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Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



JUARROZ, ROBERTO - SUJETO - DEIXIS - LENGUAJE - PALABRA - PALABRA/SIGNIFICADO - HEIDEGGER, MARTIN - COSEIDAD - DA-SEIN - SER-EN-EL- MUNDO - DES-DISTANCIAMIENTO - ALETHEIA - SER - CRATYLO - GENETTE, GERARD - CRATYLISMO SECUNDARIO -

Roberto Juarroz: una Poética del Ser (II)

Horacio Centanino
Esta epifanía inaugural crea su propio sitio único, y el superlativo novísimo subraya su pura, no usada naturaleza; un lugar donde las palabras han sido relevadas de tener que comunicar nada; donde hablar o no hablar es sólo una opción, y elegir no hablar no será una omisión, pues el lenguaje será uno con el Ser, y el des-distanciamiento habrá sido logrado


Los tiempos agotados, las esperas sin nombre, las armonías que nunca se consuman, las vigencias desdeñadas, las corrientes en suspenso
son todos ejemplos de "aquello que no habla", circunloquio que enfatiza la oposición sujeto/objeto y metáforas ellas mismas de aquello que, al no poder ponerse en palabras, no puede volverse inteligible. Tenemos aquí entonces el procedimiento familiar mediante el cual el poeta declara la imposibilidad de nombrar en el acto mismo de nombrar (sólo que en este caso dicha imposibilidad no radica en la torpeza del lenguaje, sino en un atributo negativo del referente). Estas circunstancias que no hablan no lo hacen en tanto integrantes del exterior extra-lingüístico, sino por pertenecer a una categoría de "objetos" imperceptibles, distracciones, meros precedentes, momentos devaluados, vísperas incumplidas o descartadas. Como ya se ha dicho, en el retrato animista del mundo que el poema dibuja, son los mismos objetos los que comunican su existencia, y son sólo esos objetos silenciados los que permanecen mudos. Obviamente que el poema implica a un sujeto de discurso a quien se le han perdido estas áreas de su experiencia vital, pero el mismo jamás se hace presente.

En la Gramática Cognitiva, el término "cimentar"
(grounding) se define como "la predicación gramatical que indica la relación de una entidad determinada respecto del cimiento o situación de habla, incluyendo el propio acto de habla, sus participantes y sus respectivas áreas de conocimiento" (Brisard, XI). Como tal, el cimiento pertenece a la categoría de Deixis, que agrupa a todos los elementos gramaticales que se ocupan de la referencia e identificación (demostrativos, artículos, cuantificadores, tiempos verbales y los modales de las cláusulas finitas). En el poema, estos grupos de cláusulas que amplifican las proposiciones de cada estrofa contribuyen a definir el cimiento de "aquello que no habla", buscando crear una escena "objetiva". Al enumerar esas experiencias perdidas, la voz impersonal del poema adquiere un tono melancólico.

Podría decirse que, pese a que el trabajo de cimentación de estos elementos nos habla de "un esfuerzo por determinar el estatus epistémico de un referente, su proximidad/distanciamiento respecto de un origo" (XVIII), la enumeración dispara imágenes complejas y altamente abstractas. Dicho de otro modo, la cuidadosa, reificada denotación está al servicio de un referente por demás elusivo. El uso de artículos determinados y plurales que da inicio a cada verso de la primera estrofa, con excepción de los dos primeros, convierte a esos "objetos" en clases de "objetos" que, en su conjunto delimitan el área de pérdida.

