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ISSN 1688-1672

 



PRESIDENCIALISMO COMO VANGUARDIA ARTÍSTICA - SANGUINETTI, JULIO MARÍA -

Sanguinetti no existe*

Carlos Rehermann

Con genio supremo, Sanguinetti deja atrás a las vanguardias del siglo XX; en efecto, si el cubismo desplazaba el punto de vista renacentista, y el surrealismo desplazaba la conciencia, etc., el presidencialismo es agua fresca para este posmodernismo agonizante

Eficientes mecanismos de inteligencia de la Unicef descubrieron que Julio Sanguinetti, antiguo funcionario del gobierno de Uruguay (ocupó dos veces la presidencia de la república), es en realidad el más grande pintor uruguayo, por lo que decidieron que representara a su país, en la edición 2000 de sus tradicionales tarjetas navideñas, con una obra suya.

En los centros comerciales se encuentran puestos de venta de estas tarjetas, donde uno puede hojear el catálogo, en cuya primera página se encuentra, solitaria, rodeada de blanco, la reproducción de la obra de Sanguinetti. Si se pregunta a la persona encargada de las ventas qué otras contribuciones uruguayas hay en el catálogo, un mohín ambiguo le señala que no, no hay más; pero el alzamiento de cejas consiguiente explicita que la que hay es nada menos que de Sanguinetti. ¿Sanguinetti? dice uno, haciéndose el argentino; sí, el ex presidente, exhala la venerable dama, poniendo en funcionamiento el músculo bucal orbicularis oris, que dibuja un óvalo prolijamente revestido de carmín, unido a un tono contralto que configura una clásica expresión de rendido respeto hacia el ex mandatario.

Escribir sobre tan poca cosa parece superfluo; pero en este caso, lo poco se agiganta, ya que constituye la esencia de la cultura de un país. Sanguinetti representa efectivamente la calidad y autoestima que exhibe el arte nacional: nulas.
Los intelectuales uruguayos dedicaron tradicionalmente mucho tiempo a discutir la "identidad nacional", pero ahora ya no es necesario insistir, porque la situación creada por Sanguinetti constituye un teorema fundamental que liquida cualquier discusión:

Hipótesis: el ex presidente de Uruguay se transforma en un representante del arte de ese país.
Tesis: Uruguay no es un país.

Demostración: representante del arte de un país es aquel que, por la exposición nacional o internacional de sus trabajo, llega a ser percibido como pars pro toto, para decirlo en términos clásicos. La Unicef y otros organismos internacionales actúan como legitimadores, en función de la buena fe de las personas que ven en ellos instrumentos para mejorar el mundo, o simplemente porque lo que está impreso es ley.

Debido a que el pintor seleccionado no es un artista, no puede representar al arte de un país. Como de todas maneras la Unicef insiste en definirlo como artista, el caso es que el país no puede ser un país.

Queda pendiente la afirmación "el pintor seleccionado no es un artista", de superflua demostración para cualquiera que vea la obra. Pero basta remitirse a las afirmaciones del pintor, que en las ocasiones en que públicamente fue interrogado acerca de su afición por la pintura, siempre fue tajante al responder que se trata de un pasatiempo que ocupa sus raros momentos de ocio.

Un país, si fuera país, produciría una revuelta de los artistas, con declaraciones de defensa de la cultura nacional y denuncias de usurpación por parte de un ex gobernante; como no se produjeron esas manifestaciones, es evidente que no se trata de un país. Los críticos de arte de un país habrían escrito una nota en los siguientes términos:

El presidencialismo, escuela de pintura fundada por Julio Sanguinetti, surgió a la luz en el año 2000, con la publicación, en todo el mundo, de una tarjeta navideña de la Unicef que reproduce Rincón de Colonia, obra maestra del artista. Con genio supremo, Sanguinetti deja atrás a las vanguardias del siglo XX; en efecto, si el cubismo desplazaba el punto de vista renacentista, y el surrealismo desplazaba la conciencia, etc., el presidencialismo es agua fresca para este posmodernismo agonizante, que requiere beber de las fuentes seculares que dieron bríos al arte de la centuria, y por eso asume una ética radical: desplaza lo esencial, es decir, a los pintores.

Como no la escribieron, ni escribieron ningún otro comentario acerca del hecho, quiere decir que no hay críticos de arte. Donde no hay críticos de arte no hay un país, porque es notorio que en un país puede faltar cualquier cosa, pero críticos siempre hay. De manera que se demuestra la tesis de que Uruguay no es un país.

El corolario de este simple teorema es interesante: donde no hay país, no puede haber habido presidente, por lo tanto Sanguinetti no existe, que en el fondo, es Lo Que Quería Demostrar, LQQD.

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