscrita en la “exclusión” (elegir un
lado) abre: uno es que la única alternativa para no ser esclavo es
la muerte. A la disyunción: tu discurso o tu vida, se responde con
un suicidio que hace de la autonomía la elección de la propia
muerte (no entrega ni conserva). En este nivel aparece la elección
de Antígona (decir no a la dictadura de Creón sabiendo que con eso
está eligiendo su muerte), abriendo con ello la
pregunta por el sitio en el que esa elección se posiciona. Aquí es
donde me parece que está el problema: al elegir la
[supuesta/casi-única] elección (que implica terminar con el
cuerpo: rescato el discurso pero a raíz de perder la vida),
la heroicidad se confunde con la toma de posición del amo. En
otras palabras, al elegir el polo que se supone que está vedado
(y que asegura la esclavitud), esa elección se para
en el lugar del soberano y repite su operación.
Por eso es
que no comparto la idea que presenta Alenka Zupancic al leer la
figura de las bombas-suicidas como un acto de libertad que niega
consigo la disyunción que constituye a la ética de la modernidad
como teniendo en su base que no se puede perder la vida (y por
tanto no dando lugar más que al esclavo). El problema es que con
eso, la única manera de pensar la autonomía va ligada a la
muerte,
como espejo negativo que es también creado por la exclusión
soberana que funda al “sujeto” (es el campo de lo “indiferenciado”
que genera la propia disyunción).
Con la puesta en escena de la disyunción,
Semidiós comienza con la elección del esclavo porque no
entrega su vida sino que entra al juego con el que va produciendo
historias, todas engarzadas a su situación ya que las series
siempre remiten a instituciones opresivas y a la idea de
castración. Esto pone a X como una especie de anti-héroe en tanto
que hace aquello que se espera de él pero al mismo tiempo abre
otro nivel de lucha que va teniendo lugar en su discurso. En este
sentido, pienso que se puede leer ese discurrir con la idea que
proponen Deleuze y Guattari de una “síntesis” disyuntiva (en lugar
de una disyunción exclusiva-excluyente) que a diferencia de esta,
se abre a partir de pensar diferente la disyunción no desde una
exclusión que delimita a priori la respuesta.
De tal modo,
lo que me interesa de esa propuesta es que parte de una lectura
que propone la posibilidad de pensar o articular la idea de
autonomía con el plano de la singularidad, evadiendo de esa órbita (como lucha) la demanda tanto de una “coherencia” como de un
principio trascendente que impone la disyunción siempre ya pre-decidida
(y para la cual, la autonomía es ese “antes” negativo). En este
sentido, la “opción” no es más que una serie de pasajes que no
suponen elegir un polo u otro polo, divergiendo, por ello, de la
posibilidad de caer y mantener el lugar del soberano (al elegir la
muerte, que es, en realidad la muestra de imposibilidad de elegir,
se toma la posición del amo-soberano reproduciendo la lógica que
impuso la disyunción). Como ocurre con Semidiós,
es el pasaje a través de las diferentes series que componen la
novela, como recorrido en el
laberinto, aquello
que va otorgando a X de diferentes salidas dentro de su sujeción
elemental (dentro de lo que sería ese mapa de haber sido
“castrado”).
Retroescritura juega constantemente con la
relación de la escritura y el buey castrado que es movido por una
picana que le dirige el sentido (como X en Semidiós) y con
la imagen del laberinto que opera constantemente como la página en
la que el discurso puede o no oficiar como hilo. “El laberinto es
escritura bovina... sombría. Si a ella se ingresa, no se puede
salir.” (Retroescritura 89) En Semidiós se nos dice
que “para eliminar al minotauro, que espera en el centro del
laberinto para devorarte, es imprescindible contar con un hilo,
que asumo es este cordel de palabrejas que me conminan a
recomenzar. Mi déspota...se cree sofisticado” (24). El discurso
que constituye la novela es, entonces, ese hilo que bordea, desde
múltiples escenarios las zonas del
laberinto
hasta llegar a un instante en el que X encuentra su propia
monstruosidad, despojado de su ego una vez que hila las diferentes
series que constituyen su historia. Ese encuentro que
paradójicamente conlleva la muerte de su coherencia como sujeto,
le otorga de una llave que se expresa al final con la figura de su
propia monstruosidad. En cierto modo, el propio juego (laberinto)
implica, desde el inicio, un más allá que postula un exceso, en el
que el cuerpo intenta desafiar la
muerte que se le impone.