Lograr que la
palabra adopte/ el licor olvidado/ de lo que no es palabra. Tal como en la consigna fenomenológica (¡Hacia las cosas mismas!), este imperativo de revigorizar el lenguaje recargándose en lo extra-lingüístico nos habla, claro está, de la existencia de un cierto malestar en el lenguaje (¿en la cultura?), y nos propone una renovación (¿o es la restauración de una cercanía luego extraviada?). ¿Qué sería ese licor olvidado(5)? Posiblemente, Juarroz alude a una alienación del hombre en el lenguaje que asume la forma de un progresivo distanciamiento del mundo, el cual sólo podría revertirse desplazando el énfasis hacia el "exterior", como si este movimiento pudiese ventilar la cerrazón que lo aqueja. A pesar de las serias objeciones lingüísticas que semejante programa suscita, el poema contempla la idea de un contacto no-mediato (es decir, no verbal) con el mundo como fuente de revitalización de nuestro gastado lenguaje. Las palabras deben adoptar el licor olvidado de lo que no es palabra, la vivacidad de los objetos, sumergiéndose en la "coseidad" de las cosas, como Martín Heidegger diría.

De todas maneras, nos encontramos en esta segunda estrofa en el mismo terreno metafísico que identificamos en la primera, salvo que ahora la palabra debe adoptar lo que no es palabra en vez de simplemente viajar hacia ello. En cualquiera de los dos casos, la idea parece evidente: tiene que haber una fusión entre el lenguaje y los seres, las palabras han de ser puentes tendidos hacia esos seres(6). Es en este sentido que Heidegger nos recuerda que "Da-Sein"(7) es esencialmente "des-distanciamiento" (SZ, 97), y que "como ser-en-el-mundo", Da-Sein habita esencialmente en este des-distanciamiento. Este des-distanciamiento hacia lo más lejano de lo que está-a-la-mano, es algo inaccesible para Da-Sein (SZ, 100).

Ambas estrofas son apelaciones a circunstancias inefables, aunque temáticamente la enumeración de la primera estrofa se relaciona con la experiencia de la pérdida
(de ahí las frases nominales) y la segunda nos habla de aquellos "lugares" adonde anida el expectante mutismo imbuido del licor olvidado de lo que no es palabra (por eso las frases preposicionales). En conjunto, las dos estrofas constituyen un inventario de tenues fenómenos, objetos que han escapado a nuestra atención (a nuestro "cuidado" diría Heidegger) y existen en una suerte de limbo, más allá de nuestra percepción en la medida en que han caído por debajo del horizonte de nuestra cotidianidad, o quizá siempre han sido demasiado sutiles para imponernos su existencia(8).

Jorge Luis Borges escribió que "el hecho estético es la revelación de una inminencia que nunca se produce" (635). Este es precisamente el sentido que posee el expectante mutismo de Juarroz; es una expectativa estética y epistemológica, reflejo tanto de una limitación ontológica como expresiva. Aunque se trate de una carencia, ese mutismo está preñado de la anticipación que le impulso metafísico le imprime. Lo que se halla en las lindes mismas de la percepción e ideación humana, al borde del silencio/ en el contorno de la rosa/ en el atrás sin sueño de los pájaros/ en la sombra casi hueca del hombre, está a punto de emerger en la apertura de su propia presencia, tan pronto como la palabra adopte la vivacidad de aquello que no es palabra. Al menos, esa es la siempre encendida, siempre frustrada promesa de la poesía, y su fuerza ilocutoria. El mutismo expectante asemeja la sensación de tener una palabra "en la punta de la lengua", algo inarticulable que, no obstante, hace sentir su proximidad. Esos umbrales donde mora la anticipación silenciosa (una vez más metalepsis) desafían toda determinación; para re-presentar este devenir, esta intimación de lo que no es aun presencia, el poeta elige las más sutiles imágenes. Límite, contorno, margen, revés, devienen metonímicamente lo que se supone albergan, el mutismo expectante de lo que no es palabra.

