En
el Seminario de le Thor, Heidegger insiste -el auditorio en la
campaña de la Provenza Francesa está compuesto
por Beaufret, Koyrè y no más de otras diez personas-:
"En el extremo opuesto, puede decirse que cuando los
astronautas ponen el pie sobre la luna, la luna desaparece en
cuanto luna. No se levanta más, ni se oculta. No es otra
cosa que un parámetro del emprendimiento técnico
del hombre.".
Es
decir, no es más que una estación orbital, una
longitud de medida. Siempre que comprendamos que la ciencia no
toma a la técnica como un método, sino que a la
inversa, las técnicas dominan la esencia de la ciencia
moderna como su fundamento. "Así, la naturaleza
la phisis -presencia de la naturaleza en griego- se transforma
sólo en stocks, reservas, fondos.".
Esta
frase fue escrita por Heidegger en 1969, en el mismo seminario
de la quinta del gran poeta francés René Char,
mientras su inquisidor Adorno muere de un ataque al corazón,
cuando los estudiantes toman la Univeridad de Berlin. Una vez
más, las angustias anteriores de Heidegger se habían
cumplido.
Esa
reunión es casi una serena despedida, sin nostalgia, de
aquel maestro que en un momento creyó que el pensar en
mitad de un eclipse, debía defender (a Ernest Junger), las fuerzas de la autonomía
del saber, entendido éste último, desde la grandeza
misteriosa de lo inicial y dentro del espacio
político,
en consonancia con los servicios del trabajo
y la seguridad.
Estamos
lejos de todo esto: los tiempos se han precipitado. Aún
la instancia de ser reporteado por Der Spiegel -a impulso
de discípulos y amigos- va a repetir que las ideologías
al uso -colectivismo, parlamentarismo, productivismo- no estaban
a la altura del dominio de una cultura planetaria.
El
diálogo restaurador con la oculta esencia de la técnica,
iniciada con la lectura de Des Harbeiter (El trabajador
de Junger),
va a llevarlo lentamente a una lectura deconstructora
de Nietzsche, y más
lentamente a un interminable diálogo con Holderlín,
en el cual va a hablar primero de detruktión de
la metafísica y luego de dejarla marchar a su consumación.
Lejos de otros filósofos que se ponen
al frente de la Historia en las mismas calles de las grandes
urbes, Heidegger contesta al periodista de "Spigel".
"¡No! No conozco el camino de una transformación
inmediata del actual estado de cosas del mundo, en el supuesto
de que tal cosa sea humanamente posible. Pero me parece que el
pensamiento que yo he intentado podría despertar la ya
mencionada disposición, esclarecerla y fortalecerla".
La
cautela de Heidegger se impone una vez más, y agrega:
"El pensar no es pasividad, sino en sí mismo,
la acción que esta en diálogo con ese destino del
mundo". ¿Pero dónde se oculta hoy ese
pensar? ¿Podríamos preguntarnos ahora dónde
buscar esa experiencia que nos prepare para el advenimiento de
una nueva experiencia de lo sagrado, mientras al lado de la vida
crecen las alternativas de una vida suplementaria, que en instantes
puede hacer desaparecer de la tierra, toda conciencia -auténtica
perpeptio- de lo que no sea virtual: el otro, el cuerpo propio, la
lengua, la
tierra propia,
hasta llevarnos nuevamente a formas de inmensos grupos sedentarios
y controlados por la retina, y a nuevas formas de nomadìsmo,
de los grupos
sociales excluidos cultural y económicamente? La errancia
metafísica no ofrece ningún refugio contra la devastación.
Insiste
Heidegger: "La revolución de la técnica
que se avecina en la era atómica pudiera fascinar al hombre,
hechizarlo, deslumbrarlo y cegarlo de tal modo, que un día
el pensar calculador pudiera llegar a ser el único válido
y practicado." ¡Y ello ya ha sucedido! "Más
inquietante que la conquista del espacio, se anuncia aquí
la transformación de la biología en biofísica:
esto significa que el hombre puede ser "producido"
(las
comillas son nuestras) conforme a un proyecto determinado como
cualquier objeto técnico".
En
este punto Heidegger se adelanta siglos a todo análisis
del destino del hombre sobre la tierra. Los demás serán
sólo anatomopatólogos. Él nos pone aquí
frente al abismo más profundo del misterio del el "ser
no fijado" (Nietzsche), cuyo fundamento
es el abismo y cuya atracción -libertad sin fundamento-
es el poder caer bajo de sí mismo, "en lo sub-humano",
mientras las demás especies jamás podrían
dejar de ser lo que son, salvo tal vez, a través del diabólico
manipuleo de la concepción genética de la naturaleza,
lo que se inserta en la malevolencia del hombre llevado a su
condición de infra-humanidad.
El
fracaso o el triunfo de la organización técnica
de lo real, que considera la naturaleza sólo como reservorio
de materia prima, y también al hombre como objeto de experimentación,
han mostrado que el Caos y la Destrucción, llevan
más que nunca el signo de la indigencia del pensar, e
invariablemente el retroceso del hombre como "útil"
de la planificación, frente a todo lo
trascendente que le salga al camino. Un pensador de la actualidad,
alguien que toma nota de lo que sucede -no sólo de la
preparación para una primer guerra planetaria, sino para las
guerras de las mafias internacionales, para las guerrillas, etc.- como
Paul Virilio, advierte (aunque
no lo cite a Heidegger): "Se desarrollan memorias adicionales,
memorias muertas, que vienen a completar, pero también
a reemplazar, la memoria viva, la memoria del hombre. La biotecnología
es la próxima expresión de la revolución
de las tecnologías. La técnica coloniza el cuerpo
del hombre así como colonizó el cuerpo de la tierra.".
Sólo
que Heidegger se adelantó cincuenta años y desde
otra visión, a esta clínica que nos presenta el
panorama de un planeta azotado por el demonio o ángel
del espíritu, que todo lo que toca reduce a cenizas: de
ahí la frase de Heidegger: "Tal vez sólo
un Dios pueda salvarnos".
Corrientes.-
Argentina, marzo 2004.
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