AYAX - HAMLET - DA VINCI, LEONARDO
- PALABRA/IMAGEN - TEATRO OCCIDENTAL DEL SIGLO XX - GROTOWSKI,
JERZY -
Hablo,
luego veo*
Carlos
Rehermann
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El teatro occidental ha perdido su lugar en las
preferencias del público. Acostumbrados a percibir el
mundo de acuerdo a códigos narrativos basados en un conflicto
entre fuerzas simbolizadas por personajes, los actores se colocan
a sí mismos en roles heroicos, en un proceso histórico
que se presenta como drama cuyo desenlace todavía está
lejano |
En Ayax, de
Sófocles, Odiseo tiene un encuentro con la diosa Atena,
cerca de la carpa de Ayax. Odiseo no puede ver a la diosa, pero
escucha su voz. Atena se propone llamar a Ayax fuera de la carpa,
cosa que Odiseo teme; pero la diosa le asegura: "(...)
yo los rayos de sus ojos vueltos a otro lado apartaré
para que no adviertan tu presencia." Odiseo, aterrado,
dice: "Para mí lo seguro es que ése siga
dentro de la tienda." Finalmente la diosa convence a
Odiseo de que Ayax no lo verá, pero le recomienda: "Guarda
silencio, y quédate como estás."
La voz de Odiseo no puede ser ocultada por la diosa.
Shakespeare mostró
de qué manera la irrupción de lo visual haría
trizas a los dioses: en Hamlet,
un espectáculo dentro del espectáculo muestra lo
ocurrido; la palabra cede ante la presencia de la imagen.
En este siglo, el teatro
perdió confianza en la palabra,
algo cercano al suicidio. Grotowski lo expresó con claridad:
"En suma, consideramos que el aspecto medular del arte
teatral es la técnica escénica y personal del actor".
Uno de los compañeros de Labortatorio Teatral del polaco,
el crítico Ludwik Flaszen, explica una puesta en escena:
"El drama de Wyspianski ha sido modificado en ciertas
partes para ajustarlo a los propósitos del director."
¿Cuáles son los propósitos del director?
Sin duda no son los mismos que los del escritor. ¿Por
qué, entonces, el director elige una obra del escritor,
que luego modificará para que "se ajuste a sus propósitos"?
El teatro occidental ha perdido su lugar en las preferencias del
público. Acostumbrada a percibir el mundo de acuerdo a
códigos narrativos basados en un conflicto entre fuerzas
simbolizadas por personajes, la gente de teatro
suele culpar al cine y
a la televisión. Los
actores de teatro se colocan a sí mismos en roles heroicos,
en un proceso histórico que se presenta como drama cuyo
desenlace todavía está lejano.
Se trata de una visión necesariamente trágica,
que tal vez podría explicar la insistente falta de humor exhibido por el teatro culto del
siglo XX.
El propio teatro produce el cambio: ni el cine ni la televisión
invadieron o sustituyeron la esencia de la representación
escénica. En el conflicto interno que sufrió el
teatro de este siglo, la pelea fue (es) entre la palabra y la
imagen visual. En los términos en los que Leonardo
da Vinci describía sus diferencias, el conflicto es
entre la cadena lineal verbal y la extensión instantánea
de la totalidad visual. La narración sólo existe
como línea, cadena de elementos ordenados según
una lógica determinada. La visión impide la narración,
pero exhibe la totalidad de sí misma. Desbordamiento versus
contención. La narración dosifica, reprime, sostiene;
la imagen visual explota, desborda, se derrama. La narración
suspende la vida, nos roba un lapso de realidad, lo sustituye
por otra vida, otro tiempo. La pintura es intemporal (o instantánea), pero en cambio propone una geografía
alterna, un soporte posible para otra vida.
En esa guerra entre lo visual y la palabra, los actores eligieron
la extensión, intentaron un modo sin tiempo de aprehender
la realidad compleja de esta época, aceptando un supuesto
fracaso de la línea narrativa para hacerlo.
Sin la guía de un mito de referencia, como existía
en el origen del teatro griego, antes del texto, el ritual se
sostiene sólo en la materia que soporta el mensaje: el
cuerpo humano. La acrobacia
y el mimo vuelven a la escena, esta vez sin el carácter
de entretenimiento popular, origen de su existencia, sino como
elaborado producto de consumo culto.
Sófocles hace decir a Odiseo: "Veo, en efecto, que
nosotros, cuantos vivimos, nada vemos sino apariencias, otra cosa
que vana sombra".
Podemos decir qué vemos, pero no podemos ver qué
decimos.
* Publicado
originalmente en Insomnia Nº 118
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