El poema encarna una forma de aletheia, la palabra como revelación trascendente, y el mismísimo trabajo de la alta poesía. Heidegger diría que lo seres olvidados y los nunca percibidos están a punto de exhibirse, de pararse en el claro de su presencia y, al hacerlo, convertirse en relevantes
(9) para Da-Sein. Sin embargo, y en estricta correspondencia con la ya mencionada tensión existente entre el signo y el referente, el poema puede asimismo leerse convincentemente como una Ars Poetica(10), es decir, como un poema que reflexiona acerca de la poesía, sus objetivos, sus estrategias, sus recursos. Aunque el poema parece enfocarse en el "mundo exterior" más que en su propia forja, todo su aparato metafórico podría aplicarse sin violencia a la lucha por expresar una realidad que es propia de los poetas. De este modo, sacar la palabra del lugar de la palabra/ y ponerla en el sitio de aquello que no habla puede referirse al esfuerzo del poeta por escapar de los convencionalismos que lo asedian, la rumia incesante y rutinaria de palabras e imágenes "familiares".

Todo poeta reconoce la recurrencia de ciertas palabras, de ciertos manierismos en su trabajo, y desearía romper con ellos y empezar algo radicalmente distinto cada vez. El lugar de la palabra en esta interpretación adquiere una connotación casi gremial, es decir, el lugar de la palabra socialmente acreditada como "poética" o "artística", de la cual el poeta busca huir no por un prurito de originalidad, sino más bien por respeto a la integridad de su tema.

Las armonías que nunca se consuman bien pueden aludir al poeta como nuevo Sísifo, cargando ladera arriba el pedrusco de la expresión sólo para volver a empezar desde abajo al cabo de cada intento fallido. ¿Qué es la promesa de armonía para un poeta si no el perfecto acuerdo entre una idea, percepción o intuición y el mot juste de su transcripción verbal? ¿Qué es la armonía que nunca se consuma si no el comprender su imposibilidad radical? En esa práctica de altas apuestas, inclusive la expresión feliz puede contribuir a extraviarnos hacia una triste componenda si se la compara con la promesa inicial de esa armonía. Igualmente, Los tiempos agotados/ las esperas sin nombre pueden designar el momento de la verdad para el poeta frente a la hoja en blanco, cuando multitudes de voces pugnan entre sí por abrirse camino en la conciencia y participar en el diseño del texto; la anomia momentánea del poeta que persigue la forma (Darío dixit) dramatiza el mutismo expectante y lo confronta con el páramo de la página, estéril en el acto, pródigo en potencia. No obstante, el poeta no se queja de la inadecuación del lenguaje de cara a la riqueza del universo, como lo haría un romántico, porque, como se verá, este texto no se centra en la expresión de una impotencia expresiva, sino, en alterar sustancialmente la realidad y nuestra percepción de ella.

Como la etimología de la palabra lo indica, la poesía no se limita a reflejar lo que es, sino que también crea nuevas realidades, ilumina sitios recónditos y nos permite ver nuevas perspectivas o viejas perspectivas como si fueran nuevas. Dado que el lenguaje no puede dar fe de la certeza del mundo
(11) sustituye congruencia (armonía menos belleza) por una voluntad de congruencia que se demuestra como performance, de la cual el poema es un ejemplo. El poema funcionaría entonces como una especie de "acto de habla" ya que el "ajuste" verbal propuesto crearía una nueva realidad(12). "Como una especie" de acto de habla porque se trata de un texto escrito que disimula su condición escrita (es fonocéntrico) y se hace pasar por oralidad, porque carece de un sujeto de discurso y porque su objetivo es por lo menos evanescente; la extrañeza de su contenido propositivo, sin embargo, no reduce su fuerza ilocutoria sino que la torna enteramente dependiente del tono del poema, que, como se ha dicho, es solemne si no profético. El poema entonces opera como constativo y como performativo, evaluando el mundo e incidiendo en él, como un conjunto de aseveraciones, y también como un conjunto de exhortaciones al lector (oyente).