Si leemos a QA como parte del
protagonista, como su propio freno y castigo, la llegada al centro
del laberinto se presenta como un sitio fuera de lugar en el que
aquello a encontrar (el toro) es él mismo. A partir de este
encuentro en el que su historia remite a la génesis del
monstruo,
X produce una afirmación del vagabundaje que constituía
Retroescritura al decirnos que “Puedo dirigirme hacia toda
parte y hacia otra magnitud marcho, una vez asimilado que lo
inútil, lo vacuo, lo más melancólico y boyuno, estaría en
regresar” (159). Anteriormente decía “Puedo irme cuando disponga
pero prefiero continuar” lo que nos deja en la pregunta de cómo
ese hallazgo del monstruo parecería oficiar como una transmutación
en la que comienza otro tipo de escritura que aparece bajo la
forma de un futuro que no podemos leer sino imaginar. En este
sentido, creo que se presenta el recurrente trastocar que hace Hamed
de la castración (disyunción excluyente que es explícita en
su última novela) en especulación, en recorrido de
series que al desmontar la construcción institucional de las
sujeciones, nos dejan en el desnudo de los procesos, las posibles
fuerzas que pueden transmutar en potencialidad, la zona de las
singularidades. En este nivel, la
muerte, como idea, no desaparece
sino que se transforma en un modo diferente de relacionar los
polos de la disyunción que en la palabra soberana (y como
aparece en el recorrido de las series de la autobiografía)
solo vuelven la vida contra sí misma.
Bibliografía
Butler, Judith. The Psychic Life of Power. Theories in
Subjection. Stanford: Stanford University Press, 1997.
Larousso, Daniel. “El saber del simulacro.” La
República de Platón 19, 2-3.
Deleuze, Gilles.
Masochism.Trad.
Jean McNeil. New York : Zone Books, 1989.
9-138.
Hamed, Amir. “Espíritu que no habla, muerde.” La
República de Platón 3, 6-7.
—. “Hay que matar a Saddam.” La República de
Platón 1, 3.
—. Retroescritura. Montevideo: Fin de Siglo,
1998.
—. Semidiós. Montevideo: H Editores, 2001.
—. Troya blanda. Montevideo: Fin de Siglo,
1996.
Lacan,
Jacques. The Four Fundamental Concepts of Psychoanalysis.
The Seminar of Jacques Lacan. Book. XI. Trad. Alan
Sheridan. New York; London: Norton, 1981.
Núñez, Sandino. “Introducción ácida a la ciudad
posletrada.” La República de Platón 1, 4-5.
Tani, Ruben. “Filosofía de la miseria.” La
República de Platón 17, 6-7.
Zupancic, Alenka. The Ethics of the Real.
Kant, Lacan. London: Verso, 2000.
Notas:
El interés por introducir un poco de caos en aquello que la
Historia (oficial) monumentaliza desde la educación del
sentido de temporalidad, puede vincularse también al modo en
que las diferentes obras intentan desfamiliarizar y destruir
la organización de figuras de “sagrada familia.” En este
sentido, si Artigas desarma la figura del “Padre
nuestro,” la última novela se obsesiona con la desmitificación
de la “Madre” a través de una serie de figuras que van
marcando y castrando al protagonista (y que jugando con el
desorden que Artigas blues introduce en un padre que se
derrumba y vuelve imposible [de ver homogéneo] podemos ver
como un caos que se introduce en la idea de la “madre” patria
que castra, constantemente, la escritura del protagonista). Al
deshacer la “sagrada familia,” X-Hamed termina con el cuerpo
destruido y abre con esa figura monstruosa la pregunta por la
posibilidad de pensar otras relaciones con la “máquina”
discursiva.
