El título es un juego de
palabras con explicación:
en la página oficial del Dr. Sacks, se ofrece al navegante
la posibilidad de traducir las páginas web en inglés
a varios otros idiomas, entre ellos el español. Esto no
sería nada extraño, ni tampoco que la traducción
de marras sea, a la postre, un amasijo ininteligible. Ya sabrán
de ello los miles de hispanohablantes que, en busca de lujuria
presidencial, aplicaron el traductor on line al informe
Starr y les fue devuelto un texto que lo más erótico
que contenía la palabra
"Oval". En el caso del Dr. Sacks, lo interesante del
asunto es que el traductor no logra siquiera traducir exitosamente
el nombre del homenajeado,
lo que equivale a decir, no traducirlo. Es así que "Oliver
Sacks" se transforma mágicamente en "Los sacos
de Oliver" y leemos impávidos: "Los sacos de
Oliver nació Julio 9, 1933, en Londres..." o "El
Dr. Sacos fue a trabajar en un hospital crónico en el Bronx....".
Ya que el Dr. Sacks se ha vuelto célebre estudiando el
cerebro humano y las más
extrañas afecciones y disfunciones que pueden afectarlo,
podemos suponer que se trate de uno de sus pacientes del pabellón
de la afasia, quien intenta
presentarnos al Dr. Oliver Sacks desde la red.
Todo comenzó con
un simple dolor de cabeza que fue creciendo hasta incluir en un
doloroso carnaval, náuseas,
hipersensibilidad a la luz y -algo bastante espeluznante para
alguien que va manejando por Hocquard- fosfenos violetas que danzaban
ante mis ojos.
- Migraña -fui
sentenciada más tarde.
El primer médico
que me atendió no fue el del certero diagnóstico,
sino un oftalmólogo que utilizando un estilo escueto y
molestamente paternal me rezongó:
- ¿Por qué
decís "fosfenos"? -me preguntó.
- Porque eso es lo que vi. -contesté.
- No uses terminología médica -concluyó.
Entonces fui en busca de
literatura, que suele ser el comienzo
y el fin de todas las cosas.
La consecuencia de este diálogo fue doble: me llevó
a conseguir el libro Migraña
de Oliver Sacks y a leer
a un médico que cree incompatible el ejercicio de dicha
profesión con un diálogo de la calaña del
anterior.
Presentaciones mínimas
Sacks es un neurólogo,
un escritor y una celebridad. A algunos parece molestarle lo segundo
y lo tercero, o más bien, parece resultarles fastidioso
la postura que Sacks asume en sus libros,
es decir, su mezcla de humanismo celebratorio, vulgarización
disciplinaria y literatura.
Si bien esto puede ser cierto, sin embargo no es necesariamente
malo que así sea y miles de lectores
están muy contentos disfrutando de un profesional reconocido
que es además un narrador claro y sensible y que ha puesto
al alcance de profanos historias increíblemente interesantes.
Que todo esto lo haga sin una pizca de ironía puede ser
curioso, pero quién necesita autoironía cuando se
es compatriota de Will Self.
El hecho de que haya sido Robin Williams el elegido para personificar
al Dr. Sacks en la pantalla grande, puede ser esgrimido como prueba
de que sus detractores no están del todo equivocados. Sin
embargo, nadie puede negar que libros como El hombre que confundió
a su mujer con un sombrero o Un antropólogo en Marte
se devoran con placer y
nos dejan con la sensación de que, por ahora, sólo
Dios sabe como funciona
eso que llevamos con orgullo dentro de la calavera.
Los escritos del Dr. Sacks fueron cambiando levemente a medida
que fue afianzándose en su papel de narrador y la diferencia
entre su primer libro Migraña y el último
La isla de los ciegos al color es considerable.
En éste último Sacks está mucho más
presente como personaje y se deja llevar más y más
por observaciones personales que no necesariamente se refieren
al campo de la neuropsiquiatría sino que se acerca mucho
más a los libros de viajes,
en los que la flora y la fauna (además
de la humana) ocupan
un lugar considerable de sus anotaciones y dan un toque aventurero
a quien hasta ahora era sólo conocido como mind traveler.
Las visiones de Hildegarda
y el arte cubista
Sin embargo Sacks no es
un simple observador: son sus propias experiencias las que lo
han conducido por el camino de la neurología, llegando
a ser él mismo paciente en su tercer libro, Con una
sola pierna.