Si la primera estrofa buscaba resucitar los momentos muertos, y la segunda instalar en las palabras aquel expectante mutismo, la tercera representa un corolario. Y así sumado el mundo, esto es, tomando en cuenta estas acreciones, un novísimo lugar ha de inaugurarse, canal puro del ser. El adverbio de modo "así" se convierte en la base de una mínima narración tripartita donde las dos primeras estrofas definen un problema, la tercera lo "resuelve" y la última considera tres variaciones posibles al enigma planteado por la aporía de la relación palabra/significado. Nuevamente vemos que lo ocurre en el lenguaje se hace visible metafóricamente proyectándolo en el espacio: esta epifanía inaugural crea su propio sitio único, y el superlativo novísimo subraya su pura, no usada naturaleza
(recordemos el éxtasis clásico en aquella "luz no usada" de Fray Luis de León); un lugar donde las palabras han sido relevadas de tener que comunicar nada; donde hablar o no hablar es sólo una opción, y elegir no hablar no será una omisión, pues el lenguaje será uno con el Ser, y el des-distanciamiento habrá sido logrado.

Presuntamente, en ese lugar sin lugar (Utopía) al que accedemos a través del canal puro del Ser, todas las contradicciones se han esfumado, incluyendo aquella entre decir y no decir, dado que la significación ha alcanzado su plenitud (las dos estrofas previas habían exhortado a rescatar los referentes perdidos cerrando la brecha entre el lenguaje y el mundo). El Logos(13) paradigmático -paradigma de todo pensamiento y conocimiento -ya no carga con el peso de dar cuenta del mundo, de evaluarlo, pues ya no habrá distingos entre el nombre y la cosa nombrada. Este lugar de privilegio nos recuerda la filosofía del Budismo Zen(14).

Un modo de ser abierto y disponible, donde el silencio no se opone a la palabra, donde la visión no se opone a la ceguera, donde la vida no se opone a la muerte, donde el hombre no se opone al resto de las cosas, donde el conocimiento no se opone al desconocimiento (Boido, 34)

Un poderoso símil culmina la tercera estrofa con las palabras cargando el peso de sus significados. Así como el Titán Atlas sostenía el mundo sobre sus espaldas, las palabras sostienen al significado sobre "las suyas" (después de todo, la suma de todos los significados sería el mundo para nosotros; el sostén que las palabras ofrecen es su naturaleza sonora, fenomenológica, por oposición a su significado o contenido). Hasta este punto en el poema las palabras habían sido entes unitarios luchando por alcanzar sus referentes (implícitamente, todas las metáforas referenciales están basadas en la identificación entre la palabra y su objeto), pero ahora hallamos los términos "signo" y "forma" para distinguir entre los sonidos o significantes y los significados. Los significados son el soporte físico y el vehículo de lo significados. En el esquema logocéntrico del poema se privilegian los primeros términos de las díadas oralidad/escritura, cosa/palabra/, significado/significante.

La relación inestable entre el sonido y el sentido -en cuyas fluctuaciones, encuentros y desencuentros, Paul Valery veía la originalidad de la poesía como discurso-, no es advertida, y mucho menos utilizada como recurso en el poema. No hay ostensible "juego de los significantes" ni explotación artística de la materialidad del signo. De hecho, uno de los rasgos más salientes del poema (y habría que hacerlo extensivo a toda la poética de Juarroz) es el intento de mantener las refracciones semánticas en un mínimo, de ahí la contención del lenguaje y el muy controlado régimen figurativo. Si la poesía fuese entendida como alta desviación respecto del estándar léxico y sintáctico del idioma, el texto de Juarroz pasaría inadvertido.

Acaso un poema que busca decir lo indecible deba concluir con una alusión religiosa, recordando con Novalis que la poesía es la religión originaria de la humanidad. Juarroz mismo define la naturaleza de su búsqueda de la siguiente manera:

Las cosas en su parte visible, en su parte descrita, contada, histórica, conocida por nosotros, no nos ha servido. Hay que buscar la espalda de las cosas, que es todo el sentido de mi búsqueda. Por eso hablo de la espalda de las palabras, o doy vuelta las cosas en busca de su revés. Y parece un juego, peor para mí no lo es. Por ejemplo, ¿cómo sentir la ausencia como si fuera presencia, y la presencia como la ausencia que es? (Boido, 38)

Dado el tópico escogido, no resulta sorprendente que el texto confunda las fronteras de la filosofía, la religión y la poesía pese a su léxico secular. George Steiner ya había observado que:

Cuando Heidegger califica al hombre como "el pastor del Ser", cuando busca la verdad como una iluminación, una epifanía y una auto-exposición en el "claro" de la existencia, él está pensando en variaciones sobre temas gnósticos y teológicos largamente establecidos... (62)

Heidegger está decidido a pensar por fuera de la teología... es no obstante mi experiencia que el paradigma del Ser de Heidegger, del corte ontológico entre el Ser y los seres, se adapta punto por punto a la sustitución de Dios por le término Ser (155-156)

Análogamente, la poesía de Juarroz -su incansable búsqueda de trascendencia- no puede negar su parentesco con la poesía mística, al menos en su descripción de un vacío existencial y su anhelo por nombrar lo innombrable.
¿En qué relación se halla la forma respecto de ese dios del sentido que lleva a sus espaldas? Significantes y significados se entrecruzan y deslizan uno frente a otro sin fijarse jamás en una intersección determinada, sin que quede inmóvil por una vez el juego de la différance, y sin que el lenguaje pueda tampoco desistir del sueño del significado trascendental. El símil compara al contenido
(significado) con un dios, mas las tres líneas de la estrofa sopesan si no se tratará del revés de un dios, de su negativo (como en el caso de los negativos fotográficos), o de su modelo.

En las dos primeras alternativas, estamos frente a un dios degradado que nos recuerda a la alegoría platónica de la caverna, donde nuestra comprensión del mundo no es sino una oscura y borrosa versión, apenas una sombra en la pared, comparada con la matriz arquetípica ("por ahora veremos a través de un vidrio oscuramente, pero luego cara a cara. Ahora lo sé parcialmente; pero luego he de comprender totalmente, como yo mismo habré sido comprendido" Cor. XIII, 12-13). En la última alternativa el poema nos presenta la visión antropocéntrica del dios, en la que el significado es el modelo de un dios: los hombres han creado un dios para "sanar" el vacío que el poema detecta en el lenguaje y pone en escena. Por lo tanto, el poema termina en una nota nihilista, porque si el significado fuese el modelo de un dios se trataría ciertamente de un dios subalterno que haría imposible la noción misma de trascendencia que acabamos de leer.

Así, en este momento encontramos el conflicto que el post-estructuralismo ha popularizado entre la estructura tropológica del poema y sus bases lógico-gramaticales. Si el significado es el revés de un dios o su negativo, y mucho menos aun si es su modelo, entonces el espacio novísimo a cuya apertura asistimos en la tercera estrofa no es posible. La retórica de la trascendencia se contradice a sí misma: primero, crea una "receta" para la armonía de la palabra y la cosa (una versión metafísica del epistémico adequatio intellectus rei de Tomás de Aquino, o correspondencia entre el pensamiento y la cosa pensada); segundo, inaugura el lugar donde los opuestos han hecho las paces definitivas, y por último, ese significado así perfeccionado es comparado con un dios menor que imposibilitaría entonces el logro descrito.

El poema de Juarroz ejemplifica lo que Gerard Genette llama "Cratylismo secundario". El Cratylo es un diálogo platónico donde se discute si el nexo que vincula a las palabras con las cosas es esencial
(o motivado) o por el contrario, puramente convencional. Roland Barthes llama Cratylismo "al gran mito secular que quiere que le lenguaje imite a las ideas, y que, contrariamente a las precisiones de la ciencia lingüística, quiere que los signos sean motivados" (citado por de Man en Resístanse to Theory, 9). Pese a que los poetas modernos reconocerían que los signos lingüísticos son no-miméticos(15), el deseo por alguna forma de Cratylismo alienta desde las profundidades la reflexión lingüística y filosófica de todos los tiempos. Un signo inequívoco de esa persistencia puede hallarse en le fervor con que los poetas tratan de defender a la poesía del convencionalismo que lastra al lenguaje común. La supuesta excepcionalidad del leguaje poético habilitaría la consideración de un "Cratylismo secundario".