La basura como problema de ese presente se
visualiza como efecto del encuentro entre la introducción de
hábitos de hiper consumo (shoppings, hipermercados, etc) y la
creciente situación de desempleo que encontró como una salida
la ferialización del centro capitalino y la proliferación de
hurgadores de basura.
Los ensayos de Retroescritura están atravesados por una
triple preocupación por la escritura-lectura, la
imagen-pantalla y los cuerpos (virtuales, escondidos o
torturados), series que serán intensamente elaboradas en
Semidiós, donde tenemos como escenario una pantalla (de
computadora) en tanto espacio en el que se marcarán discursos
(historias) en conexión a un cuerpo que, ensamblado a la
máquina, recibirá, al ritmo de la picana, la arbitrariedad de
un sentido tras el deber de escribir y de leer acorde a un
rumbo (como el toro que tanto se presenta en conexión con la
escritura en los ensayos). Al mismo tiempo, Semidiós
engarza, a través del problematizar la creación de historias a
partir de un sitio web, la conexión con el sitio web creado
por Hamed (Henciclopedia) que dará el nombre a un regreso al
papel con la creación de la editorial (de “H” enciclopedia a
“H” editores).
La pieza fundamental es cómo producir una escritura que,
relacionándose con una historia (en Platón, su presente
como terminal genealógica, en la obra de Hamed, el
contrapunteo entre historia, monumento y presente), continúe
apegada a una idea de liberación” no teleológica ni moralizada
–una idea de línea de fuga que problematiza, desde su trazo,
todo asentamiento moral y discursivo. Por tanto, son trayectos
que en su discurrir juegan con el problema de la relación
entre escritura y política (biografía e historia en
Semidiós) a través de la guerrilla entre desviación y
orden, mutancia y sentido común, autonomía y autómata.
Al final de Retroescritura hay un
pequeño tratado de palabras en el que se desarma la palabra
del título no ya como “retro” y “escritura” sino como “re”
“tro” “escritura, donde el “re” habla de un volver a presentar
algo, de la posibilidad de variar, de extraer de lo viejo,
aquello que puede ser activado. El “TRO” afirma la desviación
y el vagabundeo, lo que Hamed define como “un TRO básicamente
advenedizo...nómade, vagabundo o errante ... cuyo sitio único
está fuera de todo sitio, incómodo con la mayoría de los
géneros (Letra que se muda o letra mutante)” (164). Esta letra
mutante o vagabunda es un deambular que compone el libro
generando la idea del lector posletrario que en aparecía en
Platón como “el que escribe como máquina itinerante de
guerra” y como “personaje nacido en la matriz de la
retroescritura de Hamed y del universo posletrado en el que el
cuerpo de la letra ha sido desposeído de su contenido
trascendental” (Tani, “Filosofía de la miseria” 6; Larousso,
“El saber del simulacro” 2).
Mucho tiempo después, Hamed crea junto a
Sandino Núñez (director de Platón) la página web “H”
enciclopedia y se publican allí una cantidad de textos que
habían sido publicados en Platón. Posteriormente, Núñez
abandona el proyecto que sigue en manos de Hamed.
Remito a The Psychic Life of Power. Theories in Subjection.
En este sentido, el rol que juega el masoquismo
a lo largo de la novela creo que es fundamental si se lo lee
desde la idea de “denegación” en la que la realidad no es
negada sino suspendida-denegada al ser transformada en una
fantasía con la que se sostiene el “ideal” (Deleuze,
Masochism 72).
* Publicado originalmente en Revista Katatay
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