Según el propio Sacks, su interés por el funcionamiento
del cerebro proviene del hecho de que desde niño
sufría migrañas visuales, problema que lo llevó
a padercer cortos períodos de ceguera al color. Sacks se
sentía horrorizado
por los efectos de su enfermedad, que lo llevaba a sufrir agnosia
visual, es decir no entender lo que se ve,
o no saber lo que es. Pero tenía una ventaja: su madre
también era médica y sufría migrañas
visuales lo que lo llevó a querer comprender la enfermedad
y a ayudar a otros que la sufrían, dado el sentimiento
de pérdida, empobrecimiento y miedo
que le provocaba.
Es así que en el prólogo a su primer libro, Migraña,
escribe: "Un paciente
que lea Migraña no quedará curado, pero al
menos sabrá lo que tiene, y qué significa, y ya
no estará atenazado de miedo.
Migraña, naturalmente, no es sólo una descripción,
sino una meditación sobre la naturaleza de la salud y la
enfermedad, y sobre cómo, de vez en cuando, los seres humanos
pueden necesitar, durante un breve período, estar enfermos;
una meditación sobre la unidad de la mente y el cuerpo,
sobre la migraña como ejemplo de nuestra transparencia psicofísica;
y una meditación, finalmente, sobre la migraña como
reacción biológica, análoga a la que muestran
muchos animales."
Es que la migraña no es solamente un tipo de dolor de
cabeza, sino que éste puede estar totalmente ausente y
cualquier paciente que padezca esta enfermedad puede ser, al
decir del Dr. Sacks "una compleja enciclopedia de neurología".
Sacks se da cuenta de que algunos de sus pacientes mejoraban
con medicamentos y otros sólo con "la magia de
la atención y el interés" y decide abordar
los casos de migraña en un doble aspecto, es decir "como
una estructura, cuyas formas estuvieran implícitas en
el repertorio del sistema nervioso y como una estrategia que
pudiera emplearse con cualquier fin emocional, o incluso biológico".
A lo largo de todo el libro Sacks se ocupará de estas
dos perspectivas, describiendo la migraña tanto como fenómenos
físicos como simbólicos.
Las características más importantes de la migraña
fueron descriptas ya en el siglo II de nuestra era. Areteo la
describe con el nombre de heterocrania:
"Y en ciertos casos duele toda la cabeza, y el dolor es
a veces en el lado derecho, otras en el izquierdo, o la frente,
o las fontanelas; y tales ataques cambian de localización
en el transcurso de un mismo día... esto se denomina heterocrania,
una enfermedad de ningún modo benigna... Produce síntomas
indecorosos y horribles... náusea, vómitos de sustancias
biliares, colapso del paciente... hay mucha apatía, pesadez
de cabeza, ansiedad; la vida se convierte en una carga. Los enfermos
huyen de la luz, por cuanto la oscuridad suaviza su padecimiento;
tampoco toleran mirar u oír
nada agradable... Los pacientes se sienten hartos de la vida y
desean morir."
Areteo también describe los síntomas que iniciaban
ciertas jaquecas:
"..destellos de color púrpura o negro delante de
la visión o todos
ellos mezclados, como si adoptasen la forma de un arco iris desplegado
en el cielo".
Siempre es un alivio saber que lo que le pasa a uno una mala
noche conduciendo su coche por una vía rápida de
la ciudad, ha sido descrito hace dieciocho siglos.
Pero tal vez lo más llamativo es que Oliver Sacks identifique
las visiones místicas de Hildegarda
de Bingen -la monja alemana cuyas visiones, escritos e ilustraciones
nos legara el siglo XII- como de constitución migrañosa:
"Una atenta consideración de estas imágenes
y narraciones no deja lugar a dudas por lo que se refiere a su
naturaleza: son irrebatiblemente migrañosas, e ilustran,
sin duda, muchas de las variedades del aura visual anteriormente
discutidas."
Hildegarda escribe:
"Vi una gran estrella, de lo más espléndida
y hermosa, y con ella una inmensa multitud de estrellas que caían,
todas ellas hacia el sur... Y de pronto todas quedaban aniquiladas
y se convertían en negros carbones... y se sumergían
en los abismos y ya no podía volver a verlas."
Para Sacks esta es una interpretación alegórica
de Hildegarda, en la que un hecho fisiológico se convierte,
gracias a sus profundas convicciones religiosas en objeto de
inspiración y éxtasis místico:
"Nuestra interpretación literal sería que
ella experimentaba una lluvia de fosforescencias en tránsito
a través del campo visual y que ese paso era seguido de
un escotoma negativo [área de ceguera total o parcial
que se produce después o a veces antes de un escotoma
centelleante]."