En la Crisis del verso de Stephane Mallarmé, el poeta francés elabora la distinción entre el lenguaje ordinario y la poesía. La imperfección del lenguaje en general, nos dice Mallarmé, hace que la poesía exista como remuneración y "complemento superior." Si el lenguaje fuese perfecto, la poesía no tendría sentido ya que todo el lenguaje sería poesía. "La poesía estaría en todas partes, lo cual significaría que no estaría en ninguna." (citado por Genette, 107). Carecemos así del supremo lenguaje que hallaría la "verdad material" en una misma y única acuñación. Obviamente, esta "verdad material" expresa el deseo de una experiencia unificada del mundo, donde el lenguaje sería consustancial con su objeto. Para Mallarmé el lenguaje tiene una estructura jerárquica, y desearía que la poesía fuese a la prosa lo que la música al ruido:

Así como el mundo de los puros sonidos que tan fácilmente es reconocido por nuestro oído, fue escogido del mundo de los ruidos para oponérsele y constituir el sistema perfecto de la música, así la mente poética quisiera hacer respecto del lenguaje (Genette, 225)

La poesía se opone a la alineación azarosa de sus términos, a pesar de los "juegos de luces" entre sonido y sentido. El milagro de la poesía es el de "producir la sorpresa de no haber oído nunca antes un fragmento corriente de elocución, mientras, al mismo tiempo, la reminiscencia del objeto nombrado se baña en una nueva atmósfera." (Genette, 224). En la medida en que rechaza aceptar la heterogeneidad radical que existe entre las palabras y los objetos que éstas nombran, el poema de Juarroz actúa siguiendo el mismo parámetro de "Cratylismo secundario" ya definido. Como se ha visto, todo su aparato metafórico contraviene esa heterogeneidad y propicia un nuevo "acercamiento" entre palabra y cosa. Sólo si esa relación entre palabra y cosa es entendida como no-arbitraria (esto es, como motivada, esencial, necesaria) podría aquélla "adoptar/ el licor olvidado/ de lo que no es palabra" y llegar a ser la llave de acceso a una luminosa plenitud. Dicho de otro modo, si sólo la convención uniera a cada palabra con su referente, la intimidad que el lenguaje pareciera tener con la "realidad exterior" a él quedaría irreparablemente socavada. En lugar de transparentes correspondencias entre signo y entidades (un lenguaje como nomenclatura de la realidad, que diría Sausure), se ensancharía la brecha entre los dos órdenes.

¿Es siquiera pertinente indagar acerca del valor de
verdad(16) que pueda tener el poema? El anhelo de trascendencia del poema, ¿es sólo un espejismo poderosamente sugestivo? Es obvio que el poema no puede explicar a qué clase de "lugar" se accede a través de ese "canal puro del ser", únicamente puede sugerir su representación. La mayoría de los filósofos contemporáneos tampoco intentarían una explicación(17); ni hablaremos del "cotidiano, óntico sentido común" (SZ, 248). La crítica por su parte nos aconseja no descubrir "verdad" en los textos, sino "validez", es decir, no buscar en los correlatos empíricos de los discursos, sino en la coherencia "interna" del sistema de signos. No obstante, la percepción de un "contenido de verdad" en el poema, ¿no tiene relevancia alguna en cuanto a su poder suasorio? ¿Cumple el poema algún objetivo al movilizar su ejército de tropos? ¿Qué tipo de imán perlocutorio nos impulsa a releerlo? La mera pervivencia del tópico de la trascendencia en el imaginario humano a lo largo de todas las épocas, la enorme energía invertida en él por multitudes de "videntes" nos sugiere que no se trata de un simple caso de excentricidad o locura temporal. Como construcción poética, la trascendencia es una fuerza inarticulable de la que sólo se pueden describir algunos de sus efectos. Típicamente, el poeta elige dar cuenta de ella indicando un vacío existencial que la implicaría, o describiendo la entrada a una región alucinada de maravillas que prometen la saciedad del inconforme, o, finalmente, existe la opción de asedio y sitio a ese núcleo inefable con progresivos avances y retrocesos cuya "crónica" deviene así el asunto del poema.

La indecidibilidad entre la palabra y la
cosa es la responsable por las ambigüedades del poema: su volcarse hacia "afuera" pese a tratar ostensiblemente sobre el lenguaje (¿pesquisa sobre el Ser o Arte Poética?), la noción de referencia como identificación de la palabra y la cosa -más tarde complicada por la introducción de la dualidad sígnica sonido/sentido-, la palpabilidad paradojal de las palabras en contraste con la intangibilidad de los referentes, la inversión de la causalidad y la personificación del mundo, la claridad de la dicción poética contrapuesta a la oscuridad de sus significados.

Aunque el poema nombra fundamentalmente abstracciones, la nítida estructura lógico-sintáctica, las metáforas cinéticas, y la cuidadosa cimentación de los referentes hacen de éste un poema sorpresivamente visual, con lo que entronca con toda la tradición Occidental que ha estado "orientada desde sus comienzos hacia el "ver" como modo de acceso a los seres y al Ser"
(SZ, 112). El deseo de "ver" simboliza el deseo de conocer y de trascender lo que vemos. En lo que respecta a la cimentación de los referentes -los artículos definidos, la repetición de las preposiciones (en), el adverbio de lugar (donde), lo explícito del símil, otorga al poema su fuerte emplazamiento espacial, como asimismo podría esperarse de su inspiración existencial:

El "aquí", "hacia allá", y "allá" no son designaciones puramente locativas de seres que integran nuestro mundo y que están presentes objetivamente en sus posiciones en el espacio, sino más bien características de la espacialidad primordial de Da-Sein. Los adverbios supuestamente locativos y las determinaciones de Da-Sein tienen un significado primariamente existencial, no categórico. (SZ, 112)

Por meramente afirmar que el lenguaje es un orden simbólico auto-contenido y basado no en su correspondencia con objetos sino en su relación con otros símbolos, no se logra eliminar el residuo metafísico que tan poderosamente constituye el alimento de esta poesía. La función referencial del lenguaje necesita acreditar la realidad y accesibilidad del mundo. Se ha dicho que "la vida no tolera demasiado escrutinio". Tal vez el lenguaje (la casa del Ser de Heidegger) exhiba similar pudor. En cualquier caso, la poesía parece necesitar de cierta dosis de Cratylismo para poder ser, y esto sí parece claro en el poema que hemos analizado.

 

Notas:

(5) No es infrecuente en la poesía mística hallar referencias a un estado de éxtasis o embriaguez espiritual como metáfora de la unión con Dios o con la realidad última.

(6) "La poesía es hambre de realidad. El deseo aspira siempre a suprimir las distancias," dice el poeta Octavio Paz.

(7) De acuerdo con Martín Heidegger, Da-Sein es el lugar de la comprensión del Ser. Por lo tanto, la ontología heideggereana es, en buena medida, una hermenéutica de Da-Sein, cuya principal característica es estar-en-el-mundo.

(8) Contrariamente a los entes de la fenomenología, que son sensibles, el noumeno kantiano (la "cosa en sí" o Ding an sich) es un objeto del intelecto, no perceptible, y refiere a una realidad indescriptible e incognoscible que se hallaría "detrás" de los fenómenos observables. La poética de Juarroz recurre constantemente a estas metáforas de lo que está "detrás", "más allá" o "escondido" para marcar el norte de sus desvelos poéticos, La tropología de la "cosa en sí" es también la de la trascendencia poética.

(9) "Las cosas-a-mano están siempre comprendidas en una totalidad relevante. Esta totalidad no requiere ser explícitamente aprehendida por una interpretación temática. Pero inclusive si ha experimentado dicha interpretación, ésta retrocede hacia una comprensión indiferenciada." (SZ, 140).