Sacks también compara algunas de las visiones de la migraña
con la pintura puntillista y aún con el cubismo:
"El término visión en mosaico se
refiere a la fractura de la imagen
visual en facetas irregulares, cristalinas y poligonales,
que se unen formando una especie de mosaico. El tamaño
de las facetas tiende a evolucionar de pequeñas a grandes
y viceversa. Cuandos son extremadamente finas, el mundo visual
presenta un aspecto de iridiscencia cristalina o 'granulado',
que recuerda al estilo pictórico puntillista. Cuando las
facetas son más grandes, la imagen visual cobra una apariencia
de un mosaico clásico, y a medida que aumentan se parece
a una pintura cubista. Por fin, cuando las facetas compiten en
tamaño con la imagen visual total, esta última se
vuelve irreconocible y se experimenta una forma peculiar de agnosia
visual".
Esto es lo que sufría el Sacks niño
y lo que lo aterrorizaba.
Sin embargo, la constitución migrañosa tuvo desde
siempre una visión romántica. W. C. Álvarez
en Some Charasteristics of the Migranous Woman describe
de esta forma a las mujeres
que la padecen: "Un cuerpo pequeño, bien formado,
con pechos firmes. Por lo general estas mujeres
visten bien y se mueven con rapidez. El 95% posee una mente ágil
y mucho atractivo social... el 28% son pelirrojas, y muchas tienen
un cabello exuberante... Estas mujeres
envejecen bien."
Sacks atribuye estas visiones románticas
a que gran parte de los autores que han escrito sobre ella a su
vez la han padecido. Curiosamente, tal es el caso del Dr. Sacks
que si bien no romantiza la dolencia es ésta la que lo
lleva a plantear por vez primera lo que será una constante
en su obra: que lo que el paciente
primero necesita es atención, cuidado e interés
por parte del médico. Será desde esta perspectiva
-que a cualquiera le parecería obvia- que Sacks abordará
todos los casos clínicos sobre los que ha construido su
obra:
"Sólo existe una regla cardinal: siempre hay que
escuchar al paciente; y, por la misma razón, el pecado
cardinal es no escuchar, no prestar atención a sus palabras. Antes de cualquier
planteamiento específico, debe haber un planteamiento general:
establecer una relación, una comunicación con el
paciente, a fin de que médico y paciente se entiendan mutuamente.
Una relación, además, en la que el paciente no sea
totalmente pasivo y sumiso, que no crea y haga todo lo que se
le dice y se tome todo lo que le 'recetan'; una relación
que es, esencialmente, de colaboración.
La historia de los 'tratamientos' de la migraña
se resume en gran parte en la 'superioridad' médica
y la explotación del paciente, lo primero que éste
debe comprender a la hora de buscar atención médica
es la importancia de una discusión larga y detallada entre
él y su médico, una discusión que no se
limite al conocimiento especial y a la habilidad del segundo,
sino que, por el contrario, sea el encuentro entre dos adultos.(...)
Aunque la migraña es un suceso fisiológico, no
es sólo un suceso fisiológico, sino que se trata
de un suceso que suele estar fuertemente emparentado con, y que
viene determinado por, el individuo, afectado: su carácter,
sus 'necesidades', sus circunstancias, y su modo de vida.
Por ello, es insuficiente buscar remedios puramente fisiológicos,
cuando posiblemente a lo que uno debería poner remedio,
si ello es posible, es a todo un modo de vida, a toda una vida.
Éste fue siempre el lema y el mensaje central de Hipócrates,
el padre de la medicina: que uno no debe tratar la enfermedad,
sino al individuo afligido; que aunque el médico debe
ser un erudito y un experto en enfermedades, medicamentos, fisiología
y farmacología, su interés último debe ser
el individuo.
El médico no debe mostrarse dominante ni dogmático
con el paciente, no debe hacerse el experto, insistir en que 'yo
sé lo que más le conviene', debe escuchar al
paciente, escuchar tras las palabras,
escuchar las necesidades concretas no pronunciadas; dirigirse
a sus inclinaciones, a sus pautas vitales: escuchar lo que su
enfermedad, la migraña, está 'diciendo'.
Sólo entonces quedará despejado el camino de la
curación"
No quiero recordar el comienzo de esta nota, pero al parecer,
veces vale más afiliarse a una biblioteca que a una mutualista.
Fosfenos....
* Publicado
originalmente en Insomnia Nº 144
|
|