(10) Es ya un lugar común afirmar que la poesía moderna es inseparable de su propia reflexión, esto es, que el poema se tome a sí mismo como objeto. T.S.Eliot dice que "deberíamos recordarnos que la crítica es tan inevitable como la respiración... (Citado por Con Davis y Schleifer, 28). Al consolidarse esta tendencia meta-lingüística, la poesía entrama con la teoría literaria.

(11) Así lo explica Friedrich Nietzsche: "Para afrimar [que los axiomas lógicos son adecuados a la realidad] uno debería poseer un conocimiento previo de los entes, lo cual ciertamente no ocurre." (Citado por de Man, 123). Martin Heidegger razona de manera similar, pero contrariamente a Nietzsche, encuentra una salida para el solipsismo al supeditar tanto el lenguaje como la realidad en la cuestión del Ser, del cual tendríamos un conocimiento previo y no-mediado: "De hecho, la estructura de la frase no provee el estándar para el patrón de la estructura de la cosa, ni se ve ésta simplemente reflejada en la primera. Ambas, la frase y la estructura de la cosa derivan, en su forma típica y en su mutua relación posible, de una fuente común y más original" (Basic, 155).

(12) ¿O sería éste uno de esos casos de actos de habla no-serios que definía Austin, y que luego debatieron Jacques Derrida y John Searle?

(13 ) "Logos permite que algo sea visto (phainestai), aquello de lo que se habla, y por supuesto para el hablante (que sirve de médium) y para quienes hablan con él." (SZ,28)

(14) El maestro de Zen Katsuki Sekida dice " El mundo exterior está realmente allí alrededor de nosotros. Que su existencia esté normalmente velada no se debe a su existencia sino a nuestros ojos. El modo habitual de conciencia nos hace ver las cosas mecánicamente y considerarlas como muertas. Si sólo esa visión mecánica fuese abandonada, entonces la existencia sería expuesta en su desnudez. El Zen no es, en mi opinión, filosofía o misticismo. Es simplemente una práctica de reajuste de la actividad nerviosa. Esto es, el Zen restaura el sistema nervioso distorsionado a su funcionamiento normal." (103) ¿Cómo no percatarnos de la similitud entre esas "cosas muertas" víctimas de nuestra mirada mecánica y el inventario de pérdida de Juarroz? Además, estas ideas de Sekida coinciden con lo que Heidegger llama Da-Sein inauténtico, que se caracteriza por un repliegue compulsivo respecto del Ser. E inversamente, si la rutina (la mirada mecánica) es la enemiga de la poesía, ¿no es la "des-familiarización" preconizada por Ezra Pound el sendero de regreso al corazón del Ser?

(15) Emil Benveniste señala que no hay nada arbitrario en la relación entre el significante y el significado (relación que es necesaria e inseparable); lo que es arbitraria es la relación entre el signo y la realidad que nombra. En su extremo, el Cratylismo asegura que hay una relación directa entre sonido y sentido, o sea que los fonemas tendrían un natural valor representacional. Esto a su vez implicaría que el mundo es mucho más próximo y accesible de lo que la naturaleza arbitraria del signo lingüístico permitiría.

(16) No podemos sino señalar apenas de pasada la debatida relación entre arte y espistemología. ¿Qué clase de conocimiento, si alguno, ofrece el arte? Un conocimiento de tipo no-propositivo como el que nos brinda el arte, ¿no es una contradicción en sus términos, o es posible que exista un conocimiento no-discursivo que sería su privilegio? Como se comprenderá, el tema es demasiado amplio para ser tratado aquí. Bástenos indicar que es sobre todo a partir del Romanticismo en adelante que a estas interrogantes se les suele contestar afirmativamente.

(17) Por ejemplo, los filósofos analíticos y todas las ramas del neo-positivismo "mantienen que la mayor parte de lo que se ha escrito en filosofía no es falso sino que carece de sentido, y sólo deriva su aparente profundidad del uso inadecuado del lenguaje" (Ducrot y Todorov, 94)

Bibliografía

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